Ciencias

Infinitos misterios y números del más allá

Hasta el infinito y más allá
Clara Grima y Raquel García Ulldemolins

matiTodo el que alguna vez se haya hospedado en el Hotel de Hilbert acepta de buen grado los cambios continuos de habitación, sea de día o sea de noche, para ayudar a los viajeros que llegan a acomodarse en este enorme edificio. Llegar hasta el Hotel de Hilbert no es complicado, se necesita intuición, atrevimiento y una capacidad para disfrutar tan inmensa como el número de habitaciones que conforman el hotel. Aunque viajar solo es una experiencia inolvidable, en las rutas matemáticas suele ser más satisfactorio hacerlo acompañado.

Mati, la pelirroja, se convertirá en nuestra compañera de viaje, junto con Sal y Ven si decidimos viajar Hasta el infinito y más allá, una ruta por catorce —avanzadilla decimal de PI— espacios misteriosos, divertidos y singulares. La ruta comienza en el famoso hotel de infinitas habitaciones y acaba en una galería de arte vigilada en las plantas convexas desde el panóptico de Foucault. El hotel de Hilbert tiene infinitas habitaciones, lo dirige Hasekura Tsunenaga desde 1617 y es muy conocido porque siempre está lleno de infinitos huéspedes japoneses de Coria del Río, aun así y en contra de lo que nos indica nuestra intuición siempre es posible disponer de una habitación libre cuando llega un nuevo e intrépido viajero matemático. Si hay infinitas habitaciones e infinitos huéspedes, ¿esto cómo es posible? No hay problema, todos los que aquí nos hemos alojado en alguna ocasión sabemos que cuando llega un nuevo visitante, tenemos que cambiar de nuestra habitación a la siguiente, sea la hora que sea, estemos en la habitación que estemos, dejando la primera habitación libre para el nuevo húesped. Mati, que empezó como guía turística matemática en El pequeño libro de notas lo explica en su libro mucho mejor que yo, a través de sencillos diálogos y preciosas ilustraciones.

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La galería de arte es, de la mano de Mati, un lugar estupendo para finalizar la ruta. Habrá que fijarse en la exposición con el ánimo de descubrir al próximo Cy Twombly y echar unas risas, sin dejar de estar atentos a los vigilantes. Podremos observar que estos, adormilados o atentos, estarán en disposición panóptica si la planta la forma un polígono convexo o estarán sentados en sus sillas en un número igual a la tercera parte de vértices que forman la estructura poligonal de la planta, si esta es cóncava. En este último caso al menos una de sus diagonales es exterior al polígono ampliando la oferta laboral en el ámbito de la seguridad de la propia galería. Si alguien no ha entendido nada del párrafo anterior que no se preocupe, está escrito a conciencia, Mati en su libro expone las ideas de forma comprensible y didáctica.

Teniendo en consideración que polígono y epílogo no solo comparten seis letras sino también una tilde, me gustaría acabar por el principio de esta historia que es el final del libro.  Erase una vez una andaluza de Coria del Río y una catalana que se encuentran por el mundo en un campamento de verano. A la andaluza le gustaban mucho las mates  y los cuentos y a la catalana le gustaba mucho dibujar, sobre todo para cuentos. Se hicieron muy amigas y decidieron escribir este libro, de cuyo comienzo y final les he dado unas pinceladas. La andaluza es Clara Grima, que ya pasó por Jot Down, y la catalana Raquel García Ulldemolins. Por cierto, una advertencia, aunque en la promoción del libro Espasa lo clasifica como literatura infantil y juvenil, no hagan demasiado caso: Hasta el infinito y más allá es para casi todos los públicos y el casi no se correlaciona de ninguna manera con la edad del lector.

Los misterios de los números
Marcus du Sautoy

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No hay nada que me fastidie más cuando me fijo en algún libro de divulgación matemática —de estos que se encuentran entre ensayos sobre agujeros negros y escritos que describen cómo surgieron las fórmulas más revolucionarias— que me seduzca con un título prometedor para luego dejarme muerto en el primer capítulo. ¿Es habitual? No, pero cuando ocurre duele. Y es que a veces hasta se conjura el nombre del autor con el título de la propia obra. ¿Qué consumidor pitagóricompulsivo se prestaría, por prudencia, a detenerse en la contra de una novela que se llama La soledad de los números primos de autor apellidado Giordano con intención de evaluar la compra? Seamos serios, nadie. Uno se adentra en el primer capítulo, ignorando las alarmas del prólogo, excitado como cuando en la adolescencia caía en nuestro poder un cómic de Richard Corben, sin saber que nos van a dar gato por libre, que donde esperabas encontrar a Riemann y Gauss solo hay mujeres, hombres y viceversa, que Giordano no es Apostolos Doxiadis sino Jorge Javier Vázquez, que por La soledad de los números primos no deambula el fantasma solitario de Yukata Taniyama sino que quien se presenta una y otra vez es el Patrick Swayze de Ghost.

Por suerte hay autores con los que nunca nos equivocamos, y este es el caso de Marcus du Sautoy, un matemático tan brillante y divertido que es capaz de hablar de la sucesión de Fibonacci con Punset sin que se dé una singularidad cuántica. Su tercer libro publicado por Acantilado, juega con la disonancia cognitiva de tener un título soporífero, típico y  tópico cual esta frase, con una capacidad de hacer emocionante y comprensible problemas matemáticos bastante complejos, específicamente cinco de los siete problemas del milenio. Uno de esos siete problemas, que se encuentran en el libro, es la famosa Conjetura de Poincaré, y no es famosa como el famoso Teorema de Fermat, por su fácil compresión y compleja demostración, sino porque Gregori Perelman, un ruso raro —válgame esta tautología como licencia poética— se negó a aceptar la Medalla Fields (asimilada a Nobel de matemáticas) y el millón de dolares del Instituto Clay por demostrarla. Esta conjetura se me resistió en su comprensión hasta en el planteamiento, por lo que no se extrañarán que al encontrarme en una librería un cómic con el título de La conjetura de Poincaré, mi corazón implotase. Como imaginarán el cómic no aclaró en nada mi mapa matemático, si bien es cierto que lo disfruté entre otras cosas porque la trama se desarrolla en las inmediaciones de un faro, y ¡¿a quien no le atraen los faros?! Y entonces, aparece Marcus y nos explica Los misterios de los números. Y en uno de ellos nos cuenta cómo soltar dos anillos entrelazados, deformándolos de forma continua y sin cortarlos, y entonces se enciende la luz y comprendo el teseracto, de qué va la topología y el problema que plantea la famosa Conjetura de Poincaré.

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2 Comentarios

  1. Confundir «La soledad de los números primos» con un libro de divulgación matemática es una broma, ¿no? Si no es así, me atrevo a pensar que es usted un pésimo lector. ¿Conoce algún libro de la editorial Salamandra que trate de divulgación científica?

    Por cierto, «la soledad…» es una novela excelente. Desde aquí recomiendo su lectura.

  2. Samuel Sacristán

    Hola Eduardo, la comparación está dirigida a libros como El tío Petros y la conjetura de Goldbach, El teorema del loro o La fórmula preferida del profesor. Todas ellas son novelas que discurren en mayor o menor medida en un contexto matemático, al contrario que La soledad de los números primos.

    La soledad de los números primos es un libro entretenido, que dependiendo del estado emocional y vital en el que se lea y como conecte con las experiencias del lector puede resultar más o menos excelente …

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