Arte y Letras Filosofía

Adjetivos malos (II): cuando el orden de los factores altera el producto

Adjetivos malos
(DP)

(Viene de la primera parte)

Hay adjetivos que, al igual que el cero, a la izquierda son inoperantes, pero a la derecha alteran sustancialmente las connotaciones y/o el significado del sustantivo al que acompañan. Por ejemplo:

Amor libre

El amor verdadero siempre es libre, solo es libre, e incluso potencia la libertad; solo sus sucedáneos coartan, limitan o encadenan. Por lo tanto, la expresión «amor libre», al usar el adjetivo «libre» como especificativo y no como explicativo, sugiere que hay otro amor que no lo es, y solapadamente reivindica la difundida práctica social de convertir las relaciones amorosas en transacciones y compromisos contractuales. En todo caso, habría que decir «libre amor», como «blanca nieve» o «proceloso mar», ya que «libre» es epíteto de «amor».

Amor loco

Al igual que en el caso anterior, la expresión popularizada por André Breton en su novela homónima sugiere la existencia de otro amor independiente del adjetivo, es decir, un amor no loco. Y un amor cuerdo, si nos referimos al amor en el sentido restringido de enamoramiento, es un oxímoron. El enamoramiento es, en el mejor de los casos, un trastorno mental transitorio que remite con el tiempo (aunque no siempre), del mismo modo que el orgasmo es una pequeña muerte tras la que se suele resucitar. Por lo tanto, habría que decir «loco amor» y no «amor loco», pues, como dice Heine (y Freud no lo desmiente): «Hablar de locura de amor es un pleonasmo; el amor en sí ya es locura».

Amigo fiel

Un amigo no fiel es algo tan contradictorio como esa suegra de azúcar del misógino Jacinto Benavente que amargaba a los querubines que acudían a lamerla (en su obra de teatro titulada precisamente Y amargaba); por lo tanto, siempre habría que decir «fiel amigo», pues si ponemos el adjetivo detrás, indirectamente admitimos la existencia de amigos desleales (como el que muere asesinado por un marido celoso en la famosa canción de los hermanos Cantoral El preso número 9).

Por otra parte, «fiel» es en sí mismo un adjetivo equívoco, pues solo se usa adecuadamente (es decir, como relativo a la fe) al hablar de los creyentes de alguna religión. El hecho de que se utilice «fiel» como sinónimo de «leal» invita a contemplar erróneamente la lealtad como un acto de fe. Y no deja de ser significativo que la fe sea la única virtud teologal sin un adjetivo propio y de uso común equivalente a «esperanzado» o «caritativo» (ver «Adjetivos malos I»).  

Presos políticos

Tienen razón quienes dicen que en España no hay presos políticos sino políticos presos; aunque no de la manera que ellos creen o pretenden hacernos creer.

No hace mucho, yendo por la calle, oí este breve diálogo entre un niño de unos siete años y su padre:

—Papá, quiero ver un unicornio.

—En España no hay unicornios, hijo.

Es cierto, en España no hay unicornios. Pero decir que en España no hay unicornios en vez de decir que los unicornios no existen, es dar a entender que en otros lugares sí los hay o podría haberlos.

En España no hay presos políticos en la misma medida y por la misma razón que no hay unicornios: porque no existen. Ni han existido nunca. Cuando un objetor de conciencia iba a la cárcel, no lo encarcelaban por sus ideas, sino porque infringía una ley que decía que el servicio militar era obligatorio. Cuando un antifranquista iba a la cárcel por repartir octavillas o ejemplares de Mundo Obrero, no lo encarcelaban por sus ideas, sino por infringir una ley que prohibía difundir esas ideas mediante publicaciones ilegales.

