Ciencias

Borre solo este recuerdo, por favor

¡Olvídate de mí! (2004). Imagen: TriPictures .

En la película ¡Olvídate de mí! (Eternal sunshine of the spotless mind), Joe, el protagonista encarnado por Jim Carrey, descubre aterrado que su novia se ha sometido a un procedimiento para borrarle de su memoria. El procedimiento parece altamente específico, porque solo han desaparecido los recuerdos sobre Joe mientras que el resto permanecen intactos. ¿Quién no ha deseado alguna vez borrar una experiencia concreta? Este deseo se vuelve necesidad en los casos de trastorno por estrés postraumático (TEPT) en los que los recuerdos de una experiencia dolorosa y perturbadora como una violación o un atentado terrorista aparecen de forma recurrente. Recientemente, un equipo de investigadores ha conseguido borrar recuerdos de forma selectiva en neuronas de la babosa Aplysia. De forma natural, la estimulación del sifón, el órgano respiratorio de las babosas, produce una contracción de la branquia. En este experimento estimularon de forma repetida el sifón de la babosa, produciendo un efecto de sensibilización: la contracción de la branquia era cada vez más intensa. Además, este incremento se mantuvo en el tiempo, así que la babosa había creado un recuerdo. Más tarde, los investigadores bloquearon una proteína específica en las neuronas que codificaban ese recuerdo y cuando volvieron a estimular el sifón, la babosa respondió como si no la hubieran estimulado previamente, es decir, como si no tuviera el recuerdo. Lo más sorprendente es que los investigadores fueron capaces de eliminar este recuerdo sin afectar a los demás. Para los humanos, disponemos de terapias muy eficaces que permiten que las personas que sufren TEPT puedan seguir adelante, pero aún no sabemos eliminar por completo sus recuerdos traumáticos. Por eso, antes de borrar su recuerdo debe comprender que hay varias razones por las que es muy difícil que no quede ni rastro de una experiencia ya almacenada.

Conocemos procedimientos que pueden provocar que una persona no pueda recordar lo que le ha pasado recientemente o incluso lo que le pasó hace un par de años. El mejor ejemplo de este procedimiento es el famoso paciente HM. Este paciente fue sometido a una cirugía para aliviar las crisis epilépticas que sufría desde hace años y que le incapacitaban en sus actividades de la vida diaria. La cirugía logró disminuir sus crisis pero tuvo un resultado inesperado: HM perdió la capacidad de aprender o almacenar experiencias nuevas, es decir, vivió durante el resto de su vida con una profunda amnesia anterógrada. Brenda Milner, la neuropsicóloga que le evaluó durante más de cuatro décadas, tenía que presentarse día tras día porque el paciente HM no lograba crear un recuerdo sobre ella. Además, este paciente también sufrió amnesia retrógrada ya que perdió, aproximadamente, los recuerdos sobre los últimos cinco años anteriores a la cirugía. Lo llamativo es que los recuerdos más antiguos permanecieron intactos: no olvidó quién era, a qué se dedicaba o dónde pasó su infancia. Someterse a este método para olvidar a tu expareja, por ejemplo, supondría no solo perder este recuerdo, sino también perder todo lo ocurrido durante los últimos cinco años, incluida la decisión de querer olvidar.

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Imagen 1. Amnesia retrógrada y anterógrada.

Existe un patrón de deterioro con el que lamentablemente estamos más familiarizados y que también produce un borrado de los recuerdos: la enfermedad de Alzheimer. En esta devastadora enfermedad las personas también pierden la capacidad de aprender cosas nuevas y, por ejemplo, no recuerdan a personas que les presentaron hace poco. Además, van sufriendo una progresiva amnesia retrógrada perdiendo los recuerdos más recientes —por eso no reconocen a sus nietos— y posteriormente los más remotos. Tomando el caso del paciente HM y la pérdida de memoria en la enfermedad de Alzheimer llegamos a la posición de salida en la misión de borrar un recuerdo, ya que lo que tienen en común estos dos trastornos aparentemente distantes es una región del cerebro llamada hipocampo.

—De acuerdo, pues llévame al hipocampo para que busque este maldito recuerdo y terminemos con esto.

