Cine y TV

Something was lost in translation…

lost in translation. Imagen Elemental Films.
Lost in Translation. Imagen: Elemental Films.

Entre las películas clásicas norteamericanas que pueden verse en plataformas y bibliotecas online se encuentra El premio, un divertimento de 1963 protagonizado por Paul Newman, Elke Sommer y el siempre convincente Edward G. Robinson junto con un puñado de atractivos actores. Pertenece al género de las películas de espionaje ambientadas durante la Guerra Fría, aunque señalan que la acción transcurre «en el futuro», con los chavalotes de allende el telón de acero (o la cortina de hierro, según la traducción literal que han acuñado los latinoamericanos a partir del original inglés iron curtain) siendo requetemalos con el mundo libre y democrático.

Algunos espectadores le reprochan que es una versión muy menor de Con la muerte en los talones, de Hitchcock, y que la interpretación de Newman está al nivel de Roger Moore en El Santo, crítica que debe tomarse como un verdadero desprecio, pues ¿quién conoce o se acuerda hoy de Roger Moore? Sin exagerar la ambición del director, Mark Robson, o la calidad del resultado, la película se deja ver por públicos mayores de doce años gracias sobre todo a los ingeniosos diálogos, al coqueteo incesante y a los actores, que parecen encantados de conocer al resto del elenco en lugar de solo a sí mismos. Hay bastante química entre Newman, Sommer y el resto de actrices, el vestuario tiene su aquel y la historia contiene momentos especialmente simpáticos, además del congreso de nudistas suecos —¿sobre qué podrían divagar con autoridad indiscutible los suecos?—, como ese en el que el recepcionista le da al beodo y faldero escritor (Newman) una lista de boîtes de noche poco recomendables, especialmente una llena de «chicas jóvenes con ideas equivocadas», y le anota acto seguido en un papel la dirección del garito para «que recuerde que debe olvidarlo».

Paul Newman interpreta a un muy, pero que muy improbable ganador del Premio Nobel de Literatura, Andrew Craig, mujeriego, amigo de empinar el codo, aunque en una forma física espléndida, y resentido con el establishment literario y con los lectores que esnobearon esas grandes seis novelas por las que acaban de designarlo el más joven nobel de literatura después de Rudyard Kipling. Craig, autor de obras maestras que nadie compró, tuvo que dedicarse a pergeñar y a publicar, con seudónimo, un sinfín de noveletas de misterio y detectives gracias a las cuales pudo salir a la calle convenientemente alimentado y decorosamente vestido… y justifican lo que sigue.