Alguien que va a la cárcel después de ser juzgado, es porque un juez lo ha declarado culpable de haber cometido un delito y lo ha condenado a prisión. Por lo tanto, solo se podría considerar preso político a alguien que fuera encarcelado sin que ningún juez lo dictaminara; pero en ese caso no habría que hablar de encarcelamiento, sino de secuestro. Por lo tanto, los presos políticos, al igual que los unicornios, no existen. Menos aún que los unicornios, que podrían llegar a existir gracias a la ingeniería genética, mientras que un preso político, si aceptamos la ley que lo encarcela, es una contradictio in terminis, y por lo tanto no existe ni puede existir. Así pues, quienes repiten como una jaculatoria que en España no hay presos políticos, intentan hacernos creer que en otros lugares u otras épocas sí los hay o los ha habido, y que aquí no los hay porque vivimos en una democracia «plena» (otro adjetivo mal colocado al que me referiré a continuación), amparados por una ley que todos deben cumplir menos, al parecer, el rey «emérito» (adjetivo doblemente malo, pues no hay nada tan opuesto al meritaje como la monarquía). Si aceptamos sus premisas, quienes dicen que no hay presos políticos tienen razón. Porque si aceptamos la ley que los mete en la cárcel (entendiendo por ley no solo la legislación vigente, sino también los jueces que la interpretan y el Gobierno que los manipula), todos los presos son presos comunes. Y viceversa: si no aceptamos esa ley ni esa cárcel, todos los presos son, en mayor o menor medida, presos políticos. 

Democracia plena

Si alguien dijera que vivimos «en plena democracia» como quien dice «en plena calle» o «en plena pandemia», en el sentido de que no vivimos en sus aledaños sino en su seno, la frase sería aceptable, por precaria que fuera la democracia en cuestión. Pero si cambiamos de lugar el adjetivo, pasamos de la exageración a la falacia. Afortunadamente, la de covid-19 no es una pandemia plena, sino parcial y comparativamente moderada. Y, por desgracia, una democracia plena es, hoy por hoy, una utopía, un mero desiderátum. Una meta hacia la que hay que ir y que algunos pretenden haber alcanzado ya para justificar su inmovilismo.

España democrática

Sin entrar a valorar la adecuación del adjetivo en sí mismo, se podría hablar de «la España democrática» en el contexto de un discurso que pasara revista a distintas etapas de la historia española y considerara que un determinado período de dicha historia queda claramente definido y diferenciado de los demás mediante ese calificativo, como cuando decimos «la España visigoda» o «la España musulmana». Pero los políticos de oficio y beneficio suelen usar el adjetivo de forma explicativa, no especificativa, es decir, no para distinguir la actual etapa de la historia de España de las demás, sino para recalcar la índole democrática del Estado español, y por tanto deberían decir, en todo caso, «la democrática España». Un lacaniano malpensado vería en esta inversión de términos —en esta devaluación del supuesto epíteto— el indicio de una falta de convicción por parte de dichos políticos de oficio y beneficio; como yo no soy malpensado, y mucho menos lacaniano, me limito a señalar el desliz lingüístico.

Pensamiento único

Me he referido en más de una ocasión a esta adjetivación equívoca e incluso le he dedicado un artículo entero («Reivindicación del pensamiento único: la cantante calva y la paloma de Kant»); pero no puedo dejar de mencionarla al hablar de los adjetivos que se vuelven «malos» al cambiarlos de sitio, aunque solo sea para señalar que, en todo caso, habría que decir «único pensamiento», ya que la unicidad y la unidad son consustanciales al pensamiento literalmente entendido como la potencia y el acto de pensar.

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21 Comentarios

  1. Existe una ley injusta o de interpretación laxa. Se condenan a personas aplicando esa ley. La gente se queja. Se les dice que la condena es lícita porque un tribunal así lo ha declarado y porque han incumplido esa ley, que acaso lo que hay que hacer es modificar esa ley. Esa ley no se cambia en la tira de tiempo o nunca “porque esas cosas no son fáciles de cambiar”. Todo se queda igual. Vuelta a empezar en bucle.
    Mucha gente se ha dado cuenta de este rollo con la ley mordaza, que es muy llamativa en la época actual.

    • Efectivamente. Las tautologías, las promesas incumplidas, las falsedades repetidas mil veces hasta hacerlas parecer verdaderas… El poder hace cualquier cosa con tal de perpetuarse. Y con demasiada frecuencia se lo permitimos, medio cómplices, medio víctimas, como decía Sartre.

