Arte y Letras Filosofía

La ciencia como absoluto, o introducción a la tragedia espiritual

La ciencia como absoluto, o introducción a la tragedia espiritual
San Jerónimo escribiendo, de Caravaggio.

Viene de «El ser: ¿ente, abstracción del «Todo» o metáfora?»

Aristóteles, en su Física, nos expone cuáles son las cuatro causas de la physis. Para hacerme entender, alteraré el orden en que se exponen y las ordenaré de forma que todas ellas cobren un sentido, digamos, causal: 1) Causa formal; es decir, el principio de Forma; esto es la idea, el modelo. 2) Causa eficiente: esto es el principio del cambio y del reposo. 3) Causa material; es decir, aquello-a-partir-de-qué; esto es el principio de Materia. 4) Causa final; aquello-a-fin-de-qué. Es decir, aquello que debe ser.

Un ejemplo paradigmático para poder comprender las causas aristotélicas sería el siguiente: imaginemos una mesa: para que pueda haber la «mesa» primero debe haber la idea o concepto de esta (causa formal); una vez existe la idea o el concepto «mesa», debe haber una persona (o máquina si hablamos en términos actuales) que la «esculpe», aquello que hace que la mesa deje de ser una idea inamovible y cambie (causa eficiente); ahora que tenemos la idea y el escultor, debe haber aquello con lo que podamos crear esta mesa, en este caso la madera (causa material); y una vez tenemos estas tres causas necesarias, entonces podemos juntarlas con el objetivo de crear la mesa como objeto, hacer que tiendan hacia un fin determinado (causa final).

Si extrapolamos estas causas al mundo natural, entonces su comprensión o posibilidad se complica con creces. El filósofo nos pone como primer ejemplo una manzana. La causa formal de esta es también una manzana; la eficiente, el manzano, así como la material; y es el producir más manzanas la causa final. Mas si seguimos la línea lógica y cogemos ahora como ejemplo el manzano, veremos lo siguiente: la causa formal es el manzano, la eficiente es la manzana, pues su semilla le ha hecho existir, y la final es el producir manzanas, que a su vez la causa final de esta es también producir manzanas. En cambio, en el manzano no encontramos una causa material, es decir, aquello-a-partir-de-qué está hecho el manzano.

Sigue la extrapolación al caso humano: su causa formal es la «mezcla» de ambos progenitores, la eficiente el padre, pues implanta la «semilla» y la final cae en la relatividad de cada uno, es decir, la causa final del hombre puede ser su felicidad, su placer o su honor. Mas no es esto lo importante, sobre las costumbres se recomienda leer las Éticas, especialmente la Ética a Nicómaco. Vemos en el caso de los humanos que tampoco hay una causa material. Ya Aristóteles tuvo que ir más allá de lo físico para poder entender nuestro propio «porqué del porqué». ¡Y aún así nos venden el conocimiento científico como un absoluto!

Karl Jaspers hace una breve recapitulación histórica en su obra Filosofía de la existencia (1938). Afirma el alemán que, durante el transcurso de las revoluciones científicas, la filosofía se vio «obligada» a dotarse a sí misma de una apariencia científica, y surgen de esta manera las doctrinas como la «filosofía analítica», o la «filosofía de la ciencia», entre otras. Y en lugar de juntarse junto a las filosofías verdaderas, Jaspers afirma lo siguiente: 

(…) las ciencias fueron consideradas como si en ellas residiera la verdadera filosofía, como si debieran dar lo que se había buscado en vano en la filosofía, y así fueron posibles errores típicos: se deseaba una ciencia ciencia valorativa; se deseaba deducir de la ciencia la norma de la acción; se pretendía saber saber por medio de la ciencia cuál fuera el contendio de la fe —si bien tal saber se postulaba respecto a las cosas inmanentes del mundo—.

