Música

Kate Bush: clave de música y magia (y II)

Imagen: EMI.
Imagen: EMI.

Viene de la primera parte.

The hounds of love

Cada músico llegaba y tocaba su parte por separado, lo que aportaba una atmósfera casi futurista. Por entonces era bastante raro, solo Kraftwerk y Can estaban haciendo cosas más lineales. Ella es una visionaria y tiene una idea muy clara de cómo quiere dirigir el asunto en todo momento… (El elepé) es casi druídico. Tiene una cualidad mística, de juglar, parte de nuestra tradición británica antigua. Fue un gran honor trabajar con ella. (Youth, sobre Hounds of Love [Graeme Thompson, Under the Ivy, Omnibus Press, 2012, págs. 212-213]).

Kate abandonó la ciudad. Compró una casa cerca de la granja de sus padres y allí construyó su propio estudio de grabación. La perspectiva de tocar en un lugar con grandes ventanas, sin luz artificial, fue decisivo en el cambio de actitud. Después de la angustia en The Dreaming, agravada por el encierro en el estudio y la lejanía de su familia, llegarían canciones más abiertas, en las que los elementos de la naturaleza romántica serán los protagonistas, pero siempre con las mismas obsesiones oscuras. En The Dreaming, los sentimientos negativos dominaban en la música, aunque estaban atravesados por el amor y el anhelo de sabiduría de las historias. En este quinto disco es al revés: la música es exuberante, positiva, pero la pulsión de muerte, lo desconocido, corre bajo las canciones. Kate escribe en primer lugar «A Deal With God», una canción firme sobre el eterno problema de los roles femeninos y masculinos, de hacer un trato con la divinidad para cambiarse el género y así poder entender al otro. El título fue sustituido por la discográfica para no herir susceptibilidades religiosas en países como el nuestro, donde no se puede utilizar el nombre de dios en vano. «Running Up That Hill» se convirtió en el número 1 que EMI esperaba.

Este disco ensambla música y letras de manera armoniosa y muy digerible, en un estilo que utiliza tecnología punta al tiempo que envía mensajes sobre las relaciones humanas. Kate cuida hasta la exageración cada sonido, con el deseo de plasmar sus ideas de forma perfecta. Ella corta y pega con su Fairlight y las cajas de ritmos las colaboraciones de los músicos como una alquimista —aquí sí vale el tópico, nunca mejor que en este caso—, porque utiliza instrumentos clásicos del pop rock y los hace sonar como antiguos. A los antiguos, violines, flautas, tambores, etc., los hace pasar por máquinas. Y la máquina es el lienzo donde se desarrollan las dos caras de Hounds of Love. La cara A son cinco singles, canciones pop perfectas con imágenes de terror, devoción amorosa, ecos familiares…

Hounds of Love (Kate posa en la portada con sus dos perros, Bonnie y Clyde) se abre con el sampler de una de las películas preferidas de Kate, La noche del demonio (J. Tourner), esa idea recurrente en ella del amor como un perro de presa que persigue implacable al que lo disfruta o lo sufre. La ambivalencia ante un sentimiento que no queda claro si mueve a la felicidad o a todo lo contrario. «The Big Sky» es un himno al paraíso, que en la letra nos dice que «se parece a Irlanda», y adonde subirán todos los incomprendidos. La emocionante «Cloudbusting» está inspirada en el libro de Peter Reich, A Book of Dreams, una lectura de adolescencia de Kate sobre el psicólogo Wilhelm Reich, inventor de la máquina para modificar el clima, que murió de forma trágica en una cárcel en Estados Unidos. El célebre vídeo, dirigido por Julian Doyle, editor de La vida de Brian, es uno de los mejores de su época, con Donald Sutherland en el papel de Reich. Kate subraya el amor de este hombre por su padre, igual que demuestra su devoción por la figura materna, en «Mother Stands For Comfort», la que es capaz de perdonar y proteger a sus hijos de cualquier cosa, hasta la más horrible.

