Sociedad

La España que bosteza: Ganivet, Unamuno y la degeneración del 78

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Ángel Ganivet. Fotografiado por Compañy en Madrid, 1903.

De este, pues, formidable de la tierra
bostezo el melancólico vacío…

Góngora.

Acaban de cumplirse ciento veinte años de la prematura muerte de Ángel Ganivet, que vio en el «alma española» la confluencia del estoicismo grecorromano, el cristianismo y el legado cultural árabe. Durante los últimos meses de su vida, Ganivet mantuvo un apasionado debate epistolar con su amigo Unamuno, una reflexión a dos voces fundamental para comprender los orígenes y la evolución de una crisis de identidad nacional que, como demuestran los acontecimientos políticos más recientes, está lejos de haber sido superada.

El tema de España

La breve pero intensa relación entre Ganivet y Unamuno ejemplifica de forma especialmente clara y temprana las preocupaciones, los temas recurrentes y las contradicciones de la Generación del 98, un movimiento literario —pero no solo literario— que, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre él, aún no ha sido comprendido en toda su amplitud y complejidad.

Para empezar, ni siquiera hay un consenso pleno sobre sus integrantes. Ateniéndose a criterios meramente cronológicos y estilísticos, algunos incluyen en el elenco a autores como Benavente, Blasco Ibáñez o Arniches; pero la Generación del 98 no se define solo por su ruptura con la retórica decimonónica —una ruptura que la aleja tanto del romanticismo como del realismo al uso—, sino también, y sobre todo, por sus preocupaciones políticas y filosóficas, que se centrarían en lo que se denominó el «tema de España»: la angustiada búsqueda de una identidad nacional tras la larga decadencia y la abrupta desaparición del Imperio español. De acuerdo con este criterio más restrictivo, los componentes del núcleo duro de la Generación del 98 serían, por orden alfabético, Azorín, Baroja, Ganivet, Machado, Maeztu, Unamuno y Valle-Inclán.

Aunque algunos consideran a Ganivet un precursor de la Generación del 98 más que un miembro propiamente dicho, puesto que murió el mismo año de referencia en que se sitúa la eclosión del grupo, no tiene mucho sentido, como señaló el propio Unamuno, llamar «precursor» a alguien estrictamente coetáneo de los autores a los que supuestamente precede. Ganivet es un miembro de pleno derecho, y uno de los más representativos, además; solo que su muerte prematura le impidió, a diferencia de sus compañeros de generación, desarrollar su obra y contrastarla con la turbulenta realidad histórica del primer tercio del siglo XX.

De hecho, es Ganivet el que nos ofrece, con su Ideariun español, la más explícita y sistemática exposición del «tema de España». Unamuno, que lo sobrevivió cuatro décadas, profundizaría mucho más que él en la materia; pero el Idearium, con todos sus defectos —y sus excesos—, sigue siendo el libro de referencia para obtener una visión de conjunto de los tópicos e inquietudes de la Generación del 98.

En la primera parte del Idearium, afirma Ganivet que los tres elementos constitutivos del «alma española» son el estoicismo grecorromano, el cristianismo y la influencia árabe, un riquísimo patrimonio que se desperdició en la aventura imperial. «Si la fatalidad histórica no nos hubiera puesto en la pendiente en que nos puso —dice al final de la primera parte—, lo mismo que la fuerza nacional se transformó en acción, hubiera podido mantenerse encerrada en nuestro territorio, en una vida más íntima, más intensa, y hacer de nuestra nación una Grecia cristiana».

En la segunda parte, y tal como anuncia la frase anterior, propone Ganivet la reconstrucción interior de la nación: «Una restauración de la vida entera de España no puede tener otro punto de arranque que la concentración de todas nuestras energías dentro de nuestro territorio». Y en la tercera y última parte invita a «un acto de contrición colectivo» para superar la pasividad y el sometimiento a las influencias exteriores, esa abulia que para Ganivet es el gran vicio nacional, y que sería uno de los temas recurrentes de la Generación del 98, como nos recuerdan los versos de Machado: «Hay un español que quiere/ vivir y a vivir empieza/ entre una España que duerme/ y otra España que bosteza».