(Jaspers, 1956, 28)

Y se me podría decir que no, que estos amantes de las ciencias naturales, o cienciófilos, así como sus dioses, son de admirar por su constante autocrítica, mas no es «autocrítica» lo que estos dioses practican, sino que es soberbia por tratar de imponer un dogma; por tratar de buscar Verdades cuando saben que no es posible. De ahí esa constante autocrítica. También Nietzsche vio este carácter soberbio del científico, y así lo afirma en su obra La voluntad de poderío, aforismo o párrafo 600, en el que hace crítica a este dogmatismo imposible que he mencionado:

El desarrollo de la ciencia soluciona siempre, y cada vez más, lo «conocido» en algo nuevo; pero desea precisamente lo opuesto y parte del instinto de reconducir lo desconocido a lo conocido.

En total, la ciencia prepara para una soberana ignorancia, un sentimiento de que no hay «conocer»; que el soñar con conocer fue una forma del orgullo

(Nietzsche, 1981, 338-339)

Es decir, el pensamiento científico, no por fin de mantener el asombro que he mencionado unas líneas más arriba, sino por demostrar que «saben» más que sus compañeros de oficio, se mantienen en la continua búsqueda del saber. Y no por el asombro, que hace que se despierte la voluntad de saber.

También Heidegger es crítico con esta decadencia espiritual que Occidente lleva años sufriendo, y así lo demuestra en la mayoría de sus obras, como en El ser y el tiempo, Introducción a la metafísica, Nietzsche o en su discurso rectoral. Con tal de no alargar demasiado este ensayo, me ceñiré a parafrasear de forma resumida su pensamiento acerca de este declive espiritual de Occidente: mostrando su admiración al pensamiento clásico, las ciencias naturales han dejado de ser un medio para hacerse la pregunta esencial del saber, y se han convertido en un medio para tapar las dudas existenciales. Aquello que en la época medieval eran los dioses, hoy en día son las ciencias. Tratan de tapar el querer saber. Aquello que hacía del pensamiento occidental un pensamiento profundo y abierto, se ha convertido en un axioma.

Y sí, con la química podemos dividir los compuestos de cualquier sustancia, y con la física medir todas sus leyes que abrazan la realidad, mas una vez se ha encontrado, ¿entonces qué? Y no estoy cayendo en una contradicción preguntando qué pasará cuando encuentren la «Verdad» de todo objeto, sino que, en el muy hipotético caso en que lo encuentren, entonces la situación psicológica y anímica gironina, catalana, española y occidental seguirá siendo la misma, pues la ciencia también tiene sus limitaciones. Sobre las limitaciones de la ciencia me apoyo en Karl Jaspers, en su obra FIlosofía de la existencia, en la cual aporta tres limitaciones muy claras del conocimiento científico. La segunda es la más obvia: la ciencia no dota de sentido vital al ser humano.

1. a) Conocimiento real (Wissenschaftliche Sacherkenntnis) científico no es conocimiento del ser. El conocimiento científico es particular, sobre objetos determinados, no sobre el ser mismo juzgado. 

(…) la ciencia obtiene (…) el saber más decisivo en torno al no saber, esto es, al no saber de lo que el ser mismo es.

(…)

1. c) La ciencia no es capaz de responder preguntas sobre su propio sentido. El que la ciencia exista se basa en impulsos que, por su parte, no pueden ser demostrados científicamente como verdaderos (…)

(Jaspers, 1956, 32)

La ciencia, pues, a pesar de que es capaz de alargar vidas, lo único que ha conseguido es ensuciar el alma de los individuos y de las naciones. Y no estoy postulando una concepción reaccionaria con el objetivo de volver al misticismo y los sacrificios, sino que lo que necesitamos, como humanidad, es un nuevo renacer, alejándonos de estos pensamientos dogmáticos y dotarnos de nuevo con la curiosidad que define a los niños, es decir, con el filosofar real, a partir de la sorpresa y el «sufrimiento» que esta comporta.

