Música

Trece temazos para conocer a los Pixies (1)

Pixies
Portada de Surfer Rosa.

Para acompañar la lectura del artículo, nuestra lista en Spotify:

Kurt Cobain confesaba sin problemas que el ultrafamoso «Smell Like Teen Spirit» que catapultaría a la fama mundial a Nirvana, y que por extensión convertiría en moda la seductora mugre del grunge, nunca fue un tema verdaderamente original. Todo lo contrario, aquella pieza representaba el intento frustrado de Cobain de fusilar descaradamente el estilo de Pixies: «Estaba intentando crear la canción pop definitiva», explicaba el cantante, «y básicamente lo que hacía era plagiar a Pixies, eso lo admito. Cuando escuché a los Pixies por primera vez, conecté tan fuerte con ellos como para sentir que debería formar parte de la banda, o al menos de una banda que se dedicase a hacer versiones de los Pixies. En “Smell Like Teen Spirit” utilizamos su estilo: primero ser suaves y tranquilos, y después fuertes y ruidosos».

A pesar de la confesión, lo cierto es que la versión final de su popular tema sobre un desodorante adolescente no es tanto una fotocopia descarada como una criatura de concepción multiparental. El bueno de KurtCo agarró los riffs inspirados en Pixies que se le habían ocurrido y se los presentó con toda la ilusión del mundo a Krist Novoselic (bajista) y Dave Grohl (batería y best person of the world), pero aquellos recibieron las melodías con el morro torcido en ciento ochenta grados. Mosqueado con sus compañeros de banda, Cobain les obligó a tocar su tonadilla en bucle durante hora y media para que le pillasen el gusto a la fuerza, hasta que Novoselic comenzó a trastear con el compás y Grohl a tantear otros ritmos. De los ajustes realizados entre todos nacería el «Smell Like Teen Spirit» que conoce todo Cristo. Como consecuencia de aquel esfuerzo colaborativo, dicho tema es el único del disco Nevermind en el que los tres miembros de Nirvana figuran como autores.

Pero lo que nos interesa realmente de toda esta anécdota son las musas. Porque intentando imitar a un grupo que admiraba, aquel veinteañero había compuesto un éxito más popular que cualquiera de los que hubiese parido la banda que le inspiraba. Tratando de construir la canción pop definitiva con las normas de otros, aquel chaval se había hecho más famoso que aquellos de quien había tomado prestadas las reglas. Pixies, una pandilla alternativa que lo petaba más en Europa que en su USA natal, eran la hostia en soneto para Kurt Cobain y la formación en la que soñaba militar. Pero Nirvana era su verdadero grupo, un fenómeno mundial que se presentó en público con los modales de un terremoto, vendiendo trescientas mil copias a la semana entre la juventud que llevaba el flequillo por la cara. En un momento dado, todo giraba en torno a Nirvana y su cantante se había transmutado en icono pop total, el grunge saltaba a la liga mainstream. Y más de un seguidor de la banda, desconocedor de los guitarreos indies de los garajes, se preguntó quién coño era ese otro grupo al que Cobain mentaba como inspiración en las entrevistas.

Pixies, cuatro componentes originales, un miniálbum de debut, cuatro discos icónicos en su época de gloria entre los 80 y 90, otros cuatro álbumes en la última década tras un retorno con cambios en sus filas. El grupo que le ladraba a Un perro andaluz de Luis Buñuel y a las caderas de Cenicienta, el que le dedicó una canción a las pollas negras gigantescas y envió monos al paraíso celestial. Surrealismo, punk, surf, folklore de oídas, castellano creativo, referencias bíblicas y dinámicas dumbo. La música que desde 1999 asociamos con el derrumbe de rascacielos. Letras tan despreocupadas como para no molestarse en aclarar jamás si navegan profundidades metafóricas o si solo pretenden molar engarzando rimas guapas. La banda que a la altura de 1991, cuando Nirvana lanzaba Nevermind, tenía a dos de sus componentes peleándose a guitarrazos sobre el escenario en las giras, a otro pensando en hacer carrera profesional como mago y al cuarto contemplando todo lo anterior mientras encadenaba facepalms, cervezas y desidia. Los duendes traviesos del rock alternativo, gamberros e influyentes, ruidosos e inestables, desastrosos y geniales.

Y estos son trece temazos para conocer a los Pixies.

