Arte y Letras Filosofía

El amor es nostalgia

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Laurence Olivier y Maggie Smith en Otelo (1965). Imagen: Cordon Press.

Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.

Nescio, sed fieri sentio et excrucior.

Catulo

El amor es el mito nuclear de nuestra cultura. Entendido en el más estricto sentido de enamoramiento, vertebra la mayoría de las narraciones —tanto literarias como audiovisuales— y hunde sus raíces en los estratos más profundos de la mente, lo cual hace que sea muy difícil no ya desmontarlo, sino tan siquiera analizarlo. Después de la autoconsciencia, el amor es el más íntimo e inefable de los sentimientos. Sin embargo, confiamos tanto en su universalidad que la expresión «estar enamorado» se considera dotada de un significado preciso y se emplea recurrentemente, dando por supuesta su inmediata comprensión. Esta es una de las muchas paradojas del amor: todos saben lo que es, pero a la vez resulta difícil no ya definirlo, sino tan siquiera describirlo; se le podría aplicar lo que Agustín de Hipona decía del tiempo: «Si no pienso en él, sé lo que es; pero si pienso en él, ya no lo sé».

Normalmente, se reserva el término «amor» para las relaciones familiares (amor entre esposos, entre padres e hijos) o para las que apuntan a la formación de una familia o, cuando menos, de una pareja, que es una protofamilia nuclear, estableciendo una clara distinción entre esta clase de afecto y el amistoso, hasta el punto de que los términos «amor» y «amistad» se suelen utilizar como mutuamente excluyentes. Es frecuente decir «solo somos amigos» para desmentir una supuesta relación amorosa, a la vez que se da a entender, mediante el adverbio «solo», que el amor es más que la amistad.

Paradójicamente, se utiliza el término «amor» para aludir a dos tipos de afecto supuestamente incompatibles: el afecto entre padres e hijos y el afecto entre cónyuges o amantes, que el tabú del incesto separa rigurosamente. El psicoanálisis ha hecho hincapié en la índole erótica del afecto filial, a duras penas enmascarada por el más universal de los tabúes; pero no hay que olvidar la otra cara de la moneda: la índole filial del afecto erótico. En el amor subyace el deseo compulsivo de recuperar ese paraíso perdido en el que la madre era la prolongación del yo y su inagotable fuente de placer y seguridad, y no es casual que se lo represente como un putto ensimismado.

El exclusivismo y la posesividad típicos del amor se corresponden con la estructuración familiar nuclear de la sociedad, basada en la pareja —más su eventual prole— concebida como isla afectivo-sexual y económica. La afectividad y la sexualidad se conforman en el seno de la familia, y tienden a reproducirla.

Las supuestas actitudes progresistas o desmitificadoras con respecto al amor rara vez van más allá de una mera puesta al día del mito. Del mismo modo que el matrimonio se flexibiliza con el divorcio, el amor, para sobrevivir en una época supuestamente racionalista, renuncia a sus pretensiones de absoluto y eternidad. Pero no es una renuncia sincera: las pueriles ansias de una fuente de placer y seguridad plena, incondicional, continua y exclusiva siguen latentes; sigue vivo el deseo de anexionarse a otra persona (no en vano se usa el término «conquistar» como sinónimo de enamorar), de recuperar el tiempo edénico en que la madre era la mullida fortaleza de un ego de límites difusos. Liebe ist Heimweh: el amor es nostalgia, dicen irónicamente los alemanes.

El monstruo de ojos verdes

La etiología familiar de la fiebre amorosa se manifiesta claramente en el más común de sus síntomas: los celos.

Los celos y su feroz cortejo (posesividad, dependencia, ansiedad, agresividad…) son una previsible consecuencia de la puerilidad del amor: cuando dos personas, al enamorarse, contraen el compromiso tácito de satisfacer mutuamente su insaciabilidad infantil, es inevitable que se frustren o sean presas del pánico al abandono, ya que el bebé interior, exacerbado por el furor amoroso, exige una dedicación constante y exclusiva que en el fondo sabe imposible. Este miedo fóbico al abandono, esta frustración sorda debida al hecho de no ser omnipotente, omnipresente y omnisciente en el universo del otro, se traduce en los celos, el monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la que se alimenta, como lo definió Shakespeare.

