Deportes

Éric Cantona: el campo y el reino

Éric Cantona en 1993. Foto Cordon Press
Éric Cantona en 1993. Foto: Cordon Press.

We’ll drink a drink a drink 

To Eric the King the King the King 

 He’s the leader of our football team 

He’s the greatest centreforward 

That the world has ever seen

(Cánticos en honor al «rey Eric»)

Llegó a Inglaterra al poco de la creación de la Premier League y no le hicieron falta ni diez partidos para convertirse en su más insigne abanderado. Gastaba las maneras y la autoridad de un mariscal napoleónico, organizando con su genio el juego de ataque de los Diablos Rojos. El marsellés que defiende que ser francés no es sentir arrobo al cantar «La Marsellesa» —«eso es de gilipollas» (sic)— sino sentirse íntimamente revolucionario no dudó en clavarle los tacos en el pecho al único insensato que se atrevió a recriminarle su origen. El privilegiado lugar que ocupa Éric Cantona (Marsella, 1966) en el imaginario colectivo del aficionado medio inglés no radica en la excelencia de su juego o en lo portentoso de su talento futbolístico. Rara vez fue el mejor sobre el campo. Tampoco fue el más goleador, ni el mejor recuperador, ni siquiera era una referencia indiscutible en el apartado de asistencias. Pero imponía carácter al equipo y organizaba su escuadra con autoridad, liberando el talento de los jugadores que lo acompañaban.

Cantona nunca fue un genio del balón a la altura de otros franceses ilustres como Zidane o Platini: fue un jugador técnicamente correcto, brillante a ratos, con un ligero sobrepeso casi siempre, más célebre por sus monumentales cabreos y su irresistible carisma que por sus goles. Y, sin embargo, es una referencia para millones de aficionados que aún se reconocen en su poliédrica personalidad y que lo admiran como a un héroe balompédico imperfecto, un jugador de a pie que transcendía en ocasiones su condición mortal para elevarse al Olimpo de los dioses del fútbol con un vaselina o un pase al hueco. Un rebelde sin causa con el talento suficiente para marcar la diferencia pero no para ser una estrella de ese deporte.

El francés ha sido siempre, en realidad, un matón de barrio metido a futbolista que paseó su indómita naturaleza por los campos europeos con la desidia del que parece estar deseando que llegue el tercer tiempo. Era, ante todo, un transgresor, una bestia que se conducía dentro y fuera del campo con el aplomo de quien se sabe especial; un jugador que rezumaba tanto espíritu competitivo que a sus compañeros no les quedaba más remedio que arrollar al rival en cada partido. Eric Cantona, el mismo que comenzó su andadura por tierras inglesas siendo rechazado por el modesto Sheffield United, se retiró cinco años después de su debut siendo el jugador más querido del mejor equipo de las islas, el Manchester United, después de haber enamorado a unos aficionados reds que no dudaron en elegirlo en 2001 como el jugador más importante del siglo XX por delante de figuras legendarias como George Best o Bobby Charlton

La historia futbolística de este volcánico marsellés comienza en Francia, donde se pasó la juventud fracasando en su país natal (Auxerre, Martigues, Olympique de Marsella, Burdeos, Montpellier y Nîmes fueron sus equipos) hasta que el pelotazo que le propinó a un árbitro le obligó a hacer las maletas. Su destino fue Inglaterra, tierra difícil donde el único equipo interesado en hacerse con sus servicios fue el modesto Leeds. Deseoso por enderezar su carrera, en su única temporada en el modesto Leeds (1991-1992) le dio tiempo a conducir al equipo hasta su primer campeonato, antes de ser rescatado para el Manchester United por su padre futbolístico, sir Alex Ferguson

La situación del United recién estrenada la década de los noventa era difícil. No solo el ánimo de la plantilla estaba por los suelos después de haber perdido in extremis un título que llevaban veinticinco años persiguiendo, sino que además el gran fichaje de ese verano, Dublin, acababa de romperse la pierna y los esfuerzos de Ferguson por atar a buenos jugadores que apuntalaran el equipo—como Shearer, Hirst o Chapman— habían fracasado. Con apenas nueve goles y dos victorias en los doce partidos anteriores a su llegada, el rendimiento de los Diablos Rojos era bajísimo. Y sin embargo, a pesar de la mala situación, la reputación de personaje conflictivo que precedía al francés suscitó muchas dudas acerca de la idoneidad de un fichaje que parecía la última bala que le quedaba a un técnico en la cuerda floja.