«Gigantic» (Surfer Rosa, 1988)

A mediados de los 80, un joven Black Francis no tenía muy claro qué coño hacer con su vida. Natural de Boston, aquel veinteañero se había tirado seis meses en Puerto Rico aprovechando un programa de intercambio universitario y dedicando un esfuerzo envidiable a la tediosa tarea de esquivar todas las clases del curso. De repente, decidió que en su futuro inmediato tan solo existían dos opciones posibles: viajar a Nueva Zelanda para ver pasar cerquita el cometa Halley, o volver a la Universidad de Massachusetts para seguir evitando pisar las aulas en su propia tierra y montar un grupo con su colega filipino-estadounidense Joey Santiago. El chico se saltó la cita con el cuerpo celeste y optó por lo segundo, formando oficialmente una banda en 1986, una que ni siquiera tenía a todos los músicos a bordo.

Francis publicó un anuncio buscando bajista con el único requisito de que los candidatos fueran fans tanto de Peter, Paul and Mary, un grupete sesentero y neoyorquino de folk, como de Hüsker Dü, unos punkis ochenteros y alternativos. Al puesto solo se presentó una persona, Kim Deal, alguien que no solo no tenía un bajo, sino que además tampoco sabía tocarlo y, por supuesto, la ficharon sin pensárselo mucho. Poco después, se sumaría al grupo un batería con apellido de adolescente flipado, David Lovering, un caballero al que Deal había conocido durante la farra de su boda. Y así, nacían los Pixies.

Tras un mini-LP (Come on Pilgrim) la banda lanzó su primer álbum completo en 1988: Surfer Rosa. Un disco que se presentó en sociedad de la mejor manera posible: dedicándole una oda a un pito gordo. Porque lo cierto es que, si obviamos discretamente el mundo del rap, no es fácil encontrar demasiadas canciones que se dediquen a alabar las virtudes de un colosal pene negro. Y existen muchas menos que haciéndolo se hayan convertido en un pequeño hit entre las masas. Escrita entre Deal y Francis, «Gigantic» nació inspirada por el idilio entre una mujer blanca casada y un adolescente negro en la película Crímenes del corazón. Y su letra representaba a grandes (muy grandes) rasgos los pensamientos de una espectadora curiosa observando como un caballero de color bien dotado le hacía el amor a otra mujer. Lo cierto es que, en este caso, los versos muy crípticos no eran: «Lovely legs there are / What a big black mass, what a hunk of love / He’ll walk her every day into a shady place / Like the dark, but I’d want him […] Gigantic, gigantic, gigantic / A big, big love» («Hermosas piernas aquí tenemos / Qué gran masa negra, qué pedazo de amor / Él la lleva todos los días hasta un lugar oscuro / Como la oscuridad, pero yo lo querría […] Gigante, gigante, gigante / Un gran, gran amor»).

«Gigantic» está orquestada sobre el chasis de un infeccioso punteo del bajo, y elevada por la voz de Deal al volante del tema. Caricias melódica iniciales y después caña sin complejos. Un Francis muy orgulloso de la «gigantesca y enorme» progresión de acordes inspirada en Lou Reed y una Deal desatada al mando. Un bombazo perfecto que nunca llegó a asomar por las listas de éxitos pero se convirtió en hit perenne: los fans siempre la han vivido muy fuerte en los directos y las radios con buen gusto la siguen pinchando a menudo. Existe una versión alternativa del tema, publicada como single y facturada por el productor Gil Norton que algunos consideran superior al original, algo que cualquiera puede juzgar por sí mismo dándole al play aquí mismo.

«Tame» (Doolittle, 1989)

A la hora de definir su modus operandi, los Pixies lo tenían clarísimo: «Intentamos ser dinámicos, pero la nuestra es una dinámica tonta. No sabemos hacer otra cosa: podemos tocar fuerte o suave, eso es todo», explicaba Francis. Y aquella era la definición perfecta de la estructura de gran parte de sus composiciones: suave-fuerte-suave-fuerte. Y ya. ¿Para qué quieres más? Si los Ramones han hecho carrera con catorce discos que son iguales que el primero.