La cara B es una obra conceptual que se titula «La Novena Ola». Kate posa en la foto del interior como una Ofelia de los ochenta y relata la historia de una mujer abandonada de noche en el mar, que sueña dentro de otros sueños, con su propia muerte («And Dream of Sheep», «Under Ice»), con sus antepasadas, las hechiceras («Waking The Witch»), con su vida pasada y futura («Watching You Without You», «Jig of Life»), hasta que consigue llegar a tierra («Hello Earth», «The Morning Fog»). En este lado del disco se desata la orquestación, los instrumentos de percusión, los efectos de sonido… Todo es desmesurado, dramático.

El éxito fue enorme. En los días de sintetizador y hombreras, este disco es el Sgt. Peppers particular de Kate Bush. Ventas millonarias aparte, los críticos alabaron el derroche de talento, excepto algunos que no perdonaban a Kate su excentricidad, que no tocase en directo y que apabullase de esa manera. En Estados Unidos fue un fenómeno capaz de desbancar de las listas a la Madonna debutante, cuyo soniquete y mensajes de soft porn abrieron el canal para la serie de artistas que se venden ahora. Mucha gente seguía empeñada en juzgar a Bush por su aspecto físico, el erotismo y todo aquello con lo que se supone se puede criticar a una artista femenina por el mero hecho de serlo. Kate ya había escarmentado de aquellas primeras entrevistas en las que se mostró tan entusiasta, y contestaba con frialdad a las exhibiciones de condescendencia de los presentadores de televisión y los críticos musicales. Su trato con la EMI, donde desde luego le habían dado una libertad increíble, había sido cumplido: ella les había ofrecido un gran resultado y ahora se retiraba. Hounds of Love no es una despedida, pero no volvería a realizar un disco semejante. Al menos, hasta 2005.

Sí, fue cuando se lanzó el dúo con Peter Gabriel, «Don´t Give Up», otro superventas y rumores de romance con Kate, pero que a juzgar por los comentarios de Sinead O´Connor, que sí fue pareja de Gabriel, nunca se produjo. Kate estaba con Del Palmer, bajista de su grupo desde el 78, y permanecerían juntos hasta entrados los noventa. Más interesante fue el single «Experiment IV», canción pop que venía con un vídeo muy divertido. Esta canción era el adelanto de la última concesión a EMI, una recopilación de sus singles, «The Whole Story», donde hay una versión nueva de «Wuthering Heights».

Molly Bloom en el Mundo Real

Paddy Bush introdujo a su hermana en una música que se puso muy de moda a finales de los años ochenta, gracias a la reedición de la recopilación suiza El misterio de las voces búlgaras. Esta forma de cantar impresionó sobremanera a Kate, quien quiso que alguna de estas extraordinarias mujeres participara en su nuevo disco. Tras muchas negociaciones, Kate viajó a Sofía, conoció al Trío Bulgarka y volvió con ellas en una peripecia de telón de acero hasta Londres para grabar varias canciones.

El proceso de The Sensual Work (1989) fue muy arduo. La tecnología se volvió demasiado barroca, no llegaba la inspiración, y para colmo, los problemas se sucedían uno tras otro. Tras completar la delicada «This Woman´s Work» para la banda sonora de la película de John Hughes, La loca aventura del matrimonio, Kate adaptó en una pieza de piano varios fragmentos del soliloquio final de Molly en el Ulises. La canción, «The Sensual World», había quedado redonda, cuando fue avisada de que el nieto de Joyce, heredero de los derechos, se negaba a dar el permiso. Kate tuvo que reescribir el texto. La afirmación sexual de Molly se convierte en una celebración de la Kate más consciente de su género, tal como aparece en la foto de la portada. Este «Sensual World» conserva ese «Yessss» del original, más otras frases tomadas de diferentes autores, como poemas de Blake.

Estas canciones están más adornadas que nunca de sonidos irlandeses, conectadas con las tradiciones europeas. Así son «Love and Anger» y «The Fog». Las historias extrañas también están presentes: «Heads We´re Dancing», sobre conocer en una fiesta a una persona encantadora que resulta ser el mismo Hitler, o «Rocket´s Trail», un cuento surrealista con transformación de uno de los personajes en cohete, con solos de guitarra de Gilmour y las voces del Trío Bulgarka. Kate se adelanta a las relaciones virtuales en «Deeper Understanding», una historia de amor entre un hombre y su ordenador. Para los fans fue un buen disco. Como siempre, Kate seguía siendo una anomalía, incluso cuando empezaban los noventa y las cantantes solistas ya eran muchas y las había muy raras, y cantautoras, desde Björk a Suzanne Vega.

