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La visión de William Butler Yeats (1)

William Butler Yeats
William Butler Yeats, 1920. Fotografía: Chicago History Museum.

Hay poetas que tienen un mundo personal, que parte de sí mismos y en sí mismos se acaba, y otros cuyas venas de tinta nutre una larga tradición anterior y que a través de su obra se prolonga en otros. William Butler Yeats (1865-1939) fue de los segundos: a lo que sería normal, la herencia de toda la tradición literaria en lengua inglesa, que conoció bien, se suma el descubrimiento del folklore irlandés, tan característico, más la búsqueda de corrientes esotéricas que desde muy joven lo atrajeron y en las que profundizó, dejando que en gran parte gobernaran su vida.

Antes de intentar trazar una sinopsis biográfica del poeta que desemboca en Una visión, conviene dejar constancia de un asombro matizado. Lo que Yeats elabora en este libro por ininteligible que a menudo pueda parecer, a pesar de que siempre parece que bordea la charlatanería cuando no la demencia, es obra no de un descacharrado, sino la publicación inmediatamente posterior a la obtención de esa suerte de certificado de excelencia que constituye el Premio Nobel de Literatura. Yeats lo ganó en 1923 y en 1925 armó con materiales de diversa procedencia pero animados por un mismo espíritu esta amalgama que, si desenfocada o aguda, es Una visión, la suya, su credo personal o de pareja, porque surge de las experiencias de escritura automática que compartió con su esposa, George Hyde-Lees, a quien conoció en los círculos esotéricos de Londres y que participó con él en la aventura singular y extraña de la comunicación con los llamados «instructores» de quienes deriva lo expuesto, con más oscuridad que meridianamente, en las páginas de Una visión. Ellos le dijeron: «Hemos venido a facilitarte metáforas para la poesía». ¿Qué más puede desear un poeta? Aunque uno no comparta, y hasta vea con estupor, las creencias acerca de esta comunicación con el Más Allá, lo que en este libro se recoge sirve, haciendo bueno el comentario de los instructores, para entender mejor las metáforas del poeta, sus símbolos, la armazón que sostiene parte de sus versos.

El ensayo Per amica silentia lunae de 1917, año en que los Yeats contrajeron matrimonio, es un antecedente de lo que recogerá Una visión. Allí, de esa constante insatisfacción que, por verdadero poeta, acuciaba a Yeats, hallamos una frase memorable: «De las peleas con otros hacemos retórica, pero de la pelea con nosotros mismos, poesía». Ya aquí habla del Daimón y de las máscaras, pero para entender mejor al Yeats de 1925 habrá que remontarse a bastantes años atrás, los que conforman su sensibilidad, definen la de su país en la época en la que él se desenvuelve, y coinciden, en fin, con el espíritu de los tiempos, que es el tiempo del espiritismo.

William Butler Yeats nació en 1865 en el seno de una familia de artistas (como la de Bécquer). Su padre fue pintor y pasó el final de su vida en Estados Unidos, donde murió; su hermano, Jack, fue un reputado pintor también, con obra hoy colgada en la National Gallery de Dublín, y sus hermanas, Lily y Lolly, se decantaron por lo que antes se llamaban artes y oficios: imprenta, bordados, tapices… en la línea de lo que en Inglaterra abanderó el polifacético William Morris (Lily, de hecho, aprendió a coser artísticamente con May, hija del poeta y pintor inglés).

En el niño Willie, que así era llamado familiarmente, pesaron mucho los relatos de los campesinos escuchados durante los periodos que pasó en el condado de Sligo, de donde procedía parte de su familia: cuentos en los que abundaban los fantasmas y los sucesos sobrenaturales. A fin de cuentas, esto era lo normal en un país cuya mitología se asienta en la retirada al interior de colinas y subterráneos de una raza legendaria, los Tuatha Dé Danann («las tribus de la diosa Danu»), de donde a menudo sale para mezclarse en los sucesos de los humanos. En irlandés, la palabra (con la palabra hiberno-inglesa relacionada banshee, bean sí) significa tanto «hada» como el lugar donde estas residen, esos montículos o síthe. Yeats nunca llegó a saber la lengua gaélica y se opuso a su enseñanza obligatoria, pero el sabroso inglés de los campesinos, repleto de giros y calcos del viejo idioma nacional, fue el vehículo de consejas que forjaron su fantasía, como sucedió con su amigo lord Dunsany, también encandilado por lo feérico.

