Saludos amigo, espero que estés sentado incómodamente, ya sea en tu sofá, en tu sillón o en tu puf si es así como eliges vivir la vida. Soy Gart Marenghi, escritor de terror. Como ya sabrás, todo el mundo tiene un talento especial y el mío es ser capaz de escribir, producir, dirigir, actuar y pintar. Otros son buenos fontaneros. Y ese es su don. (Garth Marenghi, creador total)
A mediados de los ochenta, el famoso escritor de terror Garth Marenghi concibió, guionizó y protagonizó una serie titulada Darkplace. Una producción inglesa de cincuenta episodios, ambientados entre los pasillos de un hospital y empapados en horrores espeluznantes, donde el doctor Rick Dagless (Marenghi) se las apañaba para compaginar sus labores médicas y el enfrentamiento contra todo tipo de amenazas sobrenaturales. Desgraciadamente, el show resultó ser tan subversivo, peligroso y terrorífico como para que la televisión británica no se atreviese a emitirlo jamás. El propio Marenghi lamentó durante años aquella decisión, asegurando que su criatura no solo era el programa más sobrecogedor y radical creado para la pequeña pantalla, sino también uno de los más necesarios. El escritor llegó a insinuar que la culpa de su cancelación la tenía el MI-8, una entidad gubernamental tan secreta como para estar tres niveles por encima del MI-6, y aquellas afirmaciones avivaron aún más el estatus de culto de un programa de televisión que nadie había podido ver nunca (excepto en Perú, dónde por alguna razón llegó a emitirse completo en al menos una ocasión).
Lo cierto es que el párrafo anterior es mentira, o al menos a medias. Porque Darkplace sí existió, pero en lugar de ser una serie terrorífica se trataba de una descacharrante ocurrencia por la que desfilaron caras que meses después se volverían muy conocidas gracias a la exitosa The IT Crowd. Y en lo que respecta al personaje de Garth Marenghi, si uno se fijaba bien no tardaba demasiado en descubrir que su nombre era en realidad un anagrama burlesco de «Argh nightmare», una pista de que todo aquello a lo mejor tenía truco.
Gart Marenghi
Como escritor de terror no pido mucho. Solo espero haber cambiado la forma en la que piensas sobre la vida. (Garth Marenghi, humilde)
Los cómicos británicos Matthew Holness y Richard Ayoade (a quien hoy en día medio planeta reconoce como el Moss de The IT Crowd) idearon, a principios de los 2000, la figura de un ficticio escritor de noveluchas de terror llamado Garth Marenghi. Una parodia de las plumas pulp que combinaba ese aura de literato-superestrella de los horrores que siempre ha lucido Stephen King con el narcisismo de los autores mediocres de cierto éxito y muchas ínfulas. Aquel personaje se estrenó sobre los escenarios con Garth Marenghi’s Fright Knight, una pieza teatral de bajo presupuesto donde Holness interpretaba el papel del novelista Garth Marenghi y Ayoade el de su editor, Dean Learner. El éxito de la obra la llevaría a ser nominada a los prestigiosos Perrier Comedy Awards de Edimburgo y producir una secuela, también sobre las tablas del teatro, titulada Garth Marenghi’s Netherhead. Fue con aquella Netherhead con la que Holness y Ayoade lograron llevarse a casa el mentado Perrier Award al tiempo que se convertían en la gran revelación cómica del momento: «Nadie sabía nada de ellos y no tenían ninguna compañía detrás cuando se presentaron aquí», apuntaba Nica Burns, la directora de los Perrier. Aquellos dos habían salido de la nada pero tenían todo lo necesario: eran graciosos.
Envalentonados, Holness y Ayoade llevaron de la mano a Marenghi hasta los despachos de la cadena Channel 4 y propusieron un disparate genial: una serie basada en la supuesta existencia de otra serie, concebida por el inexistente escritor de terror, que permanecía inédita enterrada en algún sótano desde los años ochenta, la época en la que la televisión se negó a emitirla. Una serie llamada Darkplace.