El porvenir de España

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Miguel de Unamuno, 1925. Fotograafía: Agence de presse Meurisse / Bibliothèque nationale de France.

Algunos de los temas y conceptos del Idearium habían sido abordados también por Unamuno hacia la misma época, sobre todo en La España moderna En torno al casticismo, y la idea unamuniana de «intrahistoria» armonizaba con la «reconstrucción interior» propugnada por Ganivet, lo que llevó a ambos autores a mantener en 1898 un cordial debate público sobre los temas de interés común, en forma de cuatro extensas —e intensas— cartas abiertas que aparecieron en El Defensor de Granada bajo el epígrafe El porvenir de España. Pero la relación Ganivet-Unamuno venía de antes: se remontaba a 1891, cuando, con motivo de unas oposiciones, coincidieron en Madrid y durante un par de meses se vieron casi a diario. Ganivet tenía a la sazón veinticinco años y Unamuno aún no había cumplido los veintisiete. Y sin duda estas conversaciones juveniles sentaron las bases de su posterior relación epistolar, que duraría hasta la prematura muerte de Ganivet.

En 1912 El porvenir de España se publicó en forma de libro, con unas «Aclaraciones previas» de Unamuno en las que nos advierte: «Como han pasado cerca de catorce años desde que estas cartas abiertas se publicaron y en estos años he cambiado no poco en mi manera de ver y apreciar muchas cosas, yo, por mi parte, habría condenado a no ser jamás reeditada la parte que en este volumen me corresponde, y si he accedido a ello es solo para que así resulte más claro y más justificado lo de Ganivet que a lo mío se refiere, como lo mío a lo suyo». Y acaba diciendo: «Me felicito de poder contribuir a que sea mejor conocido aquel hombre de pasión, de pasión más que de ideas, aquel gran sentidor, sentidor más que pensador en esta tierra en que es pasión y sentimiento y entusiasmo más que ideas y doctrinas lo que falta». Al conocedor de la obra de Unamuno no le sorprenderán estas advertencias preliminares, pues, efectivamente, algunas de sus afirmaciones de 1898 contrastan vivamente con su pensamiento posterior.

En su primera carta abierta, que básicamente es un comentario-respuesta al Idearium español, denota Unamuno un esencialismo cristiano que lo lleva al extremo de negar la importancia de las influencias pagana y árabe, que compara a las tempestades que alborotan la superficie del mar sin alterar sus profundidades. Todavía está lejos del escepticismo subyacente a obras como La agonía del cristianismo San Manuel Bueno, mártir. Pero lo más interesante de esta primera carta es su impugnación de la España una e imperial impuesta a sangre y fuego por los Reyes Católicos y sus herederos. «Nuestro pecado capital fue y sigue siendo el carácter impositivo y un absurdo sentido de la unidad», son sus contundentes palabras. Y más adelante añade: «Más de una vez se ha dicho que el español trató de elevar al indio a sí, y esto no es más que una imposición de soberanía. El único modo de elevar al prójimo es ayudarle a que sea más él cada vez, a que se depure en su línea propia, no en la nuestra».

En su respuesta, Ganivet se acerca a la posición antiimperialista y antiunitarista de Unamuno: «Si existe un medio de conseguir la verdadera fraternidad humana, este no es el de unir a los hombres bajo organizaciones artificiosas, sino el de afirmar la personalidad de cada uno y enlazar las ideas diferentes por la concordia y las opuestas por la tolerancia». Y nos sorprende luego con una observación de extraordinaria actualidad: «El socialismo tiene en España adeptos que propagan estas o aquellas doctrinas de este o aquel apóstol de la escuela. ¿No hay acaso en España tradición socialista? ¿No es posible tener un socialismo español?». El triunfo de la revolución cubana y su emancipación del modelo soviético, así como los recientes procesos transformadores autóctonos de Venezuela, Bolivia o Ecuador, han demostrado —pese a todos sus defectos y excesos, o precisamente por ellos— que no hay una única y preestablecida vía al socialismo: se hace socialismo al andar, y en cada país y momento la andadura tiene características propias; en este sentido, las palabras de Ganivet son proféticas. Y también lo son cuando dice: «España es una nación absurda y metafísicamente imposible. Su cordura será la señal de su acabamiento».