Los miembros de una pareja se someten con frecuencia a un engaño mutuo solo concebible en la medida en que ambos desean ser engañados, firmando con su sangre (pues de vender el alma se trata) un contrato incumplible: «Tú vas a fingir que yo soy lo más importante para ti, la razón de tu vida, y yo fingiré que tú eres la razón de la mía; de este modo olvidaremos que estamos irreversiblemente solos, cada uno confinado en el centro de su propio universo. Tú vas a fingir que yo soy para ti algo único e insustituible, que estás conmigo precisamente porque soy yo, cuando en realidad mi identidad profunda te es desconocida e inasequible, y no soy más que uno entre los miles de actores o actrices que podrían representar el mismo papel para ti; a cambio, yo fingiré que tú eres para mí algo único e insustituible (cosa que me resultará tanto más fácil en la medida en que me hagas creer que yo lo soy para ti), que estoy contigo precisamente porque eres tú…».

Un engaño mutuo que solo es concebible en el marco de una mitología sólidamente instaurada.

Odi et amo

En el lenguaje coloquial se alude a menudo al carácter traumático del amor: se habla del mal de amores, de la fiebre amorosa (los brasileños son más explícitos y usan «tarado» como sinónimo de enamorado), y no en vano se representa a Cupido armado de arco y flechas; pero está tan arraigada la mitología del amor, que ni siquiera admitir que se trata de un dios ciego y tiránico impide que se lo siga adorando de una forma u otra.

El terrible adagio «del amor al odio no hay más que un paso» es un claro indicio de la morbosidad del amor. Amor y odio son las dos caras de la moneda afectiva en curso, acuñada con una aleación que incluye una considerable proporción de egoísmo, miedo, falsedad… Son las dos caras de la moneda de la incomunicación, y por eso están tan próximos, es tan fácil pasar de uno a otro e incluso confundirlos. Si las personas pudieran conocerse realmente, comprenderse, colaborar, desarrollar la solidaridad y la empatía, desaparecerían tanto el odio como su reverso, el amor compulsivo. Y solo habría amistad, más o menos íntima, más o menos profunda, más o menos sexual, pero básicamente respetuosa de la identidad ajena, abierta, libre.

Se suele pensar que los aspectos negativos de este amor compulsivo a un paso del odio son defectos extrínsecos, accidentes aislables de una hipotética esencia positiva del amor, noble y luminosa. Pero los celos, la frustración, la angustia y la agresividad latente —o manifiesta— no son «impurezas» del amor, sino componentes intrínsecos. La posesividad y la dependencia engendran celos y ansiedad, la idealización engendra frustración, y la ansiedad y la frustración engendran angustia y agresividad.

Bien es cierto que, a pesar de la generalizada morbosidad amorosa, hay amores más sanos que otros, algunos, incluso, en los que los aspectos negativos quedan relegados a un segundo término, contenidos por una actitud especialmente sensata de las personas implicadas y/o unas circunstancias especialmente favorables; pero estos «grandes amores» son tan excepcionales que hay todo un género literario y cinematográfico dedicado a exaltarlos (como se exalta a los héroes, y por la misma razón).

No es fácil combatir la arraigada tendencia a considerar el amor como algo cierto-bueno-bello y empezar a tratarlo como una forma de alienación. Se suele contemplar y vivir el amor como algo superlativamente auténtico y personal, expresión del núcleo mismo del yo y fuente primordial de las gratificaciones más intensas y elevadas. Y ello a pesar de que la evolución misma de los procesos amorosos se encargue de desengañarnos, ya sea mediante una decepción brusca o un enfriamiento gradual jalonado de decepciones menores. Cumplido su objetivo de atomizar la sociedad en grupúsculos aislados y manipulables, en células familiares o cuasifamiliares, el amor suele revelar su engaño básico. Pero muchos atribuyen el fracaso a fallos personales o circunstanciales, resistiéndose a ver la falsedad básica del planteamiento mismo.

E incluso entre los escépticos respecto al amor, muchos buscan sucedáneos más que alternativas, y en realidad lo mitifican aún más, al considerarlo «algo demasiado bello para ser verdad».