Y sí, la física, es decir, el estudio de la physis nos ha ayudado a comprender de manera más clara todo aquello que nos rodea; pero su mera comprensión no nos hace indagar en la esencia de todo lo que parece que comprendemos; al contrario, y como he dicho ya en líneas anteriores, lo que hace es que no tengamos voluntad de saber lo que hay más acá de la física. 

Trato de dejar de usar el «más allá» que llevo utilizando todo el trabajo, pues con ello podría pensarse que estoy haciendo apología al motor inmóvil aristotélico o a su interpretación cristiana, que dice que no solamente es un motor necesario para poner en movimiento todo lo que se mueve, sino que además es un Logos Divino Creador y Salvador: Moralista y antihumano.

Cada individuo, cada colectivo, cada nación debe iniciar una revolución espiritual. Dejar los dogmatismos y unirse en un horizonte común que una a todos los catalanes, españoles, europeos. ¿Cómo despertamos el espíritu? Despertando primero la Voluntad de Saber. Entonces cambiará el curso decadente y podremos soñar con un renacer, con una superación de la raza humana.


Bibliografía consultada

Aristóteles. (1985). Metafísica. Sarpe.

Escohotado, A. (1995). De physis a polis: la evolución del pensamiento filosófico griego desde Tales a Sócrates. Anagrama.

Ferrater Mora, J., & Terricabras, J.-M. (1994). Diccionario de filosofía (K-P) (J.-M. Terricabras, Ed.). Ariel.

Ferrater Mora, J., & Terricabras, J.-M. (1994). Diccionario de filosofía (Q-Z) (J.-M. Terricabras, Ed.). Ariel.

Hegel, G.W.F. (1974). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Biblioteca de Ciencias Históricas de la Revista de Occidente.

Heidegger, M. (1967). El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica.

Heidegger, M. (1997). Introducción a la metafísica (A. Ackermann Pilári, Trans.). Gedisa.

Heidegger, M. (2000). Nietzsche. Destino.

Jaspers, K. (1956). Filosofía de la existencia. Aguilar.

Kirk, G. S., Raven, J. E., & Schofield, M. (1994). Los Filosofos Presocraticos: Historia Critica con Seleccion de Textos (M. Schofield, Ed.; J. García Fernández, Trans.). Gredos, Editorial, S.A.

Nietzsche, F. (1981). La voluntad de poderío. Biblioteca EDAF.

Nietzsche, F. W., Nietzsche, F., & Vaihinger, H. (1990). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (L. M. Valdés & T. Orduña, Trans.). Tecnos.

Sagrada Biblia : Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. (2014). Biblioteca de Autores Cristianos.

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17 Comentarios

  1. Jesús G.

    Mientras ciencia y democracia son términos equipolentes, ciencia y filosofía no lo son. Pero tanto la ciencia como la democracia pueden facilitarnos la vida y permitirnos, entre otras cosas, filosofar. Por otro lado, ¿acabar proponiendo “una superación de la raza humana” invocando al espíritu no rezuma lo peor de la filosofía? Magro resultado, sin duda.

  2. Guillermo Guevara Pardo

    Otro artículo de esos personajes (afortunadamente muy pocos) que lanzan rayos y centellas contra el saber científico pero que no dudan en utilizar sus aplicaciones, por ejemplo, una aspirina para curar un dolor de cabeza o montarse en un avión para ir de un continente a otro. Que la ciencia es dogmática: cuento posmodernista y el autor del libelo no aporta ningún ejemplo. ¿Se puede acusar de dogmatismo a la ciencia por afirmar que el ADN es la molécula de la herencia o que la materia es de naturaleza atómica (algo que siglos atrás ya dijeron unos dogmáticos griegos? El autor seguramente olvida que Nietzsche rechazó el darwinismo, la mejor explicación que tenemos para entender el mundo de la biología. Si eso es dogmatismo, ¡que viva el dogma!

