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Orgías, milenarismo y cojones diabólicos: sobre Beato de Liébana

El Dragón da su poder a la Bestia. (DP) Beato de Liébana
El Dragón da su poder a la Bestia. (DP)

Una (muy breve) introducción

Vale, Beato de Liébana. A ver qué les cuento yo a ustedes sobre Beato de Liébana. Sobre su vida y su obra. Porque no sabemos una mierda, hablando en román paladino (él, a veces, le daba al román paladino). Pero arriesgamos.

De primeras… sí, Beato, se llamaba Beato. Nombre propio muy habitual en la época, perdido hoy, porque no conozco a nadie que le digan Beato Jonathan de Jesús, la verdad. La versión femenina sí la hemos conservado, y seguro que tienen ustedes alguna amiga Beatriz.

Y el resto… A ver, nació en torno al año 750 y murió a finales del siglo VIII o principios del IX. El dónde vio la luz pues… él se decía «lebanense», o sea «lebaniego». Vamos, que de la Liébana, un valle de valles (cuatro grandotes, cientos más chiquitines) en la parte occidental de Cantabria. Sucede que, durante la alta Edad Media, eso que decimos Liébana era más vasto. Y que ni siquiera sabemos si Beato se decía «lebanense» por ser donde nació o por ser donde pació. Hay una teoría, incluso, que a mí me parece potentísima, y que nos habla de un Beato, aun no lebanense, currando con toda su parsimonia en cualquier monasterio del Duero. Sí, lo que llamaban «Desierto de la centuria siete», pero ahora sabemos que no fue tal. Y eso, que por allí bajaban de vez en cuando los cristianos septentrionales a secuestrar curillas, porque cuando tú quieres crear un nuevo Estado (o lo que se crease en la Edad Media, no vine aquí por la terminología) necesitas funcionarios (los hombres del medievo eran poco ultraliberales, ya ven), y los funcionarios tienen que manejarse en lectura y escritura, y esos solo eran, allá por el 770, añito arriba o abajo, monjes y similar. Vamos, que igual a nuestro Beato le hicieron fuga de cerebros pero al revés. Cero pruebas (sobre este caso, de otros sí tenemos noticia), pero me encanta la idea.

Y eso, que cae por las tierras del norte, en ese espacio incierto, todavía ni reino, estipendiario de los musulmanes, con luchas intestinas, superpoblación y un asco gordo entre los emigrados del sur (que eran altos, rubios y visigóticos, tipo Chris Hemswoth) y los autóctonos del norte (que tendían más a Paul Rudd). A ver, es generalización, pero sí que había problemillas, porque quienes huyeron de la invasión musulmana fueron los jerifaltes, y los jerifaltes estaban empezando a desarrollar un protofedualismo consistente en currar cero y hacer servidumbres por doquier, y eso gustaba regu en las riberas del Cantábrico, donde eran más de brañas comunes y morirse de hambre. Sumen a eso desgobierno, recelos, huestes de Alá bien cerca y una estructura política, aun existente en la zona meridional, que dice gobernarlo todo (se lo cuento después). Verán que el sitio no era precisamente un spa.

Y ahí cae nuestro Beato de Liébana.

Y ahí vamos a fisgarle un 26 de noviembre, año 785. 

Cojón del diablo es algo feísimo

Estamos, ese día, en Pravia. Convento de San Juan Evangelista, por concretar. Hoy le dicen iglesia de Santianes, y es sitio muy recomendable para ir.

Mires donde mires hay peces gordos. Gordísimos. Lo más granado de aquella sociedad. Y no es para menos, oigan. Todos se han reunido para ver cómo Adosinda, viuda del rey Silo, hace profesión religiosa. Así que fiesta de altísimo copete, porque no se ve a menudo lo de un rey (o reina) emérito. Sumen que Adosinda no se cargó ningún elefante, ni disparó al pobrecito Mitrofán, ni siquiera se le conocen cuernos de envergadura. Ella, más bien, estuvo para lo de regir y mover hilos. Era hija de Alfonso I y Ermesinda. O, dicho de otra forma, era nieta de Pedro, el duque de Cantabria (poder civil) y Pelayo (poder militar). Linaje selecto, sí, pero es que continuamos: casó con Silo, así que reina (o lo que fuese). Hermana de Fruela I, medio hermana de Mauregato, tía de Alfonso I, hermanastra de Aurelio y Bermudo. Todo el siglo VIII en estas umbrías tierras sobre los hombros de la señora. 