Estas formas de escepticismo, resignación o desengaño no se oponen a la mítica amorosa, sino que, por el contrario, la refuerzan en la medida en que desvirtúan las causas de la frustración afectiva y desvían la subsiguiente agresividad de sus auténticos objetivos: el propio mito del amor y la ideología que lo informa.

Foedus amicitiae

Suponiendo que se admita el carácter neurótico y regresivo del amor tal como se suele vivir y entender hoy día (el impropiamente denominado «amor romántico»), ¿cómo superarlo y con qué sustituirlo? Tal vez lo único que podamos hacer por el momento sea someter a una rigurosa autocrítica nuestra visión del amor y nuestras vivencias afectivas, separando en lo posible los inevitables aspectos negativos (posesividad, dependencia, mitificación, agresividad…) de los positivos (solidaridad, empatía, respeto a la identidad y a la libertad ajenas…), esforzándonos por combatir los primeros y potenciar los segundos. Este mero esfuerzo no bastará para cambiar radicalmente nuestra estructura afectiva; pero es un primer paso, igual que el diagnóstico de una enfermedad es el primer paso hacia su curación.

En cuanto a las posibles alternativas al amor tal como hoy se vive y entiende, solo podemos vislumbrarlas, ya que van ligadas a condiciones psicológicas y sociales radicalmente distintas; pero parece razonable suponer y esperar que una potenciación de la solidaridad, la comprensión, el respeto por la autonomía propia y ajena, junto con la superación de la posesividad, la agresividad, etc., darán lugar a un tipo de relaciones extrapolables de lo que hoy se entiende por una buena amistad; relaciones en las que el sexo podrá jugar un papel más o menos explícito, más o menos importante, pero no coercitivo. El «pacto de amistad» que Catulo le propuso a Lesbia hace dos mil años —y cuyo incumplimiento lo llevó a escribir Odi et amo, su poema más desgarrado— podría ser un referente.

Solo podemos hacernos una idea muy vaga de tal situación afectiva, del mismo modo que no podemos hacernos una idea clara de una sociedad libre, ya que ambas cosas —afectividad no represiva y sociedad no represiva— irán indisolublemente unidas y se determinarán mutuamente, del mismo modo que se determinan mutuamente el amor neurótico y la sociedad neurótica actuales.

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73 Comentarios

  1. De qué manera nos relacionamos íntimamente con los demás tiene mucho que ver con cómo hemos aprendido a relacionarnos en nuestro núcleo familiar. Por eso es tan importante respetar y dar afecto a los niños y las niñas, para que luego tengan un buen modelo y puedan ser libres y felices.

    • Frabetti

      Desde luego, es importantísimo. Pero, por sano que sea el núcleo familiar, se inserta en una determinada sociedad, y las niñas y niños absorben inevitablemente sus referentes y sus mitos.

  2. Quizás a los enamorados habría que ponerlos en cuarentena hasta que se les pase la perniciosa enfermedad.

    • Cimex Lectularius

      Cuando se habla de estar enamorado como un loco se exagera; en general, se está enamorado como un tonto.

    • Frabetti

      En cierto modo, el «noviazgo» y otras convenciones sociales pretenden evitar que los enamorados se lancen con excesiva precipitación a tomar decisiones de lasque pueden (y suelen) arrepentirse.

  3. Cimex Lectularius

    ¿Se pueden adjuntar vídeos en este foro?

    • Frabetti

      No sé si se pueden colgar vídeos, pero no veo por qué no. En cuanto al papel del narcisismo en el amor, dice el poeta:
      Mi imagen se refleja en el cristal
      que de ti me separa
      y a ti se superpone, y viceversa:
      en verdad nos amamos
      (yo a mí, tú a ti) desesperadamente.

  4. Cimex Lectularius

    El enamoramiento es narcisismo, pero utilizando a otra persona como espejo, ¿no?

    • Más bien es la necesidad de salir de uno mismo para el otro.

      • Cimex Lectularius

        La definición del otro es parte de lo que explica a uno mismo…

      • Cierto. Pero esa necesidad se puede intentar satisfacer de diversas maneras, y a menudo, como ocurre con los países, se intenta salir de uno mismo invadiendo a otro/a.

