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Descubrí el paradero secreto de Hitler en las memorias de Espartaco Santoni

Espartaco Santoni y Tita Cervera

De Santoni, recuerdo a una actriz española muy guapa —de los años 70: no voy a nombrarla— que cayó en sus redes. ‘¿Cómo puedes?’, le pregunté en privado, horrorizada. Hizo un gesto expresivo con las manos —pueden imaginarlo: el tamaño importa— y añadió: ‘Me manda rosas cada día y un Rolls-Royce con su chófer para recogerme. ¿Quién puede resistirse?'».

Maruja Torres, El País, 19 de Noviembre de 2011

Ni sé la de entierros de notables que habré visto en los medios a lo largo de mi vida, pero si tuviera que recordarlos, solo me vienen a la cabeza dos: el de Fernando Fernán Gómez, porque envolvieron su ataúd con una bandera rojinegra libertaria, y el de Espartaco Santoni, porque fue una fiesta bastante inusual, con mariachis y todo, donde los asistentes, lanzando flores, reían y lloraban a la vez. Si hubiese sido una performance de la La Fura sobre las esencias de la piel de toro habría recibido varios premios.

Lo gracioso es que ese funeral, el del productor y actor Espartaco Santoni, pudo celebrarse en plan festivo de pura casualidad. Pocos lo recuerdan, pero ETA quería meterle un tiro en la nuca. Cuando la policía detuvo el 21 de marzo de 1998 al etarra «Txetxu», José Luis Martín Barrios, miembro del Comando Andalucía, confesó que tenía órdenes de «Kantauri», José Javier Arizcuren Ruiz, de atentar contra Espartaco Santoni en Puerto Banús “mediante disparos”. Los etarras recibieron las órdenes en Francia y llegaron a alquilar un piso en Marbella en 1997. Finalmente, las Fuerzas de Seguridad del Estado abortaron un plan que podía haber llevado en la actualidad a miembros de la banda terrorista necesitados de liquidez a discutir pormenores de este plan en platós de televisión con quien ustedes saben. Justo lo que necesita ahora el país.

Así, Santoni al menos pudo terminar sus días muerto por una enfermedad en el páncreas, rodeado de los suyos, y no tirado en el suelo con el pañuelo de pirata que lucía al final de su vida en un charco de sangre. Una vida, la suya, llena de claroscuros, pero toda una odisea de amor y lujo, con paradinha incluida en la Cárcel de Carabanchel, en el módulo de los presos más peligrosos. Un periplo que le llevó a hitos tan dispares como producir Campanadas a medianoche (Falstaff) de Orson Welles, premiada en Cannes, y tener un papel de honor en la primera entrega de Torrente. De gestionar locales de éxito en varios países donde se codeaba con lo más de lo más, a vender sus memorias a la revista Lecturas porque no tenía un duro, en palabras del entonces alcalde de Marbella, Jesús Gil y Gil. Sujetos con estas biografías ya no nacen.

Ese libro de memorias que traemos a Busco en la basura algo mejor se editó en Caracas. No está exento de faltas de ortografía y errores de puntuación y a veces las tramas se pierden como en un guión de David Lynch, pero engancha y empuja a querer al personaje. La narración es muy ágil y sencilla, pero se gusta. Un estilo que cuando se enfrenta al relato de episodios sexuales, que no hay pocos —digamos que básicamente solo habla de eso— en lugar de evocar de forma embriagadora y estimulante, lo que consigue es invitar a la mofa. Valga como ejemplo esta preciosa frase: “Mi pierna se introdujo entre las de Tita [Cervera] y mi pene rozó la expresión vellosa de su sexo”. Dará risa, pero no se puede negar que es todo un hallazgo. A mí me gustaría tomarla prestada para una crónica futbolística: “Y entonces, Cristiano Ronaldo puso el balón donde le salió de la expresión vellosa de su sexo”. Sí, hay que perfumar un poco el balompié.

El caso es que No niego nada, adquirido por quien esto escribe en la Cuesta Moyano de Madrid hace unos años, es la primera parte de su autobiografía y recopila todo lo que el autor publicó en la aludida revista. Luego llegó una segunda parte, Digan lo que digan, que tras el correspondiente escándalo que suscitó entre las famosas citadas en el libro que se airasen sus trapos íntimos —como que Tita Cervera tenía hemorroides como “racimos de uvas”, sin ir más lejos—, ya se editó en España en Ediciones B. No niego nada comprende desde que nació hasta que fue declarado inocente por un delito de falsedad documental y no sé cuántas cosas más que le llevó a sufrir dos estancias en prisión.

