Cine y TV

Los concursos de la televisión soviética

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A nu-ka, devushki! (Vamos, chicas). Foto: Cordon.

Hace poco el mundo conoció al gran Peedu Ojamaa tras la aparición de un documental estonio que explicaba el funcionamiento de la industria publicitaria soviética. Era un asunto delicado el de los anuncios de publicidad en el mundo comunista, los bienes de consumo siempre fueron objeto de polémica en los países socialistas. Suponían el retorno que recibía un trabajador que por lo general tenía unos ingresos asegurados y no siempre resultaban satisfactorios. Con los anuncios de televisión, el sistema aprovechaba para hacerse propaganda a sí mismo, ya que muchos de los productos que se anunciaban no se podían encontrar. Con los concursos ocurrió algo parecido. Inicialmente hubo una intención de satisfacer al espectador, pero los contenidos cayeron pronto en las presiones de la propaganda estatal y sus políticas.

Nikita Jrushchov intentó que dentro de sus medidas de aumento de bienes de consumo para los años sesenta estuviera incluido el entretenimiento en televisión, que ya era una fuente de talento. De esa cantera surgieron directores como Elem Klimov, entonces en el concurso 2+2=4, y que luego dejaría al mundo helado con su película y obra maestra Masacre, ven y mira.

Al principio, el objetivo del entretenimiento televisivo en la URSS, al margen de facilitarle evasión al espectador, era el mismo que en Occidente: levantar audiencias. Pero no lo tuvieron difícil. En la URSS se competía en todo en todas partes. Profesionales, jóvenes y obreros tenían torneos deportivos o de ajedrez, y los concursos que se empezaron a ver en la tele pronto se hicieron muy populares e incluso trascendieron la pantalla y se representaban en fábricas y escuelas a nivel doméstico.  

En dos libros, Between Truth and Time: A History of Soviet Central Television, de Christine Elaine Evans, de 2016, y Pleasures in socialism: Leisure and luxury in the Eastern Bloc, de David Crowley y Susan E. Reid, de 2010, se analizan los espacios más importantes que parió la televisión soviética. Todo comenzó tras la muerte de Stalin, a partir de 1956, y de forma muy modesta. El estudio más importante del país, Shabolovka, solo tenía una cámara móvil. En 1957, en el marco del Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes en Moscú, se diseñó VVV, Vecher Veselykh Voprosov (Divertidas preguntas nocturnas) inspirado por GGG, un concurso de la televisión checoslovaca, y los grupos de comedia y teatro llamados kapustiniki, que habían aparecido también con el nuevo régimen de Jrushchov y su inicio de apertura.

VVV no preseleccionaba a los concursantes, podía aparecer ante las cámaras cualquiera, al contrario que en Occidente. Consistía en juegos tipo Tabú y adelantó un concurso que luego llegó a nuestras pantallas, Su media naranja, donde parejas debían contestar por separado preguntas sobre su relación y ganaba la que más respuestas coincidentes hubiera dado. Aquello era todo bastante improvisado y espontáneo. Fue una auténtica juerga para los tiempos que corrían y el escándalo no tardó en llegar.

Planearon un concurso inspirado el refrán ruso «Gotov sani letom, un telegu zimoi» (ten el trineo listo en verano y el carro listo en invierno) consistente en ver quién era capaz de presentarse en los estudios durante la emisión, una calurosa mañana de septiembre, con un abrigo forrado, botas y una cafetera. En otras llamadas no se habían acercado más que una docena de personas y en esta calculaban que no aparecerían ni cinco, pero atrajo a casi un millar de personas.

Las carreteras cercanas al teatro de la Universidad de Moscú donde se estaba emitiendo el programa se colapsaron. Los buses estaban llenos de ciudadanos sudorosos asándose dentro de todos los complementos que habían pedido en el concurso. Muchos iban a pie, en hileras también por la carretera. Al no poder entrar todos, rompieron las puertas del auditorio. Subieron al escenario gritando, empujaban a la gente, iban maldiciendo, uno llevaba un pollo vivo, rasgaron la cortina del teatro… Todo en directo  

El Komsomol tuvo que poner orden en el caos actuando como una formación militar para sacar a esa gente de ahí. La emisión se cortó y los telespectadores se encontraron con un letrero que aludía a «razones técnicas» después de la jarana que habían visto formarse. Al día siguiente fueron destituidas varias personas.