Se educó en Inglaterra, en Bedford Park (a las afueras de Londres), donde residió con su familia hasta 1880 y luego de 1888 a 1902. Comenzó a escribir a los diecisiete años, y tras los primeros balbuceos dirigió su atención a los mitos irlandeses y a William Blake, figura fundamental en el primer Yeats que aunaba, al poeta, el pintor y, sobre todo, fue el creador de una mitología personal sustitutiva de la religión cristiana pero con gran influencia de esta. Yeats colaboró con Edwin Ellis en la edición de las obras completas de Blake, y llegó a conocer a fondo a este poeta tan cercano a él mismo.

En 1885, a los veinte años de edad, participó en la fundación de la Dublin Hermetic Order, cuya primera reunión fue presidida precozmente por él. En 1890, en Londres, entró en la Hermetic Order of the Golden Dawn, donde sería iniciado en sus misterios y donde conocería a miembros relevantes, como MacGregor Mathers y Aleister Crowley (he contado esto con cierto detalle en mi novela Los fantasma de Yeats, de 2017). Yeats ingresó adoptando el nombre o apodo de Daemon est Deus inversus («el Demonio es Dios al revés»). Por estas fechas empezó a participar en sesiones de espiritismo, y en 1912 en el curso de una de estas séances se le manifestó un tal Leo Africanus que se atribuyó el papel de Daimón del poeta. En estos desenvolvimientos esotéricos se relacionó con quien fue el gran amor apasionado de su vida, Maud Gonne, para quien escribió un buen número de poemas. Sin embargo, fue con su esposa George Hyde-Lees con quien desarrollaría las teorías que volcó en Una visión. Lo mejor será ver con cierto detalle esta relación aquí expuesta en líneas generales, que fue mucho más que conyugal.

Magia y poesía

No en vano R. F. Foster tituló el primero de los dos tomos de la magna biografía dedicada a Yeats The Apprentice Mage, es decir, «El aprendiz de mago». Buena parte de la información que recojo aquí procede de ese libro, pero también estoy en deuda con muchos otros, empezando por el ya clásico de Richard Ellmann, The Man and The Masks, y siguiendo por los epistolarios que Yeats cruzó con Maud Gonne, con su mujer, y la biografía de esta, Becoming George. The Life of Mrs W. B. Yeats, de Ann Saddlemyer

Como otros, Yeats se alejó de la fe de sus mayores para buscar la suya. Su bisabuelo paterno, John, había sido clérigo de la Iglesia de Irlanda y párroco de Drumcliff, en cuyo camposanto frente al impresionante monte Ben Bulben reposan los restos del poeta desde el traslado de estos del cementerio francés de Roquebrune, donde murió en 1939. Hijo de este John fue el reverendo William Butler Yeats (mismo nombre que su nieto el poeta), que fue rector en Tullylish, en el condado de Down (hoy Irlanda del Norte). Fue allí donde nació John, el pintor (padre de nuestro poeta). En carácter, el poeta Yeats (nacido en 1865 el 13 de junio, mismo día que Fernando Pessoa más tarde) salió mucho más a la rama materna de su familia, los Pollexfen, también protestantes pero más liberales y heterodoxos. Foster escribe que les atraía el misticismo y la morbidez. Entre ellos, una figura fundamental en la formación de la sensibilidad de Yeats fue su tío George Pollexfen, a quien le gustaba contar una buena historia de fantasmas y creía en la astrología y en el ocultismo, inclinaciones que heredó el poeta. También es oportuno señalar que la asignatura que mejor se le dio a Yeats en la Godolphin School (en Hammersmith, Londres) fue el latín, lengua de la que tirará posteriormente para dar respetabilidad, embutiendo palabras en esa lengua, a algunos de sus escritos. Luego se alejaría algo del latín durante la enseñanza media, lo cual no impidió que hiciera como ejercicio una brillante traducción de Catulo y que siguiera obteniendo buenas calificaciones.