Espartaco no tenía un mal concepto de sí mismo. En la primera hoja del libro coloca dos citas. Una, de Milan Kundera; otra, de Gabriel García Márquez, en el medio, la suya. Las tres hacen referencia a lo hermoso que es amar o estar enamorado de muchas mujeres o personas a la vez sin por ello traicionar a ninguna. Y en las primeras líneas del libro se especifica que se están redactando desde su mansión en “un tranquilo cañón de Beverly Hills”, disfrutando del aire de la montaña y las palmeras, de las ardillas y los pájaros, de sus dos perros, que van a saludarle todas las mañanas. Bien. Nosotros aquí, con un 30% de paro y el presidente del Gobierno dando la cara ante los medios como el ordenador central del Enano Rojo, te leemos con gusto.

Espartaco Garibaldi Borga Santoni era hijo de Ernesto Borga, un caballero natural de Nápoles, grado 33 de masonería, y de Francia Santoni, procedente de Carúpano, ciudad al norte de Venezuela. Su hermana mayor es Italia Fortunata Borga Santoni. Detengámonos aquí. Tal vez este nombre no les diga nada, pero la hermana de Espartaco fue el amor de su vida de otro nombre que tampoco les dirá nada, Mario Brito. Pero yo sé que este nombre les dirá algo a partir de ahora porque se trata de ni más ni menos que El Gran Lotario «La Bestia Negra», un púgil de lucha libre venezolana que luego se pasó al cine y la televisión y participó en 54 telenovelas a lo largo de su carrera como actor.

El Gran Lotario era un inmigrante cubano de gran envergadura que comenzó en la lucha libre cuando esta se puso de moda en Venezuela con la llegada de películas mexicanas del género. El deporte allí se llamó Catch as catch can. Se hizo muy popular en la televisión estatal hasta que el Gobierno suspendió las emisiones. Según las pocas referencias que hay, el Gran Lotario “impresionaba por el movimiento de sus pectorales”. Allí se medía a tipos con apodos como «El Gran Jacobo», «El Tigrito del Ring», «El Fantasmita», «El Chiclayano», «El Gladiador Croata» o «El Dragón Chino».

Pero su mejor historia personal se debe a su faceta como masajista. Lotario tenía un baño turco en El Paraíso. Cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez, estuvo a punto de ser linchado por la turba acusado de torturador de la policía secreta del dictador. Él dijo en una entrevista que se debió a que las masas se pensaban que el vapor de su local se usaba para torturar a los presos políticos. Quién sabe si detrás de esa acusación habría algo más fundado. El caso es que no hemos avanzado ni un párrafo en las memorias de Santoni y, solo con la referencia del cuñado, ya tenemos droga dura. Pero sigamos.

Marcos Evangelista Pérez Jiménez

Decía Santoni que su padre era italiano y que en Venezuela se arruinó tres veces. Hasta las jártolas de emprender negocios y fracasar o que se aprovecharan de él sus supuestos amigos, decidió volver a Italia. En ese viaje, en barco, Espartaco perdió la virginidad. Fue con una chica polaca. “No sentí gran cosa, algo así como meter un dedo en agua tibia”, recordó el protagonista, que además se sintió un poco herido en su orgullo masculino: “Me dijo que la tenía muy pequeña y que estaba acostumbrada a más”. Pero una vez en Nápoles, la cosa cambió. Empezó a tirarse a las asistentas de su madre, que se vio obligada a cambiarlas constantemente. No obstante, es de regreso a Venezuela cuando certifica su primer orgasmo “con una mujer de alrededor de sesenta años, la vieja Mena”. Una sensación, el orgasmo, que en sus palabras: “luego me ocasionaría tantas alegrías y disgustos”.

Toda esta información de escaso interés es para dirigirnos a otro punto caliente de la biografía de este hombre, los años de la anteriormente citada dictadura militar del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez. Contemporáneo de cracks como Rafael Leónidas Trujillo o Fulgencio Batista, su dictadura reunía todas las características arquetípicas de este tipo de regímenes en dichas latitudes. Hay un libro, de hecho, que se llama Póker de espanto en el Caribe, de Juan Bosch, sobre estos tres y Anastasio Somoza, que llegó más tarde.

La historia es que Santoni comenta que en los tiempos de Pérez Jiménez, Caracas era una ciudad repleta de cabarets con prostitutas llegadas de todos los puntos de globo. Un poco como La Habana de su amigo Batista. Por lo visto, había un tipo, Fortunato Herrera, apodado «El Platinado» por sus canas, que era el hombre de confianza del dictador y también el que le organizaba orgías en una isla que a día de hoy sigue virgen porque es propiedad del gobierno venezolano y le da solo uso militar. Tiene playas de arena blanca que miden kilómetros, agua caliente, langostas, ostras, peces fosforitos, coral… es un paraíso. Se llama La Orchila,

Diariamente aterrizaban aviones fletados especialmente desde Europa o de los Estados Unidos con los más exquisitos manjares femeninos (…) cuando el avión oficial llegaba a recogerlas en Roma, Madrid, París o Miami, estas distinguidas damas ya estaban haciendo cola desde varios días antes”.

