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Polaroid, el placer inmediato

Polaroid, el placer inmediato po

El nylon no terminó con la seda, pero los nuevos procesos fotográficos y un marketing posiblemente erróneo, sí han acabado con Polaroid. Lo que es, es, y para qué lamentarse en lugar de disfrutar de lo nuevo, o sencillamente admirar los despojos de lo que fue. Para bien o para mal, el uso de estos aparatos y materiales quedará congelado como un fragmento —industrial, social, y artístico— del siglo pasado.

La cámara de Edwin Land fue una innovación en toda regla, de éxito inmediato; sus resultados, a menudo bellos y con múltiples utilidades. Pero nosotros hemos venido aquí a hablar de gente desnuda.

Antes de que se iniciara el actual difuminado de lo privado, lo íntimo, y su exhibición indiscriminada en la redes sociales, las fotos polaroid sentaron la primera piedra del erotismo casero. La razón principal era opuesta a la tendencia actual: en principio nadie más iba a observar esas imágenes. Al ama de casa pin-up por una tarde podía incomodarle que el empleado del laboratorio fotográfico de su ciudad pasara un rato más de la cuenta con ese carrete tan especial que había llevado a revelar. Con la copia final (y única) en cuestión de minutos y sin salir de casa, las polaroids resolvían este pudoroso inconveniente. Ya estaba todo listo para que nuestros pioneros del porno amateur jugaran a recrear la iconografía erótica que, también al comenzar la segunda mitad del siglo XX, transformaron en un bien de consumo masivo las revistas para adultos. Aquellas imágenes domésticas son hoy en día un bien preciado por numerosos coleccionistas.

De modo inevitable en todo lo que tiene que ver con la cultura popular, al soporte polaroid le dio tiempo a andar el camino de vuelta. Como señaló Ralph Vázquez, una serie de ilustres usuarios de la máquina Polaroid entre los que se encuentran Helmut Newton, Andy Warhol, Robert Mapplethorpe o Nan Goldin jugaron a capturar momentos íntimos (reales en unos casos, impostados en otros) para su posterior exposición pública. Las imperfecciones del soporte añadían valor a esta intención. Colores irreales, leves manchas, arañazos, que en el caso de Newton hacen de ellas sus imágenes más próximas a nosotros, los pobres mortales. Una vuelta de tuerca más la dio el pope del diseño italiano Carlo Mollino con su serie de más de mil trescientas polaroid eróticas: además de la ironía representativa, todo en ellas es perfecto… salvo el soporte.

Hoy en día los usos sociales de la fotografía han cambiado, incluso se han revolucionado con la ubicuidad de los dispositivos de captación digital y la difusión inmediata de las imágenes. Los nostálgicos irredentos pueden (podemos) alimentar alguna de aquellas máquinas polaroid con los notablemente irregulares materiales del Impossible Project. Y unos minutos después, escanearlas y colgarlas en Instagram.

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