El grupo gozó de un éxito muy discreto y subterráneo en su propio país, pero arrasó más allá de los océanos, donde los europeos y otros seres igual de extraños les seguían con muchísimo interés el rollo. En el Reino Unido sus canciones escalaban las listas de éxitos. En Estados Unidos, los Pixies era lo que escuchaban los universitarios con ínfulas artísticas, los hípsteres y los enteradillos. Y «Tame» es un ejemplo frontal y directo de lo crudo, rudo y efectivo de sus dinámicas tontorronas. Suave-fuerte-suave-fuerte llevado al extremo. Un tema de dos minutos edificados a gritos sobre una letra agresiva y misteriosa: «Got hips like Cinderella / must be having a good shame / talking sweet about nothing / Cookie I think you’re / Tame, tame, tame, tame» («Tiene caderas de Cenicienta / debe sentirse avergonzada / hablando dulcemente sobre nada / cariño, creo que eres / manso, manso, manso, manso»).

Lo simpático del asunto es que todas aquellas líneas eran puñaladas directas a los estudiantes pijos que habitaban el barrio del cantante: «La canción habla de todos esos putos estudiantes idiotas que viven en este barrio, los hijos de puta más groseros del mundo», explicaba un Francis muy relajado y de buena tarde, «son ricos de cojones, lo cual está bien, ya quisiera serlo yo, pero se suponen de clase alta, han tenido buena educación, asistido a universidades privadas, y son las personas más chabacanas, descorteses e irrespetuosas del mundo. ¡Los estudiantes de Derecho son las peores putas alimañas del mundo! Y a las tías ¿qué les pasa? Se siguen haciendo la permanente, llevando ropa ridícula y actuando como idiotas. No me gusta menospreciar a la gente ¡pero son horribles!». Un odio irracional que se desveló como un muso potente si tenemos en cuenta que «Tame» es todo un temarral. Lovering la consideraba la mejor pieza del Doolittle y una alegría en los directos, ciento veinte segundos furiosos y punkis sobre el escenario. Lo de meterse con los universitarios molones sería una constante en la producción musical del grupete, ahí tenemos temas como «U-mass» o «Subbacultcha» haciendo también mofa y bufa de ellos.

«Monkey Gone to Heaven» (Doolittle, 1989)

¿Quién dice que los rockeros alternativos no son gente preocupada por el medio ambiente? La letra de «Monkey Gone to Heaven» arrancaba con un dios submarino pereciendo al ser sepultado por cuatro mil quinientas toneladas de mierda procedentes de Nueva York y Nueva Jersey. Ecofriendly antes de que el cambio climático comenzase a protagonizar titulares, «Monkey Gone to Heaven» también incluía crípticas referencias a la numerología hebrea en su interior: «If man is five / then the Devil is six / and God is seven» («Si el hombre es cinco / entonces el diablo es seis / y Dios es siete»). Parecía profundo, pero había poco significado oculto entre líneas. Porque Francis se había limitado a copiar algo que había escuchado de oídas y que le sonaba molón: «Son referencias a lo que entiendo que es la numerología bíblica, y la verdad es que no sé mucho, nada más bien, al respecto. Recuerdo que alguien me contó que en el idioma hebreo, especialmente en la Biblia, puedes encontrar muchas referencias al hombre en el número cinco, a Satanás en el seis y a Dios en el siete […] Ni siquiera fui a la biblioteca para comprobarlo». En el fondo, el objetivo era que la cosa sonase guay «porque, bueno, ya sabes, “The Devil is six and God is seven” rima bien con “heaven”. Vendría a ser una canción infantil con imágenes populares mitológicas». Los numeritos funcionaron, porque dichos versos siempre son coreados con alegría por el público durante los directos.

El llamativo estribillo «This monkey’s gone to heaven» («Este mono se fue al cielo») tampoco tenía mucho misterio: a Francis le rondaba por la cabeza la frase desde mucho antes de escribir la canción, y encajaba bien en el rollito ecologista y la actitud de Nos Vamos A La Mierda que abanderan los descendientes del mono. «Monkey Gone to Heaven» también suponía una novedad en el repertorio de los Pixies, porque al incluir una sección de cuerda se convirtió en el primer tema de la banda que incorporó estrellas invitadas: los violonchelistas Arthur Fiacco y Ann Rorich, y las violinistas Karen Karlsrud y Corine Metter.