Y eso, que Adosinda ha dejado todo atado y bien atado, y se retira a descansar. Y, entonces, fiestón con los grandes de la Corte. Imaginen: bimbo con Nocilla, calimochos, un mayordomo ofreciendo pirámides de ferrerorrochés. Imaginamos que Beato se abstuviera, porque hay que conservar la línea.

Que Beato esté allí nos muestra su importancia, porque los donnadies no podían estar invitados a tal evento (los donnadies, si miras fechas, andan curando carne de chon para que comiesen todos esos desocupaos). Acude con su discípulo Eterio (eran muy colegas) y en Pravia se dedicó a lo que se dedica uno en estas cosas: fisgonear. Que si no sabes quién se acuesta con quién. Que si a ese lo pillaron en mitad del monte folgando. Que si hay un hijo que no es hijo sino nieto. Y etcéteras. En tales andan cuando a Beato se le acerca el abad Fidel con clara intención de malmeterle. Oye, Beato, coleguilla… ¿no sabes lo que anda diciendo de ti Elipando? Sí, hombre, Elipando, el arzobispo de Toledo. Coño, mira, qué casualidad, tengo aquí una carta que me envió hace unos meses y donde te pone verdísimo. Joer, ya es suerte que la llevase encima, ¿eh?

(Malmeter es algo que siempre luce en tales reuniones, parece).

La carta venía a decir, con pocos matices, que Beato era un hereje y un discípulo del demonio. «Es un antífraso», escribió el simpático Elipando. Vamos, que significaba lo contrario a lo que debería decir. O, se lo traduzco: que lleva por nombre «Beato» pero es un pecador de la pradera.

Recapitulación. Espera un minutuco: ¿Elipando? ¿Arzobispo de Toledo? ¿Pero no están ahí los musulmanes? Pues sí, pero no. Digamos que los siervos de Alá dejaron seguir a la Iglesia hispana con sus ritmos, sin importunarles demasiado. Tampoco a su grey, por decirles todo, que pagando pequeño impuesto continuaban casi como antes. Más aun, si hasta algunos se decían herederos de los visigodos. Sí, sí, seguro que se lo han contado de otra forma, ay. Por eso en el norte, al principio, lo que querían es salpicarse de tal tradición, vender que lo suyo era nuevo, era guay, era cool. ¿Visigodos? No joda usted, visigodos son los que pactan con sarracenos. Nosotros no nos rendimos.

Ejemplo de esa rendición era Elipando, que seguía ejerciendo como arzobispo de las Hispanias, y, como tal, «gobernaba» clericalmente las tierras de Liébana. Que estaba por encima de Beato en la pirámide, para entendernos. Sucede que este Elipando pilló al vuelo, por mejor vivir, una de esas herejías medievales que tan tontorronas nos parecen hoy. El adopcionismo. ¿En pocas palabras? Que Jesús es hijo de Dios, pero solo adoptivo. Ya ven, fruslerías. De esta forma salvaba problemas teológicos con el islam y podía seguir tocándose las narices en Toledo, que está precioso en esta época. Sumen a eso que adopcionistas eran los arrianos, y los antiguos visigodos habían sido arrianos, y así Elipando se nos reviste aun más visigóticamente. Lo sé, suena un poco cínico, pero qué quieren.