Y también cuenta Santoni que una de esas damas era Silvana Pampanini, una actriz italiana de silueta a lo Sofía Loren. Todo esto me pareció interesante y lo he buscado.

Hay muchas referencias a lo ocurrido en la isla de La Orchila durante este periodo, pero la mayoría tienen poco fundamento o ninguno. De hecho, parece que con la caída del dictador, los rumores sobre sus orgías se dispararon hasta convertirse en leyendas con presentación nudo y desenlace. La más visual quizá sea la de que tenía por costumbre perseguir a mujeres desnudas por la playa montado en una Vespa también en porretas. Entre ellas, a la Pampanini, una imagen muy exportable, la de un dictador sudamericano pequeño y gordito persiguiendo desnudo en moto a una tetuda italiana por una playa desierta y paradisíaca. Yo al menos me he despertado muchas veces en la playa y nunca me he encontrado con tal cosa.

Tan literarias son las escenas que hasta hay una obra reciente que las recrea. Se llama El macho de La Orchila y su autor es Antonio García Ponce, un escritor y periodista venezolano de 84 años que en su día luchó contra el dictador y ahora, aunque fue comunista, tampoco traga a Chávez. En una entrevista hace pocos días confirmó las palabras de Santoni:

[Pérez Jiménez] tenía un apetito sexual exagerado y eso se pone de manifiesto en el hecho de tener varios hijos fuera del matrimonio y de haber convertido lo que sería la copia del Círculo Militar en un ambiente marino como la isla de La Orchila. Una isla que él convirtió en lugar de orgías. Donde el alcohol y las mujeres (muchas traídas de otros países) eran el atractivo, más que el descanso o la simple diversión”.

En realidad eso se sospechaba porque no era difícil de ocultar los vuelos especiales que venían de todas partes, con muchachas muy lindas y aquel famoso vuelo especial de la famosa orquesta Tropicana, y por haber estado allí la famosa estrella Silvana Pampanini, cuya presencia fue difundida de manera ostensible. Por supuesto, caído el dictador las leyendas se multiplicaron y fue posible que se acuñaran exageraciones. Lo de la moto Vespa fue una especie de estandarte, un símbolo, acuñado en aquella época, donde se decía que Pérez Jiménez perseguía desnudo a las mujeres. De allí cualquiera sacó fruto de su imaginación”.

Pérez Jiménez tenía límites en cuanto a la búsqueda de muchachas para sus deseos sexuales. Esos límites eran las esposas o novias de sus amigos o de los autogobernantes que lo acompañaban, pero sí hubo mucha muchacha joven. Lo que se supo luego de su derrocamiento fue que un hombre acaudalado de Miami le buscaba prostitutas. (…) Lo afirmo en el libro porque me documenté con un informe desclasificado del FBI. Allí aparece Pérez Jiménez visitando una casa de lujo donde uno de los capos de la mafia contrataba chicas que cobrarán 100 dólares por pasar un rato con políticos o militares”.

La cosa no queda aquí. También he dado con unos artículos publicados en el venezolano diario El Mundo, especializado en economía y negocios, que dedicó varios reportajes a este lugar recreativo tan propio de la «economía y los negocios» de las altas esferas. Uno de ellos resume la experiencia de uno de los obreros que construyó el restort de la isla. Cuando el gobierno se decidió a edificarla, los trabajadores fueron enviados allí en barco. Llegaron, pero nadie les dio instrucciones. Estaban allí esperando y no pasaba nada. Pronto vieron que les habían abandonado. Se habían olvidado de ellos. Problemillas de logística, quizá una organización ligeramente deficiente, el caso es que pronto se quedaron sin agua y sin comida.

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Se vieron obligados a construir unas chabolas con los materiales de construcción que llevaron. Tuvieron que comer maíz de la isla y pescar. Muchos enfermaron porque desesperados se bebían el agua del mar. Estuvieron dos meses ahí tirados, hasta que decidieron, para que no se estropearan los materiales de construcción, ponerse a trabajar. Cuando a los tres meses por fin llegaron los militares para empezar las obras, les dijeron: “esto no está en los planos, ni está en lo que se quiere hacer ¡pero es muy bonito!”, cita el reportaje.