  5. Constantino

    El amor es una puta mierda. Y el Doom 2 sigue siendo magnífico.

  6. Bastante lúcido (una vez más) y estoy de acuerdo en general, aunque plantearía algunas cosas:

    1) Hoy día, más que una sociedad neurótica, dicen psicoanalistas como Marie France Hirigoyen o Luis Hornstein, tenemos una sociedad narcisista. Hay una hipertrofia del narcisismo que encaja perfectamente con la agresividad que se requiere en el mundo capitalista del emprendimiento, la ambición, etc., una sociedad que te invita a deshacerte de lazos que te impidan cumplir con tus ambiciones: ya sean lazos amorosos, del terruño, etc… «No te dejes atar por el amor, o por la casa, o por tu ciudad; debes estar disponible para trabar donde haga falta… en Laponia si es necesario»; así nos viene a decir la patronal.

    2) ¿Qué hacemos con las novelas de Stendhal, Balzac… no digamos con el Werther de Goethe y algunas otras cosas por ahí?

  7. Cimex Lectularius

    El amor es un océano de emociones completamente rodeado por gastos.

    https://youtu.be/J5INSb0RMtY

    • Frabetti

      Increíble coincidencia. Conozco el origen -y a la musa resucitada- de esta canción del irrepetible y añorado JK.

      • Cimex Lectularius

        ¿Conoció en persona usted a Javier Krahe, Maestro?

        • Tuve el placer de coincidir con él en Zahara de los Atunes. Además de un gran cantautor, era un hombre encantador.

          • Cimex Lectularius

            A la pareja de un servidor Krahe le echó los tejazos en un concierto suyo en Madrid, la pareja de un servidor declinó la oferta por estar liada con un servidor, a pesar de mi insistencia para que tuvieran un lío, pues nada le habría gustado a un servidor más que tener una pareja que se la hubiera pasado por la piedra Javier Krahe… al final Krahe le regaló a mi pareja una flor que dibujó él mismo en un guardapunto de libros. Así que un servidor algo defraudado se tuvo que conformar con una pareja a la que Krahe nunca se tiró… y esto es todo.

            • Si yo te contara lo visto y vivido en las noches locas de Malasaña y Zahara… Pero este no es el foro adecuado, aunque de amor y sus sevicias se hable al fin y al cabo.

  8. Frabetti

    De acuerdo, una vez más. «Neurótica» es más genérico e incluye todos los trastornos de la personalidad «menores» (que no llegan a psicóticos), pues, si bien es indudable el auge del narcisismo, no hay que olvidar otros desórdenes sin los cuales es imposible entender la sociedad actual, como la disonancia cognitiva.
    ¿Qué hacemos con Goethe, Balzac y Stendhal? Aprovechar su vertiente crítica y su riqueza estética, En realidad, Werther es un poderoso alegato contra el amor romántico, y la Comedia humana es un retrato despiadado de la burguesía de la época.

    • _Sí… hay bastante narcisismo, neurosis, etc., actualmente.

      _ Totalmente de acuerdo: aprovechemos su vertiente estética y crítica. Pero ¿no hay exaltación del amor romántico entre Clelia y Fabricio, o en los personajes de Balzac o Proust? ¿Por qué me gusta gusta el apasionamiento de estos personajes, y a la vez me revuelve el estómago la estética del día de san valentín y la cursilería de muchas letras de canciones «de amor» con guitarra?

      • Hay exaltación, es cierto; pero también distanciamiento crítico y elaboración estética, mientras que las canciones de amor al uso son puro almíbar tóxico. Y, por otra parte, al leer a los clásicos tenemos en cuenta la época y sus prejuicios. Un autor actual que aceptara sin más los roles de género nos parecería obtuso y reaccionario.