Pasa que Beato vio allí zanja, y empezó a currárselo. Él, como representante del norte, de lo que terminará siendo Reino de Asturias, quiere desligar futuro político (y religioso) de cualquier cosa que atufe a sur. Así que empieza a ciscarse en el adopcionismo, y a Elipando le hace gracia regular. Como era persona de verbo fácil, nuestro toledano predilecto (después de Bahamontes) dice de Beato eso tan feo de la antífrasis, comenta que le pega al alpiste y cuenta que tiene boca hedionda (por sus palabras sería, pero qué insulto tan pestilente). Beato responde, y responde bien. En lo teológico (con el Apologeticum) y en lo insultador (llama a Elipando cojón del Anticristo, cojón del Anticristo… visualicen… es que es doloroso, es horrendo, es muy gráfico: cojón del anticristo).

Ay.

Como esto es una revista seria… el Apologeticum. Digamos que es la contestación de Beato a toda esta movida del adopcionismo. Pajas mentales entre curas, si quieren, pero consecuencias gordas. Porque la discusión estaba por todo el continente, y hasta se convocaron dos concilios para tratar asunto (en Frankfurt y en Ratisbona), y terminó ganando la tesis de Beato. Pero es que gana por boca de Alcuino de York, que era mano derecha de Carlomagno para asuntos de sotanas. Y Alcuino sostiene lo que sostiene Beato. Más aún, Alcuino se cartea con Beato, y cita a Beato, y Elipando le dice «discípulo de la Liébana». Y es de esa forma, de esta sencilla manera, como un pequeño territorio sin importancia alguna, una serie de valles muy verdes donde llueve mogollón, entran en la historia de Europa con fanfarria. Eh, no tenemos soldadesca, pero damos lecciones al rey de los francos y los lombardos. Cuidao con nosotros. 

Pongan esa muesquita en el mapa de Iberia, por favor.

Primer set para Beato de Liébana.

Música de Hevia, gallegos por el mundo

Vale, segundo set para Beato de Liébana: el Camino de Santiago. Que igual les suena, a ustedes, el Camino de Santiago. Guiris rojos como centollas, pijipis con los pies llagaos, Paulo Coelho hasta el culo de peyote y botillo berciano… ese ambiente. Más o menos, oigan, habrá de todo. 

Y se lo inventó Beato de Liébana.

(La afirmación que acaban de leer es un triple salto mortal, un tiro sobre la bocina, un gol desde tu área. No me la tomen muy en serio, si son de natural literales. Si gustan encontrar cabos a las historias… lean, lean). 

A ver, se lo inventó… creó una cosa que se llama el O Dei verbum, y que es un coñazo curioso, y que ni siquiera sabemos si escribió él, aunque data de época de Mauregato, y vaya usted a sacar copyrights. Pero nosotros seguimos a don Claudio Sánchez Albornoz, que dos o tres asuntos sabía, y damos por buena su tesis de que fue culpable Beato. Culpable, sí. ¿Importancia? Literariamente mínima. El O Dei verbum es un himno litúrgico con mucho de grandilocuencia vulgar y ripios que te los firma Joaquín Sabina. ¿Ejemplo? «Rex et sacerdos cui sacri lapides en ter quaterni onychinus, achates, gliscunt beryllus, saphirus, carbuculus, uel amethystus, saldios topasius, smaragdus, iaspis, ligurius, chrysolitus». Y chimpún. Vamos, que coñazo gordo. Qué esperaban, si arriba hemos citado a Paulo Coelho.

Pero hay cosas más importantes. Tiempos, contenidos. Porque este himno estaba pensado para cantarse el 30 de diciembre. Busquen, busquen santoral. Traslación de Santiago Apóstol. Y Beato nos cuenta otros temitas. Uno importantísimo. 

«O vere digne sanctios Apostole, caput refulgens aureum Hispaniae! Tutorque nobis, et patronus vernulus. Vitando pestem, esto salus coelitus».

