Ciencias

Caras sin rostro: la prosopagnosia

picasso
Retrato de Picasso realizado por Juan Gris

Imaginad que os despertáis en vuestra cama, miráis la cara de la persona que duerme a vuestro lado y no la reconocéis. Su cara es una suerte de cuadro de Picasso donde identificáis un ojo aquí y allá, una nariz relativamente favorecedora, unos labios que todavía duermen… Estáis demasiado cerca, así que os incorporáis un poco y, aunque ahora podéis ver con nitidez todos esos elementos, el conjunto os resulta confuso, irreconocible.

La prosopagnosia es una forma de agnosia (incapacidad de identificar la información que le llega a un sentido) visual, que se caracteriza por la imposibilidad de reconocer las caras. Esto incluye los rostros de gente conocida como familiares o amigos, personas nuevas e incluso muchos pacientes pueden tener problemas para reconocer su propio rostro. Aunque el rostro de la persona que duerme a vuestro lado os resulta indescifrable, imposible de concretar como un estado cuántico lleno de incertidumbre, la reconocéis por la silueta de su cuerpo bajo las sábanas o el pijama que lleva. Quizás reconocéis la melena o, emulando a Jean-Baptiste en El perfume, usáis el olfato. A la hora de identificar a la gente, apoyarse en elementos externos como prendas de vestir habituales o rasgos muy concretos es una estrategia compensatoria bastante frecuente entre estos pacientes.

Existen dos formas de prosopagnosia: la adquirida y la del desarrollo. Ambas son idénticas en síntomas, pero mientras que la primera aparece tras una lesión en unas áreas concretas de los lóbulos temporales del cerebro, en la segunda no hay una lesión que explique el problema: simplemente el paciente tiene mucha dificultad para reconocer las caras sin que exista aparentemente ningún problema en su estructura cerebral.

Los casos de prosopagnosia adquirida, que numéricamente son muy inusuales, permitieron detectar áreas cerebrales cuya función es identificar caras. Que existan zonas con funciones tan específicas sugiere que nos hemos especializado mucho en poder reconocer rostros humanos. Tanto que posiblemente el motivo por el cual vemos caras en manchas de humedad, tostadas un poco requemadas o nubes es que estamos tan preparados para detectar rostros que a veces los vemos donde nos los hay.

Cuando hablamos de prosopagnosia del desarrollo todavía es objeto de debate si en estos casos hay cambios estructurales relevantes en los cerebros de los pacientes. De hecho, en estos pacientes algunos investigadores han encontrado alteraciones en zonas implicadas en detectar rostros como el área facial fusiforme, mientras que otros grupos no, así que todavía los resultados son contradictorios. Además, considerando que aproximadamente el 2-3% de la población tiene en algún grado prosopagnosia del desarrollo, algunos investigadores creen que estas personas no tienen ningún problema estructural. La idea que proponen es que al igual que en otras habilidades cognitivas, los casos más leves de prosopagnosia entrarían dentro del abanico natural en el que se distribuiría la población: vamos, que serían simplemente personas con una menor capacidad en este aspecto sin que ello implique problemas neurológicos.

En lo que coinciden todos los estudios es que el problema principal no es de visión, sino de procesamiento de imagen. Volviendo a los cuadros de Picasso, conforme nos adentramos más y más en sus retratos cubistas se complica identificar un rostro: todavía es fácil identificar un ojo aquí, una nariz descolocada allá… pero construir una cara, una imagen de conjunto con identidad propia que permita reconocer a una persona, se dificulta. Las caras son rompecabezas visuales donde la gente con prosopagnosia tiene problemas para juntar las piezas, con lo cual lo único que les queda es analizar los elementos por separado. Y esto es muy difícil, haz la prueba: coge varias fotos de amigos, corta solo uno de los ojos, o la nariz, mézclalos y ahora trata de acertar quiénes son mirando únicamente ese elemento. Fallarás más de los que crees.

¿Y qué podemos hacer para ayudar a estos pacientes? De momento muy poco, aunque lo primero es diagnosticarlos bien: es importante descartar problemas de memoria o visión, y luego realizar una serie de pruebas para evaluar la gravedad del caso. Después, salvo en los casos de prosopagnosia adquirida donde a veces una vez curada la lesión la prosopagnosia desaparece, las opciones terapéuticas están todavía muy verdes: hay  ejercicios diseñados para intentar disminuir el grado de prosopagnosia, pero sus resultados hasta el momento han sido muy limitados, y la única opción farmacológica son tratamientos con oxitocina: este neuropéptido potencia la habilidad de inferir el estado mental de otra persona y en un estudio experimental se vio que su administración mejoraba las capacidades de identificar caras en los pacientes. Sin embargo, es necesario mucho más trabajo antes de poder valorar el suministro de oxitocina como un posible tratamiento.

Finalmente, es interesante pensar que la existencia de la prosopagnosia en un 2-3% de la población nos indica que la habilidad para reconocer caras no es homogénea en toda la población. Esto ha planteado que quizás habría que considerarlo a la hora de evaluar a candidatos para puestos de trabajo donde sea muy importante identificar rostros. Aunque lo esencial es tomar conciencia de que hay personas que simplemente tienen poca capacidad para identificar caras: no son despistados, ni maleducados o gente con mala visión o memoria. Y es importante ponerse un poco en su lugar.

Imaginad que os miráis al espejo y veis una cara, contempláis los ojos, la boca, la nariz un poco desviada y los pómulos; incluso reconocéis sus emociones: la frustración, la rabia o la impotencia. Lo veis todo, salvo una cosa: vuestro propio rostro.


Referencias:

  • Barton, J. J. S., Corrow, S., & Dalrymple, K. (2016). Prosopagnosia: current perspectives. Eye and Brain, 8, 165–175.
  • DeGutis, J. M., Chiu, C., Grosso, M. E., & Cohan, S. (2014). Face processing improvements in prosopagnosia: successes and failures over the last 50 years. Frontiers in Human Neuroscience, 8(August), 1–14.
  • Jason J S Barton and Sherryse Corrow. (2016). The problem of being bad at faces. Neuropsychologia. 2016 August; 89: 119–124.
  • Principles of Neural Science, Fifth Edition (2012). Editorial McGraw-Hill Education.
  • Zhang, J., Liu, J., & Xu, Y. (2015). Neural Decoding Reveals Impaired Face Configural Processing in the Right Fusiform Face Area of Individuals with Developmental Prosopagnosia. Journal of Neuroscience, 35(4), 1539–1548.

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4 Comentarios

  1. Gracias por el artículo, Pablo. Ahora sé que estoy entre ese 2-3% de la población.

  2. Pingback: Caras sin rostro: la prosopagnosia – Kod Kod Estudio Creativo

  3. Pingback: De gris a gris - Revista Mercurio

  4. Gracias por el artículo, esta muy bien explicado. Yo también me encuentro dentro de ese pequeño baremo y creo que es muy difícil que los médicos lleguen a diagnosticar la prosopagnosia, hace unos años cuando acudí al médico solo se centraron en que no fuese pérdida de memoria, Alzheimer, pero no me hicieron ningún test que pudiese diagnosticar la prosopagnosia. Yo me reconozco en fotos y a mi familia también, el tema de amigos puedo confundirlos con mucha facilidad y si se cortan el pelo o se cambian el color puedo pasar a su lado sin reconocerle y al resto de gente si les veo fuera del sitio donde les he conocido, tampoco les reconoceré a no ser que tenga una voz muy particular, o una verruga, cicatriz haya algo en su físico que me llame mucho la atención.

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