El primer contacto con lo esotérico, más allá de las leyendas y cuentos sobre fantasmas irlandeses, lo tuvo Yeats a finales de 1884 cuando una tía suya le envió un ejemplar del libro Esoteric Buddhism, de A. P. Sinnett. Yeats se lo prestó a su amigo Charles Johnston, quien fue a Londres con la idea de conocer más acerca de las corrientes que recogía el libro y a su regreso trajo a Dublín la teosofía, por la que Yeats se interesó. Además, Yeats frecuentó las reuniones de la Dublin Hermetic Society, donde, según el mismo poeta recordaría, se leían ensayos sobre los Vedas, las Upanishads, los neoplatónicos y diferentes autores vinculados al misticismo y la espiritualidad. La Dublin Hermetic Society se convirtió en la Dublin Theosophical Society en abril de 1886. Madame Blavatsky, la autora de Isis sin velo (1875) mandó un enviado a la capital de Irlanda, y Yeats quedó impresionado por aquel hombre: Mohini Chatterjee. Por esta época, y a lo largo de bastante tiempo, el poeta en ciernes se relacionó con George Russell, quien adoptó el seudónimo AE (de aeon, término empleado por los gnósticos para designar a los primeros seres vivos). AE lo adentró en el misticismo, y ambos participaron en sesiones espiritistas, algunas con efectos pavorosos, como objetos que se movían chocando entre sí. A Yeats le interesaba cada vez más lo oculto y la magia. La influencia de la tradición hindú, que Yeats fue conociendo cada vez más, no solo dejó huellas en su poesía sino que contribuyó a dar forma a sus ideas sobre los ciclos cósmicos, algo que es el eje precisamente de Una visión. Todas estas aproximaciones a lo oculto se duplicaron con el regreso de la familia Yeats a Londres, donde residió de 1887 a 1889. Londres era el centro de esas corrientes esotéricas en Occidente, en parte por ser la capital del Imperio británico, que aglutinaba muchos de los territorios de los que procedían las doctrinas orientales.

En aquella casa londinense de Bedford Park, el joven Yeats dispuso de su propio estudio, en cuyo techo pintó él mismo los signos zodiacales. Fue en el verano de 1887 cuando conoció personalmente a la famosa Blavatsky, y en diciembre del año siguiente se unió a la Esoteric Section de la Theosofical Society. En paralelo, siguió preocupándose por los asuntos de su país, que en lo literario le proporcionaron la oportunidad de publicar también en 1888 el libro (primero de los suyos) Cuentos de hadas y relatos populares del campesinado irlandés. La creencia en las hadas era para Yeats la forma irlandesa de espiritismo (pero muy anterior y con mayor encanto) que barría en Inglaterra y Norteamérica. Estas ideas suyas sobre el mundo feérico se plasmaron en su libro de 1920, realizado en colaboración con lady Gregory, Visiones y creencias en el oeste de Irlanda. Como se ve, tenemos ahí ya la palabra visión, tan yeatsiana, que da título al libro de ese nombre.

Enero de 1889 vio a su vez la publicación casi simultánea de su ópera prima poética, Las errancias de Oisin (el Ossián del prerromanticismo) y un artículo publicado en la revista teosófica Lucifer. Por estas fechas fue cuando concibió con Edwin Ellis la idea de escribir al alimón un libro sobre las obras proféticas de William Blake, en cuyo desciframiento empleó sus conocimientos sobre simbología y la reciente lectura de la Cábala, que acababa de ser traducida al inglés, así como de los textos místicos de Jakob Böhme y la relectura de Swedenborg. En su biografía, Foster recoge una carta de Ellis en la que comenta de Blake exactamente lo que Yeats hacía y era, de aquí que Blake, su mundo extraño lo mismo en los escritos que en los dibujos y pinturas, sean un espejo en el que el futuro Nobel se miró: el misticismo como un lenguaje convertido en medio de expresión poética, mezclándolo con la Biblia, los mencionados Swedenborg y Böhme más Paracelso. Blake tuvo una visión integral y propia del cosmos. También Yeats, como manifestará en Una visión

