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Cerebro(s) en el CCCB

Cerebro
Cerebro (s) en el CCCB.

Jot Down para CCCB.

Resulta irónico que el universo más inexplorado del que tenemos constancia no se ubique en alguna lejana galaxia del espacio exterior, ni en las profundidades ignotas de nuestro propio planeta, sino en el interior de cada uno de nosotros. Ochenta y seis mil millones de neuronas chispeando impulsos eléctricos y químicos que no solo permiten a los seres humanos sobrevivir a su entorno, sino también imaginar, sentir, elaborar conciencias, analizar, crear y aprender.

El cerebro, un órgano compartido con la mayoría de entidades vivas que nos rodean. Una cápsula para toda clase de mentes e inteligencias. La máquina más fascinante, y al mismo tiempo la que encierra los mayores misterios entre sus engranajes. El protagonista absoluto de la exhibición Cerebro(s), comisariada por Richard Solé y Emily Sargent, que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona acoge bajo su techo hasta el 11 de diciembre. Una muestra que tiene lugar en un momento de nuestra historia donde los límites biológicos, físicos y digitales entre los tipos de mentes cada vez se presentan más diluidos, y los debates políticos y éticos cada vez más acalorados.

Cerebros
Cerebros de personas educadas (década de 1890).
Imagen: Division of rare and manuscript collections, Cornell university library.

La doctrina de la neurona

A finales del siglo XIX, en una época en la que los microscopios no permitían obtener una imagen detallada del sistema neuronal, Santiago Ramón y Cajal aplicó sobre los tejidos cerebrales una técnica, ideada por Camillo Golgi, que le permitía teñir, a base de soluciones de plata, cada célula por separado para obtener una mejor estampa de sus suntuosas siluetas. Armado con el microscopio más potente que pudo encontrar, un lápiz y una montaña de folios, Cajal tomó nota de los resultados tirando de su maña artística: dibujó sobre decenas de hojas, a mano alzada y con minucioso detalle, los contornos de las células y las protuberancias que de ellas brotaban, visibles por primera vez gracias al tintado plateado. El hallazgo le llevó a postular la «doctrina de la neurona», la idea de que las neuronas son células discretas, genética y metabólicamente diferenciadas, en lugar de una trama homogénea. Entidades poseedoras de un cuerpo celular y de una serie de expansiones, capaces de ejecutar transmisiones.

Aquella doctrina de la neurona defendida por Cajal acabaría convirtiéndose en el principio fundamental de la neurociencia. Sobre la mesa del científico, cada una de las ilustraciones realizadas a mano contenía torrentes de neurotransmisores y conglomerados celulares, imágenes que se asemejaban a árboles exuberantes, a mapeados de ríos repletos de afluentes o a extrañas esculturas quiméricas. Dibujos que, fuera de su contexto médico, podrían pasar por algo que solo puede crear un cerebro: obras de arte.

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Dibujos de Ramón y Cajal.

Semir Zeki, catedrático de Neuroestética en el University College de Londres, descubrió, en el ocaso de los noventa y gracias a un estudio propio, que el hecho de crear o contemplar obras pictóricas hermosas producía un considerable aumento del riego sanguíneo en los sectores del cerebro asociados con el placer. Un estímulo que llegaba acompañado de reacciones positivas en el sistema nervioso, en las emociones y en los patrones de ondas cerebrales. El arte corroborado científicamente como motivo de satisfacción para la mente humana, pero también entendido como consecuencia de aquella, porque las obras de arte solo pueden ser fruto de la inteligencia humana.

O al menos eso es lo que creíamos hasta hace dos tardes, antes de ser conscientes del advenimiento de inteligencias artificiales como DALL-E, Stable Diffusion, Midjourney o StyleGAN. Programas al alcance de cualquiera que, tras ser entrenados analizando bases de datos con millones de obras ajenas, pueden aprender a crear cualquier tipo de pieza que demande el usuario: desde las calles nocturnas de Edward Hooper reinterpretadas con los trazos de Vincent van Gogh, hasta retratos fotorrealistas de rostros humanos que nunca existieron, pasando por parajes futuristas con aroma a Moebius y portadas de la revista Heavy Metal o ensoñaciones surrealistas nacidas por azar entre algoritmos caprichosos. Resultados que incendian disputas sobre la idea de autoría o la naturaleza del arte. Cerebros artificiales, ensamblados por mentes biológicas, que llevan décadas perfeccionándose y anunciando públicamente su irrupción en nuestra forma de entender la inteligencia desde que, en 1997, un ordenador llamado Deep Blue derrotara en una partida de ajedrez al maestro Garri Kaspárov.

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Garri Kaspárov (izquierda) en una partida de ajedrez contra el ordenador de IBM Deep Blue (1997)
Imagen: Archivo photoaisa.