«Vamos (Live)» (Complete ‘B’ Sides, 2001)

«Vamos» es una canción especial dentro del repertorio del grupo por su terquedad para reaparecer una y otra vez vistiendo diferentes atuendos. Asomó la cabeza en Come on Pilgrim, fue regrabada para Surfer Rosa, y uno de sus directos se presentó como cara B del single «Gigantic». Pero sobre todo solía ser uno de los momentos estrella de sus conciertos, porque permitía a la cuadrilla de músicos improvisar en directo, mutar la versión original todo lo que fuera necesario y montar un bonito follón sónico. Como ya se intuye por su título, «Vamos» se las trae de bilingüe, porque a Francis le gustaba eso de colar palabras en castellano en las letras. Pero también nos revela que a lo mejor el cantante no prestó mucha atención al idioma en Puerto Rico, porque el presente tema arrancaba con el siguiente discurso (en ¿español? en el original): «Estaba pensando sobreviviendo con mi sister en New Jersey. Ella me dijo que es una vida buena allá. Bien rica, bien chévere, Y ¡voy! Puñeta». El machacón estribillo salió mejor parado: «Vamos a jugar por la playa».

En la versión que aparece en el disco Surfer Rosa, el productor Steve Albini se dedicó a unir diferentes solos de guitarra de Joey Santiago, incluso algunos siendo reproducidos marcha atrás, para configurar una bestia parda de cuerdas amontadas. Desde entonces, Santiago asimiló que tenía barra libre a la hora de reinterpretar la canción en vivo. En la versión live publicada como cara B de «Gigantic» (y posteriormente editada de nuevo en el recopilatorio Complete ‘B’ Sides), el guitarrista azota la guitarra, la estruja, la golpea contra el amplificador e incluso la hace sonar a base de restregarle una botella de cerveza por las cuerdas. ¡Vamos! ¡Puñeta!

«Dig For Fire» / «Allison» (Bossanova, 1990)

Tras Doolittle, los roces internos en la formación se afilaron bastante, entendiendo por «roces internos» que Francis y Deal se tiraban las guitarras a la cara, literalmente: durante un concierto en Suttgart el primero le arrojó el instrumento a la segunda sobre el escenario y ante los fans. Como consecuencia, la bajista se negó a actuar en un concierto posterior en Frankfurt, alegando que estaba mejor tumbada en la habitación del hotel, y aquello casi provoca que la banda le diese la patada (metafórica). Deal quería introducir más canciones propias en los discos y Francis seguía obcecado en ser la voz cantante en todos los sentidos. Cuando finiquitaron la gira posterior al lanzamiento de Doolittle, un tour bautizado Fuck or Fight, los cuatro Pixies estaban tan hasta las gónadas de todo que ni siquiera asistieron a la fiesta de cierre de gira. Poco después anunciaron que se tomaban un descanso por el bien de todos. El receso no duraría mucho porque el grupo presentaría nuevo disco, Bossanova, un puñado de meses más tarde.

Entretanto, Kim Deal había comenzado a hacer vida musical por cuenta al fundar la banda The Breeders y sacar con ella el álbum Pod, Francis se había ido de excursión por las Américas costeándose la gasolina con actuaciones en solitario y tanto Lovering como Santiago se habían dedicado a planchar tumbonas con el modo vacaciones activado.

«Dig For Fire» es un tema curioso e inusual dentro del repertorio de un grupete que ya se antoja curioso e inusual por defecto. Nació como un intento consciente de «crear una canción a lo Talking Heads», fue la primera composición en la que la banda hacía uso de una caja de ritmos y su letra era tan difusa como para permitir que cada oyente interpretase lo que le viniera en gana. El videoclip oficial vestía chaquetas de cuero, cabalgaba una moto con sidecar y ofrecía un dos por uno al desembocar en otra canción: «Allison». Un tema que narraba el impacto de un planeta contra el sol, estaba dedicado al músico de jazz Mose Allison, duraba poco más de un minuto y en la pantalla los Pixies lo interpretaban en medio de un estadio y manteniendo una considerable distancia social veinte años antes de cualquier pandemia apocalíptica.

«Motorway to Roswell» (Trompe le monde, 1991)

En 1990, Francis, Santiago y Lovering se mudaron a Los Ángeles para tener más a mano el estudio de grabación. Deal no hizo maletas ni traslados, pero continuó formando parte de la banda. El cambio de aires se notó en los discos posteriores, Bossanova y Trompe le Monde, con un Francis que tenía más tiempo para escribir con calma las canciones y cuya cabeza flotaba por entonces en órbitas próximas a la ciencia ficción y los platillos volantes. La fricción entre el cantante y la bajista también era más evidente y peligrosa en esos discos, la lucha de egos había provocado que el papel de Deal quedase tan diluido en las producciones como para que a la altura de Trompe le Monde su presencia casi fuera testimonial. Y aquello parecía un delito si tenemos en cuenta que sus coros, su bajo y sus aportaciones eran un rasgo genético muy característico del grupo.