    • Marco MC

      La «ley mordaza» es una nimiedad, casi un chiste. Las leyes de Nüremberg son la versión «pro». No son cosas del pasado. En estos días Israel es a la franja de Gaza como la Alemania nazi al ghetto de Polonia. Un ejército regular en contra de pandas de civiles y la reacción de Occidente es condenar la violencia palestina. Basta con mirar los diarios. El detonante fue el intento de desalojo de las familias palestinas tradicionales en el barrio de Sheij Jarrah en Jerusalén Este para asignar sis viviendas a colonos hebreos.
      Europa como siempre. Decía Gila: «Iba por la calle con mi mujer y me encontré con cuatro cafres pegando a uno pobre chaval. Dudé si meterme en la pelea. Mi mujer quería que nos fuésemos, pero finalmente intervine… ¡y entre todos le dimos una la paliza de su vida!»
      Por no hablar de Colombia. Si lo que se está viviendo allí ocurriera en Venezuela, sería portada de todos los diarios españoles. Y dicen que la prensa es libre. Una m.

      • Frabetti

        Totalmente de acuerdo, y desde la proximidad. He estado en Gaza, en Colombia y en Venezuela. Y conocí a Gila (del que, dicho sea de paso, ya podrían aprender los monologuistas de hoy).

  2. Muy interesantes ambos artículos. Me atrevo a añadir a su listado: Monarquía democrática; políticamente correcto i nacionalismo excluyente.

  3. Izquierda nacionalista.
    Utopía marxista.
    Ley positiva.
    Un saludo, Carlo.

  4. A mi me saca de quicio “terrible atentado”. Hay alguno que no lo sea?

    • Frabetti

      Peor sería «atentado terrible»; al ir delante, el adjetivo se convierte en epíteto, mero pleonasmo. Por otra parte, hay «atentados contra el pudor»: lo terrible es que se use el mismo sustantivo que para designar una masacre.

  5. Ahora que nadie va a entrar en este hilo, aprovecharé: ¿Y por qué no hablas de tu libro?
    En concreto:
    1º. ¿Cómo es que Tarzán tiene un tigre si en África no hay?
    2º. ¿Cómo eres tan optimista para creer que alguien sigue leyendo libros? A un colega mío cada vez que alguien le pregunta si ha leído tal o cual libro, contesta: «Esperaré a que echen la peli». Sospecho que hay muchos más escritores que lectores.
    3º. ¿Has elegido tú la portada?

    • Frabetti

      1. El título alude precisamente al anatopismo en el que incurrió el autor al poner un tigre como compañero de Tarzán (luego corrigió su error).
      2. Mi optimismo se debe a que, para mi propia sorpresa, vivo de los derechos de autor. Afortunadamente, las niñas y niños de hasta 12-13 años leen bastante.
      3. No he elegido la portada, pero me gusta mucho, y tiene que ver con el contenido, aunque no de una forma evidente.
      Gracias por tu interés; confío en que no esperes a que echen la peli.

      • El último libro juvenil que leí creo que fue de Ende, hará unos 30 años. En aquella época era lector sobre todo de física. Después ocupé parte de mi tiempo en corregir libros técnicos y algo de filosofía kantiana. Ahora me han mandado una separata de un libro de metafísica que me está haciendo sudar tinta. Se me escapan buena parte de sus referencias indirectas. Quisiera devolverlo, pues no puedo con él. Está siendo como adentrarme en una selva sin mapas. Pero también es cierto que con entender la cuarta parte de lo que leo, estoy aprendiendo mucho. «Ni contigo, ni sin ti» que decía Marcial. A ver si encuentro un rato para leer alguno de los suyos durante las meriendas.