Las neuronas artificiales se han demostrado capaces de imitar las pinceladas de los artistas más virtuosos, o de derrotar a reyes legendarios sobre el tablero, pero aún carecen del componente más importante del ser humano: el alma. En el siglo XVII, René Descartes desmenuzó al individuo mediante una hipótesis dualista que diferenciaba el alma (res cogitans) del cuerpo (res extensa), al tiempo que también fantaseaba con la idea de un autómata humano.

Dos siglos más tarde, la conciencia se ha convertido en uno de los principales objetos de estudio de la neurociencia a la hora de analizar nuestro cerebro. Con los investigadores tratando de acordonar el origen y las razones del libre albedrío, la experiencia consciente o la identidad del individuo, todavía resulta difícil vaticinar si en algún futuro el silicio será capaz de albergar aquello que nos hace humanos y se esconde entre los recovecos del cerebro.

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Portada de la revista Time. The weekly newsmagazine del 23 de enero de 1950 (Cortesía de Joan A. Pastor Collado). Revista Byte, enero de 1978 (Cortesía de Jordi Delgado)

En los laboratorios de la Universidad de California de San Francisco han logrado, a base de estimulación cerebral profunda y lo que vendría a ser un marcapasos para la mollera, idear un método para mitigar la depresión solo cuando sus síntomas comiencen a manifestarse. El mismo centro también se ha presentado con éxito una neuroprótesis capaz de transformar en palabras los pensamientos de pacientes con una parálisis severa que les impida vocalizar correctamente. En el boletín Current Biology, un grupo de científicos detalló cómo lograron comunicarse con diferentes personas a través de sus sueños. En Utah, los investigadores del John A. Moran Eye Center han fabricado un dispositivo, compuesto por un implante en el ojo y unas gafas con cámara incorporada, que permite a las personas invidentes distinguir siluetas sencillas en su entorno. Lo sorprendente es que todos estos descubrimientos tuvieron lugar en 2021 y tan solo constituyen una ínfima fracción de los avances de la neurociencia. Porque la mayor parte de ese inmenso terreno de juego sobre el que se trabaja aún es territorio desconocido.

Las otras mentes

Pero no solo de sesos humanos vive el científico, porque la biosfera cognitiva que habitamos está constituida por una inmensa variedad de mentes de todo tipo, formas y funciones. Gusanos, como la planaria, que poseen la masa neuronal mínima exigible para ser considerados usuarios de cerebro, arañas de escasa sesera que tejen telarañas gigantescas como antenas a modo de extensión de sus sentidos, mamíferos cuyos cerebros han evolucionado de forma independiente durante los últimos trescientos sesenta millones de años, pulpos con redes neuronales que se extienden a lo largo de cada uno de sus tentáculos construyendo una mente fraccionada, o ejércitos de hormigas conectadas entre sí formando un superorganismo poseedor de un cerebro colectivo y líquido capaz de coordinarse.

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Cerebro (s) en el CCCB. Martí E. Berenguer (2022). Imagen: CCCB.

El abanico de inteligencias existentes a nuestro alrededor es tan variado y colorido como para haberse convertido en un material ideal para alimentar musas a lo largo de toda nuestra historia. Los experimentos de Giovanni Aldini con baterías eléctricas aplicadas al cerebro inspiraron las páginas del Frankenstein de Mary Shelley. Las mentes líquidas de los insectos avivaron ciencia ficciones al servir como base para imaginar colonias de cientos de seres, controlados por un único cerebro, que adoptaban la forma de los antagonistas extraterrestres de las novelas de la saga El juego de Ender, los borgs de la serie Star Trek, o la amenaza de películas como La invasión de los ladrones de cuerpos.

La percepción del cerebro como un órgano enigmático propició que la leyenda urbana de que solo utilizamos un diez por ciento de su potencial sirviese de excusa para desatar todo tipo de dones en las páginas de los tebeos superheroicos, en cintas como Origen o Lucy, y en novelas como la serie Fundación. La trascendencia del cerebro como icono lo no solo lo convierte en mito, sino también en un inmortal artefacto pop.

Cerebro (s) en el CCCB

El físico y biólogo Richard Solé junto a Emily Sargent, comisaria de exposiciones de la Wellcome Collection, presentan durante estos días y hasta el 11 de diciembre la exhibición Cerebro (s) en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Una muestra nacida a partir las exposiciones Brains: the Mind as Matter (2012) y States of Mind: Tracing the Edges of Consciousness (2016), donde se aborda la existencia del cerebro y las cuestiones que genera: cómo opera la consciencia, el origen de la creatividad, las consecuencias que acarrea la degradación de la mente, los diferentes tipos de inteligencia, o la creación de máquinas con patrones inteligentes.