—La visita guiada está incluida en el precio. Pase por aquí.

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Imagen 2. Localización del hipocampo.

—Un momento, ¡aquí no está mi recuerdo! Pero… Si el paciente HM perdió todos esos recuerdos cuando le extirparon el hipocampo, ¿será porque estaban almacenados en esta región y no en otra?

—No exactamente. Quizá lo entienda mejor si asiste a la creación de un recuerdo. Hoy vamos a crear el recuerdo de la película Star Wars. Episodio V: el Imperio contraataca.

Aparentemente en el cerebro hay tantas neuronas como estrellas en la Vía Láctea y, de hecho, asistir a la creación de un recuerdo desde nuestra posición —el hipocampo— se parece a estar en un observatorio astronómico. Si en este momento abrimos el techo del observatorio y con el telescopio dirigimos nuestra mirada a diferentes poblaciones de neuronas podremos buscar cuál de ellas se está encargando de crear el recuerdo de la famosa escena entre Darth Vader y Luke Skywalker. Pronto nos damos cuenta de que la escena está algo dispersa: un grupo de neuronas trabaja para representar los aspectos visuales de la escena, otra población no necesariamente cercana se está encargando de procesar los sonidos, otra algo más lejana nuestra sensación de sorpresa… Sabemos que esto no se parece a un recuerdo, cuando uno recuerda la película que estuvo viendo anoche recuerda escenas integradas y no un conjunto fragmentario de los distintos aspectos de la experiencia. Decepcionados, dejamos de mirar por el telescopio y justo en ese momento nos damos cuenta de qué es lo que está ocurriendo en el hipocampo: varias neuronas de esta región están apuntando a cada una de esas poblaciones neuronales intentando ligar los distintos aspectos de la experiencia (Ver Imagen 3A).

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Imagen 3. El papel del hipocampo durante la consolidación.

De esta manera aunque el hipocampo no contenga el recuerdo, sí contiene el mapa de reconstrucción de ese recuerdo y, si nos preguntan qué película vimos anoche, las neuronas del hipocampo podrán apuntar y activar de nuevo a las poblaciones que representaron los aspectos visuales, auditivos y emocionales necesarios para orquestar el recuerdo de esa experiencia. Esta es una de las razones por las que es difícil borrar un recuerdo: el recuerdo no sólo depende del hipocampo sino que está distribuido por varias regiones cerebrales indirectamente conectadas por el hipocampo. Por eso HM no pudo recordar a las personas que conoció después de la cirugía, porque al perder el hipocampo, perdió la posibilidad de ligar o crear un mapa sobre la configuración y distribución de esa experiencia en el cerebro.

—Vale, pero algo no me cuadra. Si sin el mapa del hipocampo no puedes ligar las nuevas experiencias, tampoco puedes recuperar las que ya tenías almacenadas. Es como si tu cerebro no supiera dónde las ha puesto. Pero antes has dicho que HM mantuvo los recuerdos remotos, que solo perdió los últimos 5-7 años. ¿No debería haber perdido todos sus recuerdos al carecer del mapa para reconstruirlos?

—Es que otro factor a tener en cuenta para borrar un recuerdo es su antigüedad.

En otros trastornos que también afectan a la memoria como en la enfermedad de Alzheimer, los recuerdos recientes parecen perderse antes que los recuerdos más antiguos. El psicólogo francés Théodule Ribot en 1881 escribió que «la destrucción progresiva de la memoria sigue una ley: avanza progresivamente desde lo inestable hasta lo estable» y, efectivamente, cuando creamos un recuerdo su configuración es frágil e inestable y por lo tanto más sensible a factores disruptivos como el daño cerebral o la interferencia. Por esta razón, nuestros abuelos recuerdan con pelos y señales sus anécdotas sobre la mili mientras que olvidan dónde han puesto las gafas o cómo se llamaba el nuevo vecino. Este proceso que fortalece y estabiliza las huellas de memoria con el tiempo es la consolidación, y probablemente va a ser otro obstáculo en nuestra misión de borrar un recuerdo.

