Cine y TV

La venganza se sirve a la coreana

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Oldboy, 2003. Imagen: Show East Co. Ltd.

Aunque tiene una televisión, lo que más reclama la atención de Oh Dae-su es un lienzo colgado en la pared. Cada vez resulta más difícil determinar cuántos días han pasado desde que le encerraron en esa habitación. Hace tiempo que dejó de agonizar, la cabeza fría es sin duda una herramienta mucho más útil. Decide tatuarse una raya en su mano izquierda por cada año que pasa encerrado, cual almanaque carcelario. La cuenta llegará hasta quince. «Ríe y el mundo entero reirá contigo. Llora y llorarás solo». No en vano el lienzo reza los cuatro primeros versos de Solitude, el poema más conocido de Ella Wheeler, cuyo final sentencia: «Pero uno por uno todos tenemos que desfilar/por los estrechos pasillos del dolor». De cualquier modo, hace mucho que Oh Dae-su perdió las ganas de llorar, y pasará mucho tiempo hasta que vuelva a hacerlo. Lo único que le perturba, el pensamiento que ocupa su mente día y noche, es conocer la razón por la cual ha sido recluido en esa habitación. Y su mayor deseo es vengarse de quien le ha encerrado.

Old Boy es, a día de hoy, la obra más aclamada del director Park Chan-Wook, y esto no es algo fortuito. Dos horas —exactas— de frenesí violento, amor, odio, algún que otro giro en la trama y una banda sonora como pocas, pero sobre todo se traduce en dos horas de venganza. Aunque Park ya había demostrado su valía para contar historias poco convencionales introduciéndonos en el conflicto fronterizo entre las dos Coreas con Joint Security Area y recientemente nos ha vuelto a dejar boquiabiertos con la historia de amor lésbica The Handmaiden, Old Boy parece que es y siempre —¿siempre?— será el sumun en la obra del director surcoreano.

Es la película que le valió un amplio reconocimiento en Occidente, en parte gracias al remake norteamericano de Spike Lee, en parte gracias a la aclamación de Tarantino —gran fan desde JSA— quien le concedió la Palma de Oro en 2004. La cinta queda enmarcada dentro de la Trilogía de la venganza, con la que Park pone en el punto de mira una idea que venía desarrollando desde los comienzos de su carrera como cineasta, y que posteriormente seguirá presente en toda su obra: la vendetta, el hilo conductor de su filmografía.

La venganza es, en cierto sentido, como un pegamento que une todas las bajezas humanas, prueba indiscutible de nuestras pasiones y nuestro apego. De hecho, la venganza es el pegamento que une todos los personajes de Park. Desde Mu-hoon, que observa cómo la mujer que ama es vendida para la prostitución en Moon is…The Sun’s dream, la ópera prima del surcoreano, hasta Sookee, que se verá metida en un lío por pecar de confiada en The Handmaiden, su obra más reciente. Una forma de autodestrucción y redención, la sed de venganza no nos deja vivir en paz, ya seas un sacerdote convertido en vampiro, como le pasa a Sang-hyun en Thirst, o incluso un niño de primaria, véase Cuts.

Ojo por ojo, diente por diente. La ley de Talión es, para algunos, solamente una representación más violenta de la justicia que aún hoy tiene lugar en las cortes. Un acto lícito para Aristóteles, una muestra de debilidad para Séneca. Jesús nos mandaría poner la otra mejilla, y para santo Tomás, quien se venga no usurpa lo que es de Dios, sino que usa el poder que este le ha concedido. Para Park es, no obstante, una pulsión absurda, un acto que solo conduce a la debacle, como ya nos mostró Dumas padre. Quizás sea por eso que en todas sus películas se conjugan momentos de máxima tensión y violencia con los chistes más absurdos. Una forma de presentarnos cuán ridículos podemos llegar a ser al pretender cambiar el destino de los otros o librarnos del nuestro.

Cuando hablamos de venganza es difícil distinguir entre buenos y malos, pues el que busca venganza se convierte en justiciero. ¿Acaso no entendemos el dolor del captor de Oh Dae-su, aunque sea la causa de todos sus males? Claro que lo entendemos. Entendemos a aquella persona que busca la venganza y, además, deseamos que la consiga. No importa lo crueles que tengan que ser sus acciones o a cuánta gente mate por el camino. Queremos que la justicia sea restablecida, por eso Park nos ofrece un alivio, aliñado con un poco de vergüenza y desasosiego. Comprendemos que el bien y el mal son relativos porque lo sentimos.

