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El culto a la muerte, de Millán Astray a Tim Burton

Franco posa junto a Millán-Astray, que parece a punto de estornudar (DP)
Franco posa junto a Millán Astray, que parece a punto de estornudar (DP)

Una mañana del 18 de julio de 1938 el escritor Dionisio Ridruejo acudió en respuesta a su llamada a la habitación del hotel en el que se hospedaba Millán Astray:

Estaba en el baño, desnudo, el muñón vibrante y las cicatrices a la vista. Le ayudaban su mujer y un par de legionarios, que le acompañaban siempre más como secretarios que como escolta. Se hizo secar y se enfiló el calzoncillo. Yo estaba en pijama. Así los dos, me invitó a acercarme a la ventana para hablarme aparte, mientras los suyos trajinaban preparando sus vestidos. Y me dijo algo parecido a esto: «Me eres muy simpático y además te estoy muy agradecido por haberte acordado de mí. No te pesará. Y quiero pagarte con un favor. Tengo que informarte que tu nombre no suena bien en las alturas. Te consideran rebelde y poco de fiar. Yo estoy dispuesto a garantizarte, pero para ello, tenemos que hacer aquí, ahora mismo, el juramento de la Legión». No me acuerdo de lo que rezaba el juramento, pero era más solemne que enjundioso y ni siquiera una conciencia estrecha hubiera dudado en jurar algo tan general. Por otra parte yo no hubiera estropeado aquella escena para nada del mundo. Así, pues, juramos —él en calzoncillos; yo en pijama— con la mano tendida sobre un Cristo imaginario o una bandera inexistente.

El episodio es menos conocido que su enfrentamiento con Unamuno, pero igualmente revelador de la personalidad y valores del fundador de la Legión, un hombre que repetía el nombre de España, decían sus detractores, de manera que parecía sonar en sus labios como si fuera de su patrimonio exclusivo. Pero como señala su biógrafo Luis E. Togores la trascendencia de este peculiar personaje, la huella que dejó en la historia de nuestro país, no se encuentra tanto ni en su mitificado enfrentamiento con el escritor bilbaíno en Salamanca, ni en haber fundado el cuerpo militar que desfila tras una cabra. La acción que más consecuencias tuvo fue su decisivo apoyo a Franco en su nombramiento y en la consolidación de su poder. Quién sabe qué caminos pudo haber seguido la historia de no haberse producido. El motivo de tal apoyo, además de la estrecha amistad que los unía por haber combatido juntos en las guerras coloniales de África, era también de orden ideológico. Millán Astray era un ferviente detractor del comunismo —al que solía etiquetar como «judío»— así como un entusiasta del nazismo y del fascismo, como dejó constancia en muchos discursos y artículos. Tal como vemos por ejemplo en el que escribió para La Gaceta Regional el 8 de enero de 1937, una buena muestra de su forma de expresarse y del papel político que atribuía a la religión:

Mussolini, con ayuda de Dios, está salvando el mundo de todos los pecados de la carne mortal, de todas las acechanzas luciféricas, de todas las falacias que el marxismo satánico y el demoníaco Lenin tendieron a la pobre humanidad, extraviada y doliente con la fórmula falsa y mirífica de la justicia social. Mussolini con el hierro y con el pan ha deshecho la patraña comunista, ha clavado a Luzbel como un San Miguel Arcángel.

Mientras que en otro escrito por entonces señalaba:

La voluntad de Dios se cumple siempre (…) pronto en las tierras yermas, convertidas en vergel por el esfuerzo titánico del teutón, también por el dedo surgió Hitler, el Führer. Rompe las cadenas que querían aprisionar a un pueblo guerrero desde que nació. Reúne también en apretado haz a los alemanes, que son todos soldados ante el altar de la Patria y el grito de la Independencia. Y comienza la gran batalla. Y Alemania, colocada en el corazón de Europa, se convierte en colosal fortaleza inabordable.