Este hombre fue testigo de todo lo que aconteció en la isla. Por ejemplo, cuenta que lo de las Vespas es cierto, que las usaban para desplazarse de un sitio a otro. También que Batista y Pérez Jiménez se lo hacían con mulatas de 15 años que traía el cubano en avión. Toda su experiencia y recuerdos están reunidos en un libro titulado El misterio de la Orchila. El autor se llama Julio Barreiro Rivas. Estuve muy tentado de hacerme con este libro, pero pinchando para saber más del autor, cuyo apodo es «Farandulo», accedí a otros reportajes firmados por él que me dejaron impertérrito (1).

Resulta que este caballero es gallego. En la España de Franco, cuando regresó a su pueblo, Forcarei, tras el servicio militar, se encontró con que no había nadie. Todos habían emigrado. Él, como otros tantos, se fue a Venezuela donde puso muchos ladrillos para mayor gloria de España e hizo sus pinitos como escritor. Mi sorpresa llegó cuando vi que uno de sus textos versaba sobre Hitler. Se titula Los últimos días de Adolfo Hitler. Y en él revela que el libro Hasta la hora final de la secretaria del Führer, Traudl Junge, en el que se basa la película El Hundimiento, ¡es todo mentira!

Según don Julio, en un reportaje escrito a la atención del juez Garzón rogándole que abra una investigación, él junto a su padre recuerda haber construido en Pontevedra aeródromos, como uno en Lavacolla, donde aterrizaron gran cantidad de aviones alemanes tras la Segunda Guerra Mundial. En ellos habían llegado multitud de nazis que, tan pronto pisaban tierra española, eran protegidos por el régimen de Franco. Entretanto, Julio se hizo mayor y se fue a trabajar de cantero a la provincia de Lugo. Allí se puso a construir una casa cuartel de la Guardia Civil en el pueblo de Samos. Él, que, según detalla, odiaba a la Benemérita por obligarle de niño a ahogar a sus dos perritos en el río. Además, en el convento de esa localidad también tuvieron que excavar un bunker. Mientras lo hacían se enteraron de que ahí dentro iban a residir italianos y alemanes. Entre ellos estaba… sí, Adolf Hitler.

Unos monjes encapuchados entraban y salían de un alambique, donde se hacía un licor llamado Benedictino, un licor que se hacía con nueces. Cual sería mi sorpresa, cuando un día descubrí que uno de estos monjes encapuchados era Adolfo Hitler, aunque no tenía el bigote típico, yo pude reconocerlo. Cuando esto comenté con mi tío, me hizo callar diciéndome. ‘¡No repitas más nunca eso, porque nos pueden quitar el contrato!’

Un día haciéndome el tonto, entré indiscretamente al comedor de los frailes y me senté en una de las mesas a muy poca distancia donde estaba comiendo Hitler. Lo reconocí perfectamente; puesto que los frailes para comer se quitaban la capucha”.

Tiempo después, en 1947, fue a la región de Cebreiro, en el pueblo de Córneas, al cual este periodista califica como “el más siniestro de Galicia”. De nuevo, allí se encontró con aviones alemanes. Se trataba de un trimotor:

Un total de cinco pasajeros hablando alemán bajaron tranquilamente del avión con vestimentas civiles y militares. Una de estas personas era Adolfo Hitler con bigote y todo. Así me lo contó un simpático gallego que habló con él, aún sin entenderse, puesto que uno hablaba gallego y el otro alemán”.

Y ojo:

Al dueño de la finca le fue encargada la custodia del avión, al tiempo que le dijeron que sus sembradíos de patatas le serían pagadas”.

Leído esto, se me quitaron las ganas de encargar su libro sobre La Orchila a Nueva York, el único sitio donde hay una librería que lo tiene. Pero miré aterrado a las memorias de Espartaco Santoni depositadas cuidadosamente en mi mesilla. Joder, pensé, solo llevo 22 páginas y ya he descubierto que Hitler no murió, que había escapado a Lugo. A ver si a partir de las referencias hasta la página 100 también doy con que, ya instalado en tierras gallegas, a Hitler le dio por fundar una tienda de ropa baratita que imitase lo último de las pasarelas.

En cualquier caso, los otros protagonistas de esta historia, como el dictador Pérez Jiménez, sí que está acreditado que murieron en España. El general venezolano lo hizo en una mansión en Alcobendas. Y Fulgencio Batista, en Marbella, pero está enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid. A lo que yo me pregunto si Davor Suker se percataría de que la tumba del dictador cubano estaba ahí cuando fue a visitar la del líder ustacha Ante Pavelic, que también se encuentra en este campo santo. Ante Pavelic, sí, coño, sí, el aliado croata de Hitler que asesinó a 300.000 yugoslavos, la mayoría serbios, con métodos medievales, como reventar la cabeza con un martillo a los bebés, degollar a miles de personas en fila india y demás lindezas que sobre todo contó Curzio Malaparte en Kaputt, obra y autor que ya abordaremos en una próxima entrada.