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Cerebro (s) en el CCCB. Martí E. Berenguer (2022). Imagen: CCCB.

Cerebro (s) se compone de más de trescientas piezas en exposición, trazando un itinerario a través de los recodos del cerebro que se presenta diferenciado en tres etapas: Materia, Mente y Otras mentes. En la primera de ellas, se aborda el papel del cerebro como objeto de investigación a lo largo de la historia y su constante equiparación con la tecnología punta de cada una de las épocas.

De este modo, Materia acoge a modo de gabinete de curiosidades una gran muestra de materiales históricos, que abarcan desde el siglo XVII hasta el siglo XX: dibujos histológicos elaborados por Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal; objetos de anatomía antiguos; ediciones de época de las obras de René Descartes, Vesalius o Thomas Willis; grabados e ilustraciones; instrumentos de cirugía; documentación original de la máquina analítica de Charles Babbage y Lady Ada Lovelace que se convertiría en precursora de la informática moderna; fotografías; e incluso maquinaria de época diseñada por Leonardo Torres Quevedo, aquel ingeniero que hablaba esperanto y con sus creaciones comenzó a caminar por el campo de la cibernética cuando el resto del planeta no tenía ni idea de lo que quería decir aquella palabra.

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Cerebro (s) en el CCCB. Martí E. Berenguer (2022). Imagen: CCCB.

El apartado Mente analiza el cerebro y la conciencia como procesos donde la memoria es un elemento fundamental, repasando el estado actual de la neurociencia y las exploraciones filosóficas y éticas que realizan diferentes artistas de dichos conocimientos. En esta sección se alojan experimentos científicos de grupos de investigación barceloneses, una instalación ideada por Laramascoto que toma como punto de partida el exocerebro artificial enunciado por el antropólogo mexicano Roger Bartra, autorretratos del artista William Utermohlen afectado por el Alzheimer, fragmentos del documental sobre la agnosia dirigido por Joaquim Jordà, o la experiencia inmersiva de Alex Guevara creada en torno a la grabación de su propia actividad neuronal mientras duerme.

Por último, el apartado Otras mentes propone recorrer las curiosas inteligencias que habitan la biosfera cognitiva más allá del cráneo del ser humano: células simples capaces de resolver problemas matemáticos, inteligencias artificiales programadas para imitar el funcionamiento de nuestros cerebros, la mente colectiva por la que se guían numerosos miembros independientes de una especie, o los robots biológicos, especímenes vivos sin cerebro que dan muestras de comportamientos básicos. Otras mentes también da cobijo a telarañas tejidas por Tomás Saraceno como extensiones de la mente de ciertos insectos, material documental de los primeros congresos de inteligencia artificial, e instalaciones de arte contemporáneo sobre IA y creatividad de la mano de artistas como Joan Fontcuberta, Roc Parés o Patrick Tresset. En esta sección también se exponen investigaciones recientes sobre algunas de las mentes alternativas más llamativas: el physarum, un hongo capaz de salir de un laberinto para localizar alimento; xenobots de cerebro o formas de vida sintética; la insólita propuesta de convertir a un pulpo en actor principal de una obra teatral de Stefan Kaegi; o la inteligencia colectiva que Xavi Bou retrata en sus ornitografías, bandadas de pájaros que gracias a las fotografías superpuestas de sus trayectorias aéreas dibujan esculturas fabulosas en el cielo.

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Cerebro (s) en el CCCB. Martí E. Berenguer (2022). Imagen: CCCB.

En conjunto, Cerebro (s) agrupa tres centenares de piezas reuniendo las creaciones de más de una veintena de artistas contemporáneos, decenas de obras provenientes de colecciones históricas, veinte proyectos científicos y sesenta audiovisuales entre material documental, de archivo y cinematográfico. Una extensa red de investigadores, creadores y pensadores que colaboran tanto en la exhibición como en el programa de actividades que la acompaña, donde se proponen debates públicos, un ciclo de cine y talleres de mediación. De manera paralela, el canal Cerebro (s) de Filmin ofrece una selección de películas, disponibles hasta el once de diciembre, relacionadas con la temática de la exposición.

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Cerebro (s) en el CCCB. Martí E. Berenguer (2022). Imagen: CCCB.

El CCCB (Montalegre 5, El Raval, Barcelona) alberga la exposición Cerebro (s) hasta el 11 de diciembre de 2022. Para más información sobre la muestra, el programa de actividades disponibles y las reservas previas se anima a los interesados a consultar su página oficial. En la misma, Ricard Solé, comisario de Cerebro (s), también propone, a modo de aperitivo previo a la muestra, un interesante y muy curioso repaso a los diversos tipos de mentes que habitan la Tierra: Cerebros alternativos.

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