  9. ¿Qué nos quedará después de haber demolido conceptualmente a dios, el marxismo, la metafísica, el patriarcado, familia, patrias -todavía en curso-, y el amor? Paciencia. No hay que creer que estábamos mejor cuando estábamos peor. Una gran diversión esta especie de baile con máscaras de los comentarios. Lo digo por los pseudónimos y lo que dicen; “dispararle al mostro, o el consejo de la cuarentena que es lo mismo que decir que el amor, como toda enfermedad se cura guardando cama”. Cínicos pero desopilantes. Eva, perdonadlos porque no saben lo que dicen. A veces sospecho que detrás de distintas máscaras se esconde el mismo bailarín, y que hasta los dueños de la “bailanta” participan. Y para colmo después de un análisis como el de Carlo que es difícil de ignorar. Creo que si hicieras un artículo, pongamos y suponiendo que el boxeo no te guste, lograrías hacerlo apasionante como siempre.
    Memoria aproximativa de un Corín Tellado vaya a saber de qué año, cuando era feliz e inocente y no había intelectuales marxistas que me amargasen la vida, pero ya se insinuaban en el siguiente recuerdo, con ese flujo de pensamientos que no controlamos, aunque, y tengo que reconocerlo, me deslumbraron. Lo único que no les perdono es que la frase “Hasta que la muerte nos separe” ya no fue la misma.
    Él: ¡Escuchame, por favor! Sabés bien que… me agarré un metejón con vos… quiero decir que me enamoré y no sé muy bien por qué, o sea… esperá… te parecerá de loco… pero el que tenés enfrente, quien ahora te mira casi en lágrimas y no sé cómo se atreve…
    Ella lo interrumpió: Ese es el problema, exclamó mientras abandonaba su tacita de café tibia para mirar la calle; cómo llovía, cómo corría la gente y, en manera especial, la panadería en la vereda de enfrente, y con su nombre comercial entrar a sus fragancias. Y hasta tuvo un pantallazo de felicidad al comprobar que nadie, con los pies mojados o con sus impermeables imprevisibles debido a la prisa, ensuciaría el piso de baldosas ocres y blancas y menos la vitrina de la heladera con los dulces dentro. ¡Y esos perfumes, esa tibieza! Recordaba todavía ese día en el cual tuvo que manipular billetes y bolsas de papel con el pan dentro teniendo las manos mojadas. Llovía como ahora y se sintió en culpa, sucia y no sabía por qué.
    Él, que la panadería no vio y solo miró hacia afuera porque lo había hecho ella, hubiera querido ser uno que, en el medio de la calle trataba de contener y de convencer a ese ejército en desbandada a que no huyeran y que lo ayudaran como último sacrificio. ¿Qué les costaba?
    ¿El problema? ¿Es un problema para vos? preguntó él.
    No para mí, para ambos, respondió, y al mirar su gesto lastimoso volvió a rememorar la bolsa a punto de deshacerse, con el pan dentro, sus manos mojadas. Y otra vez se sintió sucia.
    ¿Para ambos? exclamó él sin entender.
    ¿Conocés esa panadería?, preguntó ella. Él mintió y le dijo que sí, pero recién se daba cuenta de que existía a pesar de que vivía a pocos cientos de metros.
    ¡Cómo corre la gente! dijo ella, parece que… fueran a socorrer a alguien en peligro, y rió por su ocurrencia.
    No, corren a sus casas porque en el fondo odian la lluvia que, en cambio, es como una gran bendición. Si llueve y alguien está en peligro continuan a correr. ¿Alguna vez te pusiste a pensar si ayudarías a alguien cuando llueve?
    Ahora que lo pienso, no. contestó ella, y le entraron ganas de huir bajo la lluvia, como para limpiarse, sin ningún tipo de envoltorio frágil.
    Siempre grato leerte. Y por una vez esperemos que todo cambie para que todo cambie.

    • Pilar juarez

      Solo entiendo el amor como una convivencia, o no, pero donde cada uno es él mismo. Y donde se necesita no alejarse demasiado uno de otro. Y compartir lo común en toda su intensidad.

      • Efectivamente, esa es la clave: no perderse, sino encontrarse, en el/la otro/a. Pero solemos buscar en otras personas lo que solo podemos encontrar en nuestro interior. Si podemos.