Porque estábamos hablando del libro de Espartaco Santoni. Este buen hombre había nombrado la dictadura, a sus prebostes y sus aficiones en las primeras páginas de sus memorias solo para comentar que se tiró a Lucía Soto, la novia del Platinado: “Con ella probé por primera vez la marihuana. Mis orgasmos, sumados al éxtasis que me producía la droga, eran indescriptibles”. La pena es que fueron descubiertos por un primo del dictador y estuvo a punto de morir. “Me apuntó con un revólver. No disparó porque yo, en mi insensatez, le sonreí divertido. Aparentemente, esto le hizo mucha gracia y me perdonó la vida”. Tal vez en ese momento decidió dedicar el resto de su existencia al carpe diem con un juramento puño en alto a lo Scarlett O´Hara.

En las memorias, leer sobre tantas conquistas de mujeres termina dando migraña. Si acaso, al principio, rompe el ritmo un aborto de Marujita Díaz, a la que conoció e inmediatamente preñó cuando tenía 25 y estaba de visita por Caracas. Todo poco antes de que fuera derrocado Pérez Jiménez y la turba saliera de sus chabolas para arrasar las mansiones de los ricos y masacrar a los ocupantes de la sede de la Seguridad Nacional, perdonado la vida de casualidad, como hemos visto, a uno de los luchadores de pressing catch más populares del país.

Marujita y Espartaco decidieron que lo mejor era irse a España. Cogieron un barco y se embarcaron montados en un Cadillac. Al llegar a Vigo, todos los que lo veían exclamaban “¡Coño!” y así lo bautizaron: “El coche del coño”. Ya en Madrid, él le sugirió a Marujita que se operara la nariz porque tenía demasiado caballete y así se quedó la tonadillera, con la cara que tiene ahora, como se quedará en pocos años nuestra querida princesa Letizia. De vuelta a Caracas, al Cadillac le añadió un yate, aunque vino con cierta maldición del que se lo colocó, que le advirtió: “Los dos momentos más felices de quien tiene un yate son cuando se lo compra y cuando lo vende”. Pero él necesitaba este tipo de complementos para sus negocios.

Después se pasó a México. Y allí Espartaco alucinó con el despliegue de medios que tenía la industria cinematográfica. Unas instalaciones mucho más grandes que las españoles de la época. Según explica, por culpa de la guerra mundial se redujo la producción cinematográfica en Europa y Estados Unidos y la industria mexicana se impuso en el continente. De ahí que el folklore de este país se hiciera popular en todas partes. Por la cuenta que me toca, tengo que decir que esto es cierto. Para prueba, también Yugoslavia. Cuando el mariscal Tito rompió con Stalin en 1948, el primer gran cisma en el bloque comunista, se encontró con que no podían adoptar ni el modelo cultural estadounidense ni el ruso, así que se tiraron a la piscina con el incipiente mexicano.

En un artículo en el Jot Down de los Balcanes, Bturn, el escritor esloveno Miha Mazzini explicó que en Yugoslavia se adoptaron las rancheras como referente cultural porque, entre otras cosas, “las posibilidades de que los tanques mexicanos aparecieran en las fronteras yugoslavas eran más bien pocas”. Además, “las películas mexicanas siempre estaban hablando de la revolución”. Así la federación sudeslava se vio invadida por múltiples singles de 7’’ de mariachis con bigotes y sombreros típicos de nombre Ljubomir Milic, Djorde Masalovic, Nevenka Arsova y un largo etcétera. Si viajáis por las exrepúblicas podréis encontrar estos tesoros en los mercadillos. Ponga en su vida las canciones de Jorge Negrete en serbocroata, no sea usted un tipo gris.

Los recuerdos de Espartaco siguen con que en México se cansó de Marujita y se enamoró de Teresa Velasquez, una estrella local. El amor de esta mujer suscitó muchas envidias y le puso en peligro. Un amigo suyo, Víctor Velasquez, actor y sindicalista, —puntualiza— le dio una pistola y le dijo: “cárgala siempre contigo si es necesario, ahora tienes muchos enemigos”. Aquí también tenemos que confirmar que México por aquellas fechas era un lugar peligroso. Es una imagen inolvidable de las memorias de otro hombre del cine, de un nivel ligeramente superior, nuestro Luis Buñuel. En Mi último suspiro el director español contó que un día, cuando fue a supervisar la banda sonora de una de sus películas, los miembros de la orquesta, por el calor, se quitaron las chaquetas y se pusieron a tocar todos sus instrumentos clásicos luciendo cartucheras debajo del sobaco con sus pistolones en una escena que le dejó patidifuso.