Sus propias investigaciones esotéricas, los coqueteos con el mesmerismo y la experimentación con fenómenos paranormales lo alejaron de Blavatsky (aunque esta le dio cierto margen de autonomía), y se acercó a la Hermetic Order of the Golden Dawn, fundada en 1888, que potenciaba la magia ritual (algo en lo que Yeats estaba muy interesado). Allí mandaba MacGregor Mathers rodeado de otros destacados miembros de inspiración rosacruciana. Una vez dentro de la Golden Dawn, Yeats captó a sus amigas Florence Farr y Maud Gonne, quien no duró mucho en la orden. Gonne, que había tenido un hijo que murió siendo bebé, se sumió en el normal abatimiento de quien pasa por esa ordalía, y recurrió al espiritismo para, en sesiones con Yeats y AE, tratar de averiguar si el niño reencarnaría, según creencia que hoy nos parece descabellada pero entonces tenía visos de verosimilitud según en qué ambientes. Yeats se mostró escéptico al respecto, pero AE le dio esperanzas, a las que ella se aferró; tanto, que dos años después concibió otro hijo (una niña, Iseult) en el panteón donde estaba enterrado su George, de tan breve vida. Esta circunstancia de la vida de Gonne sirve para ilustrar cómo las creencias sobrenaturales y las ideas de que otra realidad oculta se sobrepone a la nuestra «normal» tenían consecuencias prácticas en las vidas de las personas. Gonne, además, había encendido la pasión de Yeats al contarle antes de esto que acabamos de referir que había soñado que ella y él habían sido hermanos en otra vida, vendidos como esclavos en Arabia. Aunque ella no quería pasar de una relación platónica, él lo vio como una señal y se animó cada vez más a acercarse a ella hasta el punto de que le propuso matrimonio y fue rechazado (y no solo una vez). En los años que siguieron, Yeats compatibilizó su atracción por los símbolos místicos con el nuevo interés por el simbolismo, el movimiento literario que venía de Francia y que Arthur Symons, amigo suyo, introdujo en Inglaterra y, por extensión, en Irlanda.

Pero no solo Farr y Gonne habían ingresado en la Golden Dawn. También lo hizo su tío George Pollexfen, con el que siempre estuvo muy unido. Y Pollexfen cultivó intensamente la astrología. El sobrino también consultó el tarot sobre la posibilidad de pretender, a pesar de la diferencia social y económica, a Eva Gore-Booth (quien junto con su hermana, convertida en condesa Markiewicz, es objeto de uno de los más hermosos poemas de Yeats, situado en la casa solariega de ellas, Lissadell). La aparición de la carta del loco hizo que la idea desapareciera de su cabeza. Más tarde, en 1895, Gonne regresó a la vida de Yeats, y de nuevo en medio de circunstancias esotéricas: ella estaba segura de haber tenido un contacto astral con el poeta, y le preguntó si él la había visitado en visiones espirituales.

En 1897 Yeats publicó el libro de relatos La rosa secreta, con preponderancia de lo alquímico y esotérico, y su relación con Gonne se mantuvo durante un tiempo uniendo lo oculto y lo céltico irlandés (ella era una apasionada nacionalista). Juntos se embarcaron en una Order of the Celtic Mysteries. Era en realidad una orden de dos personas: Yeats no quería proselitismo, sino estar él a solas con su amada Maud, aun con la concurrencia de mitos, símbolos y ritos célticos como carabinas sutiles de la relación. Yeats hizo, por otra parte, horóscopos que en algún caso indicaban la coincidencia astral de ambos, como también un sueño que tuvo. Como se ve, todos estos elementos fueron una constante en la vida del poeta. Como él escribió una vez, «lo que construimos en la imaginación llegará a realizarse en las circunstancias de nuestras vidas».