    • Darwin no era científico, era teólogo.
      Darwin se casó con su prima, para aprovecharse de la herencia de la familia (dejo esto por escrito); un personaje que hablaba de la supervivencia de los más aptos, se casa con su prima…
      Darwin fue de «enchufado» a la Islas Galápagos; como señorito de cámara de un empresario amigo de la familia; dejo por escrito abundantes textos racistas sobre los indios que se encontró; ni que decir tiene su opinión sobre la raza negra…
      Darwin reconoció la influencia de Félix de Azara, botánico, militar y cartógrafo español; es más, le dedicó su obra magna; en las subsiguientes ediciones, los editores británicos borraron la dedicatoria, no vaya a ser que se afeara la Leyenda Rosa de Darwin.
      Las teorías de Darwin están totalmente superadas en la actualidad; por no hablar de el racismo y la misoginia que abundan en sus textos; las teorías del teólogo fueron usadas por el Imperio Británico para legitimar su posición geopolítica (la del «más fuerte») y el determinismo protestante.
      De Lutero a Hitler la línea es recta, con parada en Darwin y el «darwinismo social» (eugenesia).
      Se ha creado la FALSA DICOTOMÍA entre Darwinismo y Creacionismo, para beneficiar al primero.
      El científico (que NO teólogo) francés Jean-Baptiste Lamarck estuvo mucho más acertado en sus aproximaciones teóricas; por su puesto su figura fue atacada y depauperada por la propaganda anglosajona, hasta la actualidad.
      En la actualidad, el científico español, Máximo Sandín, lleva más de 20 años intentando poner luz en este asunto, con la Tercera Vía: poniendo más ímpetu en las bacterias y los virus como motor evolutivo y dejando de lado el supremacismo del más apto/fuerte a un lado, así como el azar de las mutaciones genéticas.
      En fin el tema es mucho más complejo, si está usted verdaderamente interesado, investigue.
      Un saludo.

  3. Trataré de mediar. Heidegger, discípulo en esto de Husserl, considera que la ciencia no piensa (sic), porque la ciencia no puede dar respuesta a los grandes interrogantes filosóficos, como el sentido de la existencia, o qué es la vida, qué es el hombre, cómo debo comportarme. Los científicos no pueden resolver esto, como tampoco pueden saber si el cosmos fue creado (como creen muchos), o que se creó a sí mismo (como creen otros muchos) o si existe desde siempre eternamente (como creemos algunos). Esta reacción de los filósofos contra la ciencia vino porque algunos de los grandes asuntos filosóficos han sido resueltos por la ciencia, como por ejemplo, la conciencia (o el alma), o de qué está echo todo (átomos), o si el hombre es o no un animal, y la ciencia estaba marginando a la filosofía. El caso más claro: Einstein: el tiempo de los filósofos no existe (que es lo mismo que decir que todas las reflexiones sobre el ser y el tiempo son un dislate). Heidegger, más listo que Bergson, sabía todo esto y orilló el problema en el ser y el tiempo y se escabulló, en lo que era la maestro de los maestros de la oscuridad.
    La respuesta a esta crítica la da Penrose que afirma: los científicos no sabemos qué es esto, pero sí podemos investigar cómo es, cómo existe, como cambia, como se relaciona esto con esto. Por esto, los científicos pueden decir: el tiempo y el espacio no existen, lo que hay es materia y energía que crean su propio espacio y cambian con su propio ritmo. Los filósofos pueden hacer filosofía a partir de estos descubrimientos. Y seguramente los filósofos tampoco pueden responder a las grandes preguntas esenciales del tipo qué es el hombre, qué es la vida, que significa ser un animal o ser vivo, o qué es el átomo, qué es la materia.
    La filosofía ha dejado de ser una tarea que alumbra a los seres humanos sobre algo. En realidad, lo que ha quedado de ella es el aprender a pensar, el aprender a ser crítico, a poner en duda nuestros conocimientos, a conocer nuestras hipótesis, prejuicios o criterios, pero es incapaz de dar respuesta a ninguna cuestión. Por eso ya no hay propiamente hablando filósofos metafísicos.