Más al norte, en Los Ángeles, Espartaco fue vecino de Yul Brinner, del que “de noche podíamos oír sus repetidas juergas”. Y se fue a Las Vegas, donde ocurrió lo esperado:

Traer una mujer a Las Vegas era como ir de vendimia y llevar uvas de postre, pero yo prefería siempre algo a mano (…) yo vivía sólo para el juego. Pasaba largas horas buscado el nueve en las mesas de bacará o el pleno en la ruleta. Jugaba fuerte. Llamaba la atención y me rodeaban curiosos y las clásicas ofertantes de sus cuerpos. Vestido de blanco, mi color preferido, montaba el espectáculo, tirando dólares, bebiendo champaña, invitando, dando propinas (…) Perdimos las importantes reservas que habíamos llevado para la producción del filme (…) Por si fuera poca desgracia, a los pocos días se sumó la presencia de mi mujer”.

Sin un duro, volvió a la piel de toro. Conoció, y se tiró, a Nadiuska, que se la presentó el director de cine José Antonio de la Loma. Merece la pena reparar en este alcahuete, que también era un genio ahora un poco olvidado. El autor de maravillas como Metralleta Stein, Perros callejeros, Perros callejeros 2, Yo, el Vaquilla y Perras callejeras. Además de una obra inmortal, Goma 2, sobre un etarra que deja las armas y se va a Francia a enfrentarse a bombazos con los franceses que nos quemaban los camiones de frutas. Corred ya a vuestro videoclub a por esta impagable betamax protagonizada por Jorge Rivero y Ana Obregón, con escena de sexo frente a la chimenea entre ambos.

Posteriormente tuvo un idilio que terminó en boda con Tita Cervera, la cual iba siempre pegada a su madre. Como en una ocasión, en Sevilla, donde Espartaco comprobó cómo se las gastaba la señora:

La madre de Tita coqueteaba desvergonzadamente con Eloy, que era hombre de tradición, y trató de respetar su condición de hombre casado todo lo que pudo. Luego de varias copas, comenzó a meter mano por debajo de la mesa”.

También figuran por estas fechas los encuentros con Orson Welles para la producción de Campanadas a medianoche. Hay otro libro, Jockey, historia de un restaurante donde Lorenzo Díaz cuenta la historia de este local, el más prestigioso de Madrid durante muchos años. Actualmente, era propiedad del ex secretario general del Partido Popular de Madrid, Luis Eduardo Cortés, que lo ha cerrado dejando a 30 trabajadores en la calle sin indemnización. En este restaurante no se dejó entrar a Gianni Versace por ir mal vestido. Otto Skorzeny, el oficial de las SS que rescató a Mussolini, también miembro de la colección de psicópatas internacionales refugiados en la España de Franco, era un habitual. Pues bien, a Jockey, Orson Welles llegó un día borracho y le partió la cara a un camarero, de modo que los clientes, caballeros de los de entonces, cogieron al célebre genio del cine y lo pusieron de patitas en la calle “de forma airada”, dice la obra. Ahora, cotejando con los textos de Santoni, ya sabemos qué compañías frecuentaba el autor de Ciudadano Kane que le hacían ir mamao a lugares tan respetables. Otro misterio resuelto.

Días después, en un lugar también emblemático dentro del «amor y lujo» de aquellos tiempos, Estoril, Santoni corrobora todos los prejuicios chabacanos de los españoles sobre el buen pueblo portugués:

Durante mis tres días en Lisboa, probé fortuna en Estoril y gané. No pude hacer el amor porque nunca vi tantas mujeres feas juntas en toda mi vida”.

Una buena idea que tuvo Espartaco entonces fue montar tablaos flamencos en el Caribe. Se llevó a Lola Flores a Caracas y el público flipó. Decidió extender sus tentáculos abriendo otro local en Puerto Rico y ya no tuvo tanta suerte. De público, bien. Pero es que, de hecho, fue por eso por lo que se encontró con la mafia. Le dieron una paliza de muerte. Tuvo que venderles el chiringuito y ahuecar el ala.