En frase célebre y certera, Brendan Behan dijo que el primer deber de cualquier organización revolucionaria irlandesa es provocar una escisión. En el mundo de las organizaciones secretas, irlandesas o no, el adagio tiene la misma efectividad; de hecho, la palabra secta significa etimológicamente separación. La Golden Dawn no iba a ser una excepción a esto, y en 1900 fue sacudida por diferencias que terminaron en un episodio grotesco por el cual el fundador Mathers se sirvió de Aleister Crowley, que aún no había sido iniciado en la orden, para recobrar los «objetos mágicos» que habían quedado en un templo de Hammersmith. Yeats participó en aquellas turbulencias enfrentándose a Crowley cuando este intentó hacerlo una segunda vez (Yeats, según declaró a AE, había sido advertido de esto por una visión). Tras estos sucesos, la orden se reorganizó, Mathers perdió el poder que había ostentado desde el principio y Yeats fue nombrado «instructor de filosofía mística» y formó parte del triunvirato (aunque él era el único hombre) que dirigiría a partir de entonces la organización, junto con Florence Farr y Annie Horniman (en Yeats el esoterismo, el ocultismo, siempre fue inseparable de las mujeres, como se probará dentro de unos años con la singular relación que establecerá con su esposa). Tras numerosas desavenencias, la Golden Dawn se disolvió en 1902 y la reemplazó la Order of the Stella Matutina, con la que Yeats siguió manteniendo relación paro ahora ya en un segundo plano. Los dimes y diretes de la Golden Dawn quedaron reflejados en la novela que Yeats venía escribiendo por estas fechas y que, aunque revisó en varias ocasiones, dejó inédita al morir: The Speckled Bird (El pájaro moteado).

Un artículo en el que intentaba poner orden en las ideas acerca de los símbolos fue «Magia», publicado en 1901 en la Monthly Review. Ese afán de jerarquizar y clasificar será una constante en las «investigaciones» de Yeats, como podrá comprobar el lector de Una visión. Los años siguientes fueron principalmente dedicados al teatro, como autor y productor junto con lady Gregory, y con la presencia de Horniman como mecenas enamorada de Yeats y el enamoramiento de Gonne que no lo abandonó a él, a pesar de no ser correspondido. La relación con esta tuvo momentos de especial intensidad, pero siempre se mantuvo la falta de interés sexual por parte de ella, quien le instó por carta y seguramente también por escrito a abandonar todo deseo y mantener puro el lazo que los unía. Fue en 1911 cuando conoció a George (Georgina) Hyde-Lees, hija de Edith Ellis Hyde-Lees. Ella tenía dieciocho años. En los años siguientes, interesada por el ocultismo, George se unió a la reactivada Golden Dawn en 1914 y empezó a asistir a sesiones de espiritismo y a conferencias organizadas por la Society for Psychical Research, de la que Yeats era miembro desde 1913. 

George era amiga de Olivia, hija de Dorothy Shakespear. Dorothy mantenía un salón literario y también con notable atención al ocultismo, algo habitual en la época. Olivia conoció en ese salón a Ezra Pound, el poeta norteamericano que se había trasladado a Londres en 1908. Cierta corriente de simpatía y de intereses comunes entre Yeats y George se iría afianzando también y, cuando Yeats se cansó del callejón sin salida que era su relación con Gonne, y hasta de la posibilidad de que esta relación «reencarnara» en la hija de ella, Iseult, que se sintió atraída por él, y a la cual se declaró recibiendo calabazas, Yeats pidió en matrimonio a George. Se casaron en 1917, como veremos.

Antes, Yeats había estado consultando astrólogos y durante un viaje a los Estados Unidos no perdió ocasión de visitar a una médium de Boston. Y en Londres tuvo trato con otras. Una cosa importante es que quiso vertebrar estas experiencias e investigaciones en algún marco teórico. Como señala Foster, era un system-builder, un constructor de sistemas. Esto es lo que hará ampliamente en Una visión. Entretanto, se ocupará de las apariciones sobrenaturales (sin ir más lejos, al morir su tío George Pollexfen se había oído el chillido lastimero de una banshee, grito que en la tradición irlandesa se vincula a la inminencia de la muerte, como se ha podido ver en las pantallas en la película The Banshees of Inisherin, cuyo título ha sido traducido al español como Almas en pena de Inisherin). Es interesante comprobar cómo, cuando dio una conferencia sobre ellas en 1912 en el United Arts Club, la tituló «A New Theory of Apparitions», escogiendo la palabra «teoría», y vinculó a las personas en estado hipnótico con médiums para la encarnación de fantasmas. Poco más tarde escribiría su ensayo «Swedenborg, los médiums y los lugares desolados». Los meses siguientes fue elaborando su teoría sobre los fantasmas, apoyándose en ideas neoplatónicas y profundizando en el conocimiento práctico del espiritismo y la mediumnidad, aplicado al estudio de los fenómenos paranormales. La creencia en los médiums estaba muy generalizada, como muestra el poema de Juan Ramón Jiménez escrito en estos años: 

