
Así que crecer era esto.
Se marchó Roberto Iniesta, que todos le decían Robe, y nos deja con aire de orfandad en generación, con ese regusto amargo tipo «empiezan a tocar homenajes». Se marchó Robe Iniesta, dije, y con él marchan los besos que te debo, la vereda de la puerta de atrás, el perro fiel, el esclavo sin rechistar; se marchan los mercaderes que ocuparon tu templo, la mirada envasada al vacío como una mermelada, un corazón mitad de coca y de caballo. Entre otros latires, que son muchos, y continúan.
Continuarán.
Se marchó Robe Iniesta, y para muchos se marcha un músico de masas, alguien respetado y admirado, uno de los que pones en cócteles y playlist más o menos mainstream. Era el postrer Robe, el tipo calmao que dejó atrás al otro tipo, más salvaje, pura víscera y violencia. No odio, ni siquiera rencor… es solo que nos sale así. Entre las mierdas brotando rosas.
Aquel primer Robe, el de Extremoduro, el de las altisonancias y la desnudez por versos, fue icono de muchas cosas que hoy se olvidan. Donde tenemos canallitas, él era lumpen auténtico. Donde hay fotocopias, Robe siempre se pintó a sí mismo. Con dificultades, sintiéndose diferente. No quiso ser profeta en su tierra y le colgaron clichés de non grata hasta hace cuatro noches. No quiso hacer camino fácil y se lanzó a mezclar influencias y sentir para parir lo que siempre llamó «rock transgresivo». Solo que Robe Iniesta nunca diría «dar a luz».
Robe Iniesta diría «parió».
Rock transgresivo es, verbigracia, salir en un programa de la tele cantando «Jesucristo García» (canción sobre drogas, destinos y pobreza, un «Like a Rolling Stone» de chutas y chustas) vestido como si fuera el Salvador, solo para recibir un tiro en la nuca, arrodillado, tras los últimos sones. Ah, quien empuña la pistola lleva tricornio, por contextualizarles. Rock transgresivo es continuar unos versos de Neruda con referencias a las bragas que secas al sol. Es, también, escupirte una ristra de cárceles y que aquello suene a verdad. Que no sea postureo. Porque el malditismo está enfermo, hoy, de postureo. Y Robe no hacía malditismo.
Robe estuvo maldito.
El rock transgresivo era, también, diapasón de un tiempo y un lugar, el reverso tenebroso a los nihilistas de familia buena que bebían languideces tipo Nirvana antes de retornar, cada lunes, a su colegio de pago. Busquen lo que dijeron Robe (y Uoho, y hasta el hoy cuarentaprincipalizado Fito) sobre la muerte de Kurt Cobain, busquen. Y eso, que diapasón de juventud. Rock, guitarras y letras que, sientes, hablan de ti. Letras que no te cuentan historias sobre cansancios vitales, existencialismos de Cadena 100 o ínfulas ñoñas. Salir, beber, el rollo de siempre, los primeros amores, el desencanto de quien sabe (quien tiene la certidumbre) de que lo van a desencantar. También cierto aire festivo, manchas de calimocho, sábados hasta no poder más. Y, así, mes tras mes, durante mucho. Antes la calle, los ritmos urbanos, eran esto. Los del barrio y el bar. Sonaban a canción sobre drogas y amores, sobre sexo inexplorado, curro sin futuro y futuros sin curro, sobre amaneceres a todo lo demás, todo lo que llega tras volverte mayor. Aquel Robe, aquel Extremoduro, era himno adolescente. Y no busquen crítica, porque es justo lo contrario… nunca más pureza, nunca más pasión.
Fue, también, puerta de entrada a cosas mayores. Dos o tres referencias que se esconden aquí y allá, seis localismos entre doce tacos bien tiraos (que también para tirar tacos necesitas clase). Y exploras. Así que se puede hacer rock con Neruda y con la sombra de Caín, así que hay un tío con nombre eufónico, Chinato nada menos, que habla sobre sierras y cumbres, y sobre volar libre, y sobre rebeldías e ilusiones. Y sigues buscando. Te lanza golpes, te desafía. Lo hace también Yosi, con la generación del cincuenta, con Julia. Lo hará, claro, Kutxi Romero, que es hijo bastardo-reconocido (se puede ser ambas cosas) de Robe. Y así, entre pollas, Manué y la historia de Pepe Botika, ibas desentrañando nieblas.