Pese a todo, la retahíla de conquistas no cesa, página a página, año tras año. Aunque también recibió golpes de otros donjuanes. Uno que tuvo que ser doloroso, cuando Mario Moreno, alias «Cantinflas», se chingó a la que todavía era su mujer, Tere Velasquez. Otros célebres cornudos que surgen por estas fechas son Fernando Fernán Gómez, el de la enseña cenetista en el ataúd. Espartaco se tiró a su novia Analía con afán y esmero solo interrumpido por las frecuentes llamadas telefónicas del autor del «¡a la mierda, a la mierda!» para contarle su vida a su chica. Y el domador de fieras Ángel Cristo, marido de Bárbara Rey, que comenzó un idilio con la cocaína para poder soportar los celos insufribles que le ocasionaba su costilla. Cuando ella le dejó, dice Santoni que dijo: “el circo es para los enanos”.

Y más y más sexo solo interrumpido, esta vez, por un gatillazo con Marissa Mell y las mencionadas hemorroides de Tita Cervera, a la que la colocó en posición fetal boca abajo y le contó chistes para que se le pasara el dolor ¡quién necesita Sanidad Pública!

Solo me hubiera hecho verdadera ilusión que Espartaco se hubiera liado con Sarah Miles, mujer fetiche para mí por participar en formidable La hija de Ryan de David Lean. Pero se tuvo que conformar con llevársela a Jockey para que se le bajaran un poco las ínfulas de diva con las que andaba por Madrid. Y la cosa luego se chafó porque Tita y su madre aparecieron en cuanto se enteraron de que estaba con ella bailando en la discoteca Mau Mau.

Sarah Miles

El fin de esta vida loca sin freno ya se atisba con una fiesta en Los Ángeles en casa de la esposa de John Houston. Este actor se había fugado a México con la sirvienta de 16 años y su mujer organizaba fiestas continuamente para consolarse. El que finalmente fue el rollo de Sarah Miles en Madrid, Rafael Moreno, dejó una estampa muy «landista»:

Había alrededor de 15 personas, todos pertenecientes al mundo cinematográfico, y en su mayoría homosexuales. De repente aparecieron las drogas y se puso en funcionamiento un maravilloso jacuzzi. La señora Houston gritó ¡Todos al jacuzzi! No tuvo que repetirlo porque enseguida comenzaron a volar los pantalones, bragas, zapatos (…) Yo, muy latino, no iba a permitir que mi mujer se metiese con otros diez hombres en pelotas en una piscina diminuta. Mercedes convenció a Rafael de que se desnudara y al rato este también entraba al jacuzzi, pero con las nalgas pegadas a la pared del mismo. Cada vez que intentaban violarlo, se defendía repitiendo hasta el cansancio: me no like! me no like!”

El mal rollo llegó porque el brutal asesinato de Sharon Tate a manos de Charles Manson y sus colegas estaba todavía reciente en la memoria. La fiesta se estaba desmadrando —cosa que además no era su estilo—, Espartaco se incomodó y huyó con su mujer montaña abajo a toda pastilla.

El protagonista de estas memorias, finalmente, terminó en Carabanchel por un malentendido con sus socios bilbaínos. Sobre estos, es impagable cierta anécdota, también ideal para quien necesite satisfacer prejuicios sobre el pueblo vasco:

Para ellos organizaba cocktails y cenas con artistas y las mujeres más bellas y famosas. Mis socios estaban deslumbrados y felices de alternar con toda esa gente. Algunos ligaron. Se contaba de una actriz, tan atractiva como descarada, que ante la insistencia de uno de ellos respondió: ‘De acuerdo, me acuesto contigo, pero con un leopardo debajo de la cama’. El hombre, que sin duda había oído hablar de los aberrantes vicios de la gente de ambiente artístico, se asustó. Más tarde, alguien le explicó que la respuesta encerraba una petición de abrigo de leopardo. De inmediato, utilizó millones para satisfacer el pedido. Le regaló a la bella en cuestión tantos abrigos de distintos animales que ella terminó poniendo su propia peletería”.

Cuando entró en la cárcel de Carabanchel, “una de las más terribles de Europa”, dice, le trataron bien. Le dejaron hablar por teléfono todo cuanto quiso y se bajó unas botellas con un policía intercambiando anécdotas de mundo del espectáculo con divertidas historias de la vida en la cárcel. El problema vino después, precisamente porque no había estado muy a disgusto. Declaró a la prensa lo bien que le habían tratado los funcionarios y metió la pata. Estos quedaron en evidencia, sobre todo ante los demás presos. Un día, Espartaco tuvo que presentarse ante el juez para una diligencia del caso y, muy latino, como a él le gusta decir, llegó tarde. Su señoría se sintió insultada por el retraso y ordenó su ingreso en prisión de nuevo. Al entrar le dijeron hola qué tal, bienvenido, que le estaban esperando, que no había nadie que no volviera a Carabanchel. E incomunicado que se fue.

