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Francesc Tosquelles en el CCCB: como una máquina de coser en un campo de trigo

Francesc Tosquelles
Francesc Tosquelles en el CCCB. Como una máquina de coser en un campo de trigo. Ilustración: Oriol Malet.

Arte en bruto

El psiquiatra alemán Hans Prinzhorn, un médico que también poseía formación en los campos de historia del arte, la filosofía e incluso en el canto, se encargó de publicar en 1922 el volumen El arte de los enfermos mentales. Un libro en cuyo interior se recopilaban los trabajos pictóricos de diez «maestros esquizofrénicos», diez artistas amateurs que habitaban en las fronteras de la sociedad por padecer trastornos mentales.

Se trataba de obras que habían sido cuidadosamente seleccionadas para dicho tomo de entre los más de cinco mil trabajos que Prinzhorn acumulaba, a modo de colección, tras trabajar en el hospital psiquiátrico de la Universidad de Heidelberg. El arte de los enfermos mentales fue recibido en el mundo de la medicina con cautela y reservas, como una criatura más exótica que digna de análisis pero, al mismo tiempo, fue celebrado entre los corrillos de artistas. Dos décadas más tarde, el pintor y escultor francés Jean Dubuffet acuñaría, notablemente influenciado por el libro de Prinzhorn, el término «art brut» para englobar con él a toda obra producida por aficionados alejados de las normas estéticas habituales.

Dubuffet, más interesado en estudiar la vertiente humanista del arte que su técnica o los estándares de belleza, admiraba las creaciones producidas por niños, presos y pacientes psiquiátricos al considerarlas no contaminadas por lo mundano y lo pretencioso, es decir, por todo lo que representaban los artistas profesionales. La revolución del art brut fue podar al arte de aquello con lo que lo sobrecargaron los estetas, reducirlo a su expresión más cruda y humana, y localizar sus orígenes en quienes no estaban adulterados por la vida cotidiana.

En la misma época, y también en tierras francesas, un psiquiatra catalán llamado Francesc Tosquelles encabezaba otro tipo de sublevación fabulosa. Una revolución médica emparentada con el art brut de Dubuffet pero que buscaba un objetivo distinto: enfocar desde una nueva perspectiva el proceso de cura, colaborando junto a pintores, músicos, prostitutas o escritores y utilizando como herramientas el teatro, las fiestas, el cine o el diálogo del disparate. Tosquelles, a quien el museo CCCB dedica estos días la exposición Francesc Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo, logró abrirse paso por senderos inexplorados entre el delirio y la realidad, caminando de la mano tanto de los médicos como de los surrealistas. Entre las fotos que se conservan del psiquiatra existe una imagen donde es posible ver al doctor tumbado, con las plantas de sus pies en primer plano siendo meticulosamente analizadas por una pareja de minúsculas versiones de sí mismo. La estampa se titula La méthode hypocritique II (El método hipocrítico II) y, a día de hoy, nadie tiene realmente claro qué significa.

Francesc Tosquelles
La méthode hypocritique (II), sin fecha. Fotomontaje de Jacques Matarasso. Colección de familia Ou-Rabah – Tosquelles.

Tosquelles en bruto

Francesc Tosquelles Llauradó nació en Reus un 22 de agosto de 1912 y estudió Medicina en la Universidad de Barcelona. El hecho de trepar hacía la rama de la psiquiatría tenía en su caso cierta tradición familiar, y también algo de venganza contra el sistema médico: su tío, el psiquiatra Francesc Llauradó, que estudió y se encargó de traducir la obra de Sigmund Freud, decidió retirarse cuando no pudo ejercer en un manicomio debido a las políticas económicas del lugar: «De modo que, a los diez años, yo ya sabía, por lo del ideal del yo —o del yo ideal — lo que haría. Lo que haría sería joder el psicoanálisis a los manicomios» aclararía su subversivo sobrino.

Tosquelles se convirtió en discípulo de Emili Mira , el primer catedrático de la Psiquiatría de una universidad española, y comenzó a trabajar en el Instituto Pere Mata, donde demostró inquietudes que iban más allá de la bata de médico al animarse a debutar como actor en una representación teatral de La indómita domada de William Shakespeare, compartiendo escena con enfermos y cuidadores del mismo instituto.

