Cine y TV

Don Quijote cabalga hasta el infinito y más allá

don quijote toy story
Toy Story 4, 2019. Fotografía: Pixar.

I. Donde se trata la condición del por qué la historia de nuestro ingenioso hidalgo fue la primera en su género

En su Teoría de la novela, Gonzalo Torrente Ballester señala como una de las razones determinantes de que el Quijote sea considerada la primera gran obra moderna que, por primera vez en la historia, no es un personaje arquetípico el que se ve arrastrado a un lugar inverosímil o a una aventura terrible, sino que la trama está y se alimenta en el protagonista. Dentro de la cabeza de don Quijote hay un plano de realidad que el lector desconoce e irá descubriendo a medida que la novela avanza, y su interacción con el mundo cotidiano y sin artificios crea un colapso que es el hilo de la historia. 

La historia del ingenioso hidalgo marca el principio de la modernidad en la novela porque su protagonista es lo que podríamos considerar hoy como una wild card o comodín. Vive en su propia realidad, la cual se rige por sus propios parámetros; mira a su alrededor y ve lo mismo que los demás, pero lo interpreta con otras claves. Sus reacciones son imprevisibles y eso hace que quienes están a su alrededor vivan en un constante sobresalto: tanto puede tirarse al galope a atacar a unos molinos de viento como pedir ser nombrado caballero en una venta o ponerse en la cabeza una bacía de barbero. 

Desde hace cuatro siglos, la historia del hombre enloquecido de tanto leer libros de caballerías preside nuestra civilización. La sombra alargadísima de don Quijote ha llegado no solo a los lugares obvios del tributo y la imitación académica, sino a otros todavía más recónditos donde a primera vista resulta casi imposible que un clásico de este calibre consiga ejercer su influencia. Para eso es preciso dejar de lado los prejuicios que a veces acompañan a las obras inmensas y mirar más detenidamente a nuestro alrededor.

II. Donde se da cuenta de la historia de Buzz Lightyear, pariente lejano de don Quijote

En Toy Story, un grupo de juguetes vive sin preocupaciones en la habitación de Andy, un niño que los trata con cariño y los quiere. La paz del cuarto se rompe con la llegada de un nuevo habitante que no solo altera la convivencia entre ellos, sino también la idea de realidad y la conciencia de sí mismos. Como don Quijote, y a diferencia del resto de los juguetes, Buzz Lightyear no finge ser un guardián espacial, sino que cree de verdad que lo es, que el planeta está en peligro y que solo él puede salvarnos a todos. Son los demás los que no lo entienden y cuestionan su modo de hablar y comportarse, pero desde su perspectiva todo tiene sentido. En ambas historias el lector o el espectador, respectivamente, empiezan siendo cómplices de los incrédulos, de aquellos que se ríen ante quien no se da cuenta de que es un juguete o un trastornado. 

La correspondencia entre los dos personajes no es una simple coincidencia, y va desde aspectos puramente discursivos a consideraciones mucho más sutiles acerca de la mentalidad y los valores que defienden, pero vayamos paso a paso. 

Igual que don Quijote se acoge a la orden de caballería, Buzz Lightyear deja claro que está sometido a las órdenes del Comando Estelar, con quien trata de comunicarse desde su primera intervención. Él es un Alonso Quijano de plástico que, en lugar de remitirse a Amadís de Gaula, recita el texto de la parte posterior de su caja de cartón para presentarse al resto de los juguetes mientras estos lo miran estupefactos: 

—… protejo la galaxia de la amenaza de invasión del malvado emperador Zurg, enemigo jurado de la Alianza Galáctica.

—¿En serio? Yo soy de Playskool.

—Y yo de Mattel.

Para los juguetes, su realidad cotidiana es el cuarto de Andy, y el mundo exterior representa un lugar inhóspito, lleno de peligros. Por eso, desde el mismo inicio Buzz es un peligro para los demás y para sí mismo. Se empeña en que tiene que reconstruir su nave, que no es más que la caja en la que ha venido y poder así volver a su planeta. Todo esto después de asegurarse de que el resto de los juguetes no son enemigos y apuntarlos con su rayo láser que, en realidad, no es más que una bombilla roja.

Buscar para el personaje protagonista una pareja antagónica que lo complemente y le dé la réplica también es una innovación del Quijote y que, a partir de entonces, se exporta a todo tipo de productos culturales que vendrán después. En Toy Story, el personaje que hará de contrapunto será Woody, un Sancho vestido de cowboy que, una vez tras otra, le repite a Buzz que él solo es un juguete, que no tiene nave espacial y que no puede volar. 