Apenas podía moverme. Solo tenía una manta húmeda con olor a podrido. Allí adentro no había ninguna ventilación. Para colmo, el retrete y el lavabo estaban mugrientos y de noche las ratas emergían del retrete (…) Se ensañaron conmigo enviándome a la galería número siete, donde alojan a los reincidentes y condenados a largas penas, en su mayoría, eran asesinos, personas sin posibilidad de rehabilitación y verdaderos psicóticos (…) —¿Con que tú eres el que ha dicho que aquí nos tratan bien a los prisioneros? ¿Tú sabes cuántas veces nos han torturado? Te vamos a enseñar en carne propia lo que nos hacen padecer”.

Afortunadamente, salió rápido de allí, sin un rasguño, que no cunda el pánico, pues le protegió un mafioso. Y poco después fue declarado inocente. Así concluye esta maravillosa recopilación de vivencias de “un moderno Casanova”, dice la portada. Y todavía le dio tiempo a escribir otras memorias. Según dice, en la segunda parte rememora sus años en Los Ángeles. Una ciudad de ambiente provinciano, como todo el mundo sabe, poco dada a fiestas y escándalos. Pero esa ya es otra historia. Quedémonos, por el momento, con el recuerdo de lo que fue su vida hasta los 80 con un fogonazo que resume muy bien al personaje y la vida de la beautiful people del inolvidable tercer cuarto del siglo XX:

Una vez arriba, Elisabeth y yo hicimos el amor mientras Fifí, el caniche, encaramado a la cama, me lamía las nalgas”.

______________________________________________________________________________

(1) http://www.farandulo.net/soyautor.pdf
http://www.farandulo.net/misterio.pdf
http://www.farandulo.net/caribeinfectado.pdf
http://www.farandulo.net/paraisocaribe.pdf
http://www.farandulo.net/prensa.html

ESPARTACOLIBRO

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21 Comentarios

  1. Entre lo de Hitler en Lugo y lo del matemático de Murcia (http://www.abc.es/ciencia/20130205/abci-fisico-vasco-afirma-tierra-201302051334.html) yo ya no sé si ponerme a buscar las bolas de dragón.

  2. Impresionante, apoteósico, esperando el próximo capitulo de la vida de este moderno Casanova.
    Todo el articulo muy bueno pero lo de Jorge Negrete en serbocroata es impagable.

  3. Elijah Snow

    Hablas de La Habana de Trujillo… ¿No será más bien Ciudad Trujillo?

  4. Hadock, Archibald

    Lo de Yugoslavia y Šuker con Pavelić metido con calzador en las nalgas de Santoni, pasa; pero llamar a Bturn el Jot Down de los Balcanes no tiene nombre ni ha lugar.

  5. Fulgencio Barrado

    Me imagino que leer un libro por la curiosidad de conocer las aventuras y desventuras de un pichabrava, y descubrir el paradero secreto de uno de los mayores genocidas de la historia, entre otras perlas, debe ser como encontrarte la piedra filosofal en un paquete de cereales.
    Me ha gustado el artículo, muy divertido.

  6. me ha dado usted la mañana, otra vez.

  7. Muy buen artículo.

  8. Rocambolesco, caótico y genial artículo

  9. Estupendo artículo…
    Aunque lo más desopilante es la mojigatería progre de Maruja Torres «‘¿Cómo puedes?’, le pregunté en privado, horrorizada…»

    Por otra parte, confirmar que la Isla Orchila sigue estando destinada a «usos militares»: http://venezolanoscapitalistas.blogspot.com.es/2009/01/el-hijo-de-chvez-huguito-en-la-orchila_04.html

    • Cada vez estoy más seguro de que los progres de hogaño (y en especial las feministas progres) en otra época se hubieran hecho de la Sección Femenina. Mismos métodos, diferentes excusas. La cosa es no dejarnos folghar alegremente.

  10. Sensacional artículo. De lo más divertido que he leído aquí.

  11. Su Majestad el Rey Cuong Truong: El diablo adoradores del culto illuminati aka El grupo de Bilderberg se infiltró su país para que vayas, tu madre y toda su familia en sus esclavos.

  12. Impresionante. Me habeís alegrado el día

  13. Ami me gustaba mas El Caso. Y Margarita Landi que fumaba en pipa.

  14. Si la intención es despertar el interés por leer, pues lo lograron, sólo que acá, en Acapulco, creo que será difícil lograr conseguir un ejemplar de la autobiografía de este narcisista. Lo mejor, fue el vídeo de la ranchera en eslavo.

  15. uno que pasaba
  16. Sin desperdicio. Genial artículo.

  17. hola como UBICO A UN FAMILIAR ……….SOY SU PRINO DE CARUPANO VENEZUELA

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