La llegada de Cantona fue el revulsivo que el equipo, y la Premier, necesitaban para afianzarse. Pronto su actitud en el campo de entrenamiento —en el que pedía siempre entrenar más que nadie— enseñó a sus compañeros el valor de la práctica exhaustiva y de la primacía del carácter y del compromiso por encima del talento. Su efecto en el rendimiento del equipo fue espectacular: ocho victorias y dos empates fue el balance de sus primeros diez partidos, en la mitad de los cuales el equipo se impuso con apenas un solitario gol del francés. Si en los treinta y siete partidos anteriores a su fichaje el United apenas había conseguido sumar unos decepcionantes treinta y siete puntos y treinta y ocho goles, treinta y siete partidos después, ochenta y ocho eran los puntos y setenta y siete los goles. La era Cantona, que acababa de empezar, se antojaba brillante.

Sus años de gloria en Manchester revolucionaron el equipo hasta extremos insospechados, llevándole a ganar año tras año el campeonato y a forjar un espíritu competitivo que mamaron muchos de los que a la postre fueron las mejoras internacionales del club, juveniles como Neville, Scholes o Beckham que por entonces debutaban a las órdenes de Ferguson. Jugadores, todos ellos, que han reconocido en más de una ocasión la deuda que el club tiene con el carismático jugador francés. De hecho, es probable que sin ese fichaje amarrado a la desesperada la fulgurante carrera posterior de sir Alex Ferguson hubiese sido radicalmente diferente: si antes de Cantona Ferguson no había cosechado ningún título, después de la irrupción del francés el equipo no ha bajado de la 3.ª, acumulando cuarenta y nueve títulos en dos décadas al frente del equipo hasta su retirada. Los cinco primeros años, todavía con el francés en sus filas, trajeron seis meritorios títulos que hubiesen sido siete si no le hubieran suspendido ocho meses en 1995 por agredir, patada voladora mediante, a un aficionado del Crystal Palace que lo insultaba desde la grada de Salhurst Park cuando se marchaba expulsado al túnel de vestuarios. 

En 1997, recién cumplida la treintena, el irreductible centrocampista al que la prensa apodaba «Eric el Rojo» anunció su retirada, hastiado de la alta competición.

El genio que Cantona irradiaba en jugadores y aficionados no se resume en palabras o se refleja en las estadísticas: sus casi cien goles en doscientos partidos no hacen justicia a la impronta que dejó en su paso por Old Trafford. «Ningún extranjero ha conseguido entender como él lo que significa ser parte del Manchester», afirmó años más tarde Ferguson. El impacto de Cantona en la afición del United fue espectacular, estableciéndose desde el primer momento un vínculo tan fuerte que aún hoy, más de veinte años después de sus grandes noches de gloria, todavía se corea su nombre en la grada de Old Trafford. «No puedo y no quiero explicarlo. El nuestro es un vínculo especial, como el amor» resumió agradecido el ídolo al que siguen llamando King Eric, probablemente el único francés que ha conseguido ganarse la admiración y el respeto de los ingleses.  

Y es que siempre fue diferente. Su inflamable carácter le hacía reaccionar impulsivamente obedeciendo a un código de honor propio que en muchas ocasiones chocaba con lo apropiado. Era la suya una actitud irreverente que enmascaraba un espíritu rebelde y que, a pesar de haber deslucido un poco su carrera en lo futbolístico, le ha acabado convirtiendo en la leyenda que Old Trafford invoca cuando las cosas se ponen difíciles. 

Su brillante trayectoria en el fútbol inglés no le sirvió, sin embargo, para destacar con los Bleus. En 1987, después de apenas cinco convocatorias, soltó delante de una cámara que el seleccionador francés Michel no era más que «un saco de mierda» por no haberle convocado una sexta, lo que le mantuvo apartado del equipo hasta su relevo un año después. Los siguientes seleccionadores —Platini, Houllier y Jacquet— organizaron el equipo alrededor de su capitanía, pero el mediocre desempeño general de la selección hizo que los mejores años de Cantona se desperdiciaran intentando llevar sin éxito al equipo a la fase final de un Mundial o Eurocopa. El incidente de Salhurst Park le tuvo apartado del equipo una temporada, y a su vuelta Jacquet ya había elegido a otro, Zinedine Zidane, para que liderase al equipo que se llevó la victoria en la Copa del Mundo de 1998. Un trofeo que hubiese constituido un broche de oro a la trayectoria profesional de Cantona si no se hubiese retirado un año antes. 