Libertario y marxista republicano, Tosquelles se instaló en el Frente de Aragón tras el golpe de Estado de 1936 y comenzó a auxiliar a quienes albergaban demencias después de agazaparse en las trincheras, perfilando una ética de trabajo que abogaba por tratar las dolencias en el momento y lugar donde aquellas se habían originado. También, junto a militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista, comenzó a esbozar, en un par de masías de Reus, las bases para ejercer la psicoterapia infantil en ambientes de batalla. Pero su empresa, tratar los trastornos mentales de las tropas, no resultaba sencilla en aquella época, porque el ejército popular no creía en la psiquiatría: «De todo esto los comunistas no querían saber nada, porque en el frente no hay locos».

En 1939, tras ser condenado a muerte por el régimen de Franco, Tosquelles cruzó la frontera para instalarse en el campo de concentración de Sètfonts, donde organizaría una unidad psiquiátrica. «Nunca he hecho tan buena psiquiatría como en el campo de concentración», confesaría el catalán aludiendo a los avances de trabajar en periodos tan extremos y guerrilleros. Tres meses más tarde, sería contratado por el hospital de Saint-Alban-sur-Limagnole en Lozère, uno de los parajes más empobrecidos de Francia, y se presentaría en el lugar cargando una maleta con un par de libros en su interior, Tratamiento activo del paciente en el manicomio de Hermann Simon y la tesis De la psicosis paranoica en su relación con la personalidad de Jacques Lacan, un eminente médico francés que fue descrito como «el psicoanalista más controvertido desde Freud».

Francesc Tosquelles
Tosquelles en el jardín de Bonnafé, en el parque del hospital. Fotografia de Romain Vigouroux. Colección de família Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz.

Saint-Alban se convirtió en el lugar perfecto para que Tosquelles pudiera desatar sus inquietudes. «La ventaja es que estábamos en un territorio despoblado, en un hospital donde no había nada y con la tradición psiquiátrica del último siglo apagada. Porque aquel lugar había sido fundado en 1820 por un “antipsiquiatra”, un tipo de la Orden San Juan de Dios llamado Hilarion Tissot, que creó el primer manicomio libre». Convencido de que no solo era necesario curar a los enfermos sino también a las instituciones, el psiquiatra instauró en el sanatorio su propia política médica, una que no creía en las paredes del lugar. Tosquelles, quien no tenía a los médicos en alta estima, ya había experimentado anteriormente con la creación de organizaciones ajenas a lo establecido, contratando civiles y prostitutas como administradores y enfermeras. Pero aquel hospital le proporcionaba todo un nuevo terreno virgen sobre el que construir. «Solo tuve que encender la tradición que ya existía y que se había olvidado. Era un hospital tan mal organizado que era magnífico».

Bajo su mando, en Saint-Alban se realizaron actividades recreativas y culturales; se construyó una sociedad autogestionada de forma asamblearia, cooperativista y antidogmática; se organizaron ciclos de cine para internos, trabajadores y vecinos; se animó a los pacientes a realizar obras de artesanía, pintura y escultura; se redactó un diario propio; se escenificaron obras de teatro y se organizaron fiestas junto a todo tipo de actos comunitarios.

A la hora de abordar la psiquiatría, el catalán experimentó con el humor, la música, la voz, la creatividad, el ingenio, los disparates y los desvaríos. El proyecto de Tosquelles fue una «escuela de libertad» donde confluyeron las innovaciones en el ámbito clínico con el arte de vanguardia y el activismo político antifascista, conformando una ensemble thérapeutique. Un nuevo modelo en el que las relaciones entre todo y todos sustituían a los añejos recursos psiquiátricos de curación.