El pobre Woody no solo representa a los héroes del oeste que fueron sustituidos en el imaginario infantil por los astronautas después del lanzamiento del Sputnik, es además un muñeco rústico que solo puede hablar gracias a una argolla en la espalda pero que, justamente porque lleva más tiempo en la casa, tiene una idea mucho más real y práctica del entorno y la vida como juguetes. Es la voz de la razón. Toda la trama del primer episodio es provocada por Buzz en su obstinación de negar que es juguete y Woody tratando de hacerlo entrar en razón. 

Quizá el momento en el que se ve más claramente la correspondencia entre don Quijote y Buzz Lightyear es cuando ambos llegan a un punto en que tienen que enfrentarse consigo mismos. Por un lado, el ingenioso hidalgo tendrá que enfrentarse con el caballero de los Espejos y, en el mismo prólogo de la segunda parte, Cervantes ajusta cuentas con Avellaneda, el autor de una segunda parte apócrifa de su Quijote publicada un año antes que la legítima. Buzz se verá primero a sí mismo en un anuncio de televisión, indistinguible de los miles de muñecos metidos en cajas idénticas distribuidos por todo el mundo, y más tarde, en Toy Story 2, tendrá que enfrentarse con un Buzz Lightyear malvado. Un juguete exactamente igual que él, que consigue reducirlo y sustituirlo delante de sus amigos durante gran parte de la aventura. Un falso doppelgänger, un doble villano de sí mismo. 

Buzz, como Cervantes y el mismo don Quijote, demuestra ser el auténtico delante de sus amigos enseñando la firma de su dueño, Andy, en la planta del pie, igual que el don Quijote auténtico se reivindica a sí mismo como obra de Cervantes. El escritor, el dueño, la autoría, la firma, la propiedad. Todo está ahí. Siempre estuvo ahí.

Otra de las cuestiones más importantes que plantea Toy Story, igual que lo hizo el Quijote, es cómo vivir después de darte cuenta de que aquello en lo que creías te ha abandonado, cómo sobreponerte a la decepción. Buzz no vuelve a ser el mismo desde que descubre en su brazo la inscripción «Made in Taiwan» que le confirma que solo es un juguete como los demás. Aun así, se reconcilia con la idea, porque vivir en la imaginación de un niño puede suponer incluso más que ser un salvador de la galaxia. Por su parte, don Quijote es derrotado ante el caballero de la Blanca Luna, y ni así renuncia a sí mismo, ni a lo que creía, y continúa defendiendo sus principios, aunque acepta su derrota. Vuelve vencido a su pueblo donde solo le queda ya morir y Cervantes se permite devolverle la cordura, de modo que quien muere al final de la obra es Alonso Quijano, no don Quijote. 

Esta es una de las grandes lecciones que nos da una novela como el Quijote: no renunciar al idealismo. Aceptar la derrota, pero seguir persistiendo en lo que se cree correcto y apoyarse en la amistad como único refugio verdadero. Un amigo que aun siendo diferente a nosotros nos acepte por lo que somos, no por lo que parecemos, y que siga a nuestro lado aun después de haber fracasado. A pesar —o gracias justamente a ello— de que no somos guardianes de la galaxia o caballeros andantes, porque, al final, es la capacidad de soñar lo que nos hace humanos, y esta trae consigo el riesgo de fracasar también. 

Solo para los héroes el triunfo es sin duda una especie de predestinación, pero desengañaos: no hay nada de nosotros en esos personajes inmaculados que siempre caen de pie y no tienen conflictos de conciencia más allá de perseguir el bien absoluto. La realidad es, y esto sí lo sabemos a ciencia cierta, que el éxito solo es una parte mínima de una construcción muchísimo más grande donde juegan el azar, el momento, la suerte, las circunstancias, el trabajo y hasta los fenómenos atmosféricos. Por eso la lección del Quijote, que nos prepara para el fracaso, es mucho más importante. Ahí reside una de las esencias de la universalidad, en saber que solo los amigos salvan cuando todo se ha perdido y que después de la última batalla uno tiene que volver a casa para que le curen las heridas o para morir en paz.

III. Donde se relata lo que debemos a nuestro señor don Quijote

La definición de clásico en la Enciclopedia Británica nos remonta a Servio Tulio, sexto rey de Roma y primero que dividió la sociedad en clases. Denominó «clásicos» a la casta superior de todas, compuesta por los más ricos e instruidos. En el siglo II, Aulo Gelio es el primero que utiliza la palabra para referirse a escritos, a textos que se aplicaban y cuyo objeto era que fuesen leídos por la gente de la clase más alta, por los originalmente denominados «clásicos». En nuestros días, el concepto de clásico denomina lo excelente y digno de ser imitado, en el sentido de servir de modelo o aspiración última, no de copia.