      • Frabetti

        En última instancia, el amor es como jugar al ping pong: exige proximidad y coordinación, y no hay que jugar para ganar sino para divertirse y hacer ejercicio. :)

        • Cimex Lectularius

          Si las personas echaran casquetes con la debida frecuencia que corresponde al deseo de Dios, nuestro Señor, no existirían los gimnasios…

  10. Sí, esperemos que todo cambie. Pero sin necesidad de «demoler» el amor ni la familia, bastaría con sanearlos (el patriarcado sí, demolámoslo hasta los cimientos). Tu evocación de Corín Tellado remueve viejos recuerdos; la conocí personalmente y me fascinó su capacidad de trabajo y su método.

    • Cimex Lectularius

      La Familia debería pasar por una suerte de evaluación continua, lo mismo que un estudiante lo hace ante el Estado, pero sin examen final, sino mientras dure la vida. Porque donde más ideología se imparte, y dónde más riesgos corre una criatura es en el seno de su hogar…

      • Hay que pasar un examen para poder conducir un automóvil, y cualquier descerebrado/a puede conducir una vida humana en calidad de padre o madre, sin que nadie le quite puntos por las infracciones. Así nos va.

        • Cimex Lectularius

          Por lo pronto habría de verse aquellos padres que acunan a sus criaturas cada noche cantandoles el ‘cara al sol’, que no son pocos…

          • Sin duda, la familia puede ser catastrófica; no hay más que ver la reivindicación que de ella hacen los neofascistas en nuestro país; pero la sociedad puede ser tan catastrófica muchas veces como la familia: el nazismo o falange combinaban el lavado cerebral familiar con la obediencia ciega al movimiento… incluso por encima de la familia. Desde hace décadas, se educa en la conformidad en la familia, pero también en el club de fútbol, en el colegio con la obligación de relacionarte con los compañeros de clase (aunque no los soportes), etc., etc. No es fácil escapar de la educación para que seas un mediocre existencial… eso sí, con tele, centro comercial y coche.

            • Cimex Lectularius

              ¿Habla usted en nombre propio?

              • ¿Por qué? No comprendo la pregunta. Lo que decía es que, además de recordar lo catastrófico de dejar la educación en manos de las familias, también quería señalar que, hoy día, en instituciones como el club deportivo o el colegio se educa en el conformismo para hacer a los niños y niñas futuros ciudadanos bien adaptados al capitalismo industrial, o sea: seres eficientes que de mayores se sientan realizados porque han podido alcanzar un estatus, un coche, una tele, un centro comercial cercano y deportes a todas horas en la tele. Pero ya me he ido demasiado del tema, que era «el amor»; perdón.

                • Cimex Lectularius

                  Es más tranquilizador tener doce hijos que doce millones de dólares, con doce hijos uno se conforma; con doce millones de dólares se quiere más.

  11. The Lady of Shalott

    Siempre es una delicia leer tus artículos. Desgranas cada cuestión desde todas las posibles perspectivas, entendiéndola y transmiténdola con muchísima elegancia. El amor es, posiblemente, la más compleja de todas las cuestiones de lo humano. Disfrazado de sencillez, ofreciendo mil caras en su poliédrica naturaleza y siempre devolviendo un reflejo que es el significado que en cada época le queremos otorgar. Yo lo entiendo como la única cualidad capaz de reflejar o bien los más altos valores o bien los más bajos atributos. Quizás sea porque el amor siempre estará sujeto a la mente y el alma de quien trata de definirlo y de sentirlo.
    Gracias por otro gran artículo

    • Cimex Lectularius

      Ya… ¿pero usted se refiere al amor o al enamoramiento?

    • Gracias a ti. Si mis artículos tienen algún interés, es en la medida en que son fruto del diálogo con lectoras/es como algunas de las que frecuentáis este foro. Cosa que comprobarás de manera muy directa si lees mi próximo artículo (o el subsiguiente, según el orden en que salgan).

  12. A cuento del término «romántico», hoy día con connotaciones negativas en ámbitos rebeldes, y sin afán de ser pedante, dejo estas palabras de Marcuse con las que estoy muy de acuerdo: «Las imágenes tradicionales de la alienación artística son en verdad románticas en tanto que están en incompatibilidad estética con la sociedad en desarrollo. Esta incompatibilidad es la clave de su verdad,» Ahí, ahí… exprimiendo las posibilidades rebeldes del término «romántico».