    • Bravo. Lo ha explicado usted maravillosamente. «Lo único que ha conseguido es ensuciar el alma de los individuos y de las naciones» no es parte de un discurso contra el dogmatismo científico: es un discurso reaccionario contra la ciencia que sorprende a estas alturas y algo que, en estos momentos, no es desde luego lo que necesitamos.

      Al autor le recomendaría ver una serie de la BBC, de 1973, titulada The Ascent of Man (hasta donde sé, no se publicó nunca en castellano). El artífice y presentador de la misma, Jacob Bronowski, dijo en una entrevista: «crecí siendo indiferente a la distinción entre literatura y ciencia, que en mi adolescencia eran sólo dos idiomas para la misma experiencia y que aprendí conjuntamente». Al contrario del autor de este artículo, que cava la misma trinchera que denuncia, pero en el lado opuesto: en el fondo, una fosa.

    • A ver, yo entiendo que Heidegger, siendo él un metafísico, lo afirma porque la ciencia no cuestiona las raíces metafísicas que la sostienen. Al fin y al cabo no es su objeto. Por ejemplo la ciencia no cuestiona su cartesianismo, o la división sujeto/objeto (que es problemática en sí), o su platonismo cuando busca en todo la «verdad» oculta. La ciencia además aplica de forma cuasimecánica, con problemas acotados, sus métodos a los objetos de su estudio, problematizandolos en una forma particular, que no es la de la filosofía.

      Hay que recordar además que Heidegger pertenece a la corriente continental de la filosofía occidental, que en gran medida se contrapone a la filosofía anglosajona, la analítica, que en aquella época era neopositivista y estaba representada por el círculo de Viena, antimetafísica y que creía, a grandes rasgos y con matices , que el conocimiento científico era la única verdad. Carnap fue muy crítico con Heidegger y lo criticaba acusándolo de lo que has hecho tú, ser oscuro.

      Y es interesante lo que cuentas de Einstein, porque fue una pasada de frenada del físico, que hizo una afirmación ontológica sin ser su campo. Afirmar que algo existe o no existe es asunto de la ontología, no de un científico. Ahí se ve como sociológicamente, gracias a los avances tecnológico, la ciencia va ocupando el espacio de la religión o de la filosofía. Por cierto, la historiadora de la ciencia Jimena Canales, sacó un libro muy interesante sobre la disputa entre Bergson y Einstein, que merece la pena recordar.

      PD ¿Todo está hecho de átomos? ¿También los átomos?¿Y el conocimiento sobre los átomos?.

      Y lo de Einstein cuando afirmó que el tiempo de los filósofos no existe, fue una sobrada del físico que se metió en hacer afirmaciones ontológicas de forma efectista pero bastante miope.

    • Robert Mañé Velilla

      gonzis, muchas gracias por la respuesta, me queda todo queda mucho más claro después de su intervención. Leyéndole, me da por pensar que Einstein, cuando se veía cabalgando en un fotón, o Heisenberg cuando renunciaba a comprender la realidad cuántica, etc etc, están haciendo filosofía… de la misma manera que lo hacían Pitágoras, Platón y Aristóteles.

  4. Este hombre acaba de firmar su sentencia, el autor digo

    • Coincido. Se ve claramente que no maneja las fuentes con una mínima precisión. Imita el estilo de otro, que ese otro sobrepasó ampliamente. Cualquiera que haya leído el “Nietzsche” de Heidegger, por ejemplo, sabe que éste se burló abiertamente del platonismo invertido de aquel. Su prosa está trasnochada. No parece conocer la existencia de la posmodernidad (otro «sabio» del bosque que ignora que su dios ha muerto). Y como colofón saca a relucir aquí el «nuevo hombre» de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo. Ha sido siniestro leer algo así.