De manera que si Alemania tenía su Führer e Italia su Duce, la conclusión era evidente:

España es hoy el sitio elegido, con la más pérfida saña, por el judío comunista-soviético. Y España, cual Italia, cual Alemania, por ser un pueblo con hombres, con todas las condiciones de los hombres, con cuerpo duro y alma pura, busca entre ellos mismos su Führer y su Duce, y encuentran aquel joven gallego que nació al pie de las montañas (…) Ya los tres, con sus huestes en filas aguerridas y apretadas, sin temor a nadie ni a nada, ordenan que suenen sus clarines contra el comunismo destructor del mundo y dice: ¡Aquí estamos España, Italia y Alemania!

Desde luego énfasis a la hora de expresarse no le faltaba. ¿Pero de dónde le surgían estas ideas? ¿Por qué estas tomas de postura? Ya por entonces una bala le había atravesado la cabeza, dejándolo tuerto y con problemas de vértigo que le provocaban frecuentes desmayos, pero no parece por los testimonios de la época que eso afectara a su capacidad intelectual o a su carácter. El problema venía de antes.

Nació en La Coruña en 1879 y su padre, José Millán Astray (de quien quiso adoptar ambos apellidos) era un funcionario de prisiones que cayó en desgracia debido a un célebre crimen de su época conocido como el crimen de la calle Fuencarral (que muchos años después sería llevado al cine por Edgar Neville en El crimen de la calle de Bordadores). Entre gran expectación mediática durante el juicio se reveló que uno de los implicados, que tenía que haber estado en la cárcel, salía de ella cuando quería gracias a Millán Astray. De forma que tanto el contacto con el ambiente carcelario, como los problemas económicos debido a la suspensión temporal del empleo de su padre (así como su escarnio público), influyeron considerablemente en la infancia del pequeño Pepito. Su hermana terminó convirtiéndose en escritora —fue la autora de La tonta del bote, que posteriormente se adaptaría al cine con Lina Morgan y Arturo Fernándezpero él pese a su educación como monaguillo se convirtió en un pequeño gamberro que recorría las calles de Madrid, hasta su ingreso en la Academia de Infantería de Toledo con apenas catorce años.

Esa formación militar tan temprana marcaría irremediablemente su vida y le haría adoptar los valores castrenses con devoción fanática. Cuando apenas contaba con diecisiete años estalló una rebelión independentista en las colonias españolas de Filipinas y allí fue enviado a petición propia. Participó en varios combates en los que se usó la bayoneta en luchas cuerpo a cuerpo, que le valieron una condecoración y marcarían una impronta en su mente adolescente. A partir de ahí comenzaría a desarrollar todas sus elucubraciones, con el tiempo más y más alucinadas, sobre algo que iba más allá del simple valor, un ideal del heroísmo que terminaba siendo indistinguible del martirio. El buen soldado no debía simplemente estar dispuesto a arriesgar la vida, sino que debía abrazar la muerte como el único destino deseable: «Nada hay más hermoso que morir con honor», decía. En todo ello influyó su experiencia filipina de otra forma además. Su cercanía con Japón, un imperio en pleno auge en aquellos momentos, hizo que los militares españoles en general y Astray en particular se interesasen por el ejército y los valores marciales japoneses.

La primera jura de bandera de la legión en 1920, a la izquierda Millán-Astray, a la derecha Franco (DP)
La primera jura de bandera de la legión en 1920, a la izquierda Millán Astray, a la derecha Franco (DP)

Un descendiente de una larga estirpe de samuráis, Inazo Nitobe, publicó en 1905 Bushido: el alma de Japón, un libro del que ya hablamos aquí, que explicaba a los occidentales el código de honor de los samuráis, los valores fundamentales con los que encaraban el mundo, lo que se conoce como Bushido (bu-shi-do: guerrero-caballero-camino). Pues bien, cuando cayó en manos de Millán Astray fue para él una auténtica epifanía. Eso era lo que andaba buscando. Ahí estaban plasmados los ideales de sacrificio y muerte en un código que ensalzaba como el más sublime honor la ceremonia suicida del harakiri o seppuku. Desde ese momento no solo lo adoptaría como una ética personal, sino que lo enseñaría a todos sus subordinados e incluso llegó a escribir el prólogo de la traducción al castellano. En un insólito proceso de aculturación, la España más castiza y tradicional que él encarnaba iba a imbuirse repentinamente del código samurái de los japoneses:

En el Bushido inspiré gran parte de las enseñanzas morales que inculqué a los cadetes de Infantería en el Alcázar de Toledo, cuando tuve el honor de ser maestro de ellos en los años 1911 y 1912. También en el Bushido apoyé el credo de la Legión. El legionario español es también samurái y practica las esencias del Bushido.