Darkplace
Profeticé que en el año 2040 el mundo podría ver a la primera mujer trabajando como mecánica. Y quién sabe, podría hasta hacer un buen trabajo. De todos modos, le deseo lo mejor. (Garth Marenghi, rancid british)
El hospital Darkplace en Romford, Londres, es un centro médico poco común al haberse especializado no solo en recibir pacientes bajo su techo, sino también en dar cobijo a todo tipo de elementos sobrenaturales maléficos: portales hacia el infierno, mujeres brócoli, brebajes capaces de hacer involucionar a los humanos, gente inestable con poderes telequinéticos, monstruos de un solo ojo sexualmente muy activos, planchas agresivas e incluso escoceses. Afortunadamente, Darkplace también es el lugar de trabajo del doctor Dagless (interpretado por un Marenghi que a su vez era interpretado por Holness), el médico más eficiente y molón del mundo, un hombre capaz de combatir enfermedades, salvar a los niños de la heroína, trastear con lo arcano y correr a cámara lenta con estilazo envidiable. Junto a él militaban el doctor Lucien Sanchez (interpretado por un actor mediocre llamado Todd Rivers al que daba vida Matt Berry) y la doctora Liz Asher (caracterizada a golpe de chillidos por la Madeleine Wood interpretada por Alice Lowe), todos ellos currando bajo la supervisión de un director llamado Thornton Reed que en realidad era Richard Ayoade en la piel del editor, Dean Learner, metido a actor para abaratar costes.
La metapirueta narrativa de todo esto sirvió para crear un campo de juego estupendo con la excusa de juntar a aquella tropa en un ficticio show chusco olvidado. Garth Marenghi’s Darkplace se presentó en una temporada de brevedad británica, seis capítulos de apenas veinticinco minutos cada uno, con la falsa excusa de recuperar ese serial ochentero rechazado. Cada episodio estaba intercalado con pequeños extractos de entrevistas a sus estrellas y venía prologado por el propio Marenghi ensalzando las virtudes y lo rompedor de su creación. Pero en realidad, aquel Darkplace era una mierda inmensa, sus actores una tropa de incapaces y Marenghi un gilipollas monumental.
Tan bueno que es malo
Se presentó con un guion muy ambicioso. Y le dije «Garth, este es un guion muy ambicioso para el presupuesto que tenemos, y como no tenemos presupuesto resulta extremadamente ambicioso». Lo rodamos en mi garaje, y aunque yo tengo un garaje muy grande seguía siendo ambicioso para un show rodado en un garaje. (Dean Learner, productor de Darkplace)
Jugar a hacer guasa de lo cutre no es una ocurrencia novedosa y Garth Marenghi’s Darkplace basaba toda su estructura justamente en eso, en convertir la parodia de las series cochambrosas en un enorme running gag. Lo genial es que Holness y Ayoade eran muy habilidosos a la hora de exprimir aquellas cartas tan sobadas de manera ocurrente. Por un lado, tiraban por la ruta obvia de salpicar el falso serial con descacharrantes fallos de raccord, interpretaciones de vergüenza ajena, técnicos de rodaje colándose en los planos, efectos especiales caseros y una edición desastrosa. Pero al mismo tiempo, sus creadores fueron capaces de añadirle más capas al chiste, comenzando por fabricar un show escrito desde el punto de vista de aquel cretino de ego descomunal que era Marenghi, un personaje cuyos guiones reflejaban sus propias neuras, machistadas, ínfulas y vivencias personales con escaso disimulo.
En la pantalla, su alter ego era un héroe ridículo pero admirado por todos, durante los créditos se anunciaba que la banda sonora había sido compuesta «a partir de melodías silbadas por Garth Marenghi», los personajes femeninos eran rubias tontas o secundarias que la palmaban si demostraban promiscuidad y las tramas evocaban directamente a su vida personal: en el episodio «Skipper the Eyechild», Daggles adoptaba a una criatura espantosa porque en su vida real no había sido capaz de superar la muerte de un primogénito mitad humano y mitad saltamontes. «Este episodio en realidad habla de mi deseo de tener un hijo varón. A ver, tengo cuatro hijas y aunque no las culpo por lo que son, realmente no siento que estén de mi lado» explicaba el autor. «The Creeping Moss from the Shores of Shuggoth» convertía al brócoli en un invasor extraterrestre porque el hombre creía firmemente que aquel alimento tenía su origen en el espacio exterior, «eso explica el sabor», apuntaba Learner ante la revelación.
El capítulo «Scotch Mist» convertía en amenaza a una niebla fantasmal habitada por escoceses pelirrojos, barbudos, incivilizados, alcohólicos, enfundados en kilts y con gaitas al hombro porque la visión que Marenghi tenía de los habitantes de Escocia era un pastiche racista de estereotipos. Unos prejuicios que llegaban hasta el punto de que el personaje describiese Glasgow en un momento del capítulo como la localización ideal para cualquier pesadilla: «Carne blanca como el pescado arrugada por la brisa de las highlands. Voces chillonas de borrachos gritándole al taxista que les lleve al próximo pub. Una niña de catorce años, madre de tres hijos, vomitando en una alcantarilla abierta…». Y unas ranciedades que el autor justificaba asegurando que sus historias batallaban con temas reales potencialmente polémicos porque quería transmitir un mensaje: «Un montón de gente dice «¿Garth Marenghi? ¿Ese no es el tío que escribe esas mierdas de terror?». Pues mira, que te vaya bien, eres un idiota. Porque mis libros siempre dicen algo, aunque sea algo tan simple como «No modifiques genéticamente a los cangrejos para que tengan el tamaño de un hombre». Siempre hay un mensaje o un tema importante detrás […] Yo doté a cada capítulo de un mensaje, incluso cuando andábamos pillados de tiempo, o cuando estaba muy cansado».