En su segunda carta abierta, Unamuno muestra su desacuerdo con lo que denomina el idealismo de Ganivet: «Lo que cambia las ideas —dice—, que no son más que la flor de los estados del espíritu, es la organización social… En diferentes obras, algunas magistrales, como las de Marx y Loria, está descrita la evolución social en virtud del dinamismo económico». E insiste en su antiunitarismo: «No me cabe duda de que una vez que se derrumbe nuestro imperio colonial surgirá con ímpetu el problema de la descentralización, que alienta en los movimientos regionalistas… Nada dificulta más la verdadera unión de los pueblos que el pretender hacerla desde fuera, por vía impositiva, o sea legislativa, y obedeciendo concepciones jacobinas, como suelen serlo las del unitarismo doctrinario».

Su segunda carta, la última de la serie, la inicia Ganivet con otra frase profética: «Poco a poco, sin pretenderlo, vamos a componer un programa político». Por desgracia, Ganivet moriría trágicamente ese mismo año, y no pudo seguir participando en ese trabajo programático; pero Unamuno y los demás miembros de su generación sí lo harían; poco a poco, a lo largo de cuatro décadas confusas y turbulentas, a veces pretendiéndolo y otras sin pretenderlo. No es un programa explícito y pormenorizado, el de la Generación del 98; pero su constante preocupación política y filosófica se traduciría en un corpus literario y ensayístico de extraordinaria influencia sociocultural, permanentemente recorrido por las angustias y contradicciones que desembocarían en la impropiamente denominada Guerra Civil.

La histeria se repite

Desde el punto de vista ideológico, la Generación del 98 supone el cuestionamiento del trinomio tradicional —y tradicionalista— Dios-patria-rey. Un cuestionamiento titubeante y confuso al principio, pero que con el tiempo daría lugar a posturas definidas y en ocasiones enfrentadas, desde el fascismo explícito de Ramiro de Maeztu hasta el republicanismo militante de Antonio Machado. Un cuestionamiento del que fue hija la Segunda República, y que provocó la brutal reacción armada de la derecha.

Tras el triunfo del golpe fascista, el trinomio Dios-patria-rey adoptó la forma nacionalcatolicismo-españolismo-franquismo, y tras la autodenominada «transición» se mantuvo vigente con algunas variaciones ostensibles pero insuficientes: el franquismo dio paso al borbonismo, el nacionalcatolicismo perdió presencia pero no poder y el españolismo siguió —y sigue— imponiéndose por todos los medios, incluido el tolerado auge —la resistible ascensión, como diría Brecht— de la derecha más extrema. Si algo bueno había en el «espíritu del 78», la España que duerme sumida en el sueño de la razón, que vuelve a engendrar los mismos monstruos (la historia no se repite, pero la histeria sí, es pura repetición irracional), lo ha degradado con la abúlica complicidad de la España que bosteza.

«Por Dios, por la patria y el rey lucharon nuestros padres; por Dios, por la patria y el rey lucharemos nosotros también», proclama el himno tradicionalista, cuyos ecos resuenan de nuevo con fuerza. Por el laicismo, la descentralización y la república lucharon nuestros padres intelectuales de la Generación del 98; ¿lucharemos nosotros también o seguiremos bostezando?

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22 Comentarios

  1. Hombre, actualmente los herederos de ese nacional-catolicismo identitario tan español están en el País Vasco y en Cataluña.