Quizás la pregunta obvia en este punto sea ¿por qué le obsesiona la venganza a Park? Desde la perspectiva del cineasta, se podría decir que es un tema jugoso. Es característico del director concebir y/o apropiarse de tramas en las que los giros argumentales, los cambios de roles y las sorpresas en general son bastante prolíficos. Quizás la venganza como tal no sea más que un recurso literario que emplea —¡y de qué manera!— para dar a luz historias increíblemente entretenidas. Nadie duda que la obra del surcoreano es famosa por su contenido en violencia, sin embargo no hay que crucificar a Park de vicioso o instigador como se hizo en su día con el pobre Kubrick y su Naranja mecánica y más recientemente con Tarantino, el director violento por excelencia.

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Sympathy for Lady Vengeance, 2005. Imagen: Vértice Cine.

Desde la perspectiva del filósofo, o estudiante de filosofía que fue, en el cine de Park se podría decir que la violencia, incluso la venganza, no es un fin en sí mismo, sino más bien un medio para tratar el tema que realmente le interesa. Park  quiere hablarnos de las emociones que provocan en nosotros el deseo de venganza, y es que esta pulsión nos destrona de aquella concepción del ser racional, para mezclarla con la del ser pasional de una forma que es casi difícil comprender. Cuando sentimos la necesidad de vengarnos, no solo estamos cediendo a nuestras pasiones o sentimientos más básicos, sino que estamos poniendo en juego un complicado sistema de razonamientos y valores que nos llevan al ya mentado «ojo por ojo». La venganza no es para él sino un desastre que simplemente complica las vidas de todos los involucrados en ella sin llegar a proporcionar ningún alivio real. Es una forma de autodestrucción, así para Confucio era recomendable cavar dos tumbas «antes de embarcarte en un viaje de venganza».

Entonces, la filmografía de Park quizás deba entenderse como un estudio de esas emociones que desembocan en la venganza, más que una oda a la violencia. A lo largo de toda su obra, encontramos rastros de dichos sentimientos y de ese punto final que es la muerte del enemigo. Así, conocemos unos personajes que por muy diversas razones buscan la revancha, la paz por medio de la guerra, el caos. Seres en cierto modo patéticos, esclavos de un destino que no pueden cambiar y de unas pasiones que no pueden ser ignoradas. Un estudio de situaciones en las que el honor, el dolor y la clemencia se enredan para desembocar en un desenlace siempre terrible. El hilo conductor. La vendetta.

Al más puro estilo de El conde de Montecristo, Park nos presenta en dos ocasiones historias en las que los personajes han estado recluidos por largos periodos de tiempo a causa de una injusticia y durante ese lapso planean su venganza. Se trata en cierto modo de una revancha por haber perdido la libertad a causa de una sinrazón. Así es el caso de Oh Dae-su, que lleva quince años en la misma habitación sin saber por qué. Mientras, en el exterior, la policía encuentra sus huellas en la escena del crimen donde su mujer ha sido asesinada. No sabe nada de sus captores pero sabe que cuando salga de ahí, los buscará y los matará.

Algo parecido le pasa a Lee Geum-Ja —aka Lady Vengeance— quien ha pasado trece años en la cárcel. Diez de ellos rezando, y los tres restantes planeando cómo vengarse del hombre que se llevó a su hija y la inculpó de un crimen que no había cometido. Se imagina disparándole en la frente como si fuera un perro, pero sabe que la muerte no basta. Es una suerte que en la cárcel hiciera tantas amistades y ahora todos estén dispuestos a hacerle un favor.

Pero la película que comenzó a definir la carrera del surcoreano también hablaba de un tipo de odio y una cierta venganza, aunque muy distintos a lo que vendrá después. Joint Security Area, que además es uno de los must see de Tarantino, es, más que una historia de venganza, una historia de redención en un ambiente vengativo. Situada en la zona fronteriza entre las dos Coreas —una comunista, otra capitalista— cuyo enfrentamiento lleva sucediendo por más de medio siglo, las tensiones entre los soldados de uno y otro bando terminan en una sangría.