Otro de los detalles más brillantes de aquella serie dentro de otra serie era el modo que tenía de utilizar lo chapucero del montaje como reflejo de las farragosas dotes literarias del creador: durante los prólogos de cada episodio, los extractos que leía Marenghi de sus libros estaban plagados de prosa infumable y palabras repetidas («Algo goteaba de su boca. Se examinó la manga. ¿¡Sangre!? Sangre. Sangre carmesí que olía a cobre, su sangre. Sangre. Sangre. Sangre».) evidenciando que el hombre gustaba de engordar el número de páginas de la manera más ramplona posible. Entretanto, los responsables de Darkplace confesaban durante las entrevistas que «todas las escenas que no tenían diálogos las proyectábamos a cámara lenta para alcanzar la duración mínima de un capitulo televisivo».
Cómo cerrar un portal al infierno, o el entierro con la acción más espectacular de la historia de la televisión.
Pero probablemente lo mejor de Garth Marenghi’s Darkplace era cómo construía a su propio reparto. Porque tener a actores competentes simulando ser malos actores no siempre es fácil, pero aquí la ejecución se pasaba de brillante al lograr que cada uno de los personajes fuese un mal actor de manera diferente: Garth Marenghi recitaba incluso las frases más insustanciales como si fuesen sentencias terroríficas o profundas («Garth no era un mal actor, podía recordar sus líneas. Lo que es lógico porque las había escrito esa misma mañana» explicaba Rivers). Madeleine Wood era una rubia de peluca imposible que reaccionaba ante cualquier interacción sorprendiéndose como si fuese una boba sin mucho seso, alguien que manifestaba una actitud tan sexista contra su propia persona como para agradecer un sopapo de Dagless con un «¡Gracias por eso! Me había vuelto histérica». Todd Rives posaba dramáticamente al entrar en escena y doblaba sus propios diálogos (sin sincronizarlos debidamente) utilizando una voz más grave de lo normal con el único objetivo de hacerse el interesante.
En el caso de Dean Learner, el guion utilizaba la genial excusa argumental de que se trataba del propio editor de Marenghi cubriendo el puesto de un actor para ahorrarse un salario, «Avisé a Garth, ehm, le dije «No soy actor» y él me contestó que siempre lo tendría en cuenta. Él no quería una interpretación, él quería la verdad, así que aquí esta, ehm, Dean Learner como Thornton Reed. No ofrece una actuación, ofrece la verdad». Aquella ocurrencia componía un rol divertidísimo, el de un superior del hospital que había sido concebido como si fuese el jefe de una comisaría de policía en una buddy-movie, un personaje que además había recaído en un actor terrible. Learner recitaba muchos de los diálogos mirando a la cámara en planos en solitario o con un montaje salpicado de cortes a media sentencia, o la sutil evidencia de que era incapaz de interactuar con otros actores de manera creíble y de que tampoco podía memorizar frases largas sin trabarse por el camino. Durante las entrevistas intercaladas en el programa y las incluidas en el DVD a modo de extra, la figura del Learner que bordaba Ayoade se revelaba apoteósica: un pimp lamentable que lo mismo divagaba sobre dónde podría estar enterrado el cadáver de uno de los actores en la actualidad como comparaba el arte con los consoladores, reconocía que le había partido la cara a un infante que participaba en la serie por criticar la calidad de la misma, o se quejaba de lo irresponsable de algunas adolescentes que mentían sobre su edad antes de hacer según qué cosas.
El remate fabuloso a todo este calamitoso despliegue interpretativo llegaba de mano de los secundarios random que pululaban por Darkplace. Una bonita banda de extras ineptos que sonreían a la cámara, caminaban como robots, se situaban en posiciones extrañas para colocarse en sus marcas en el plató, recitaban las líneas de diálogo sin emoción alguna, intervenían a destiempo y dejaban de actuar cuando creían estar fuera de plano. La coña estaba tan bien llevada que cuando en el episodio «Hell Hath Fury» aparecía un secundario prescindible pero mucho mejor actor que el reparto principal, el pobre era incapaz de salvar la situación porque el guion con el que trabajaba era una autentica mierda.