O, en cristiano (aunque ya me dirán ustedes si «en latín» no es más «en cristiano»): «Oh, apóstol santísimo y digno de alabanza, refulgiendo como cabeza áurea de Hispania, nuestro protector y patrono, sé nuestra salvación del Cielo contra la peste»

Relean, es la referencia más primitiva sobre Santiago como patrón de la Hispania. Es, también, una reivindicación. Una de carácter político. Nosotros estamos aquí, en las montañucas del norte, pero todo esto, todo lo que cae hasta las Columnas de Hércules, es uno (y no trino, ni musulmán). Vamos, que esos visigodos antiguos lo hicieron guay. Y sí, ya sé que quedan visigodos, pero es que los buenos cristianos somos los lebanenses y adláteres. ¿Los otros? Unos usurpadores. Volveremos. Es, otra vez, la tesis de que esos primeros focos de resistencia septentrional querían desligarse del postrer Reino Visigodo. Que eran algo nuevo, un conglomerado de ideas y facciones. Algo con intención expansiva, como los señores sentados en el metro.

Vale, ahora, causalidades y casualidades. Esto lo escribe Beato, se piensa, en torno al 785. Como la distribución de libros estaba fatal entonces, pues tarda unos añitos en extenderse, pero lo peta de forma gorda. Y, mira tú, es que ande todo el mundo cual eurofán con lo de Santiago en el norte y pumba, ¿no van y nos descubren su sepulcro sobre el 813? Jo, cuando las cosas salen bien. Usted, el del fondo, el que arquea una ceja, expulsado por iconoclasta. Y eso, que sin (casi) solución de continuidad se encuentran los huesos de Santiago (o de un perro, o de Prisciliano, o uno de vaca para darle sabor al caldito, vaya usted a saber), y todo el mundo empieza a ponerse frenético. Primero, por los signos… el O Dei verbum es profecía pura y dura, amiguetes. Y segundo con el tema peripatesis. Dicen que si el primer peregrino fue Alfonso II (suponemos que sin lágrimas y sobreactuación a su llegada, porque no había tiktok). Pronto el papa dice que guay, que todos a Santiago, que perdonamos pecados vuestros etcétera. Y, sobre todo, esa noción gusta mucho pasando los Pirineos. Vean, vean el llamado «Camino Francés» sobre un mapa de la península ibérica. Trae cultura, dinerines e intercambios de todo tipo… pero también sirve como frontera militar supereficiente frente a sarracenos y similar. Cuentan que si ya Carlomagno estaba empujando el asunto aun antes de descubrir la tumba, dicen que si a Ludovico Pío le sonaba esto maravillosamente en sus muy santas orejas. Un win-win: tú promueves la gran autopista altomedieval, y en sus márgenes surgen burgos cada vez más gordos, porque donde hay paisanos hay negociete. Y los burgos cada vez más gordos tienen murallas cada vez más gordas, y cada vez más individuos para atender anubdas y mesnadeos. Y, en resumen, la próxima vez que los de Al-Ándalus miren con cariño lo que queda de Somport para arriba tendrán que ir superando mogollón de asedios y batallas por lugares que ya no son aldeucas chicas, sino auténticas metrópolis. Sin rascacielos, vale, pero metrópolis. 

¿A que ahora cuadra todo?

Pues ya saben, cada vez que su cuñao Jesús José les pegue la trisca con el Camino de Santiago, su renacer espiritual y esas morcillas tan deliciosas que probó en 1997, echen la culpa a Beato de Liébana. 

El apocalipsis va a llegar… déjame hablar, déjame hablar, sí, sí, sí

Y tercer set para Beato de Liébana. 

Porque ustedes han venido para que les hable del apocalipsis. El apocalipsis. Son un poco fúnebres, ustedes, tiene morbo, visten túnicas, se comen rulas de seis en seis. O algo parecido. El apocalipsis. Sean bienvenidos al mundillo del best-seller, el sexo grupal y las interpretaciones con música «tirurí, tururí». 

Los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana. 