Elke Sommer es Inger Lisa Andersson, una joven asistente, además de traductora, encargada por el Ministerio de Asuntos Exteriores sueco de facilitarle la estancia a Craig, cometido que ella cumple en el sentido más formal, primero, y bastante menos, enseguida. Desde su llegada a la recepción del hotel de lujo donde se aloja el plantel de premiados y familia, Craig coincide con Stratman (Edward G. Robinson), un científico emigrado a Estados Unidos donde ha hecho carrera tras abandonar tierras bolcheviques. Con el simpático científico especializado en energía solar y algún otro prodigio útil con fines armamentísticos, amigo de los flashes de la prensa, viaja su joven y elegante sobrina, Emily, que ha encontrado en el acontecimiento la ocasión de reunirse con su pariente tras muchos años separados por los océanos y por El capital. Craig y Stratman charlan amigablemente arrojándose flores de recíproca admiración y acuerdan encontrarse al día siguiente para otra sesión de florecillas regadas con alcohol y discutir si Craig tiene razón al despreciar como lo hace a su país, cuna de la libertad, blablablá. Tal encuentro no tiene lugar porque al exmarxista lo raptan para llevárselo de vuelta al paraíso bolchevique unos malos de esos a los que, por hechuras y vestimenta, se detecta a leguas de distancia, viéndose por ello obligados a moverse con sigilo, pegados a las paredes y entre sombras. El lugar del genuino científico lo ocupa un impostor: su hermano (falsamente fallecido, soviético irredento). Craig es el único en advertir el cambiazo porque, de un día para otro, a Stratman deja de gustarle la adulación de los flashes y, en la rueda de prensa de bienvenida a Estocolmo, no permite fotos, arremete contra el imperialismo, y, la prueba definitiva, cuando Emily le presenta al escritor, el científico no lo reconoce ni recuerda la cita. Por su parte, en la rueda de entrevistas dedicada a Craig, nuestro apuesto escritor informa al espectador, vía respuesta a la prensa, de su lucrativa y vergonzante «bibliografía alternativa» e improvisa una trama con sus sospechas sobre Stratman, la existencia de un doble, impostores, etc. Ya saltan las alarmas de los soviéticos y sus matones mientras Craig hace lo imposible por averiguar qué le ha sucedido al físico, con las consiguientes escenas de persecuciones, trampas, luz de gas, mientras solo la atenta sueca cree que el improvisado detective no ha perdido la chaveta. Todo ello salpicado con diferentes enredos ligados a la ceremonia de entrega del Nobel. En esos enredos y subtramas se mezclan con bastante salero los tópicos que cada nacionalidad carga sobre sus espaldas tan pronto cruza las fronteras del solar patrio. Así, el italiano, que viaja con la mamma, una anciana viuda, toda vestida de negro y comiendo a dos carrillos, se ve acusado por su colega norteamericano, premiado al alimón en Medicina, de haberle plagiado un descubrimiento del que solo estaba enterado cierto especialista conocido de ambos: los italianos son unos pícaros, ellos roban, no razonan sus hallazgos, son genios de la improvisación. (Magnífica, por cierto, la improvisación de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y ¿qué decir de Leonardo da Vinci pintando en un plisplás La última cena?).

Un detalle llama la atención en un subtitulado muy discreto y fiel al original. El Nobel de Química ha recaído en una pareja francesa que, como no puede ser de otro modo, sufre de adulterio: el caballero viaja con su esposa y su secretaria, una morena de piel muy blanca, joven y de tipo tirando a espectacular. Tanto que, cuando los dos camareros de planta entran en su habitación para entregar el opíparo obsequio —frutas, bebidas, dulces— a cuenta del hotel, según reclama su «jefe», se quedan turulatos ante sus formas y estilo escasamente oficinescos. Cuando Craig le indica a Andersson que la despampanante joven es la secretaria del francés, al oír secretary, la sueca responde sin despeinarse: «Something was lost in translation», expresión que el subtítulo en español interpreta como «no debe significar lo mismo» en francés que en inglés.

Pocas veces se había podido oír esta expresión en un contexto que avalara su sentido antes de que la película de Sofia Coppola la hiciera famosa en 2004. En España se dejó el título sin traducir, como si precisamente se quisiera evitar perder algo de su sentido en el tránsito desde el inglés, y enseguida su enorme éxito consolidó la expresión, pero dejando el significado revoloteando en la inconcreción. Teniendo en mente las peripecias del protagonista (Bill Murray) en Tokio, implicaba la idea de alguien que se siente perdido, desubicado, en un ambiente o cultura extranjeros.