    O si no, que la Virgen de Montserrat me lo desmienta.

    • El nacionalcatolicismo es un invento de los Reyes Católicos actualizado por Franco mediante un concordato con la Santa Sede, en función del cual el «generalísimo», además de ir bajo palio, nombraba a los obispos. Y sus herederos (aunque sin duda los hay) no abundan ni en Euskal Herria ni en Catalunya, dos comunidades que conozco bien. Las vírgenes de Montserrat y de Begoña te lo pueden confirmar.

  2. «La impropiamente denominada Guerra Civil». ¿Cómo debería denominarse?

  3. Me ha llamado la atención que ya Unamuno y Ganivet, a finales del XIX tuvieran claro que no se puede crear unidad por la fuerza y la imposición. Algo que siempre me ha parecido puro sentido común y que hoy en día es pura blasfemia para el actual nacional catolicismo español. El vasco y el catalán no caben en este argumento, como alguno pretendia en comentarios anteriores, pero sí, coincido en que son muy católicos y tradicionalistas

    • Michael Caine

      Los partidos nacionalistas PNV y PdeCat son católicos, tradicionalistas y juegan a dos barajas de cartas. En España (mejor decir el estado español, para no ofenderles) piden pluralismo mientras que en Euskadi, Euskal Herria o Catalunya consideran en cambio que hay una homogeneidad cultural y se creen legitimados a imponer una uniformidad cultural pero también implicitamente política. Aunque el PNV de hoy es más moderado, con todo el poder político de Euskadi en sus manos gracias a ese moderantismo, a aquellos que crean que el nacionalismo periférico no impone les animo a pasear por Hernani y respirar ese aire de libertad y pluralidad que alli se respira…¡ejem!

      • Me he paseado a menudo por Hernani, conozco bien Euskal Herria y vivo en Catalunya, después de recorrer medio mundo, y no conozco pueblos más hospitalarios que el vasco y el catalán. En cuanto al PNV y al PdeCat, estoy de acuerdo: juegan a dos barajas, y a tres si hace falta. Y, por supuesto, en última instancia el problema no son los Borbones, sino la banca y el gran capital; si la economía funcionara como es debido, un rey (o dos, como en este caso) sería pura anécdota.

        • Michael Caine

          Yo también conozco bien el País Vasco, de hecho, soy de San Sebastián. Conozco lo hospitalarios que podemos ser los vascos con los foraneos y lo facil que nos resulta hacerles sentir foraneos a muchos casi de forma permanente. Pero más importante que la hospitalidad es la libertad, y esaha faltado mucho tiempo en Euskadi.

          • Y sigue faltando: aún hay cientos de presos políticos. Y con esto no pretendo echar la culpa de todo a un solo bando y menos justificar los crímenes del otro. Pero hay que ir a las raíces de los conflictos. Como italiano, he vivido de cerca los excesos de la extrema izquierda y los rechazo enérgicamente; pero sin un Estado represor y corrupto no habrían existido las Brigadas Rojas.

            • No son presos políticos, no están en la cárcel por sus ideas sino por quebrantar la ley.

              • Según eso, los objetores de conciencia tampoco eran presos políticos, pues no iban a la cárcel por estar en contra del servicio militar, sino por quebrantar una ley que obligaba a cumplirlo. Y los que repartían Mundo Obrero durante el franquismo tampoco eran detenidos por sus ideas, sino por difundir propaganda ilegal. Por eso la verdadera cuestión es: ¿Son admisibles leyes como la ley mordaza y la ley antiterrorista? ¿Hay verdadera separación de poderes? ¿Son fiables los detentores del poder judicial?

            • Michael Caine

              Creo que deberías informarte más sobre lo que ha pasado en el País Vasco, sobre el.nacionalismo vasco y lo que significó para la sociedad vasca el terrorismo de ETA, un fenómeno muy diferente al terrorismo de las Brigadas Rojas, aunque contemporáneo.