Poder que me utilizas 
como médium sonámbulo,
para tus misteriosas comunicaciones;
¡he de vencerte, sí,
he de saber qué dices,
qué me haces decir, cuando me cojes;
he de saber qué digo, un día!

En una sesión celebrada en casa de Etta Wriedt, médium americana que usaba una especie de trompeta para que a través de esa se manifestaran las voces de los espíritus (instrumento que a la postre se vio que era un fraude), Yeats oyó que se dirigía a él un tal Leo que, profirió este, tenía la misión de ser su guía por ese terreno sombrío de los encuentros con los muertos y potencias allende nuestro limitado mundo. Cuando el poeta le solicitó más detalles, la voz le dijo que podría encontrarlo en las enciclopedias. La pesquisa dio como resultado el nombre de Leo Africanus (León el Africano, en español), viajero y descubridor andalusí que respondía al prolijo nombre, como una caravana de camellos, de Al-Hasan Ibn Muhammad al-Wazzan al-Fassi. Lo que se sabe de él es que nació hacia 1487 en Granada y marchó de España al producirse la conquista de este último reino musulmán por parte de los Reyes Católicos, asentándose a partir de entonces en Fez. Tras recorrer el norte de África y referir los hitos del periplo y cuantas informaciones sobre el continente pudo reunir en un libro que escribió en italiano y adquiriría cierto renombre, se cree que murió en Túnez en 1554 después de haberse convertido al cristianismo al ser capturado en el Mediterráneo y ser llevado a Roma, donde fue instruido por tres obispos a las órdenes del papa León X. Es el protagonista de la novela de Amin Maalouf León el Africano (1986). Volvió a manifestarse a Yeats en dos sesiones más, celebradas igualmente con Wriedt, y a partir de entonces Yeats se puso bajo su tutela en asuntos de ultratumba durante sucesivas comparecencias. Gonne estuvo de algún modo relacionada con este León (Yeats la oyó manifestarse en una sesión, aunque no era espíritu, pues seguía habitando en este mundo en carne mortal que obsesionaba a Yeats).

En sesiones espiritistas que tuvieron lugar en octubre de 1912 con el médium Alfred Vout Peters, Yeats contactó, además de con León, con otras destacadas figuras de su interés: su estudiado Blake, modelo de heterodoxia artística, poética y religiosa; John Millington Synge (muerto en 1909), amigo escritor tan importante en la creación dramatúrgica que abrazó Yeats, y Charles Stewart Parnell, el personaje político que marcó el devenir de Irlanda en la segunda mitad del siglo XIX y que sería protagonista de versos de nuestro poeta. También estuvo en contacto con la escritura automática desarrollada en algunos de los cenáculos que frecuentaba: fundamentalmente, la de la joven Elizabeth Radcliffe, Bessie, que en esos trances escribía en lenguas extranjeras o —esto también es una forma de espiritismo— muertas. En una ocasión el espíritu (o «control» según la jerga) que se manifestó en las líneas violentamente pergeñadas por Radcliffe se mostró grosero y violento con esta. Para exorcizarlo, Yeats trazó con un bastón o atizador una señal en el suelo de la habitación mientras recitaba en voz baja ensalmos. Sin embargo, el espíritu no se arredró y volviendo a escribir por medio de la muchacha se burló de un Yeats abatido y estupefacto, según un testigo. Algo después el poeta interrogó a los espíritus acerca de una relación que mantenía con Mabel Dickinson, quien al anunciarle que había quedado embarazada lo puso en el brete de decidir si casarse con ella. El «control» no se mostró favorable, y Dickinson reconoció más tarde que no estaba encinta. Yeats escribió para su propio uso un ensayo acerca de las dotes de Radcliffe tal como él las había experimentado: otro eslabón en la cadena de sus escritos sobre la «otra» realidad, de su afán por racionalizar y clasificar lo irracional, lo oculto.