Como suele ocurrir con las expresiones que no existen previamente en un idioma, triunfó, porque encaja en variadas situaciones, disciplinas intelectuales y contextos. Los psicoanalistas la adoptaron muy pronto, señalando que expresaba lo que para el analizado era imposible traducir en palabras de su vivencia del trauma o de la experiencia. Siempre queda algo en el aire, indecible, una línea de oscuridad que el lenguaje no consigue transmitir. Vale la pena señalar que la misma idea era la que Joseph Conrad, de origen polaco y autor de fama en inglés, presentó con la imagen, cargada de simbolismo, de la línea de sombra, que, además, da título a una de sus novelas más interesantes. Lost in translation también se consideró una expresión útil para señalar el hiato que surgía entre, por ejemplo, diferentes enfoques de la disciplina psicoanalítica al trasladar las teorías originales, pongamos las francesas, al área latinoamericana. La expresión cobraba entonces un significado de ida y vuelta: resultaba imposible traspasar conceptos o teorías de la intelectualidad francesa a una realidad con un sustrato cultural tan diferente como el americano. Estos elementos son, por cierto, motivo de reflexión para la escritora, historiadora del psicoanálisis, Élisabeth Roudinesco en un ensayo que Alan Pauls tradujo en 2019 al español, Diccionario amoroso del psicoanálisis, para la editorial Debate, donde, en la entrada «Ciudades brasileñas», la francesa elogia la diferencia, y la defensa de la diferencia, que hacen sus colegas del país sudamericano. La traducción de Pauls no puede ser más límpida, de modo que se diría que lo que se perdió, en España por lo menos, fue la traducción misma, ya que cuesta encontrar publicaciones que la hayan reseñado. Este adjetivo, amoroso, es heredado de la traducción del conocido Fragments d’un discours amoureux (Fragmentos de un discurso amoroso), de Roland Barthes. Como desde su primera traducción quedó acuñada la opción amoroso, se ha asimilado sin cuestionarlo el incremento de significado del adjetivo, que en español suele entenderse como cariñoso, con su connotación de ternura blanda. Por esto parece preferible la alternativa que hace poco proponía y defendía Alicia Martorell en «El discurso enamorado»… En eco, daría un Diccionario enamorado, que conviene tanto al tipo de paseo de Roudinesco por sus predilecciones como al discurso de Barthes.

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11 Comentarios

  1. José Antonio

    Pues algunos nos acordamos de Roger Moore, porque era un actor con sentido del humor. Y me acuerdo de la serie ‘Los persuasores’ con Tony Curtis.

  2. En «Lost in Translation» se acuerdan de Roger Moore. Y algunos hasta lo vieron como un James Bond autoparódico, algo de agradecer, sobre todo ahora, en que todos los héroes de ficción (desde James Bond a Superman) son de lo más intensito.

  3. MacNaughton

    Eramos bastante fans de «The Saint» los británicos en los 70 de pequeños. Que? Ese halo que flotaba encima de R Moore en los creditos de cabecera y aquellos coches super chulos? Que niño iba a resistir eso?

    Era una especie de Bond barato, para la tele, aunque es cierto que gustaban mas «The Avengers» o «The Professionals» por no hablar del delirio colectivo que produjo «Blake’s 7», traducido innecesariamente como «Los Corsarios de Blake». Todas las madres de mi barrio se pegaron un corte de pelo como Jacqueline Pearce, es decir, casi a cero lo cual nos impacto a todos mis amigos con 10 anyos entonces..

    Habría que decir que en España hay una muy larga tradición de traducir los títulos de pelis y series de forma arbitraria, con cero fidelidad, una practica absurda….

    • Borratxo i fí

      Coincido en que la práctica de reinventar los títulos de las películas es absurda, pero no achaques ese pecado solamente a España, pues se hace en todas partes, da igual que se practique el doblaje o no.
      Concretamente, Blake’s 7 se conoció en España como «Los 7 de Blake». Lo de los Corsarios es en Latinoamérica.

      • MacNaughton

        Gracias.
        No cambian los títulos en el Reino Unido, o por lo menos no me acuerdo de un caso que me llamara la atención. Lo que pasa, es que se distribuyen muchas menos películas extranjeras en versión original allí, en salas es un mercado minúsculo…

        Las distribuidoras españolas nos traen muchas más pelis extranjeras, jugando su dinero, supongo que por eso sienten que están en su derecho, cambiando, por ejemplo, «Tango» de Patrice Leconte a «La maté porque era mía»… Ese tipo de disparate…

        Hay ciertos casos cuando es necesario: «Dos Hombres y un Destino» por ejemplo es mejor titulo que «Butch Cassidy And The Sundance Kid» que nadie en España hubiese entendido…

        PD: ¿Que fue de Patrice Leconte, director de moda de los primeros 90?

