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La trilogía Binti: Ciencia ficción en África

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Detalle de la cubierta de Binti, de Nnedi Okorafor. Editorial Crononauta.

La literatura de ciencia ficción fue cortada siguiendo los patrones de la cultura europea y estadounidense. Su lengua vehicular siempre ha sido el inglés; incluso en aquellos países donde se hablan otros idiomas las traducciones de relatos anglosajones han ayudado al construir el canon del género. Y hablo de los lugares más inesperados: no es infrecuente encontrar relatos de la era soviética, escritos en ruso, donde los protagonistas tenían nombres anglosajones.

Muchos autores procedentes de otros rincones del mundo han imitado estos patrones occidentales y anglosajones de manera muy consciente y no por falta de imaginación, sino como una declaración de fidelidad al género y una muestra de respeto al canon. Al igual que no se puede hacer pintura impresionista sin referirse a los franceses o música flamenca sin referirse a España, la ciencia ficción ha de alimentarse de lo que se ha hecho en países como Estados Unidos o el Reino Unido. Esto implica, entre otras cosas, la adopción de esquemas de pensamiento derivados de la Ilustración y la Revolución Industrial: racionalismo, materialismo, escepticismo, libre albedrío. La ciencia ficción suele ser humanista e idealista, pero también agnóstica y poco espiritual. Es algo fácil de percibir en la psicología de los personajes —al menos, de los personajes humanos—, que acostumbran a definirse por el individualismo, herramienta con la que afrontan los procesos de metamorfosis en el entorno que casi siempre conforman el núcleo de este tipo de narración.

Ha habido algunas excepciones a la regla, por descontado. Pocas, porque es difícil, si no imposible, abandonar los esquemas occidentales de pensamiento para hacer ciencia ficción sin que esta se transforme en otro género, ya sea fantasía o realismo mágico. Por ello resulta casi irónico que en los últimos años haya sido precisamente una escritora estadounidense, Nnedi Okorafor, quien se ha convertido en uno de los puntales de un enfoque alternativo al occidentalismo anglosajón en el género. No tanto en el estilo y estructura de sus relatos, que pueden recordar a los de Jack Vance o Ursula K. Le Guin (quien, por cierto, le dedicó a Okorafor sonados elogios). La escritora ha viajado con mucha frecuencia a Nigeria, el país del que proceden sus padres, desde muy pequeña, y suele ambientar sus relatos en África. Ella misma llama «afrofuturismo» a la decisión consciente de trasladar los mecanismos clásicos de la ciencia ficción a un ambiente distinto, acentuando de forma deliberada aquellas peculiaridades culturales que contrastan más con el pensamiento occidental. La propia novelista admite que basa sus mundos en un África mítica, de la memoria, «un África que existe, pero no existe». El pensamiento mitológico de los pueblos que describe es uno de los elementos que la enlazan con Vance o Le Guin, aunque más enraizado en tradiciones verdaderas.

Nnedi Okorafor lleva escribiendo desde principios de siglo y empezó a dar que hablar en 2012 con su novela ¿Quién teme a la muerte?, una historia posapocalíptica ambientada en África que trataba asuntos como el genocidio tribal. Esa novela, que es quizá la más oscura de la escritora, está siendo adaptada a serie de televisión por HBO, con la intervención como productor ejecutivo de George R. R. Martin, autor de la saga Canción de hielo y fuego. Con todo, su verdadero salto a la fama se produjo en el 2016, cuando su novela corta Binti ganó dos de los más importantes premios del mundo de la ciencia ficción, el Hugo y el Nebula. A esa novela breve siguieron dos secuelas, Hogar y La mascarada nocturna. Una trilogía que, supongo, está esperando también una adaptación a la pantalla.

La trilogía Binti no tiene un trasfondo político y social tan marcado como ¿Quién teme a la muerte?. Parece estar mucho más influida por circunstancias biográficas de la propia autora. La protagonista ha estudiado Matemáticas, como la escritora; se siente una mestiza, como la escritora. Trata de armonizar mundos diferentes entre sí, como la escritora. Esto hace que la «africanidad» del relato adquiera matices más personales y profundos. La trilogía discurre en un futuro donde la humanidad se ha expandido por la galaxia y ha entrado en contacto con razas alienígenas. La protagonista, una adolescente llamada Binti, pertenece a una tribu africana que combina la elaboración de tecnología para terceros con arraigadas creencias ancestrales y un modo de vida aferrado a la tierra. En su tribu, por ejemplo, las mujeres se cubren todo el cuerpo y las trenzas del cabello con una arcilla roja sin la que se sienten desnudas. El vínculo con el hogar de sus antepasados es muy intenso. Todos los miembros de la tribu tienen un papel que cumplir, determinado tanto por sus capacidades como por su genealogía. Binti posee una mente matemática genial y curiosidad por el mundo exterior, pero comparte las supersticiones de sus mayores.

En las novelas protagonizadas por adolescentes, por lo general, la figura central se rebela contra el mundo adulto. Binti, aunque disgusta a su familia cuando decide estudiar en una universidad interplanetaria, no pretende rebelarse. Desde el momento en que decide abandonar su aldea, es presa de los sentimientos de vergüenza, aislamiento y alienación. La lucha entre sus deseos y sus prejuicios se convierte en una constante fuente de angustia. Sigue sus instintos exploradores, propios de la edad, y aun así se siente abrumada por un respeto reverencial hacia las costumbres de los suyos.