En 1913, durante el tiempo en que convivió con Ezra Pound como secretario en Stone Cottage (una casa en Ashdown Forest), el norteamericano le leyó (Yeats tenía problemas de vista) un puñado de obras sobre magia y rosacrucianismo más el libro de Cornelio Agripa Filosofía oculta. También obras de teatro japonés que tenían como tema, aun en aquellas latitudes, los fantasmas. Y no cesaron las consultas en sesiones de espiritismo; a veces, en doble salto mortal y abigarrada presencia de lo oculto, acerca de la validez o no de ciertos horóscopos. En mayo de 1914, además, visitó París en compañía de Everard Fielding, de la Society for Psychical Research. En la capital francesa asistieron a varias sesiones con la médium Juliette Bisson, que hacía poco había quedado en evidencia, expuestos a la luz pública sus trucos. Y con Gonne, que se reunió en ellos, fueron a una localidad cercana a Poitiers a investigar un supuesto milagro mariano, que incluía manchas de sangre y otros portentos.

En 1915 se produjo un episodio especialmente notable cuando Hugh Lane, propietario de una muy importante colección de arte moderno, perdió la vida en el hundimiento del Lusitania, buque atacado durante la Gran Guerra por un submarino alemán. Yeats se empeñó en contactar con el espíritu de Lane para hallar un testamento que anulase otro anterior y declarase su última voluntad acerca del destino de los cuadros. Se produjeron varias sesiones de espiritismo a tal efecto. Poco después también comenzó con la ouija, y siguió con sus lecturas de magia, ritual y esoterismo.

1916 fue un año crucial en la historia irlandesa: el alzamiento de Pascua catalizó las energías independentistas que habían estado operando hasta entonces y en el contexto de acción/reacción se desencadenó un movimiento revolucionario que produjo en breve plazo una guerra de independencia, la partición de la isla y una guerra civil entre quienes estaban a favor del tratado que desgajaba parte de la provincia del Úlster y quienes por el contrario no declinaban en su lucha por una Irlanda unida fuera del Reino Unido de Gran Bretaña (a partir de ahora, con la muletilla «y de Irlanda del Norte»). Yeats llevó el acontecimiento que detonó todo esto a su poema «Pascua de 1916». Uno de los protagonistas del poema era McBride, marido de Maud Gonne (aunque no hacían vida marital). Al ser ejecutado por los ingleses, parecía libre el camino para que por fin él, Yeats, pudiera contraer matrimonio con ella. Pero el poeta no las tenía todas consigo y una vez más recurrió para averiguar si debía dar el paso a Radcliffe, con quien tuvo dos sesiones de escritura automática a mediados de mayo. Cuando le propuso matrimonio a Gonne, volvió a encontrarse con la negativa de ella.

Por estas fechas Yeats se interrogó a sí mismo sobre la naturaleza de León el Africano: típico de él, cree y no cree; muestra la necesidad de ese espíritu pero también su escepticismo ante él. Sobrevive lo que escribió en un cuaderno que mantuvo inédito. Lo principal es que consideró que hay espíritus que no corresponden a un ser concreto sino que reparten su ser, su ontología desparramada podríamos decir, entre toda la humanidad. Es, literalmente, la idea recogida en la expresión anima mundi, «el alma del mundo», una suerte de memoria (por lo general inconsciente) de la raza humana. Este elevar el tiro de lo particular a lo general sin perder de vista lo primero tiene un paralelismo con la dualidad local/universal en su poesía, y será eje de Una visión, cuando analice diferentes personalidades de la historia de la humanidad para acomodarlas a una estructura, un modelo que tiene bastante que ver con la concepción de la historia de Blavatsky y, porque esta bebió en ellas como ya expuse arriba, sus fuentes indias y en general arias (porque el concepto de las edades del hombre cuajó igualmente en Grecia).

(Continúa aquí)

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