Por todo ello, aquel lugar no solo fue refugio de pacientes, sino que también sirvió de punto de interés y escondite para gente como el poeta Paul Éluard, el fundador del dadaísmo Tristan Tzara, el escritor Antonin Artaud, el crítico de cine George Sadoul, o el filósofo Georges Canguilhem. Artistas que en Lozère convivían con pacientes, campesinos, monjas, médicos, curas y enfermeras. En un momento dado, Dubuffet asomó la cabeza por el centro y descubrió que las piezas elaboradas por los internos suponían una mina para su colección de art brut. Entre los médicos residentes del lugar también militaría un antillano llamado Frantz Fanon, el filósofo y psiquiatra rebelde que firmaría en el futuro el libro Los condenados de la tierra. A lo largo de Francia, el apellido Tosquelles adquirió buena fama, no únicamente como institución médica, sino también como el de un hombre que ejercía su oficio mientras jugaba, poetizaba, inventaba y desataba el disparate rodeado de surrealistas y escritores.

Durante los años cuarenta, en una Francia herida por la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el tristemente denominado «exterminio dulce»: se triplicaron los fallecimientos entre pacientes en los psiquiátricos, acumulando más de cuarenta mil muertes a lo largo del país, y provocando que muchas de dichas instituciones llegasen a perder a casi la mitad de sus enfermos. Solamente un hospital parecía ajeno a toda aquella catástrofe con una tasa de mortalidad que no se había disparado de manera excesiva: el centro psiquiátrico de Saint-Alban, una humilde sociedad orquestada por un médico catalán muy inquieto. Un conglomerado de energías donde que se gestaron los animales de madera de Auguste Forestier, los bordados de Marguerite Sirvins o los textos y dibujos de Aimable Jayet, artistas virtuosos que eran a su vez pacientes del psiquiátrico.

En 1952, los psiquiatras Georges Daumézon y Philippe Koechlin etiquetaron como «psicoterapia institucional» al conjunto de prácticas que Tosquelles había desplegado en aquel lugar. En una de las fotografías más populares que se conservan de Tosquelles el hombre alza en sus manos, con gesto de veneración ,un gigantesco barco de madera elaborado por Forestier. El fruto de su trabajo se tallaba en madera y era considerado arte, bruto y auténtico.

Francesc Tosquelles
Francesc Tosquelles en el tejado del edificio del hospital Saint-Alban, con un barco hecho por Auguste Forestier (1947). Fotografía de Romain Vigouroux. Colección de familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz.

En 1958, tras casi dos décadas de exilio, Tosquelles vuelve a Barcelona para participar en el IV Congreso Internacional Sobre Psiquiatría. En su maleta en esta ocasión no viajaba un libro de Jacques Lacan, sino tres bobinas de película en cuyo interior se alojaba un film rodado en Saint-Alban que sería proyectado en el evento. En el mismo congreso, el propio Lacan ofreció su primera conferencia en España.

Como una máquina de coser en un campo de trigo

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) acoge durante estos días, y hasta el 28 de agosto, la exposición Francesc Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo. Una muestr, comisariada por la crítica literaria y profesora de la Universidad de Barcelona Joana Masó junto al crítico de arte, docente e investigador Carles Guerra, donde se recorren las prácticas de vanguardia que el psiquiatra Francesc Tosquelles llevó a cabo en el campo terapéutico, cultural y político. Métodos innovadores capaces de transformar los cimientos de la institución psiquiátrica durante la República y bajo una Europa dominada por los fascismos.

Francesc Tosquelles
Flor de los campos de la muerte, entre 1941 y 1997. Escultura en corcho de Joaquim Vicens Gironella. Colección de art brut, Lausana. Reproducción fotográfica: © Christian Bérard.

La exposición propone un de recorrido cronológico a través de la vida y obra de Tosquelles. Un trayecto que el visitante recorre acompañado del propio testimonio oral del médico de Reus sobre aquellos temas que le fascinaban: la implicación en el proceso de cura de equipos no profesionales como campesinos y otros miembros de la sociedad civil, Stalin, el derribo de los muros como parte fundamental de la terapia, los temores que los locos suscitan en los psiquiatras o la necesidad de entender el hospital como un cuerpo enfermo que también requiere ser rehabilitado. La exhibición contiene textos firmados propio autor, ensayos psiquiátricos, piezas artísticas concebidas dentro y fuera de las instituciones, fotografías y metraje rodado tanto por el propio Tosquelles como por su esposa, Elena Tosquelles, o los trabajadores del centro. Entre el extenso material recopilado en el CCCB destaca un documento histórico: las tres bobinas del film realizado en Saint-Alban, la misma película que fue presentadas en el IV Congreso de Psicoterapia de Barcelona en el 58.

