Cine y TV

‘Comando G’: putación

Comando G. Imagen Fuji TV.
Comando G. Imagen: Fuji TV.

Y allí están ellos. En el futuro. Con naves que pueden volar a las galaxias más lejanas, a millones de kilómetros de años luz, en dos días, pero que para viajar a Marte siguen utilizando el sistema antiguo. Con su antiplutonio. Con sus mandos. Con sus robots que flirtean los unos con los otros. Y con avionetas que se transforman en vehículos avanzadísimos, pero que tienen que rescatar a astronautas que han grabado sus descubrimientos en… en cintas de casete. Eso sí: las gafas no tienen patillas. Pero el jefe supremo viste con chaquetas de colores y corbatas anchas. Y Jason lleva pantalones de campana. Dios. Pantalones de campana blancos. Y vive en una casa de madera destartalada al más puro estilo Tom Sawyer, pero sin valla. Ahora los anacronismos nos hacen gracia. Cuando éramos pequeños, Comando G era el mejor grupo de superhéroes de la tele. 

Y Parchís, el mejor grupo de la historia. «Son cinco jóvenes y su robot / que tienen una fuerza superior». Todos podemos cantar esa canción sin saltarnos ni una coma. Televisión Española comenzó a emitir la serie en 1980: eran ochenta y cinco capítulos, de los que pudimos ver cincuenta y nueve.

De todos ellos, se han recuperado veintiséis. Y la serie original es mejor que la que vimos nosotros y es la que creó después a las hordas de fans, que se comportan como si fueran puristas del flamenco. Sí, qué se le va a hacer. La destrozaron. Fue una carnicería. Hicieron lo que quisieron con ella. La violaron, la despedazaron, la cortaron. Sin embargo, la que vimos de pequeños, con sus aventuras, su grupo raro formado por dos tíos hechos y derechos, una mujer fortísima, un tipo gordo con todos los michelines colgando y un niño que no sabemos qué pintaba ahí, anticipó la llegada del manga a España como fenómeno de masas casi una década después y forma parte, junto con Heidi y Mazinger Z, de nuestra cultura popular. De la de una generación, al menos, la que frisa los cincuebta, la que todavía reconoce a la gallina Caponata y a Espinete y don Pimpón y la que sabe que tres años antes se había estrenado La guerra de las galaxias y la ciencia ficción era un mundo utópico que todos queríamos pilotar. 

«Tiny, Keyop, Jason, Mark y Princesa lucharán». Los personajes originales eran mucho más complejos. Se les mueren los padres, se enamoran de la gente equivocada, alguno hay muy violento y Zoltar, que es el malo (siempre hay un malo y siempre hay un amo supremo del malo) era hombre y mujer y como mujer era mucho más lista. Aquí, en cada capítulo han de salvar a la Tierra de una amenaza distinta y son más planos que una tabla de planchar: ella quiere gustar, cómo no; Mark ocupa el centro del universo; Jason es el precipitado y Tiny es el gordito bonachón, porque los gordos siempre están de buen humor: nos lo han vendido así desde David el gnomo. Las aventuras no tienen continuidad: eso sí, son los mismos personajes, que visten como pájaros (águila, cisne, golondrina, búho, cóndor) cuando se quitan los pantalones de campana (aunque Princesa, más que un cisne, parece un pato), Spectra es el reino del mal y el ave fénix sigue ardiendo en llamas en cada viaje. 

Hay momias espaciales, un par de ellas; calamares enormes; un barco fantasma en el espacio, un perro, un concierto de rock y unas langostas. Fue una serie edulcorada: en la reescritura eliminaron toda la violencia. Pero, como los capítulos quedaban cortados, se inventaron a un robot: Roberto. Olé ahí. Roberto. El pobre no pinta nada, introduce los capítulos y los cierra con obviedades, pero ahí estaba. Cuando crecimos y lo supimos, quisimos ver sangre. Y pezones. 

Cuando éramos pequeños, todo parecía atado. Salíamos al parque a jugar a que éramos Comando G, nos tomábamos la merienda delante de la tele como si lo fueran a prohibir y cantábamos a voz en grito. «Putación», decíamos, gritábamos, mis hermanos y yo con nuestra lengua de trapo. Putación. Fue nuestro primer taco. Aún hoy, en las noches de borrachera en que siempre se terminan cantando canciones infantiles, lo decimos así. Putación. 

Nuestro recuerdo más vívido de esa serie nunca fue real.

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3 Comentarios

  1. Cuanta razón… y cuánta nostalgia

  2. Me he descargado algunos capítulos. Vista hoy, fracasó en cuanto a una estética integral, incluso con esos trajes que te hiciera explotar el cerebro. Eso pasó con otras series poco mas tarde.

  3. Pingback: Page Not Found - Jot Down Cultural Magazine

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