De hecho, uno de los primeros legionarios fue un tal Yamashita Musuhito, que logró difundir entre sus compañeros el grito de guerra «¡Banzai!», con el que los soldados japoneses se lanzaban en ataques suicidas contra el enemigo. Ya comenzaba a perfilarse por entonces en Millán Astray ese característico grito necrófilo de «¡Viva la muerte!» que tanto escandalizaría posteriormente a Unamuno y que tanta veces repetiría en toda clase de arengas y escritos. En su libro La legión (que servidor se ha leído y tiene cierto interés, no se crean, por la peculiar visión del mundo que expone, aquí lo tienen online) hay una constante idealización de la muerte a la que incluso atribuye un componente erótico: «Mostrémosla joven y bella, besando la frente del héroe y derramando flores en derredor. Que sea el Ángel de la Guarda para el soldado que lo lleva al Cielo», o cuando dice «el himno es la marcha nupcial del soldado cuando va a desposarse con la muerte».

Quizá pueda encontrarse cierta explicación psicológica a esto en otro episodio de su vida que tuvo lugar por aquellos años y que resultó un tanto desconcertante. En 1906 contrajo matrimonio con Elvira Gutiérrez y, una vez casados, ella le confesó que quería permanecer virgen de por vida. Curiosamente él respetó ese deseo un tanto fuera de lugar en alguien que ha querido casarse y, en fin, no hace falta ser Freud para darse cuenta de que lo que no sale por un lado acaba explotando por otro. A ver si no cómo puede entenderse por ejemplo este texto que escribió en cierta ocasión:

—Legión, ¿me quieres?— le pregunté.
—Sí. Ven conmigo —me dijo, muy dulce y placentera—. Bésame en la boca.
Y adelantó la Bandera.
La besé.
—Soy tuyo en cuerpo y alma. Pídeme, ¡preciosa!, lo que quieras.
—Serás muy valiente. Acomete ciego y feroz. Desdeña el cañón y el fusil, que tiran lejos. Para ti solo hay granadas de mano y bayonetas. Acércate a abrazar, luchando, a tu enemigo. ¡Abraza para morir! ¡Abraza para amar! ¡Abraza hasta el último suspiro!

Aquí hay claramente una tensión sexual no resuelta. No obstante, también se jactaba de ser muy besucón con todas las mujeres llegando a señalar que tenía besadas doce monjas y tres de ellas abadesas de clausura. Mucho años después, ya retirado, tendría además una hija con una amante.

Foto: DP.
Foto: DP.

Pero ya por último, el episodio de su vida en el que finalmente terminaría de forjarse y convertirse en aquello por lo que sería recordado, fue la guerra en Marruecos. Destinado a Melilla en 1912, Allí iría madurando la idea de crear una fuerza de choque inspirada en la Legión Extranjera de los franceses, cosa que lograría en 1920. Este cuerpo militar sería hecho a su imagen y semejanza, pues abordaría todos y cada uno de los detalles, desde la estructura y los símbolos pasando por el comportamiento de los soldados, que iba desde cómo utilizar correctamente los cubiertos en la mesa hasta su mirada que «brilla con fiebre, es fija y recta a los ojos del mirado». Su ideal es que no importaba el pasado del candidato a legionario, que incluso podía inscribirse con nombre falso (algunos escogían, cómo no, el de El Cid Campeador) pues al fin y al cabo «es a morir a lo que se viene a la Legión». A ese respecto estableció un curioso protocolo durante el proceso de reclutamiento:

Terminado el saludo y las preguntas, el jefe añade: «Legionarios: el que se arrepienta de entrar, el que tenga miedo a morir, que diga al médico, ahora, al pasar a segundo reconocimiento: que le duele la garganta». Y esa es la prueba del «dolor de garganta». A la inmensa mayoría no les duele nada y entran en la Legión. Y al que cede a esta prueba le hacen objeto de la rechifla general… y se pasa el tiempo que le resta para arreglar su viaje de vuelta por inútil, barriendo el patio y la cuadra, sin llegar a vestir el glorioso uniforme legionario.