      • He leído «Calvina». No me ha llamado mucho la atención. Quizás porque yo estoy muy troquelado. O en otra onda.
        Recuerdo, como lectura juveniles, a Salgari y, sobre todo, a Poe. Mis padres se marchaban a dar una vuelta durante algunas tardes de invierno. Mis hermanos se iban con sus amigos. Yo era pequeño y me sentía cagado de miedo en casa. Encima me ponía a leer «El Escarabajo de Oro» o «Los Crímenes de la Rue Morge». Me olvidaba del miedo de las sombras de la casa y me iba aterrorizando de otro modo, página a página. Pero qué bien me lo pasaba. Después estaban los cómics, que podían resultar bastante aterradores. La lectura del «Kraken» de Bernet me acojonó literalmente tanto que temía sentarme en el inodoro por temor a que el Kraken saliera de las aguas y me llevase con él. Supongo que me iban las lecturas emocionales. Robert Louis Stevenson también me dejó tibio en varias oportunidades. «La Isla del Tesoro» es una barbaridad siempre que no hayas visto previamente alguna película. Las hay fatales.
        Si permite que un gilipollas como yo le recomiende una lectura, citaré la que probablemente fuera la primera de las novelas, la que dio el pistoletazo de salida al género «Quéreas y Calírroe» de Caritón de Afrodisia. Le recomendaría que empleara la inigualable traducción de Julia Mendoza (ed. Gredos). Si hace tiempo que no lee a otros, comience con las «Efesíacas» de Jenofonte de Éfeso, que poseen una acción más cinematográfica. Son de temática amorosa, pero increíblemente bellas.

        • Frabetti

          Gracias, Yáñez, por la recomendación. Algunos opinan que la primera novela en el sentido actual del término fue Dafnis y Cloe, también de tema amoroso. Buscaré las que me propones.

          • ¿La de Longo? Definitivamente no. Las novelas antiguas griegas que han llegado a nosotros son escasas. La más tardía, las «Etiópicas» de Heliodoro de Emesa (que copió Cervantes en «Los Trabajos de Persiles y Segismunda»). Tienen un rollo religioso tremendo, aunque no cristiano. Está «Leucipa y Clitofonte» de Aquiles Tacio. Es la más platónica (en sentido filosófico), pero el autor es algo tarambana y la concluye sin darse cuenta siquiera de que estaba narrando una historia subordinada. La «Historia de Apolonio» tiene el mejor arranque de una historia que recuerde (como la «Metamorfosis» de Kafka), pero la narración pierde fuelle.
            Todos imitaron a Caritón, que comienza la narración como si escribiera un tratado de historia. Tiene de todo: piratas, amor verdadero, sexo, guerra, traidores, etc. Es imposible encontrar hoy en día alguien capaz de escribir así.
            García Gual hizo su carrera al amparo de re-editar este género.

          • Yo le animaría, si tiene la oportunidad, a ser guionista de cómics. Le ayudará a pensar y encuadrar la perspectiva de otro modo.

            • En mi juventud escribí bastantes guiones de cómic. Y, sí, efectivamente, aporta otra perspectiva, y es más difícil de lo que mucha gente cree. De la Historia de Apolonio hice una adaptación teatral (también Shakespeare, por cierto).

              • Pues entonces apreciará una novela autobiográfica desarrollada en versión cómic que verdaderamente aprecio es «El árabe del futuro» de Riad Sattouf. En castellano hay cuatro volúmenes disponibles. Es impresionante por su sencillez y lo bien desarrollada que está. Si no la ha leído, le animo a que lo haga. Merece la pena.
                Editorial Bruguera realizó en los años 60 un formato de novela histórica para amantes de la lectura y el cómic en su colección «Historias. Selección». Presentaba una novela (normalmente un epítome) en las páginas impares y el cómic correlativo en las pares, de modo que había un par de maneras de leer el libro. Lo malo era que los ojos se te iban al cómic y a veces funcionaba a la manera de un spoiler. Solventaron el problema haciendo que las viñetas demoraran la acción relatada por el texto en una página. Aquellos dibujantes eran magníficos.

                • Gracias por la sugerencia, lo buscaré. Aún conservo bastantes títulos de la Colección Historias: Los tres mosqueteros, Enrique de Lagardère, La historia del Oeste, Mujercitas, Moby Dick…

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