Si volvemos al hipocampo y abrimos de nuevo el techo del observatorio veremos frecuentes fogonazos o reactivaciones de las mismas poblaciones de neuronas que estuvieron activas en el momento de la experiencia —es decir, cuando estábamos viendo Star Wars—. Esta reactivación sucede cuando recordamos o reexperimentamos el episodio, pero también espontáneamente cuando dormimos o estamos despiertos sin hacer nada en concreto. El cerebro utiliza este mecanismo de reactivación para rebobinar varias veces la información y fortalecerla. La RAE define la palabra rebobinar como «hacer que un hilo o cinta se desenrolle de un carrete para enrollarse en otro», y precisamente eso es lo que ocurre: la reactivación permite que ese recuerdo inicialmente inestable se fortalezca y se independice del hipocampo para depender de otras regiones (ver Imagen 3B). Cuando el recuerdo se consolida no necesita del índice o mapa que estaba codificado en las neuronas del hipocampo y que lo mantenía unido cuando aún era un recuerdo reciente. Gracias a este mecanismo el paciente HM conservó los recuerdos remotos, porque que ya no dependían del hipocampo para orquestar la reconstrucción del recuerdo. Lamentablemente, aquellos recuerdos que aún no habían sido estabilizados perdieron el mapa para ser reconstruidos.

La consolidación se produce progresivamente, así que en el peor de los casos nos encontraremos buscando un recuerdo que ya se haya independizado del hipocampo. Sobre cómo se hace esta mudanza a otras regiones aún sabemos poco, pero uno de los mecanismos de consolidación mejor estudiados es el que sucede durante el sueño. El sueño no es un fenómeno uniforme, sino que pasamos por diferentes fases en las que nuestro cerebro muestra diferentes tipos de actividad. La fase que se ha vinculado con la consolidación es el sueño de ondas lentas. Una de las fuentes generadoras de estas ondas lentas es la corteza prefrontal y la reducción de estas ondas se ha asociado a una disminución del recuerdo. Es frecuente escuchar a personas mayores informar de que cada vez duermen menos y, de hecho, esta reducción es mucho más severa en personas con deterioro cognitivo leve —la antesala de la demencia— y la enfermedad de Alzheimer. Precisamente la corteza prefrontal es una de las regiones en las que antes se deposita el beta-amiloide, una sustancia que está presente en el cerebro de las personas sanas pero que en las personas con enfermedad de Alzheimer se deposita de forma patológica, creado placas que impiden la comunicación entre las neuronas. En un interesante estudio, observaron que cuanto mayor era la acumulación de beta-amiloide en la corteza prefrontal, más alterado estaba el sueño de ondas lentas y el recuerdo a la mañana siguiente. La conclusión a la que llegaron los investigadores es que la interrupción de la comunicación entre el hipocampo y la corteza prefrontal durante el sueño estaba impidiendo a las personas mayores la consolidación de sus recuerdos.

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Imagen 4. Corteza prefrontal.

La corteza prefrontal es una región altamente conectada a otras regiones sensoriales, motoras o emocionales y por lo tanto es una buena candidata para asumir parte del papel del hipocampo como integrador de diferentes aspectos del recuerdo. Llegados a este punto, podríamos pensar que borrar un recuerdo puede ser difícil dado que está distribuido por varias regiones cerebrales, pero eliminar su acceso parece relativamente sencillo: si es un recuerdo reciente, bastaría con eliminar las neuronas del hipocampo que albergan el mapa de reconstrucción, y si es un recuerdo remoto, podríamos aplicar la misma estrategia sobre las neuronas de la corteza prefrontal. De hecho, hasta ahora parece que el hipocampo mantiene los recuerdos en cuarentena hasta que progresivamente se van estabilizando y migrando a la corteza prefrontal. Sin embargo, un estudio llevado a cabo con roedores ha desafiado esta visión usando técnicas optogenéticas que permiten activar o desactivar de forma controlada determinadas neuronas. Este estudio revela que cuando tenemos una experiencia se crean dos copias del recuerdo simultáneamente: una en el hipocampo para su uso inmediato y otra en la corteza prefrontal a modo de copia de seguridad que, si se estabiliza, puede ser utilizada mucho más tarde. Durante los primeros días los roedores parecían utilizar la copia del hipocampo, pero conforme pasaba el tiempo estas neuronas se iban silenciando para ser relevadas por las neuronas de la corteza prefrontal. Al igual que pasaba con la acumulación de beta-amiloide y la reducción del sueño de ondas lentas en seres humanos, si a estos roedores les interrumpían la comunicación entre el hipocampo y la corteza prefrontal durante la consolidación, esa copia de seguridad no maduraba los suficiente para ser funcional.