Y como guinda final, naturalmente no podía faltar el característico himno, «El novio de la muerte» originalmente un charlestón que Millán Astray escuchó en un cabaret de Melilla y que, con semejante letra, no pudo más que entusiasmarlo hasta el punto de adoptarlo como propio. Pero la alegría de ver su creación en marcha le duraría poco, pues entre 1921 y 1926 sería herido gravemente en cuatro ocasiones: en la pierna, en el pecho, en el brazo izquierdo —que perdería por gangrena— y en la cabeza de un disparo que le entró por el ojo izquierdo y le salió por el oído derecho, un ojo por cierto que hasta hace unos años se conservaba en un frasco en el museo de la legión.

A partir de entonces luciría con orgullo sus heridas de guerra, que contribuyeron a darle renombre internacional y elevarlo a la categoría de héroe… para algunos, otros viendo su aspecto tan averiado lo rehuían al considerarlo gafe. Con las partes que le faltaban casi se podía montar otra persona, así que ya solo le quedaba el retiro, pero se empeñó en seguir en activo y lo logró gracias a la gran amistad que le unía a Franco, a quien apoyó no solo en su ascenso en la jerarquía militar sino para instituirse como líder de los militares golpistas que iniciarían la Guerra Civil. Con Franco como autodenominado jefe de Estado desde 1936, Astray pasaría a encargarse del departamento de propaganda. El modelo a seguir era el de la Alemania nazi y Goebbels, de hecho el Tercer Reich les regaló una potente y sofisticada estación de radio que pasaría a ser la sede de Radio Nacional de España. Desde ella Millán Astray lanzaría incesantemente mensajes de glorificación de Franco como el salvador de la patria. De él consideraba admirable hasta su vejiga, pues en cierta ocasión en que se puso a discutir con un italiano quién trabajaba más, si Mussolini o Franco, zanjó la discusión asegurando que este último «trabaja catorce horas diarias y no se levanta ni para mear». En ese departamento de propaganda trabajaron bajo las órdenes de Astray, entre otros, los abuelos de Alberto Ruiz Gallardón y José María Aznar. El resultado de la guerra ya es conocido y posteriormente Millán-Astray se pasearía como una vieja gloria militar, yendo a los toros o participando en actos de apoyo a huérfanos y mutilados por la guerra, así como se echaría la amante previamente mencionada. Finalmente murió en 1954 y solo cuatro años más tarde nacería Tim Burton, pero de las inquietantes coincidencias entre ambos ya hablaremos en otra ocasión.

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26 Comentarios

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  3. Interesentasimo articulo Javier , yo creo que a todos nos pasa, que sentimos mas fascinacion por el villano que por el heroe , seguramente por intentar entender las razones que les llevaron al lado oscuro y Millan Astray es un villano mucho mas interesante de lo que lo fue Franco. Habia leido sobre el pero aportas muchas anecdotas que yo personalmente desconocia.

    Permiteme linkar un articulo de Juan Jose Millas hablando sobre la fotografia de Franco y Astray, que aun siendo del 2006 me acuerda de ella por lo bien que la describe:

    http://elpais.com/diario/2006/08/08/revistaverano/1154988038_850215.html

  4. Hay una versión anterior de «La tonta del bote» protagonizada por Josita Hernán.

  5. Lo de que con las partes casi se podría construir una persona es la frase a la vez más genial y cruel que he leído e mucho

  6. para Rasputín: por favor, «linkar», no, gracias.

  7. Pues a mi Millán Astray me parece un buen militar, en el aspecto profesional. Otra cosa es su ideología, claro… aunque en su admiración por Mussolini coincide con Churchill y en su anticomunismo con el «mundo libre», que tomó el relevo de fascistas y nazis en este aspecto.

  8. Estupendo el artículo, da gusto leerte, Javier.

  9. Javier Humada Ruiz

    «…..el característico himno ´El novio de la muerte´, originalmente un charlestón…»

    Ni es un charlestón (¡!), que es un cuplé, ni es el himno de la Legíón, que lo es ´La canción del Legionario´.