A diferencia de otras artes, la literatura se crea leyendo una y otra vez, se construye y se reconstruye a sí misma sobre una base formada por memoria y tradición en la cual Cervantes ocupa el lugar de un semidiós. Padre de la modernidad, autor del libro que ha sido el más distribuido después de la Biblia, traducido a todos los idiomas que tienen escritura, del que hemos hablando muchísimo más de lo que hemos leído y, aún así, no podemos escapar de él, y han llegado hasta nosotros frases de don Quijote, reales y apócrifas. Incluso quien no lo haya leído tiene imágenes mentales de algunas de las aventuras, como la del los molinos de viento o la bacía de barbero confundida con el yelmo de Mambrino.

Aun así, no debemos olvidar que El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha se convirtió en un clásico y en un éxito desafiando todos los conceptos canónicos de su época. Nuestra perspectiva de cuatro siglos debería permitirnos darle un significado más flexible y entender que el clásico es, sobre todas las cosas, la obra que resiste al paso del tiempo. La lectura que, a pesar de los millones de ojos, lecturas, interpretaciones y traducciones permanece, no inalterable, porque es imposible, pero sigue funcionando. Sigue mostrándose fresca una y otra vez. Eso es, al fin y al cabo, el clásico, un superviviente. Lo más cercano que puede estar un autor de la inmortalidad. 

Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿qué ha hecho don Quijote por nosotros? Hay quien dice que representa la esencia misma de lo que supone ser español. La idea resulta muy halagadora, especialmente si has nacido en España. Sin embargo, esta respuesta tan fácil no explica el éxito arrasador de la novela durante todo este tiempo. Una obra que no ha sido tomada como referencia religiosa y aun así consigue sobrevivir durante cuatro siglos con la vigencia con la que lo ha hecho el Quijote es, sin duda, porque llega a tocar resortes en los lectores que no obedecen a modas, tendencias, ni a nada parecido a una frontera. Más bien todo lo contrario. 

Lo más valioso que ha hecho por nosotros es enseñarnos el instinto de supervivencia y ponernos frente a frente con la esencia misma de lo que significa ser humano: una contradicción perpetua entre lo que soñamos y lo que somos en realidad, como juguetes que aspiran a salvar una galaxia. 


Bibliografía

Bruce R. Burningham, «Walt Disney’s Toy Story as Postmodern Don Quixote», Bulletin of the Cervantes Society of America, 2000, vol. 20, n.º 1, pp. 157-174.

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4 Comentarios

  1. Luis Pires

    Felicidades por el artículo!
    Sólamente querría comentar, desde la más absoluta humildad, que bajo mi punto de vista Cervantes hace una crítica al idealismo y a los idealistas. Durante toda la novela, Don Quijote no recibe otra cosa que palos y vive situaciones patéticas. Todos se burlan de él, es a menudo manipulado, y él anda fuera de la realidad, arrastrando incluso a Sancho, que en ocasiones QUIERE creerse (porque le conviene, como nos conviene a todos muchas veces) el mundo que le promete su señor. Llamémosle a esos mundos religión, burbujas inmobiliarias, ideología, conspiraciones, etc… Que una vez en casa y como Alonso Quijano siga manteniéndose como un idealista refleja, quiero suponer, la obstinación de este caballero. Pero dudo de que la obra sea una especie de loa del idealismo, si es que he entendido bien el texto.
    De nuevo felicidades por el artículo.

    • No soy un experto en la materia pero creo recordar que según explicaron en un documental de la vida de Cervantes, El Quijote es justamente una sátira parodia de las novelas caballerescas, de ahí justamente lo que mencionas. La Broma de todo el asunto es que la parodia se convirtió en referente del genero del que se estaba burlando.

  2. E.Roberto

    Vi ese dibujo animado y realmente me encantó a pesar de que ya peino canas, y ahora me doy cuenta del paralelismo con el nuestro Caballero. Será por esto que me encantó. Gracias por esta especie de “iluminación”. Con respecto al fin de Don Quijote tendré que volver a ver, por el diálogo con Sancho en el lecho de muerte en especial modo, un film de Peter O’Toole que pasó desapercibido.

  3. Brillante artículo, fascinante paralelismo entre 2 obras maestras de sus épocas.

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