Garth Marenghi’s Darkplace
Rodamos el show sin el permiso de ningún canal, pagándolo yo todo […] Lo llevamos a la cadena y dijeron: «Lo siento, pero no os pedimos que hicierais esto» y yo contesté «¿qué significa que no nos lo habéis pedido? ¿Se lo pedís a todo el mundo antes de que comiencen a rodar un show?» y me dijeron: «Sí, eso hacemos». Y yo les dije «vale, primera noticia que tengo, cariño. He fabricado esto con mi sudor y mi sangre, me he pasado las últimas cuatro semanas de mi vida rodando este programa ¿Lo queréis?». «No», dijeron. (Dean Learner)
Garth Marenghi’s Darkplace llevó la broma todo lo lejos que pudo y en el momento de su estreno, durante el año 2004, la página web oficial ni siquiera mencionaba a los actores reales detrás de los intérpretes ficticios, listando en su lugar biografías falsas de Marenghi, Learner y compañía. Desgraciadamente, el paso del show por las televisiones resultó fugaz porque, pese a llevarse el beneplácito de la crítica, la audiencia decidió no visitar Darkplace en la pequeña pantalla y aquello provocó que Channel 4 cancelase las futuras temporadas. Con el paso de los años, aquella comedia ignorada comenzó a adquirir fama tirando del boca a boca hasta establecerse como un fenómeno de culto (lo que no dejaba de ser un destino gracioso para un programa que imaginaba una falsa serie de culto), propiciando reemisiones y una edición en DVD que se estiraba el chiste hasta los contenidos extras: la commentary track incluida en aquel disco sentaba ante la proyección de la serie a los personajes de Rivers, Learner y Marenghi para comentar curiosidades del rodaje, mientras los tres comían chucherías y bebían cerveza haciendo todo el ruido posible.
Tras Garth Marenghi’s Darkplace sus creadores parieron un spin-off en forma de falso talk-show, titulado «Man to Man» y presentado por Dean Learner. Un programa cuyo primer episodio tenía como invitado estrella a Marenghi promocionando una película mierdosa que acababa de dirigir, «War of the Wasps». Entretanto, los que corretearon por los pasillos de Darkplace comenzaron a pegar el salto hacia otras comedias británicas como The IT Crowd (Ayoade, Barry y Noel Fielding se asentaron en el sótano de aquellos informáticos ideados por el guionista Graham Linehan, quien también actuaba en Darkplace) o hacia una The Mighty Boosh por la que se asomaría el reparto completo de Darkplace, extras incluidos, excepto Holness. Años después, Ayoade se colocaría tras las cámaras para dirigir un par de películas notables, Submarine y una El doble basada en la novela de Fiódor Dostoyevski. Su compañero Holness también se atrevería con las labores de dirección al firmar un cortometraje donde interpretaba a otro escritor imaginario (Gun for George) y una película de terror titulada Possum. esta última obligó al hombre a tirarse meses alertando a sus fans de que aquello realmente era una cinta de horror seria, y no una coña a lo Darkplace, porque no todos acababan de creérselo.
En el fondo, las aventuras de aquel soplapollas monumental llamado Marenghi a muchos les supieron a poco. A día de hoy, el propio Holness anda muy cansado de repetir en las redes sociales que no tienen intención alguna de revivir el show y que él mismo anda bastante alejado de la comedia. Probablemente, la cancelación del programa no fue una decisión tan desacertada como pudiese parecer en un principio, porque una tanda de nuevos capítulos hubiesen corrido el peligro de quemar demasiado la cutrez forzada que sostenía a la primera temporada. Y quizás lo mejor que le ha podido ocurrir a Garth Marenghi’s Darkplace sea esto, parar a tiempo tras dos horas y media de comedia. Que en la memoria de la audiencia se instale la imagen de aquel cretino misógino, egocéntrico, racista y petulante llamado Rick Dagless, subido a la azotea de un hospital en forma de maqueta cochambrosa, abrazando una monstruosidad de un solo ojo y contemplando el horizonte. Aquel doctor que, en una serie ubicada dentro de un hospital, no llegaba nunca a ejercer la medicina en pantalla pero sí a empuñar armas y esprintar a cámara lenta («Corrí de la única manera en la que sabía hacerlo, poniendo un pie delante de otro en una sucesión rápida»). Aquel demiurgo agraciado con el don de la palabra que protagonizaba la falsa serie de culto que acabó convertida en un culto en sí misma. Argh, nightmare.
Es buenísima.
«One track lover»