  4. Es verdad que el último Bond se pasó de intensito… tanto, que explotó. Suerte que no borraron la escena de Cuba y Ana de Armas. Si hay tantos fans de Roger Moore, entonces el Paul Newman de «El premio» no les chirriará.

    • MacNaughton

      Yo no sigo la saga Bond desde hace muchos años, entre otras cosas porque la considero una forma de blanquear los servicios secretos británicos que no solo colaboraban durante décadas con los paramilitares protestantes en matar tanto operativos del IRA en Irlanda del Norte como concejales del Sinn Fein, sino también a sus familiares, hasta primos lejanos que no tenían nada que ver con la guerra, de manera que hacia finales de aquello, los paramilitares protestantes estaban matando más gente que el propio IRA con información propiciada por los servicios secretos británicos…

      Había una unidad secreta de ‘black ops’ dentro de los propios servicios secretos en Irlanda del Norte, que estaban involucrados en cientos o tal vez miles de asesinatos de gente perfectamente inocente… Ken Loach hizo una película hace 30 años sobre este tema que se llama «Agenda Oculta» que está en Filmin… Está muy bien…

      Por la misma razón, me resulta imposible identificarme con las ultimas novelas de Javier Marías, que también glorifica a asesinos del Estado… tanto en el caso de Fleming como Marías, los agente secretos mataban a los «malos», pero la realidad en Irlanda es que mataban a cualquier familiar relacionado mínimamente con aquellos malos para minarles el moral…

      Hay que condenar al IRA y su actuación en Irlanda del Norte, pero también al UDA y el UDF (los paramilitares protestantes) también al Estado Británico, que nadie nunca lo hace en los medios españoles. Todos son culpables de matar a mucha gente inocente que no tenían nada que ver con la contienda…

      James Bond es la cortina de humo perfecto… Ningún detergente como la cultura para lavar los crímenes del pasado…

      • MacNaughton

        PD: A diferencia de España, donde el Ministerio del Interior y su número dos fueron procesados y encarcelados por los GAL – una chiquillada comparada al MI5 en Irlanda del Norte – nadie ha sido procesado en el Reino Unido por estos múltiples crímenes.

        Tampoco es un tema que interesa a nadie, no hay preguntas en el Parlamento al respecto, ni artículos en la prensa, no es un tema político, mucho menos polémico… Es un asunto que no existe fuera de Irlanda a todos los efectos…

        Manuel Gutiérrez Aragón decía el otro día que España está en mejores condiciones en muchos respectos que el mundo anglosajón. No puedo estar más de acuerdo con el… cientos o miles de presos republicanos y unionistas ha habido a lo largo de los años. Ni a un solo oficial / ministro / agente británico ha sido ni siquiera procesado, mucho menos condenado…

        ¿Conclusiones? Si el Estado Británico lo considere de interés nacional, puede matar a cualquiera, de forma arbitraria, sin rendir cuentas a nadie…

        • Muy interesante. Yo veo la saga Bond como una manera de informarme de cuáles son las corrientes de interés de los «decididores» de Hollywood, ya que es una saga para lavar el cerebro de los espectadores y hacer dinero. Sin embargo, el concepto visual y la configuración del «villano» también dice mucho y alcanza, por así decir, al subconsciente del espectador. La idea del villano difuso de aspecto cambiante, que bebe del Fantomas de principios del siglo XX, va evolucionando hasta coincidir con la idea que el espectador medio del siglo XXI se hace del poder: una corporación maligna y sin rostro, un espectro. Los conflictos geopolíticos dominantes también se pueden rastrear a lo largo de las diferentes ediciones de Bond; en ese sentido, siempre será interesante y válido para leer en retrospectiva los intereses del poder corporativo. Otro tanto vale para la evolución de la chica Bond. Saludos!

          • MacNaughton

            Gracias.

            Ian Fleming, creador de Bond y un escritor malillo, había sido espía y creo recordar que fue el mismo quien dijo que seria útil por razones propagandísticos, con el contexto de la Guerra Fría, un personaje de ficción como Bond, que duda cabe.