    • Habría que dedicar un artículo entero a los usos y abusos del término «romántico». Y habría que recuperar a Marcuse, injustamente olvidado tras su efímero éxito en los 60-70 del siglo pasado.

      • Totalmente de acuerdo; en tu juventud imagino que se leía a este hombre; en la mía no se sabe ni quién era. Lástima porque es una mina de socialismo libertario y «romántico». Un cordial saludo.

    • Cimex Lectularius

      El afecto personal estable es algo más que una racionalización romántica de una unidad económica, ¿verdad?

      https://youtu.be/IoAeYros81c

    • The Lady of Shalott

      No puedo estar más de acuerdo con esto. Yo suelo decir con humor ácido que «El Romanticismo es el nuevo punk» y con esta chorrada de frase no sabía que estaba aludiendo al pensamirnto de Marcuse. El Romanticismo – el amor romántico- se está convirtiendo en un reducto (casi en un tabú) de emocionalidad, lenguaje y sensibilidad incompatible con una sociedad «pornográfica»

  13. No solo es polisémico, sino que se ha abusado tanto de él, que el término «romántico» solo adquiere significado en función del contexto. Hecha esta salvedad, creo que el paralelismo entre el movimiento punk y el Romanticismo (con mayúscula) es muy notable y merecería un estudio a fondo. Probablemente, hoy Byron escribiría letras para una banda hardcore.

  14. Hace tiempo te leí algo muy parecido.

    • Hace mucho tiempo, probablemente. Hace casi cincuenta años publiqué,en la revista Ajoblanco, un artículo titulado «Contra el amor» que podría considerarse una primera versión de este.

  15. Cimex Lectularius

    A vuestros cuerpos dispersos…

    https://youtu.be/OtBHfxU2wmc

  16. Si una persona ama solo a una persona y es indiferente ante todos los demás, su amor no es amor, sino apego simbiótico o egoísmo ampliada (Erich Fromm)

    • También cabría hablar de narcisismo ampliado, típico de cierto «amor» posesivo y absorbente hacia los hijos. «El arte de amar» de Fromm, de donde supongo que está tomada esta cita, es, junto a «El miedo a la libertad», una valiosa aportación a la comprnsión de nuestra sociedad desde la perspectiva de la afectividad.

    • Cimex Lectularius

      Por el contrario, el poliamor no tiene más que ventajas sobre todo si se conserva una buena memoria…

      https://youtu.be/ynE5ip9HhKY

  17. el castellano reserva el «te amo» para una relación entre personas sin lazos de sangre: a un padre, a una madre, a hijos e hijas se les quiere, se les adora, se les venera… . y lo mismo a las amistades. no así en inglés, francés, italiano o alemán.

    el amor en los términos sentimentales, pasionales y sexuales de la literatura y cinematografía es cosa de adolescentes y veinteañer@s, de pulsiones vibrantes e incontrolables, de descubrimiento. agotados los furores,sí, las relaciones cambian o se rompen.

    la convivencia tumba la excepcionalidad de la persona amada. si tras la tormenta no queda una pizca de admiración, el pecio de aquel amor ya no se puede reflotar.

  18. Buena reflexión para tiempos de confinamiento. Muchas parejas aguantan porque consiguen mantener las distancias. En cuanto a la terminología, el uso impone curiosas restricciones al margen de la etimología. En castellano es normal hablar del amor de una madre o del amor filial, pero, como señalas, un madre no le dice a su hijo «te amo». En castellano «querido» y en italiano «caro» son de uso general, pero en francés «chéri» tiene una connotación erótica…

    • en efecto, ·»chéri» o «chérie» tienen esa connotación, aunque también existe el equivalente de los «querido» y «caro», que son «cher» y «chère».

      • Frabetti

        La «moraleja», y eso daría para otro artículo, es que el amor es en gran medida un constructo lingüístico, en el que los matices y las connotaciones son decisivos. De ahí que los grandes seductores de la literatura y de la historia fueran grandes oradores (o charlatanes de feria, como Casanova).

  19. Es superficial e inestable como una piel temblorosa; pero es lo que hay, lo que somos. Como dice Éluard, lo más profundo es la piel.

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