Fuera de los terrenos de juego su actividad ha sido igual de frenética, y la resonancia de sus actos, tanto o más amplia. Además de formar parte de la selección francesa de fútbol playa, Cantona ha paseado sus ganas de aprender por el cine, la publicidad y la fotografía, deseoso de aplicarse con la misma pasión en esas actividades que en el fútbol. «La técnica es secundaria, lo importante es la humildad y la actitud» suele defender cuando se le cuestiona por ese lado artístico que viene explotando desde su retirada de los terrenos de juego. A lo largo de su sólida carrera cinematográfica —acumula roles menores en una veintena de películas— destaca Buscando a Eric, un drama en el que se protagoniza a sí mismo y en el que ayuda a salir de un bache personal a un fan red que lo invoca, desgranando su personalísima visión del mundo en chuscos consejos de sobremesa. En 2011 volvió al fútbol como director técnico de los New York Cosmos, se estrenó como actor de teatro e hizo una incursión en el cine erótico con la película Encuentros después de medianoche, en la que encarna un personaje de nombre «el Semental». No hay límites para Cantona. 

Tampoco se le ha resistido la política. En 2010 lanzó un vídeo en el que animaba a sus compatriotas a sacar masivamente el dinero de los bancos para hundir el sistema, en represalia por la crisis bancaria. Dos años después, con motivo de las presidenciales francesas, publicó en L’Humanité una carta abierta en la que se postulaba como candidato, un gesto que formaba parte en realidad de una estrategia para recaudar fondos para la Fundación Abbé Pierre, la más importante de cuantas se ocupan en Francia de las personas sin hogar. 

Cantona es, en definitiva, el tipo de persona que los americanos llaman larger than life, un personaje con una libérrima visión de la vida que se ha labrado una notable carrera en diversos oficios gracias a su arrolladora personalidad, tan desprovista de mesura como de artificio. No son pocas las marcas que han contado con este indómito francés para sus anuncios, conscientes de que es precisamente su tan explotado lado oscuro lo que le conecta a los aficionados más que ninguna otra estrella. 

Quizá el ejemplo más notorio de su absoluta falta de complejos es una frase: la lacónica sentencia que le soltó a la jauría de periodistas que esperaba su reacción a una sentencia judicial que lo condenaba a realizar todavía ciento veinte horas de trabajo comunitario, una vez cumplida ya la suspensión de ocho meses. Requerido por su jefe de prensa, Cantona balbuceó una frase absurda, desgranada lentamente para el asombro de los allí congregados: 

Si las gaviotas [pausa, trago de agua] persiguen a un pesquero… es porque saben… que acabará soltando sardinas… en el mar. 

Preguntado unos años más tarde a propósito del significado real de esa frase, Cantona respondió ufano «que no tenía ningún sentido». Y que «se había divertido mucho leyendo las elucubraciones de la prensa al respecto». Puro genio.

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12 Comentarios

  1. Juan Pablo

    Muy buen artículo.Muchas gracias.
    ¿Para cuándo otro sobre David Ginola, otro francés despechado que sobresalió en las Islas?

  2. No me gustan los matones, se dediquen a lo que se dediquen.

  3. Tengo que contar algo que si no reviento. Yo estaba saliendo hace años con una chica que estaba divorciada.
    Ella había estado con el mismo chico 10 años desde que tenía 16. 10 años entre noviazgo y matrimonio.
    Ya en los últimos años de la relación, notaban que necesitaban una chispa para su matrimonio. Se les ocurrió acudir a un sitio de intercambio de parejas. Me contó que estaban en un jacuzzi varias parejas y el hombre de una de las parejas les hizo el gesto de hacer el intercambio.
    Mi ex-novia se fue con el chico y su marido con la rubia que acompañaba al hombre. Según me contó, la rubia era despampanante.
    Después de la experiencia, mi ex y su marido se fueron a casa y su marido le preguntó que si sabía con quién se había acostado.
    Ella no tenía ni idea. Su marido le dijo que era Eric Cantoná.
    Eric le había pedido el teléfono a mi ex y cada vez que estaba por la ciudad la llamaba y tenían relaciones (mi ex estaba de muy buen ver).
    No quiero decir nada con esto, solo contar la anécdota. Eric es muy fan del libre amor. Y yo puedo presumir de haberla metido en el mismo sitio que el famoso Eric Cantoná.