Los ideales, ya sean políticos o religiosos, han sido causa de muerte y de venganza desde tiempos inmemorables y aún hoy día lo siguen siendo. Solo vuelven a aparecer una vez más en la filmografía de Park, y es en Sympathy for Mr Vengeance, donde unos anarquistas serán quienes finalmente rían mejor. En Cuts asistimos a la mutilación de una mujer. El artífice es un extra que aparece en las películas de su marido. Está un poco chalado, pero además odia a su jefe porque es perfecto: tiene dinero, es guapo, estudió en el extranjero y además es buena persona a los ojos de todo el mundo.

Sin embargo, tal vez a lo largo de la filmografía de Park el sentimiento que más acciones de venganza provoca es el del amor. La venganza por amor es curiosa por recordarnos que amor y odio son dos sentimientos de fuerza igual y opuesta. En prácticamente todas sus películas el detonante del odio hacia otra persona, lo que le hace a uno querer matar es, irónicamente, el amor. Conectado directamente con la tragedia griega, encontramos un buen ejemplo en el propio Aquiles, que no podía concebir «vivir ni continuar entre los hombres» si no se vengaba de Héctor, a quien quería ver bajo su lanza por «haber convertido en rapiña a Patroclo Menecíada».

Como Aquiles, la venganza a veces toma la forma de moneda de vuelta por la pérdida de un ser querido. No es necesario que esta persona haya sido asesinada, sino que basta con que nos haya sido arrebatada. Lee Geum-ja (Sympathy for Lady Vengeance) quiere vengarse del que fuera su profesor, no solo por haberla encerrado, sino por haber secuestrado a su hija. Además el plan que ha ideado para resarcirse ayudará a aliviar a muchas otras personas que han sufrido pérdidas similares, todos con sed de venganza.  

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La doncella, 2016. Imagen: La Aventura.

Pero, ¿acaso alguien como el bastardo estafador que se hace pasar por conde (The Handmaiden) sabe lo que es el amor? En la última película de Park hay amor, hay odio, y por lo tanto, hay venganza. Y además, una de las más exquisitas y orquestadas que veremos en toda su filmografía, también acompañada de la historia de amor más conmovedora y natural de su obra. Pero no trata solo de amor, también trata de la pasión de dos codiciosos. Todos intentan lograr sus deseos utilizando a las personas que están a su alrededor, pero en algún momento, sus planes perfectos se van al garete. Distintos caminos para un mismo destino, de nuevo, la vendetta.

La venganza por amor no siempre toma la misma forma, y en ciertas ocasiones Park nos ha querido hablar más bien en clave de desamor. Por ejemplo en Judgement, donde se arma un tremendo lío en la morgue porque dos familias reclaman que el mismo cadáver es el de su hija. La revancha de una joven cuyos padres la abandonaron por estar enferma y no poder pagar su tratamiento tendrá mucho que ver en el desenlace. A veces el no estar ahí es una forma de venganza, porque no todo es dar muerte, y a veces el mejor desprecio es no hacer aprecio.

Y hablando de no hacer aprecio, Sympathy for Mr Vengeance no tuvo los favores de la crítica, quizás por ser la película más cruda de la trilogía de Park. En ella, la venganza por amor se entremezcla con la venganza por dinero. El rico dueño de una empresa Park Dong-jin tiene que sucumbir a las amenazas de los secuestradores que se han llevado a su hija y le piden un rescate millonario. El dinero que pide el pobre sordomudo que trabajaba para él a cambio de devolverle a su hija no es más que el que necesita para pagarle la operación de riñón a su hermana moribunda. Las posibilidades de que todo salga mal son muchas, y no será en esta historia en la que no se cumpla la ley de Murphy. Como decíamos, para muchos esta es la peor película de su famosa trilogía. Puede ser que pecase de ser la primera de las tres, de ser la hermana mayor cuando el talento de Park estaba aún en entredicho. Pero desde luego, si de algo peca es de ser  la que menos ensalza la violencia de la venganza, y en vez de llevarnos cuesta arriba como las dos posteriores, nos arrastra por una pendiente de catástrofes sin control para terminar dejándonos con una sonrisa torcida.