            Y mientras el contexto sea la Guerra Fría, no veo mayor problema a semejante divertimento, aunque si yo fuese ruso, seguramente me inquietaria la ingente cantidad de ficción anglo-americana con los rusos como malos.

            Pero como genero, ha dado ciertos resultados, por ejemplo, la serie, «Smiley’s People», basada en la novela de John Le Carre, con el mítico Alec Guinness, que es excelente, y varias de las pelis Bond de primera hornada…

            Lo que es un error de bulto es creer que Bond o otras personajes del estilo sean la realidad de ese mundo de espías. Peor aun es mezclar un personaje del estilo con una guerra civil como la de Irlanda del Norte como Javier Marias ha hecho, desentona del todo con lo que ha sido al fin y al cabo, el ultimo capitulo sangriente de varios otros mas en un conflicto entre católicos / nacionalistas y protestantes / unionistas que remonta al siglo XVI y la plantación de protestantes ingleses y escoceses por la Corona Inglesa / Británica en Ulster, parte de la entonces colonia británica de Irlanda…

            La isla de lrlanda apenas ha conocido la paz a lo largo de los siglos en contraste con Gran Bretaña que no ha visto una batalla desde la escabechina de Culloden Moor en 1746…

            Hay una serie documental del BBC del 2019 en Youtube que se llama «The Secret History of The Troubles» que es excelente que repasa toda la triste historia del conflicto, del primer asesinato de un chaval católico por atreverse a tomarse una pinta en pub protestante, a la marginalizacion de tanto el Unionismo moderado como el Nacionalismo pacifico en un vacío total de poder executivo de lo se suponía una parte del Reino Unido…

            El gobierno de Londres se desentiende de Irlanda del Norte hasta que es demasiado tarde, y cuando interviene por fin, lo hace mal, con torpeza, y sin entender nada… las mismas comunidades católicas que les ofrecían a los soldados una taza de te al llegar, en cuestión de meses les están pegando tiros…

            En fin, la cultura, la ficción, es muchas cosas pero tiene un componente ideológico, cosa que pocas veces sirve como enfoque para la critica, ni en España ni en el Reino Unido…

  5. MacNaughton

    Por si interesa, y siento ir por un tangente- la cifra muy triste de asesinados en Irlanda del Norte durante el conflicto llega a 3532 personas, de los cuales, 60% son atribuibles a crímenes del IRA, 30% a crímenes de los paramilitares protestantes, y un 10% al ejército británico / fuerzas de seguridad… (fuente, Wikipedia)

    Los paramilitares protestantes matan más de mil personas, y en cientos de estos casos, con la colusión del Estado Británico, con la aprobación, porque no queda otra, de las más altas instancias del poder en Londres, casi seguro de Margaret Thatcher… En total hasta la fecha, un solo soldado británico ha ido a la cárcel por crímenes cometidos en Irlanda del Norte…

    Leí en Babelia / El País el otro día un reseño de un libro sobre el conflicto escrito por un español y el titular rezaba: » ¿Por qué mataba el IRA?» Es buena pregunta por supuesto, pero hay otras que habría que hacerse.

    Por ejemplo, ¿Como es posible que los gobiernos del Reino Unido, a lo largo de 40 años, con toda su supuesta tradición liberal y el Madre de Parlamentos etc, dejaban formarse un Estado etno-nacionalista protestante que excluía sistemáticamente la comunidad católica de 90% de los puestos de trabajo del Estado, con un Parlamento en Belfast amañando sistemáticamente para que hubiese siempre una mayoría protestante (tanto es así que los católicos dejaban de votar)?

    ¿Como es posible que gobierno de Londres tras gobierno de Londres – tanto Labour como Tories – dejaban crecer esta situación explosiva hasta que, al final, estalló la violencia?

    A mi me parece inconcebible y la conclusión que yo saco es que aquella desastre, y todos estos muertos, es que era algo perfectamente evitable…

    No exagero cuando afirmo que no he escuchado ni un solo periodista británico, ni un solo político británico, hacerse estas preguntas…

    La gente de Irlanda del Norte merecía mucho mejor…

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