Resulta que a Robe, desde hace un tiempo, le admiraban todos mucho. Todos. Los rockeros de lentejuelas (como dijo Enrique), los indies a medio cocer, los cazaestribillos en redes sociales, hasta políticos de esos que salían con los oídos pitando cada vez que tocaba concierto. Todos ellos, todas las mentes social-adormecidas, los importantes abogados, banqueros que nunca lloran, hasta la guardia civil (disimula). A veces, en entrevistas y promociones, músicos generados por inteligencia artificial (o por la última moda, o por programas de la tele) hablan sobre el señor Iniesta y le reconocen créditos, y contaban cuánto les gustaba, aunque no gustase a quienes querían gustar. Y uno imagina al Robe calmao, sonriendo un poco, con esa sonrisa irónica que se le ponía en finales, encogiendo un pelín los hombros. Pa qué decirles nada, a estos muchachos, pa qué. Déjalos que camelen. No saben, pero déjalos que camelen. Siempre tuvo, creo, un corazón sensible bajo el desgarro y exabrupto. Déjalos que camelen, quién soy para jurar esto o lo otro.
Podría hablarles yo, sí, de la voz, las referencias, las canciones. Podría decirles sobre diminutivos que acercan, sobre explosión que es pura fachada, sobre la timidez de quien escupe para que no lo vean mientras llora. Podría analizar imágenes, discos, metamorfosis, meterme en si aun escucho trallazos de rabia casi amateur o si me pongo tontorrón con las obras conceptuales. Podría, pero iba a ser inútil. Otros lo harán, porque otros van a venderles la glosa de Robe. Yo no.
Yo vine aquí a llorar un poco.
Así que crecer era esto.
Menuda estafa.











Lo escuchaba sin parar en los 90 en mi discman. Me pedí a los reyes el Iros todos a tomar por culo. Le repetí una y otra vez a todo el que me quisiera oír que Robe era un poeta. Es parte de mi vida lo que se ha ido. Un referente.
Le perdí un poco la pista algunos años y luego volví con La ley innata. Que me parece el mejor disco en castellano que se ha hecho jamás. Desde cualquier ángulo. Es un artista único y que no tiene recambio, un genio improbable.
Nunca he entendido a aquellas personas que lloran o están tristes por la muerte de un personaje público, hasta que ha muerto él. Ayer lloré por su muerte y no lo acabo de entender muy bien. Pero es así. Lo siento como si fuera un amigo el que se ha ido. Lo único que puedo hacer es escucharle y recordar lo que un día fue y lo que un día yo también era. Porque lo que me da pena en el fondo es que lo que se va es un tiempo que no volverá.
Gracias, Robe
Comparto sensaciones y, casi, recorrido.
Y sí, es ese tiempo nostálgico, lo que también me recuerda el adiós de Robe.
Gracias.
Espero que alguien recopile y edite las letras completas de las canciones de Robe y Extremoduro
He seguido oyendo la música de Extremoduro y de Robe, y yendo a sus conciertos. Su música quizá hasta mejoró, no soy alguien imparcial. Pero con su muerte, me han venido justo a la cabeza todos esos momentos de juventud. Cuando me lo descubrió mi hermana. Cuando le di la tabarra a mi amigo Jorge con el Bribribliblí hasta que también él se apasionó. Unos cuantos conciertos míticos con la panda de amigos. Cuando pinchaban Sucede en nuestro bar favorito del Casco y teníamosqueponernos a botar… muchos recuerdos geniales con gente que ya no está. Qué palo la muerte de este desconocido que escribió alguno de los versos de mi vida. Gracias, Marcos. Hoy no hay ningún claro entre las nubes
El momento es cuando salieron en plastic. Y ahí pasaron dos cosas: no se escondieron ni escondieron de donde venían, la jota montermoseña hijos míos, y dos, un grupo con una maqueta y esa letra, tan directa como real, en tve. Nunca he sido un gran fan de extremoduro, aunque ame ciertas cosas suyas, pero leyendo la infinidad de artículos que se han escrito sobre robe, todos fallan en los mismo: la importancia de donde venían y como fue. Eso es más importante que la mayeutica. Y encima, para rizar el rizo, mi hermana compró un piso en plasencia para estar cerca de mi madre.mi madre murió, el caso es que luego te enteras que el robe nació allí. En fin hijos míos, solo quería contar como cuando las cosas aparecen a 300 km no entendéis na. O una parte.
Siento mucho la muerte de Robe. Su música me ha acompañado en muchas ocasiones. La Ley Innata, sobre todo, me parece una auténtica obra maestra.
Por cierto, para cuando un recuerdo al gran Jorge Ilegal, también fallecido recientemente?