Cha Young-goon (I’m a Cyborg but that’s OK) querría terminar con la vida de todos los médicos del centro psiquiátrico en el que se encuentra interna por creerse un cyborg. A menudo tiene imaginaciones en las que su cuerpo se convierte en un arma y recorre el hospital provocando una escabechina allá por donde pasa. Siendo muy pequeña,  los «batas blancas» se llevaron a su abuela, que creía ser un ratón. Su amigo Il-sun también vive en una especie de venganza perpetua contra el mundo por sentir que le ignora. Sus padres no le hacían caso y desde pequeño tiene la sensación de desaparecer, por eso su venganza contra el mundo es robar las almas de aquellos que le rodean. Il-sun tendrá que robar la compasión de Young-goon para que esta pueda al fin vengar a su abuelita.

En 2013 Park Chan-Wook decidió debutar en América con Stoker. Con un guion de Wentworth Miller —sí, el chico de los tatuajes en Prison Break— y Nicole Kidman, Mia Wasikowska y Matthew Goode a la cabeza del reparto, de nuevo Park dirigía un largometraje en el que la venganza, esta vez en el seno familiar, constituía el motor principal de la historia. En ella India (Wasikowska) conoce por primera vez a su tío (Goode) tras el fallecimiento de su padre. Pronto se da cuenta de que este guarda un secreto, uno de esos por los que tendrá que hacer penitencia. No es de sus mejores películas y no se puede negar que resulte raro ver a semejante reparto bajo sus órdenes, sin embargo el toque Park está ahí para que todos lo apreciemos.

Por otro lado, la venganza no es siempre la opción más clara. Cometer un crimen puede provocar sentimientos contradictorios; quizás chocaría diametralmente con nuestros valores, nuestra educación e incluso nuestra fe. Así le pasa al sacerdote Sang-hyeon, quien tras convertirse en vampiro en Thirst ve cómo su vida se complica cada vez que necesita beber sangre. A medida que la trama avanza deberá reorganizar sus prioridades  y cuando todo se desate, tendrá que elegir entre la venganza o el perdón, sabiendo que ninguna de las dos opciones le proporcionará la paz.

En la mayoría de los casos, la moraleja podría ser que el perdón vale tanto o más que la venganza, y que este quizás sea una cualidad no propiamente humana, sino más bien divina. Con un recorrido mayoritariamente impecable, la carrera de Park nos proporciona una visión de la naturaleza del hombre que va desde lo sádico hasta lo místico, pero ofreciendo siempre un por qué con el que sentirnos identificados. La venganza es un poco como esa habitación en la que está encerrado Oh Dae-su, una especie de prisión para el alma de la que no importa realmente si uno logra o no escapar, porque allá afuera el mundo es también un lugar extraño.  Al final, es preferible reír con el resto del mundo a llorar solo, y solamente uno mismo puede encontrar su camino hacia la felicidad, aunque a veces haya que pagar un precio alto. En cualquier caso, ya sea un plato que se sirve frío o caliente, la venganza es, por méritos propios, un plato que nos sirve Park Chan-Wook.

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5 Comentarios

  1. Landazuri

    Old Boy, no ganó la palma de Oro, sino el Gran premio del jurado. Una del jurado sin criterio trunco la merecida Palma de Oro a Old Boy. Old boy era mundialmente famosa antes del innecesario remake una década despues. Ya fuguraba como una de las mejores pelis de la década y el nuevo siglo.

  2. qwerty_bcn

    No tengo muy claro que «Stoker» sea un relato sobre la venganza. Quicir que me pareció mas bien un relato sobre aceptarse uno mismo. Aunque eso sea aceptar a un monstruo. En cierto sentido «Stoker» funciona como reducción de la serie «Hannibal». Ese punto donde brutalidad, sexo y auto-conocimiento se dan de la mano (con eróticos resultados).

  3. Hidebehind

    Tonterias, la venganza bien hecha te deja estupendamente, satisfecho, y con las pilas a tope.
    Lo que sucede es que una venganza fetén requiere una cantidad bastante apreciable de trabajo disciplinado y sobre todo, paciente, sin que esto signifique estar obsesionado, por lo que tiene mala prensa…
    El odio es un sentimiento tan legítimo como el amor, y si se reprime, es cuando aparecen los problemas de verdad.

  4. Parlache

    ¡Gracias!

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