Nadie había anticipado que los trabajadores de las obras cercanas, que tenían todas sus pertenencias en dormitorios al lado del trabajo, pudieron presentarse sin problemas en los estudios. Ksenia Marinina, la directora del programa, tras cortar debía haber puesto una película, pero estaba encerrada en una caja fuerte y el que tenía la llave se había marchado temprano del trabajo. Recibieron cientos de llamadas preguntado por qué se había cortado la retransmisión. A los responsables del programa les cayeron encima las autoridades políticas, les acusaron de emplear métodos de la televisión burguesa y de haber mostrado a gente sucia y borracha a propósito. Porque ese era el verdadero drama, que esa gente desaliñada había salido por televisión.

Pasado el susto, la huella quedó ahí porque quizá el más mítico de todos los programas que hubo fue su heredero: KVN, Klub veselykh i nakhodchivykh (Club alegre e ingenioso). Estaba dedicado a la juventud, que competía entre sí por equipos empleando como arma el ingenio, la improvisación y el humor. El programa fue cancelado en los setenta, pero con la glasnost se resucitó y dura hasta nuestros días.

Estudiantes, en su inmensa mayoría hombres, competían por el honor de su instituto, pero después se incluyeron fábricas, luego ciudades y hasta repúblicas en los campeonatos. Estaba diseñado como un partido de fútbol, dos capitanes rodeados de diez compañeros y dos reservas. De todas las pruebas que tenían que hacer llaman la atención las de BRIZ, Biuro po ratsionalizatsii i izobretatel’stvu (Oficina de Racionalización e Invenciones) en la que se les pedían que inventasen medios de transporte novedosos, planeasen cómo serían colonias en la Luna… preguntas en las que uno tenía que hacer valer sus conocimientos técnicos y científicos, pero también su imaginación.

El único problema ahora son los chistes, en los cortes que hay en YouTube no hay más que traducir los comentarios para ver cómo son percibidos ahora. Para las generaciones actuales son dramáticos, tristes y demás palabras irreproducibles. Hay rusos más veteranos que se quejan de que haya quien pretenda reírse con el humor de la URSS de principios de los setenta, que era otro planeta básicamente y hay que entenderlo como tal.

También hubo líos en este nuevo formato. En los 6sesenta una vez sacaron a un joven con barba y las autoridades se opusieron a la emisión del programa. El joven tapaba con la barba un defecto facial, pero proyectaba una imagen incorrecta. Finalmente, no está muy claro por qué se canceló en 1972, pero pudo ser por presiones, por envidias o por el cariz de espectáculo y negocio que iba tomando, que ambos fueron denunciados por la prensa soviética.

En lo sucesivo surgieron programas menos dados al caos, como Auktsion (Subasta) promovido por el Ministerio de Comercio para dar promoción a los bienes de consumo que tenía el Estado en inventario. Se hacía en un estadio en Leningrado y consistía en pujar, pero sin dinero, contestando preguntas. Amenizaban el magacín grupos de pop soviéticos. Se hicieron episodios en los que se subastaron televisores en blanco y negro, mariscos enlatados y pólizas de seguros… Fue tan apasionante que duró seis emisiones.

Sin duda el más reseñable fue A nu-ka, devushki! (Vamos, chicas). La idea era romper con el modelo de televisión orientada a los intelectuales que dominaba toda la programación y abrirla a un público menos ambicioso, que era el mayoritario. Era todo un quebradero de cabeza lo que se mostraba en televisión para el Ministerio. Los contenidos demasiados elevados no los podía seguir la mayoría, pero luego eran reacios a mostrar que había ciudadanos soviéticos poco educados.

Con este programa se atrevieron porque, según Evans, su finalidad era otra: atraer a las mujeres a los trabajos menos gratos. Eran concursos para mujeres trabajadoras en los que tenían que demostrar su habilidad en estas tareas, las que tienen encomendadas de forma atávica. Un ejemplo llamativo lo tenemos en un programa íntegro que hay colgado en YouTube. En el minuto 33:48 cuatro mujeres compiten a ver cuál pasa mejor el aspirador. Parece de Monty Python, pero era en serio.

Los informes de las autoridades recomendaban que el programa mostrase la imagen de lo que tenía que ser la «novia ideal». Una chica «atractiva, elegantemente vestida, alegre, entusiasta y buena ama de casa». La idea era que las espectadoras quisieran imitarlas. Al inicio del show, Kira Proshutinskaia, la presentadora, decía: «Queridas chicas, muchas de vosotras ya sois buenas amas de casa, y muchas de vosotras os convertiréis en ello muy pronto». A finales de los ochenta las feministas soviéticas denunciaban que los roles de género no habían cambiado con la revolución.