    • Robert Mañé Velilla

      Es la cuarta y supongo última entrega, sigo esperando una clara formulación de la decadencia de la juventud prometida en la primera, y ahora me encuentro con un panfleto contra la ciencia, y con la “decadencia espiritual de Occidente” como fondo. Entiendo que en la bibiliografía falta Spengler.

      A mí, como diletante y lector no especialista en filosofía me interesa entender perspectivas nuevas, no que un autor me abrume con su potencia intelectual y su erudición (entiendo que gente como yo debería ser el público al que aspira la divulgación filosófica, ¿no?). Pues bien, me parece que este texto en realidad no es filosofía, sino ideario político encubierto y que por alguna razón no lo declara abiertamente. Ya sabemos que el texto no va a ir a un Journal, pero como divulgación después de 4 entregas siento que debía haber polémica y se me ha sustraído dando vueltas de aquí para allá. Estar discutiendo en el foro si el autor es más o menos docto y si Heidegger fue más o menos nazi nos muestra que el artículo nos está haciendo perder el tiempo con argumentos simplistas del tipo “la ciencia ensucia el alma de los individuos y las naciones” y que no da para mucho más.
      P.d. javibaz, gracias por el Rorty, estoy en ello y de momento aprovecha. Le dejé comentario en algun foro anterior.

      • Me alegro. Yo soy otro amateur.
        En LibGen encontrará dos libros de Rorty más de su interés, ambos en inglés, «Philosophy as Poetry» y «The Future of Religion», escrito en colaboración con Vattimo.
        Del primer libro, que son un ciclo de tres conferencias, hay una traducción literal del inglés al español en:
        https://lc.cx/chsoU5
        El segundo es un texto del que se ha hablado poco y, sin embargo, supera las expectativas con creces. Da que pensar, porque no se aproxima mediante el enfrentamiento entre fe y razón o teologicismo y ateísmo, sino que entiende que ambos planteamientos son parecidamente extremados (por no decir, aberrantes).
        “La Filosofía y el Espejo de la Naturaleza” es su obra más renombrada y, sin embargo, se trata del balance negativo de su primera orientación, un tocho bastante académico y gris.
        Rorty se volvió de interés cuando dejó atrás su pasado analítico y los clichés aprendidos.
        Tiene la peculiaridad no sólo de proponer cosas nuevas, sino de hacerlo desde una perspectiva que aclara lo sucedido y da una razón de que la posmodernidad se haya impuesto tan rápidamente (salvo, al parecer, en algunos puntos de España).

  5. sentido como un

    Ante las preguntas fundamentales, la ciencia calla. Tampoco la filosofía las está respondiendo. Pero sí nos está alumbrando el camino por el que, años después, los científicos confirmarán esas ¨intuiciones¨ o «vislumbres.» La mecánica cuántica, el principio de incertidumbre y la interpretación de Copenhague son un buen ejemplo de ello. Demócrito, Eratóstenes o Galileo fueron considerados filósofos, si no mercachifles, antes de «llevar la razón.»¿No podemos convenir que el ser humano cuenta con diversas maneras de conocer (la ciencia, la filosofía, la mística…) que aparecen en oleadas, se solapan, se separan y dan respuesta a diferentes tipos de preguntas y darnos todos un abrazo?

  6. Pues discrepando de la mayoría, yo veo una crítica al cientificismo, no a la ciencia. Una crítica al capitalismo y la competitividad que falsea la razón primera del conocimiento: el asombro. Un asombro que se desecha para transformarlos en obsesión por la productividad (la crisis científica actual da cuenta de esto en el problema de publicar (un paper) o morir), en el orgullo acumulativo de las titulaciones, en conseguir avances tecnológicos industriales que son el germen del último turbocapitalismo. En perderte en los medios (del falso ascenso social) sin tener claro u olvidando los fines. Nos tienen aturdidos y distraídos con la tecnología, y no sólo a los jóvenes, aunque sea de espíritu.