    • Me lo creo totalmente porque da la casualidad de que mi esposa y yo que hacemos intercambios desde hace mucho, además de follar como conejos entre nosotros y con quien se ponga a tiro cuando vamos solos, coincidimos con Cantona y una rubia despampanante (no sé si sería la misma) en una fiesta en la piscina de un chalet privado en Pozuelo. No lo pasamos mal pero tuvimos un pequeño problema porque resultó que a Eric le gustaba hacerlo todos juntos y se ponía más si le arreaban con una correa en los glúteos, así que le pidió a mi mujer que le diera bien. Pero pasó que Adela,(nombre ficticio) mi parienta, no se atrevía mucho y le daba que no había ni para sacar el polvo, de lo que el galo se quejó, así que agarré yo la correa y le solté unos zurriagazos que el zagal ponía los ojos en blanco. Pero se conoce que se me fue un poco la mano y el tío, haciendo honor a su carácter inestable, me lanzó una patada de esas voladoras que no me alcanzó de milagro, y menos mal porque si no, a estas horas estaría yo sin cabeza. Por suerte, mi mujer lo calmó con unas felaciones tipo turbina que casi le dejan KO. ´Mientras, yo aproveché para dar por el darriere a la rubia que en un aparte, me había insistido en hacerlo, ya que Cantona nunca entraba por ahí porque decía que el culo solo era para cagar y que en eso, pensaba igual que Mel Gibson. Y que ella ya estaba hasta el coño de esas manías, por eso aprovechaba la disponibilidad de tíos guarros como yo para satisfacerse. Bueno, pues nada más, buenas noches.

      • «Pero pasó que Adela, (nombre ficticio) mi parienta…» ¡¡Me parto el culo!!

      • Lucio Anneo

        Rijoso, no sé de que hediondo puticlub de carretera comarcal sale usted pero ciertamente sus comentarios son para mearse encima

    • Belarmino

      Es muy curioso porque yo tuve una experiencia muy parecida. Estaba yo con mi santa en el bar de intercambio de parejas de mi pueblo y entonces entró Cantona con una rubia que responde a lo ya descrito aquí. Rápidamente empezamos a cruzarnos miradas y una cosa llevó a la otra, así que me cisqué a la rubia en un reservado y don Eric le hizo la caidita de Roma a mi parienta. Pero la cosa se empezó a poner turbia cuando, en mitad de una orgía de alcohól y éxtasis, Cantoná empezó a hacerme ojitos, lo que yo interpreté, sin duda acertadamente, como un efecto del consumo desmedido de sustancias. No se lo quise tener en cuenta, pero sabedor del carácter indomable del jugador, intenté contemporizar de manera sibilina a ver si me lo quitaba de encima de manera pacífica. Craso error, ya que montó en cólera y me lanzó sin previo aviso una de sus famosas patadas voladoras, que afortunadamente esquivé. La desgracia fue que acabó golpeando un tiesto de piedra de diez kilos que, debido a la furia imprimida a la patada, cayó por la ventana y, al asomarnos, vimos que fue a aterrizar sobre la cabeza de, ni más ni menos, la madre del rey Juan Carlos, que andaba paseando por ahí en compañía de su séquito. Desde entonces, la pobre señora no levantó cabeza.

      • No sé, Belarmino, pero tu historia me parece demasiado exagerada para ser auténtica. Creo que vas de farol porque te ha jodido que nosotros estuviéramos de orgía con Cantona y tú no. Pero bueno, sin rencores.

  4. juan miguel

    El articulo esta cojonudo, bueno, entretenido, visceral y emotivo… inmejorable: hasta que leí los comentarios de los lectores. Mi conclusión es que siempre hay espacio para mejorar.
    Viva l’amour.

    Saludos

  5. Gran jugador dentro y fuera de las canchas Cantoná jajajaj siempre me gustó ese manchester united de los 90
    pd: los comentarios me hicieron cagar de la risa jajajajaja

  6. Pingback: Lo del 24 de septiembre – Lo De Las Noticias

  7. Cantona vivió en Barcelona tras dejar el fútbol. Un día se presentó en casa del director teatralJoan Lluis Bozzo y le pidió ayuda para aprender a actuar.

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