Tras un año de emisión, Vamos, chicas empezó a recibir críticas por no enfatizar las capacidades intelectuales de las mujeres. En una ocasión, las concursantes debían responder preguntas de niños como «¿quién enciende la luna?» o «¿por qué a los caballos no se les echa gasolina?» y se valoraba cuál de las concursantes contestaba con mayor claridad la respuesta correcta para que lo hubieran entendido los críos.

Sin embargo, cuando se subió el nivel intelectual de las preguntas, citando a Pushkin o haciéndolas identificar pasajes musicales de compositores rusos, los espectadores escribieron quejándose de que sufrían al ver a chicas con poca educación metidas en esos aprietos. Por otro lado, también se recibieron críticas por la imagen que se daba del trabajo. En una ocasión las concursantes tenían que coser cojines; a las que no les salía bien se les salían todas las plumas por las costuras. Las quejas decían que se estaba mostrando a mujeres tener una relación «irrespetuosa» con el trabajo, que no parecía que estuviesen cosiendo, sino haciendo una fiesta de almohadas.

Pero el programa triunfó. Recibía al menos diez mil cartas anuales de espectadores y tuvo grandes índices de audiencia. Se fue dotando de cada vez mejores localizaciones y hasta se puso a su disposición un helicóptero. Además, tuvo un spin-off con A nu-ka, parni! (Vamos, chicos) que se mantuvo solo entre 1971 y 1973, donde ocurría lo contrario, los hombres mostraban sus habilidades en profesiones «propias» de su sexo.

Más rompedor fue Artloto, en 1971, que era una lotería, pero con pretensiones artísticas, como su nombre indica. Marcaba la diferencia porque mostraba un espacio que se regía por las normas del azar, no por las de la ideología, explica Evans, en un país donde se consideraba el juego como una degradación capitalista, aunque la sociedad nunca hubiese dejado de jugar.

Los espectadores enviaban seis números al programa correspondientes a diferentes artistas. Durante el concurso, salían los números y se emitían las actuaciones pregrabadas de esos músicos, el que acertaba la serie, se llevaba de regalo discos del sello estatal soviético Melodiya y fotos autografiadas. Fue el programa que mayor volumen de correo recibió en los setenta. Además presentó a artistas checoslovacos, yugoslavos, búlgaros o de la RDA en épocas en las que no era nada común ver a músicos extranjeros en la televisión soviética.

Otro programa que sobrevive a día de hoy es Kakiye? Gde? Kogda? (¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?). Tomaba el espíritu de KVN, pero estaba pensado para jóvenes de la élite intelectual y era raro ver a mujeres concursando. En una especie de casino se contestaban preguntas sobre arte, historia no soviética y ciencias naturales, pero planteadas en forma de acertijo. Los premios eran libros de ciencia ficción o literatura prerrevolucionaria difíciles de encontrar en las tiendas. A finales de los ochenta, en la perestroika, que hubo hasta equipos de concursantes extranjeros, fue cuando se dieron los mejores premios, como relojes y objetos decorativos de mayor valor que simples libros.

También en esa época, con Gorbachov, se tuvo que dar un impulso a los espacios de entretenimiento de la televisión porque tenían que competir con el tráfico de cintas de vídeo de contenidos extranjeros. Pero las novedades se centraron en la información, aparecieron late nights, como Do i posle polunochi (Antes y después de la medianoche), y espacios de informativos como Prozhektor perestroiki  que impulsaban la senda democrática que quería tomar el secretario general, donde se habló de la represión de Stalin, la parte negativa de la guerra de Afganistán y las condiciones de vida de los mineros soviéticos. Se incluyeron más contenidos informativos, de intercambio de opiniones y debates que de ocio, pero en lo que fue la antesala de la apertura total del país a toda la cultura popular occidental, que entró como un torrente, en sus formas más chuscas y pornográficas.

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7 Comentarios

  1. Pingback: Salitre - Las vidas alternas (poesía cinematográfica - gauzarraroak.es)

  2. La vida cotidiana en la URSS de aquellos tiempos sigue siendo para mi un gran agujero negro. Gracias por la información.

  3. Concursos que regalan grabaciones de música de sellos de altura e interpretaciones de primer nivel, libros… y que pretendamos abrir la boca viviendo en un lodazal de telebasura donde abunda el cuñadismo descarado… vergüenza debería darnos.

    Pero bueno, el autor del artículo acaba destapándose al hablar de «mayor valor que simples libros»

  4. Es «Chto? Gde? Kogda?»

  5. Pingback: Enlaces Recomendados de la Semana (N°476)

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