«Motorway to Roswell» es un gran ejemplo de los paseos cósmicos por los que circulaba Francis, un tema calmado que, curiosamente, no suele ser repescado a menudo por los fans del grupo. Pero también una pieza asombrosa porque ¿quién coño iba a pensar que una canción sobre un alien resultaría tan triste y emotiva? «Last night he could not make it / He tried hard but could not make it». «Motorway to Roswell» es uno de los temas en el repertorio de Pixies que se antoja más de Frank Black (el nombre que adoptaría el cantante en su carrera en solitario) que de Black Francis, arranca evocando el tono de Lou Reed, su cierre es deliciosamente melancólico y su espíritu es el de un pobre extraterrestre que tuvo la desgracia de aterrizar en nuestro planeta para acabar empaquetado en cajas militares. Un temazo de cuatro minutos que está más infravalorado de lo que debería.

(Continúa aquí)

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13 Comentarios

  1. Plissken

    Wave of mutilation, por favor, dígame que habrá un 13+1 para esa joyita…

  2. de ventre

    rock me, Joe!

    j

  3. mi reconocimiento. Una selección (de momento) que pudiera haber firmado un servidor. Soy pixero desde que me coloqué frente a la portada de Surfer Rosa en una tienda de discos, sin la mínima referencia de quienes ni comos contextuales, más allá de la fascinante flamenca de marras. Y un apunte… siempre le he negado a Come on Pilgrim la condición de Mini LP. Su primer y mejor disco (para mi gusto), que durando casi media hora no se puede rebajar a la convencional categoría de «disco menor», te agarra el estómago desde el primer tema y hace honor al dicho «lo bueno si breve,,, dos veces breve»

  4. Eddie Felson

    Esperamos con ansia Debaser, Here Comes Your Man, Where is My Mind?, Hey, Velouria…

  5. Gouge away

  6. Juan Miguel

    Pues a mi el surfer no me mola tanto y el ultimo (me refiero de los autenticos, donde estaba KIM DIOSA DEAL) de trompe tampoco.

    El resto es oro.

  7. #13 Baby con el outro instrumental…

    • Como le leí a un yankie en cierta ocasión, …»yo podría vivir en los últimos 2 minutos de esa canción el resto de mi vida». BRUTAL lo de Santiago ahí.

      Curioso que Albini siempre consideró la grabación de «Surfer Rosa» como algo puramente alimenticio, ese disco nunca le pareció gran cosa. Aunque considera el «Pod» como uno de sus mejores trabajos tras la consola.

      (Sí, me gusta dármelas de enterau)

      Y debo decir que prefiero los discos que grabaron con Gil Norton, ese sonido «pulido» les pega más.

  8. Gabriel Duke

    13 es poco para un repertorio tan brillante como lo tubo esta banda… BONE MACHINE, MR. GRIEVES, ANA, SANTO, SOMETHING AGAINST YOU, HERE COMES YOU MAN… en fin una banda única e irrepetible…

  9. ¿Han hecho The Ramones catorce discos iguales? No hay nada más que escuchar el Acid Eaters para percatarse que no suena igual que el primero. Simplemente tenían un sonido propio, y creo que la influencia posterior de los Ramones es mayor que la de los Pixies. Gracias por el artículo.

  10. FANBOY al canto…
    Kim Deal se presentó a la audición SIN bajo, no sin saber tocarlo. De hecho sabía (y sabe) tocar la guitarra… y para ella el bajo era tocar la cuerda de arriba.

  11. Pingback: Repion: «A las chicas en la música siempre se nos ha cuestionado. Vas a tocar y todavía se les hace raro a los técnicos que controles sobre cómo funciona tu amplificador» - Jot Down Cultural Magazine

  12. Es verdad que The Rmaones tenían un sonido muy simple y característico que se mantuvo durante su existencia y discografía. Pero no por ello todo era igual.
    Su música podía ir desde una balada pop hasta el hardcore más agresivo y áspero del mundo.
    Cabe destacar que esa simpleza y rapidez cambió la música por siempre, e influenció (hasta la fecha) a miles de personas para tomar un instrumentó y componer sus propias canciones.

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