  10. Un Artículo muy completo e interesante. Me ha encantado.

  11. Facundo Quiroga

    Muy interesante texto. Me sobra la referencia a T. Burton -especialmente en el título-, como «gancho». Además, la creación artística, el culto a la muerte en la ficción, poco tiene que ver con la violencia de estos personajes siempre dispuestos al crimen. Salvo que Millán, cuando «Pepito» hiciera cortos de animación antes de meterse en el ejército.

  12. Facundo Quiroga

    Por cierto, la joven con la que tuvo una hija, Peregrina, era Rita Gasset y Díez de Ulzurrun, sobrina del filósofo, que tuvo que ir a dar a luz a Portugal.

  13. Un dato curioso: la amante con la que se menciona que tuvo un hijo era Rita Gasset, prima del filósofo Ortega y Gasset.

  14. korrosivo

    En la foto de cabecera, Millán Astray no está a punto de estornudar, no. Es la pose, tantas veces repetida, soberbia y altanera, de los más repugnantes militronchos cuarteleros franquistas, zafios, incultos y cobardes, sabedores de que sus tropelías habían de quedar impunes. La expresión de este generalote y su desagradable aspecto van muy acordes con lo groserodesagradable y canallesco del personaje.

  15. Otro dato: una sobrina de Millán Astray, de nombre Peregrina Fernández (la hija natural de Millán Astray también se llamaba Peregina, queremos pensar que como sentido y fiel homenaje a su querida tía), acabó sus días con síndrome de Diógenes.
    Esto se supo públicamente cuando en su residencia de Juan Bravo, Barrio de Salamanca, Madrid, la misma en la que vivió su abuela y madre de Millán Astray, se hundió el suelo de su cuarto de baño, casi matando al vecino de abajo, que infaustamente también hallábase en ese preciso momento haciendo de cuerpo, en la misma línea vertical, bajante de sanitarios, al golpearle la taza de Peregrina.

    Tales y tan insondables son Sus designios e inescrutables Sus caminos.

    Aquí la noticia tal y como la reprodujo el libelo progresista:
    http://elpais.com/diario/1992/05/13/madrid/705756258_850215.html

  16. Buen artículo, pero al hablar de las heridas («…y en la cabeza de un disparo que le entró por el ojo izquierdo y le salió por el oído derecho…»), no me cuadra con la última foto del artículo: tiene tapado el ojo derecho.

    Saludos,
    Pablo.

  17. Creo que «El novio de la muerte», en su versión original, antes de darle el aire de marcha militar que tiene ahora, era un cuplé y no un charlestón. Aquí se explica la historia: http://bellumartis.blogspot.com.es/2014/04/historia-soy-el-novio-de-la-muerte-la.html

  18. Jose Luis Garcia

    Una Pregunta: el diario «La Gaceta Regional » ¿de qué localidad es? ¿Salamanca?

  19. Jose Serralvo

    «En 1906 contrajo matrimonio con Elvira Gutiérrez y, una vez casados, ella le confesó que quería permanecer virgen de por vida. Curiosamente él respetó ese deseo un tanto fuera de lugar en alguien que ha querido casarse y, en fin, no hace falta ser Freud para darse cuenta de que lo que no sale por un lado acaba explotando por otro.»
    –> ¡¡Jajaja!! Esta frase (y la anécdota) es fantástica. Gracias :-)

  20. en la foto no esta apunto de estarnudar ni haciendo una pose en especial, esta cantando

  21. Remigio López Catalina

    El artículo no está mal, pero sería mucho mejor si el autor lo hubiera prologado con alguna frase tipo: Milán Astray era un loco, un facha y un asesino fascista. Dejando claro ab initio esto y podría haberle quedado un artículo mucho más honesto.

  22. articulo interesante de un psicopata clinico, a parte de un fascista recalcitrante

  23. Pingback: Intelectuales que cambiaron de idea - Jot Down Cultural Magazine

  24. jose fernandez morán

    Esa «escoria humana de fuerza bruta» desapareció…;pero lo peor es que fundo y dejó un «residuo no reciclave» como es «La legión»…!!.-

  25. Tengo el libro de El Bushido edición de 1941 y no es que escribiera el prólogo Millán – Astray, es que lo tradujo él, no de la edición japonesa, aunque tenía conocimientos de japonés, sino de la francesa.

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