Las zapatillas rojas

Kate Bush entró en la treintena y por primera vez, la hipersensible cantante se enfrentó a varias muertes seguidas de familiares y amigos. Primero fueron algunos de sus músicos y después, su madre. También rompió con su pareja, Del Palmer, y comenzó una nueva relación con otro de los músicos de sus comienzos, Danny McIntosh, guitarrista del grupo de hard rock Bandit. La idea inicial, del 90, de grabar por fin un disco que se pudiese llevar a los escenarios, se fue desechando a medida que Kate escribía nuevas canciones. The Red Shoes (1994), inspirado en la célebre película de Powell-Pressburguer, es igual de recargado, pero está realizado sin el entusiasmo de los anteriores, metiendo aires rock que no vienen a cuento, y el compromiso con una serie de invitados que tampoco aportaron nada, caso del artista conocido como Prince. De entre las canciones me quedo con «Moments of Pleasure», un melodramático y maravilloso discurso de despedida hacia sus seres queridos.

Para terminar este periodo, Bush escribió y dirigió The Line, The Cross and The Curve, mediometraje que incluía seis canciones del disco, integradas en una historia con la leyenda de las zapatillas rojas y un rosario de elementos simbólicos. En él ella interpretaba y bailaba, acompañada por la actriz Miranda Richardson, Lindsay Kemp y sus músicos. La película es un exceso, incluso para ella, pero insisto, la pieza donde interpreta «Moments of Pleasure» es sublime.

Versiones e iniciativas raras

La caja This Woman´s Work, un recopilatorio carísimo y difícil de encontrar, tiene entre otros atractivos el haber recopilado las caras B de los singles en dos CD, donde aparecen también rarezas, una serie de versiones del folclore británico, y otras de éxitos pop, como las reinterpretaciones de «Rocket Man» y «The Man I Love», para sendos tributos. Lo que pocos conocen son sus composiciones para publicidad; en concreto, la campaña de 1994 para Fruitopia, en la que grabó varias melodías instrumentales. Disney la tentó con una canción para la peli Dinosario, pero ella lo rechazó. Nicholas Roeg la ofreció un papel protagonista en Náufrago, pero la idea de compartir el set con Oliver Reed la echó para atrás y solo contribuyó con una canción.

Volando sin red. Aerial

En los catorce años que pasaron entre Las zapatillas rojas y su nuevo disco, muchos creímos que Kate Bush se había retirado de la música. Pese a todos los rumores que hablaban de ella como una ermitaña, aislada como Drácula en su castillo, —ni las rarezas de explotaciones como Tori Amos superaban a la original—, Kate seguía participando en actos de caridad, asistiendo a estrenos de musicales. Incluso concedió algunas entrevistas. La prensa y ella seguían sin entenderse: solo quería hablar de música, y esto naturalmente no gustaba, no comprendían (comprendíamos) cómo una mujer tan bajita, con aspecto de elfo, siguiera empeñada en querer controlarlo todo, y no hacer la más mínima concesión a la galería. En 1998 y con treinta y nueve años tuvo a su hijo, hecho que la prensa descubrió por un comentario de Peter Gabriel dos años después, lo que se tradujo en otro aluvión de portadas sobre conspiraciones (decían que se había cambiado el nombre a «Catherine Earnshaw», que en su partida de nacimiento figuraba como sexo masculino…).