  7. Articulo sin sentido queriendo hacer opuesta la ciencia y la filosofia. Para justificar la necesidad de que la filosofia tenga un mayor papelnen nuestro tiempo se recurren a criticas absurdas al cientifico.

  8. E.Roberto

    Se agradece por el enésimo tentativo de dilucidar qué es y qué busca la filosofía, ese natural instinto que nos tortura y nos conforta, y que Ortega y Gasset en su libro La idea de principio de Leibnitz… explica con la grandeza de un gran pensador, o sea con capacidad, pero sobre todo con claridad meridiana, apta para cualquiera que quiera saber de qué va esa primigenia inquietud humana: el saber, pero hay algunas afirmaciones que me chirrían, estimado. Usted dice…”Sigue la extrapolación al caso humano: su causa formal es la «mezcla» de ambos progenitores, la eficiente el padre, pues implanta la «semilla»…. El varón no implanta semilla alguna, pues una semilla posee todas las instrucciones cromosónicas evolutivas para desarrollarse, para crear un nuevo ser, particular del que el padre es desprovisto si nos atenemos a las funciones de ese cromosoma, el de línea paterna, el Y, el más pequeño de todos los veintitres de los nuestros y con menor información, pues su misión principal es modificar el aspecto psico-físico sexual de la verdadera semilla, el cromosoma femenino de una de las dos X. Estos dos cromosomas que por convención llamamos femeninos, presentes en cada mujer desde cuando aparecimos sobre este planeta, tienen toda la información para construir exclusivamente otra mujer, no un hombre, cuestión que me lleva a pensar de que es muy probable que seamos una gran mutación genética de lo femenino, una necesidad imperiosa en los inicios de los vertebrados, visto las características “pasivas” de los primeros rastros de vida orgánica sobre la Tierra, solo abocados a obtener información y luego a dividirse como lo siguen haciendo, no al defenderse o a agredir. Éramos necesarios pues el hábitat era y sigue siendo inhóspito, y he ahí nosotros, con pelos, astrucia y músculos. El ovocito que las mujeres presentan para ser fertilizado, o mejor dicho para poner en marcha ese mecanismo de creación de otro ser femenino (dicho de paso digamos que es inmenso con respecto al pequeño Y masculino, pues contiene toda la información necesaria para crear otro ser, una mujer por supuesto) no se verá obligado, decia a “hacer” nada si el “ganador” en esa carrera de espermatozoides con sus cromosomas es otra X; solo cambiará probablemente el aspecto somático, el de la herencia de parte de la madre del “fertilizador”, el marido, amante o violador, pero si el vencedor es el cromosoma Y, asistiremos a esa cascada de eventos producto de la hormona más significativa en nosotros, el testosterone. Físicamente exteriorizaremos clítoris y ovarios transformándolos en pene y testículos, y atrofizaremos senos y útero en tetillas y próstata y partes significafivas de nuestro cerebro, aquellas encargadas de nuestra percepción como varones. La verdadera semilla es el cromosoma X. En otro párrafo usted dice que con la física podremos medir todas sus leyes. Discrepo y no poco del momento que existen los números irracionales que están a la base de la paradoja de la carrera de la tortuga y la liebre. Planck estudiaba la dinámica del espectro lumínico de las ondas electro magnéticas, si mal no recuerdo, y sus cálculos lo llevaban a la famosa catástrofe del ultravioleta, aspecto que en la realidad no existe, entonce tuvo la genial idea de “inventarse” un número, el coeficiente de Planck que todavía perdura; con este podía explicar que la energía entregada era a “paquetes” y no contínua, gracias a ese número al azar. Filosofía y Ciencia son como hermanas, o madre aquella e hija la otra, e incompletas las dos, sobe todo.

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