Bien, aclaraciones. El libro es… densito. Aparece citado en El nombre de la rosa (guapísimo Sean Connery cuando pronuncia «Beato de Liébana»), pero no esperen nada de ese rollo. Digamos que nuestro monje predilecto se dedica a desgranar cada capítulo y versículo del Apocalipsis a partir de lo escrito por más de cuarenta autores. Vamos, que Pepito dijo esto de tal, y Juanito dijo aquello de cual. Solo que Pepito y Juanito son Ireneo, o Ticonio, o Bacchiario, o Filastrio, o Cipriano, o Gregorio Magno. Qué hacía semejante monstruosidad de biblioteca (siglo VIII, recuerden) en la Liébana es uno de los misterios que esconde todo este rollo.

Así que tampoco había mucha acción e intriga. Bueno, más allá de que se acaba el mundo y esas cosas, pero ustedes me entienden. Claro que la temática lo petaba bastante en el Medievo, porque vivía todo el mundo con el milenarismo aquí, en la misma nuca. Así que best-seller. Cada vez que hubo terrores empezaron a venderse los «Beatos» como rosquillas (símil). Y hubo terrores en el año 800, en el 1000, en el 1033, con las distintas pestes… El sueño de cualquier editor. De cualquier editor sin escrúpulos, vaya.

Ahora, ¿por qué se lanza nuestro querido Beato a tan ingente, aburrida, tediosa y consternante tarea? Pues por dos razones. Dos razones bien cucas, dos razones como para dedicar vida a esas dos razones. Saquen papel y boli, por favor.

La primera es puramente política. Sí, otra vez. Y, seguro que se imaginan, buscar distinguirse de esos paisanucos que quedaron al sur. Los Elipando and company, los que se dicen visigodos. Los del adopcionismo, los que miran tesis arrianistas con amor y nostalgia. ¿Recuerdan nuestra idea de base? Septentrión quiere independizarse de esas tesis, septentrión exhibe ser algo nuevo. Y ¿saben qué herejía no reconoce al Apocalipsis entre los libros revelados? A ver, el del fondo, el de la camiseta de Iron Maiden. Muy bien: el arrianismo. O, dicho de otra forma, si Beato estudia el Apocalipsis es, también, para distanciarse aún más de ese reino visigótico que ya nunca va a volver.

Pero hay otra razón. Gordísima, fundamental. De reírse mucho, si quieren. Beato de Liébana escribe sobre el Apocalipsis porque… en fin, porque es un apocalíptico. Vamos, que tenía convencimiento firme de que el mundo se iba a tomar por el culo. Pero con fecha exacta, oigan. Veamos.

Digamos que Beato estaba bastante cebao leyendo el Apocalipsis. Allá, en su monasterio de Turieno, a pocos kilómetros de donde está hoy Potes. Cantabria, por si ven ustedes Telecinco. Y en esto que echa el tío cuentas. Sumo aquí, resto allá, me llevo una, me faltan tres, aquí me saco un seis de la manga. Hop, conclusiones. No jodas… esto es trascendente, muy trascendente. Así que sale Beato de su cámara, se calza unas albarcas, baja a toda leche donde Ordoño de Liébana, que era el señor del lugar, seguramente con rango de conde. Ordoño, amiguete, mira, una cosa. Sí, qué tal, qué tal tu vida… guay, ¿no? Tener siervos es que da mucho confort. Y eso, que había venido a decirte… mira, me he puesto a hacer cálculos y se acaba el mundo el domingo. Sí, sí, el domingo, como lo oyes, el domingo de madrugada. Ya es mala suerte, ¿verdad?, tenía un libro a medio escribir. Pero, mira, los designios de Dios, que son insondables. Y eso, quería darte aviso, porque eres majo. ¿Qué hacemos?

Ordoño es un paisano pío, y dispone. Nos subimos todos a este monte de aquí al lado. Todos. Tú, yo, la señora, los más selectos de entre toda Liébana. Y esperamos allí la Jerusalén celeste. Picnic del fin del mundo podríamos decirle. Imprime invitaciones. Sucedió que… bueno, una vez en la campa les dieron las diez y las once, y luego las doce, y la una, y las dos y las tres, y aquello no se acababa, y todos quedaron bastante chof, y Ordoño mandó comer y beber hasta jartarse, para «estar satisfechos» al morir, y uno es mal pensado y piensa en otros apetitos, además de la pitanza. Vamos, que aquello fue mezcla entre rave, orgía y canciones de kumbayá. Graciosísimo.

