Música

Con el jazz a otra parte: el Lenox Lounge de Harlem, en los tribunales

Lenox Lounge

Los ojos de Alvin Reed se llenan de lágrimas al recordar que nunca más volverá a cruzar las puertas del histórico Lenox Lounge, el mítico club de jazz de Harlem que ha regentado desde 1988 y que cerró sus puertas en Año Nuevo. «He puesto mi corazón y mi alma en ese negocio. Han sido 25 años de trabajo duro», solloza desde el despacho de su abogada, a unas manzanas del 288 de la Avenida Lenox donde estaba situado el bar. Con ella acudirá el próximo 14 de marzo a los juzgados de Nueva York para defenderse de la demanda que ha interpuesto el dueño del edificio, Ricky Edmonds; le acusa de haber destrozado y desvalijado el local, que pasó a tener un nuevo inquilino el uno de enero.

Erigido en templo del jazz y pedacito de la historia de la música negra en Nueva York, las paredes del Lenox Lounge han sido testigo de vertiginosas veladas musicales desde que abriera por primera vez en 1939. Por el bar desfilaron Billie Holiday, que tenía su mesa reservada en la sala Zebra —alabada por su particular estampado estilo Art-decó, Miles Davis y John Coltrane, entre otros; Alex Haley eligió este escenario para entrevistar a Malcom X y dar forma a su biografía; y Langston Hugues, conocido como el poeta del renacimiento, escogió el Lenox Lounge para narrar la historia del jazz. Recientemente, sirvió de plató para la archipremiada serie de televisión Mad Men.

Hoy esos muros están desnudos y solo queda la sombra de lo que fue letras incluidas Desde las cuatro de la mañana del uno de enero hasta el mediodía, una vez acabada la última fiesta de Nochevieja en el Lenox, un equipo contratado por Reed se encargó de vaciar el local antes de que expirase el contrato de alquiler. A 15.000 euros al mes, el doble de lo que pagaba en 2012, el acuerdo con Edmonds se antojaba complicado. Amén de otros desencuentros entre propietario e inquilino a cuenta de goteras y reparaciones varias.

La crisis pasa factura en todas partes, aunque en este caso también hay una pugna soterrada por renovar Harlem. El vecindario se debate entre tradición y modernidad. Reed forma parte de la historia del barrio, no quería dejar el Lenox Lounge… Pero el nuevo propietario del local, Richard Notar, «no me respetó como hombre de negocios, ni me planteo que fuéramos socios», se lamenta. En esa tesitura, optó por buscar un nuevo espacio para el Lenox y lo encontró.

El nuevo club, a 666 pies

La barra del bar, que data de los años 40, los taburetes, las mesas, el papel de las paredes, las fotos… Todos los detalles que hicieron especial al Lenox Lounge descansan ahora a 200 metros 666 pies, para ser exactos, en el 333 de la Avenida Lenox. justo enfrente del restaurante Sylvia’s, icono culinario del Harlem histórico que convive con la nueva cocina del Red Rooster, inaugurado en 2010. Ahí volverán a brillar las letras del Lenox Lounge y la música sonará desde el sótano este verano a no ser que la justicia diga lo contrario.

El dueño del edificio que cobijó al viejo Lenox ha llevado el caso a los tribunales y, según figura en la demanda, le reclama 50 millones de dólares por los actos vandálicos y los destrozos realizados. Reed se defiende, asegurando que el contenido del club es suyo: «Las letras no eran originales sino una reproducción que encargué en el año 2000 y los muebles forman parte del acuerdo de compra que firmé con Dominic Greco en 1988 y por el que pagué 85.000 dólares».

Al margen de esta disputa se quiere mantener el empresario y socio de los restaurantes Nobu, Richard Notar, nuevo inquilino del 288 de la Avenida Lenox. Aunque su intención inicial era mantener este icono del jazz intacto, parece que finalmente tendrá que fundar uno nuevo porque el propietario del nombre es el viejo con alma de joven Reed, bailarín entusiasta de ritmos latinos como la salsa y el mambo.

Con un local recién alquilado, el mobiliario de siempre y ganas de volver a empezar, su plan es reabrir el Lenox Lounge con una nueva sala Zebra, por supuesto, y el escenario en el sótano donde estaban antes. A sus 73 años se muestra lleno de vitalidad para seguir trabajando por el sueño que le trajo a Nueva York y para batallar en los tribunales. Este Harlem dice no es el de hace «tres décadas cuando el vecindario estaba en decadencia»; eran tiempos de drogas por las calles, bandas y problemas. Ahora es más fácil abrir un negocio aquí, apunta, aunque no «se sepa que es Harlem y su historia».

 

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