El pequeño disgusto familiar quedará en nada cuando la nave en que Binti viaja —un enorme crustáceo vivo capaz de transportar pasajeros de un sistema estelar a otro— sea atacada por un grupo de medusas espaciales, raza belicosa y orgullosa que está en guerra con los humanos. Aunque Binti sobrevive, se verá metida de lleno en una encrucijada cultural que pondrá a prueba la percepción que tiene de sí misma. El acierto de Okorafor como narradora consiste en no cargar la mano con un melodrama centrado en los prejuicios ajenos; de hecho, la progresiva transformación de Binti en una mestiza multirracial será acogida con relativa tolerancia por quienes la rodean. Esto es un paralelismo con la sociedad occidental actual, donde las diferencias, aunque con mayor o menor entusiasmo, suelen ser bendecidas por el discurso colectivo. De manera hipócrita muchas veces quizá, pero el que la idea de tolerancia forme parte del discurso público es un avance y en el universo de Binti, aunque los prejuicios interraciales aún existen, no siempre dominan la relación entre los pueblos y pueden ser vencidos.

Es la propia Binti quien encuentra difícil deshacerse de los prejuicios que ella misma alberga para asimilar los cambios que experimenta. Su extraña posición como individuo excepcional que se convierte en el enlace entre varias razas la hará caer en frecuentes estados de pánico que trata de combatir «ramificando», esto es, desarrollando ecuaciones matemáticas en su mente (habilidad muy apreciada en su tribu y por la que se esperaba que Binti cumpliese determinado papel en la sociedad y economía locales). Aferrada a sus frascos de arcilla y su creencia en diosas ancestrales, atenazada por el terror ante lo desconocido, es asaltada por pensamientos recurrentes como «¿Por qué no me quedé en casa?», y por sentimientos de culpa que chocan de manera frontal con el estereotipo genérico de adolescente iconoclasta. De hecho, iremos descubriendo que Binti puede mostrar una resistencia al cambio mental tanto o más fuerte que sus mayores.

Tanto la primera novela como sus continuaciones ahondan en ese vértigo existencial mientras describen un pintoresco universo poblado por civilizaciones, razas, etnias y subgrupos culturales que conviven como pueden, sin llegar a entenderse, pero en última instancia dispuestos al entendimiento. Incluso las razas más susceptibles y guerreras parecen inclinadas al diálogo cuando las circunstancias lo permiten, aunque la violencia detona con facilidad y todos dudan sobre las intenciones de los demás. Eso sí, en este universo no existen los villanos, no hay una civilización de maldad intrínseca deseosa de imponerse al resto; casi todos los problemas surgen del malentendido.

Los tres libros de la saga son breves y contienen argumentos sencillos; su punto de apoyo no son las complicaciones argumentales, sino los mecanismos psicológicos de la protagonista y la recreación de un mundo alienígena en todos los sentidos de la palabra. La propia cultura de la tribu de Binti, los himba, es una combinación entre tradiciones africanas reimaginadas y artilugios futuristas que, a pesar de ser terrícola, nos resulta tan ajena (al menos, a quienes no conocemos en profundidad la base tradicional real que pueda haber inspirado a la escritora) como la cultura de las medusas espaciales o la omnipresente biotecnología de tintes casi mágicos. Conociendo la biografía de Nnedi Okorafor, resulta fácil deducir que la historia de Binti refleja preocupaciones nacidas de su condición de estadounidense hija de africanos, de su paso por la universidad o de sus problemas de salud (una afección en la columna vertebral la hizo retirarse de los deportes siendo todavía muy joven y solo una complicada cirugía evitó que quedase en una silla de ruedas). No solo la vida es frágil, no solo son frágiles la salud y la paz; también es frágil la identidad.

En estos relatos, la pérdida de la identidad es la principal fuente de pesadillas. O lo que, sin ser una pérdida de identidad, se percibe y se siente como tal. Porque la construcción de la identidad no es una decisión exclusiva del individuo, sino que depende en buena medida de las circunstancias que lo rodean durante su vida. Binti apenas puede tomar decisiones sobre las cosas que sucederán a su alrededor, que serán cada vez más extrañas. Por tanto, no puede decir cómo la vida terminará cambiándola y reacciona con aprensión. Lo único que puede hacer, como cualquier otro individuo, es intentar descubrir cuál es el núcleo verdadero de ella misma, cuál es el elemento central de su identidad, el elemento central que nunca cambia. El problema es que, en mitad de la tormenta, el individuo no siempre recurre a lo que desearía, sino a lo que tiene más a mano. Las pregunta «¿Quién soy?» se transforma en «¿Quién he decidido ser?» y después en «¿Quién han permitido las circunstancias que yo haya decidido ser?». Hasta que, de manera inevitable, llega la más incómoda de estas preguntas: «¿De verdad soy quien yo quería ser?». La respuesta honesta, por supuesto, siempre es «no».

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3 Comentarios

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  2. Tergiversador de Enredos

    «Binti», la primera, la única que he leído, es una historia hermosa que merece ser muy leída. Pero no se nos puede escapar el hecho de que probablemente sea el libro más caro de todo el mercado actual: 14€ por un librín de apenas 120 páginas y el tamaño de una cartilla bancaria. Pesa lo que tres «Alianza Cien». Por seis o siete euros más, Ediciones B/Nova te ofrece unos libracos muy bien editados y, como mínimo, igual de buenos.
    Da la impresión de que con el rollete este de ser, cito textualmente de su página web, «una editorial alternativa y sin ánimo de lucro, cuyo propósito es reivindicar una tradición marginal en nuestro mercado: literatura de género con perspectiva de género. Es decir: enfoques alternativos para abordar la ciencia ficción, la fantasía y el terror, que hagan hincapié en las cuestiones de diversidad y feminismo», l@s de Crononauta nos la quieren meter doblada.
    La compré sin haberla visto físicamente, a través de una web de venta de libros on-line, y el chasco que me llevé al abrir el paquete todavía me duele. Menos mal que no tuve que gastar nada en el envío.

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