Por esas dos razones escribió el de Liébana lo que escribió. Que luego a ese texto le pusieron dibujines, y se hicieron códices miniados, y por «Beato» se conocen estos durante toda la Edad Media. Algunos son lujosísimos, preciosérrimos, de Cirueña (siglo IX) en adelante. Tienen simbología con los colores, con las figuras, tienen mapamundis, dédalos, reproducciones de castillos, de bibliotecas, tienen personajes recogiendo cereal y cuervos devorando tripas. Tienen estos Beatos, incluso, a la primera mujer que firmó su obra. Se llamaba Ende (o Eude), vivía en el monasterio de San Salvador de Tábara, e iluminó con maestría lo que hoy dicen «Beato de Gerona». Con maestría y orgullo, porque aparece al final su rúbrica. Ende Pintrix et Dei Aiutrix. Ende, pintora y ayudante de Dios. «Anónimo» fue, durante siglos, nombre de mujer… hasta Ende.

Y eso fue en un Beato.

Juego, set y partido. 

Qué personaje, este Beato. Aunque le oliese el aliento.

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5 Comentarios

  1. Pedazo de artículo sobre una época poco conocida pero importantísima.
    Pañuelo blanco al viento…..

  2. José Luis

    Tremendo y espectacular artículo, creo que me he vuelto un poco visigodo. Larga vida al Beato!

  3. Buenas risas me he echado Marcos que falta hacen, aunque en la soire de Pravia para picar igual sacaron bollos preñaos, huevos cocidos y sidra. Y algo de orujo y unos sobaos que se trajera el primo de Liébana.
    Hace unos años visité en Potes (que al que no le interese el asunto que nos ocupa es un sitio estupendo para visitar, con una ambientazo y unos paisajes tremendos) una exposición cojonuda acerca del Beato, no se si temporal o permanente, pero muy, muy recomendable.

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  5. E.Roberto

    Sólo un irreverente y piadoso hereje puede escribir estas cosas. Usted no defrauda jamás, así hable de bici o de monjes. ¡Ah!, si los Padres de la Iglesia hubiesen tenido aunque fuese un poquito de humor y cultura como el suyo, cuántos dolores de cabeza, rodillas (sobre granos de maíz y a rezar) y lomos estríados nos hubiéramos ahorrado. De rebote ha traído un tema que me apasiona: los visigotos, en este caso españoles, u ostrogotos o cualquier otro gótico incluyendo la extinción misteriosa de los vándalos, torvos tipos de armas tomar sin miramientos y botín (no botines) enterrar, todos germanos, o sea rubiecitos y de ojos claros, que son muy distintos al tópico que tenemos nosotros de los españoles (todos gallegos sin importar latitudes), o sea la gran y reverenciada icona, producto sublime de nuestro inolvidable “gallego”, Quino y su personaje: Manolito, que de gótico no tenía nada. No me queda otra que pensar que sí, que también los hiberosgotos llegaron a nuestras playas, pero para no perder la costumbre de laburar lo menos posible y hacer laburar lo más posible a los demás hicieron su Agosto en tierras indoamericanas, con sus guerras sobre todo. “España, más que sueño pesadilla, o “íncubo” para no olvidar a los tanos, y, sin embargo, cada tanto me hallo rodando por caminos polvorientos con un sol arriba que hasta quema las ideas en busca… ¿de qué? Vaya a saber. Tal vez el lugar desconocido donde nació mi viejo y su manera de hablar en los que se quedaron, o de esas piadosas mujeres vestidas con negros rebozos y de antigua fe cristiana, como dijo un poeta, que ya no están más, ni él ni esas ancianas que poblaban las iglesias y los caminos domingueros”. Muy bueno, don Marcos, buenísimo. Gracias.

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