Aerial llegó en el mundo dominado por Internet, con una generación que apenas sabía quién era Kate Bush y donde la música había sido transformada en producto de adorno u objeto de biblioteca. El disco fue una sorpresa. Doble CD, se repetía el esquema de Hounds of Love: el primero, titulado A Sea of Honey, era una colección de canciones rock; el segundo, una obra conceptual. Ahora, con las posibilidades tecnológicas, los fans esperábamos una epifanía, pero Kate no nos mandaba olas sobrenaturales. Como siempre, los arreglos estaban cuidados hasta la compulsión, pero el sonido no era una sinfonía ultrasofisticada. En realidad, se parece mucho al de sus discos anteriores, con lo que suena más extraño, como suspendido en el tiempo. Tampoco hay revelaciones místicas, solo son canciones de una mujer entregada a su quehacer diario, enamorada de su hijo («Bertie»), pero Kate convierte esos momentos cotidianos en actos de magia y humor: con el piano y el apoyo de un grupo de rock dirigido por Del Palmer, muchas guitarras en cada canción de Dan McInstosh, expresa el amor por su familia («A Coral Room»), hace cábalas con los números («Pi»), se alegra de su anonimato («How to be invisible») y es capaz de encontrar atractivo erótico en poner una lavadora con la ropa de ella y de su marido, en uno de los mejores temas, «Mrs Bartolozzi». La única canción que no parece casar con el resto es el homenaje a Elvis, «King of The Mountain», en la que incluso oficia de impersonator, con si se reflejara ella misma, con sus kilos de más y sus manías:

En el segundo CD, A(n Endless) Sky of Honey, Kate desarrolla la alegría de vivir en canciones íntimas, himnos sobre la naturaleza, el paso del tiempo en un día de verano, una demostración inesperada de pop optimista, con risas, sonidos de pájaros, ritmos de flamenco, melodías folk y coros medievales. La escucha solo es aconsejada para oídos sin complejos, porque cualquiera afirmaría que se desliza peligrosamente hacia el chill out.

Aerial fue recibido conforme a la fenomenología actual. El público sabía que aquello tenía que ser un producto muy bueno, aunque no se entendiese nada, y hasta obtuvo un disco de platino en el mercado anglosajón. Después pasó al olvido. Kate, tras una pequeña promoción, participó con una canción que cerraba la banda sonora de La brújula dorada, («Lyra»).

Círculo de nieve

Los nuevos discos de Kate llegarían en el mismo año, tras otro largo y secreto periodo de grabaciones, esta vez avivado por miles de trinos, pero no precisamente de música. Rompió su relación con EMI, antes de que esta fuese engullida por Universal, porque allí no quedaba nadie de la gente que conocía y decidió editar sus canciones en un sello propio, Fish Music. En 2011 publicó Director´s Cut, caja con dos elepés y dos CD, una curiosa selección de temas de los discos antiguos. No son los grandes éxitos, sino una lista extraída de sus obras menos conseguidas, The Sensual World y The Red Shoes. Kate los reinterpreta en formas nuevas, los retuerce con distintos arreglos e instrumentos, y a todos les da un efecto inesperado. Por ejemplo, congela las emotivas «This Woman´s Work» y «Moments of Pleasure», o vuelve feroces las baladas «Lily» o «Never be Mine», acompañada por el cantante Mica Paris o el célebre percusionista Steve Gadd. La sorpresa final es que la obra de Joyce quedaba libre de copyright y se podía editar la adaptación del texto de Ulises tal y como lo había escrito en 1989. Así lo escuchamos, con título nuevo, «Flower of the Mountain».

Ese mismo año, con unos meses de diferencia y por primera vez en el plazo marcado por su autora, sale lo último, 50 Words For Snow. Por supuesto, es otra gran rareza. Una oda al invierno, todos los temas evocando paisajes fantásticos cubiertos por la nieve, atravesados de sonidos largos, solemnes y muy lejos de la música pop. Kate se centra en el piano y la voz, y adorna estas historias con el trabajo de su grupo habitual (en realidad, su familia, McInstosh, Palmer y su propio hijo), más Steve Gadd y una lista de relumbrón. Kate incluye el elemento gótico, como en la maravillosa «Lake Tahoe» (el fantasma de la mujer que ha caído al lago, y su perro, que la espera), o el recuerdo de su padre fallecido en 2008 («Among Angels»).