Francesc Tosquelles
Saint-Alban, invierno1943-1944. Fotografia de Jacques Matarasso. Colección privada Pierre Matarasso.

En la muestra se incluyen numerosas piezas artísticas y literarias creadas en el contexto del hospital: el libro de Paul Éluard ilustrado por Gérard Vulliamy; el tomo de Tristan Tzara ilustrado por Joan Miró; la película realizada por el director Mario Ruspoli; una selección de art brut con creaciones de Marguerite Sivins, Auguste Forestier, Aimable Jayet o Benjamin Arneval; obras de Jacques-André Boiffard, Salvador Dalí, Antoni Tàpies, Perejaume y François Pain relacionadas con las ideas enunciadas por el médico; y una instalación de Alejandra Riera que vincula la geografía del hospital de Saint-Alban y la de la clínica La Borde, dos pilares fundamentales de la psicoterapia institucional. Como una máquina de coser en un campo de trigo también acoge el film Història potencial de Francesc Tosquelles de Mireia Sellarès, una recreación teatral de la lectura de la carta que Tosquelles dirigió a Stalin, y teje una reflexión sobre el delirio del fin del mundo, una psicosis de la época a la que el psiquiatra dedicó su tesis doctoral, a través de las películas de Abel Gance y Eugène Deslaw y los grabados y pinturas de Gérard Vulliamy, yerno de Paul Éluard.

Por su parte, la sección Del antifascismo a la descolonización expande la figura del pensador colonialista Frantz Fanon, aquel que acompañó a Tosquelles durante los años cincuenta, a través de documentación que permite sumergirse en las experiencias de Fanon en un Frente de liberación nacional que jugaría un papel decisivo durante la guerra de independencia de Argelia (1954-1962). En dicha sección también está presente la pieza El murmullo de los fantasmas del artista Mohamed Bourouissa.

Tosquelles falleció en Granges-sur-Lot un 25 de septiembre de 1994. Su muerte coincidió con la integración  de la psiquiatría en la carrera de Medicina, cuando dicha disciplina dejó de ser considerada como una entidad independiente. Por ello, el legado de Tosquelles en Cataluña y en España quedó sin verdadera transmisión. La exposición se cierra con los casetes grabados en el Insituto Pere Mata a lo largo de los últimos treinta años de vida del médico, así como con sus mapas conceptuales o «cuadros de pared», conservados en la biblioteca del Hospital universitario Pere Mata, y el  tríptico audiovisual Déconnage de Angela Melitopoulos.

La fotografía La méthode hypocritique II, donde los pies de Tosquelles se convertían en objeto de estudio, supuso un curioso interrogante para los estudiosos que trataron de averiguar en qué consistía aquel misterioso «método hipocrítico». Años atrás, en 1947, Tosquelles había deslizado alguna pista sobre ello al formular la idea de que era necesario desplazar la experiencia cognitiva, localizada en el cerebro, hasta situarla en los pies. «Cuando paseamos por el mundo, lo que cuenta no es la cabeza, son los pies. Saber dónde pisas», aseguraba aquel médico catalán, exiliado y revolucionario, que una vez entró con paso firme en Saint-Alban dispuesto a cambiarlo todo.

Francesc Tosquelles
Fotografía procedente del álbum fotográfico de la familia Tosquelles. Autor desconocido, sin fecha. Colección de familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz.

El CCCB (Montalegre 5, El Raval, Barcelona) alberga la exposición Francesc Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo hasta el 28 de agosto de 2022. Para más información puede consultarse su página oficial. En caso de que el lector o lectora quiera sumergirse un poco más sobre en la personalidad de Tosquelles, y en los contenidos de la exhibición, se recomiendo visitar, en la misma página del CCCB, el Glosario Tosquelles, un compendio de diez conceptos clave para entender la figura del psiquiatra construido con textos de Carles Guerra y Joana Masó, comisarios de la muestra, e ilustraciones de Oriol Malet.

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