              • Te aseguro que es un tema sobre el que estoy bien informado y que he vivido de cerca. Es un asunto muy complejo que valdría la pena tratar a fondo; pero me temo que no es este el foro adecuado. De acuerdo en que es un fenómeno muy diferente al de las Brigadas Rojas; en algunos aspectos, casi antagónico.

  4. Michael Caine

    Me parece que pretender que la España de Unamuno y Ganivet, que la España de la Restauración, es igual que la España de la Constitución de 1978 es una exageración y una manipulación. Hoy tenemos monarquía, pero el Rey no gobierna ni tumba gobiernos como hacía Alfonso XIII. Hoy aunque hay muchos partidos, ya no hay pucherazos y hay una democracia real. Hoy hay autonomías, cosa que no existía en la Restauración, salvo la Mancomunitat, que no duró mucho. Ya no hay ese centralismo de todo en Madrid. El estado es aconfesional y el Ejército no intenta pronunciamientos.
    En realidad, la Constitución del 78 intentó superar esa unitarismo sin disolver el país y desarrolló muchas de las ideas del 98. Yo diría además que la siguiente generación, la del 14, desarrolló su crítica de Esoaña de forma más coherente y constructiva. Y de ahí a la 2° República. La España del 78 recupera la democracia y las autonomías, dos aspectos esenciales del proyecto republicano. No juguemos a la confusión, por tanto.

    • Creo que buena parte de lo que dices es cierto, pero insuficiente. Y hablando de confusión, no hay que confundir la Luna con el dedo que la señala.

      • Michael Caine

        Creer que el combate de hoy, año de 2018, es contra el «borbonismo» es tener una mirada desenfocada o romántica, pero no práctica. Más bien hay hoy otros poderes aquí no mencionados de mayor enjundia y peligrosos, vease bancos o eléctricas, por ejemplo, a los que oponerse.
        España poco más puede hacer en la descentralización, excepto convertirse en confederación como Yugoslavia y disolverse pacificamente. En el laicismo estoy de acuerdo, podría hacerse más.En cuanto a la monarquía, vuelvo a decirlo, muchas democracias asentadas hay que son monarquias. Y no pasa nada.
        Pero los problemas de la España de hoy se relacionan con una crisis económica tremenda de 2007, con el tema catalán y la crisis de la UE y migratoria. Es curioso que en el auge preocupante de Vox y la ultraderecha no se mencione la responsabilidad histórica de un nacionalismo catalán desatado, ultra, que en este juego de espejos de la calle del Gato, ha despertado en frente a otro monstruo.

        • ¿De verdad crees que el monstruo de la extrema derecha estaba dormido y necesitaba que alguien lo despertara? Y ese nacionalismo catalán desatado, ¿en que partido u organización se concreta?
          Dicho sea de paso, el Callejón del Gato ya no es lo que era: ni los espejos ni las patatas bravas son los de antes.

  5. Asoma la patita

    ¡qué raro! Alguien que celebra en el artículo a Fidel Castro y a Chávez da también palmas a los nacionalismos de boina a rosca. Qué agilidad al saltar de las repúblicas bolivarianas al supremacismo derechista, qué sutilidad criticando que «unos pocos» quieren imponer una España centralizada pero aplaudiendo que «otros pocos» quieran imponer su visión de una España desmontada.

    Habla de los «presos políticos» de ETA y creo que pocas palabras pueden expresar mejor la miseria moral de este infraser. Que se ha sentido muy bien acogido en Cataluña y País Vasco. ¡¡¡normal!!! Si ha llegado aplaudiendo sus aquellarres nacionalistas.

    PD: «Por Dios, por la patria y el rey lucharon nuestros padres; por Dios, por la patria y el rey lucharemos nosotros también», proclama el himno tradicionalista, cuyos ecos resuenan de nuevo con fuerza -> resuenan mucho en los mítines del PNV, ¡qué curioso! También en los de CIU, o como sea que llamen ahora a la mona vestida de seda.

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