Cuando hablamos de recuerdos, casi siempre nos referimos a experiencias concretas que ocurrieron en un momento y lugar determinados. Por ejemplo, tu última visita al dentista o las vacaciones en la playa durante el verano pasado. Estos recuerdos conforman nuestra memoria episódica, es decir, nuestra memoria para eventos o acontecimientos que conservan los detalles sobre el momento y el lugar en el que fueron adquiridos. Sin embargo, gran parte de nuestro conocimiento se asienta sobre los significados de las cosas y para saber qué es una naranja o qué es la lluvia no necesitamos pensar en la última naranja que nos comimos o en todas y cada una de las veces que hemos visto la lluvia caer. Estos recuerdos son diferentes a los recuerdos episódicos y conforman lo que llamamos memoria semántica. Para saber lo que es la lluvia no necesitamos recrear un episodio en concreto, y por eso el hipocampo no resulta imprescindible para acceder a esta información. De hecho, el paciente HM era capaz de completar crucigramas y entender conversaciones sin ningún problema. Aunque aún hay cierto debate sobre este asunto, parece que los conceptos y el significado de las cosas se adquieren mediante la acumulación de episodios. El proceso de consolidación hace que los recuerdos episódicos se estabilicen pero también que se conecten con otros episodios que contienen elementos similares. Así, acumulando episodios de días lluviosos creamos el concepto de lluvia. Poco a poco se difuminan las experiencias concretas y crece, como una enredadera, la compleja red de conocimiento semántico que poseemos sobre el mundo; hasta el punto en el que uno no recuerda cuándo aprendió lo que significa la palabra «llover» ni cuántas experiencias con la lluvia han dado lugar a ese concepto.

Recopilando, un recuerdo está sembrado en diferentes regiones cerebrales. Estas regiones cerebrales se conectan entre sí gracias a un mapa de la distribución de la experiencia que alberga el hipocampo y a otro mapa que tarda algo más en madurar en la corteza prefrontal. La letra pequeña de este servicio de borrado de recuerdos dice que es muy difícil extirpar completamente un recuerdo dada su dispersión, su progresiva mudanza a otras regiones, y el efecto que haya podido ejercer al enredarse con otros recuerdos que poseen elementos similares en la memoria semántica.

—¿Alguna vez llovió estando con su expareja? Porque quizá haya afectado a lo que piensa usted sobre la lluvia en general.

—Me temo que sí. Estuvimos viviendo en Santander.

—Bueno, pues si aún sigue interesado, necesito que firme aquí abajo.

He leído y acepto los términos y condiciones del borrado de recuerdos.

Este artículo ha sido finalista del concurso DIPC de divulgación del evento Ciencia Jot Down 2017

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Fuentes:

  • Antony, J. W. et al. (2017). «Retrieval as a fast route to memory consolidation». Trends in Cognitive Sciences.
  • Frankland, P. W., & Bontempi, B. (2005). «The organization of recent and remote memories». Nature Reviews Neuroscience, 6(2), 119-130.
  • Hu, J., et al. (2017). «Selective erasure of distinct forms of long-term synaptic plasticity underlying different forms of memory in the same postsynaptic neuron». Current Biology.
  • Kitamura, T. et al. (2017). «Engrams and circuits crucial for systems consolidation of a memory». Science, 356(6333), 73-78.
  • Mander, B. A. et al. (2015). «Beta-amyloid disrupts human NREM slow waves and related hippocampus-dependent memory consolidation». Nature Neuroscience, 18(7), 1051-1057.

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6 Comentarios

  1. Alexis Martínez de Castro

    Magnífico artículo, señores

  2. Bonito, didáctico e interesante. Felicidades por el artículo

  3. Pingback: Cómo cambian nuestros recuerdos durante el sueño - La Fragua

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