La nieve remite a ese manto frágil que cubre lo desconocido, los mitos, y los preserva como un tesoro, lejos de la vulgarización y las pisadas, aunque sea por poco tiempo. Hay espacio para las ideas made in Bush: la fallida «Misty» cuenta la historia de amor con un muñeco de nieve, que en pocas horas será una mancha de agua sucia en la cama; «Wild Man», la única canción más o menos accesible, dedicada al abominable hombre de las nieves. «Snowed at Wheeler Street», donde canta con Elton John, remite a la reencarnación de dos amantes a lo largo de la historia. Más afortunado es el tema que le da título, extraña mezcla de techno y pop tropical a lo Gainsbourg, donde Stephen Fry va recitando unas curiosísimas palabras inventadas por Kate para definir la nieve.

50 Words for Snow cumple un ciclo en el que Kate Bush se libera de ideas preconcebidas. Ahora puede internarse donde ella quiera, escribir historias sorprendentes mezclando humor y gusto por lo fantástico, sin más trabas que su portentoso talento. En un mundo artificioso dominado por la imagen, donde la música ha perdido su valor y las mujeres tienen que estar constantemente luchando para demostrar algo —véase el caso del último disco de Björk, ninguneada como productora— ella es una excepción, obstinada en defender su independencia al tiempo que su invisibilidad. Eso resulta incomprensible, dado que hasta los individuos anónimos nos creemos personalidades gracias a Internet, casi no se perdona que una vida como la de Kate Bush, artista mundialmente conocida, sea tal cual. A mí, además de ser fan desde niña, esto me parece un ejemplo, brillante en su oscuridad.

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9 Comentarios

  1. Pingback: Jot Down Cultural Magazine – Kate Bush: clave de música y magia (I)

  2. Ramiro Quei

    Grandioso artículo!! Conocía a Kate Bush un poco por encima y tu artículo me ha hecho adentrarme en esta fascinante cantante!!

  3. Es difícil encontrar información sobre Kate Bush en español, de hecho me atrevo a decir que es casi desconocida en latitudes como América Latina (de dónde soy originario). He leído todo lo que he podido sobre Kate, y puedo decir que este artículo es muy fiel a los hechos reales y una muy buena introducción a su música para aquellos que no la conocen (y deberían). Todos sus discos son muy buenos, aunque claro, hay unos que destacan más que otros y quizás la época que más me fascina de su vida, es su juventud ciertamente, pues era innovadora, guapísima, talentosa y su voz era más enérgica y capaz de adaptarse a beneficio de la música y contar sus historias. No existe una artista igual a Kate y nunca más la existirá, así que sería bueno que más gente la tomara como una influencia seria, en un mundo dominado por las ideas masculinas creo que Kate habla por sí misma sin censura ni prejuicios y es capaz de decir cosas tan importantes y con las cuales todos nos identificamos. Quisiera compartir un artículo sobre el disco The Dreaming que encontré el otro día y que puede ser de interés para aquellos que aman ese gran e incomprendido disco: http://thequietus.com/articles/09945-kate-bush-the-dreaming

  4. que gustazo de articulo

    • devilinside

      … para un gustazo de artista

    • Tienes toda la razón, no hay mucha información sobre Kate en español. Una pena. Es la voz más femenina de la música pasada y actual. Kate Bush para mí es puro genio. Es la MÚSICA a través del tiempo.

  5. Ya era hora! Muy contenta por estos dos artículos dedicados a la Kate, Maravillosa en Hounds of love. Y en todo lo que ha publicado. No me canso de escucharla. Fui, sí, fui a verla a London en septiembre de 2013. Y no se me va de la cabeza.

  6. Perdón, perdón, ha sido en 2014…Ya pierdo la cuenta.
    I was there!

  7. ¡Bellísimo artículo! Estoy trabajando en una reseña sobre Kate y su carrera hasta los momentos. Me encanta como escribes sin preocuparte por extender tus ideas, lo cual a veces peca si no consigues que te lea la gente adecuada, pero admiro profundamente tu escrito. Encuentro una enorme dualidad en querer expresar mis ideas al completo y entregar una reseña coherente, sin mucha traba, lo cual, siendo ahora un nuevo fan de Bush que quiere hacerle justicia, supone un reto. Pero leer estos artículos me motiva a intentar ofrecer algo en esa onda que tu escribes, pero ya sabes, me aterra que se me haga muy larga la reseña, jajaja. Un saludo desde Venezuela, gracias por la buena lectura.

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