Humor Ocio y Vicio

Biografía de quienes nunca existieron

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Elizabeth Durack en 1961. Imagen: dominio público.

William Edgar Smith, un estudiante de ingeniería de cerámica técnica, solicitó en 1927 una plaza para ingresar en la universidad pública del Instituto Tecnológico de Georgia (o Georgia Tech). Su demanda fue aprobada pero algún desliz a la hora de gestionar el papeleo propició que en el buzón del chaval aterrizasen dos formularios de inscripción. Y entonces a Smith se le ocurrió algo mucho más divertido que informar sobre el error: rellenar ambas inscripciones, una con su nombre real y la otra con un nombre inventado, George P. Burdell. Smith se tomó tan en serio la broma como para apuntar al ficticio Burdell en las mismas asignaturas que él tenía pensado cursar. Y también como para sacar adelante su carrera y la de Burdell al mismo tiempo gracias a la ayuda de sus amigos, realizando las tareas por duplicado, con ciertas modificaciones para no ser pillado por los tutores, y entregando dos exámenes distintos durante las evaluaciones. Tanta dedicación logró que, a la altura de 1930, aquel Burdell que nunca existió se sacase la licenciatura legalmente e incluso hubiese sido invitado a formar parte de la ANAK, una sociedad secreta del Instituto Tecnológico con muchísima solera y tradición. Unos cuantos años después, Burdell remató el asunto sacándose también el máster.

Pero el currículo de Burdell no se detendría ahí. En algunas guías deportivas apareció listado como jugador oficial de los equipos de baloncesto y fútbol universitario.  Durante la Segunda Guerra Mundial su nombre figuraría como miembro de las tropas aéreas de la Octava Fuerza Aérea que encaró a la Luftwaffe y bombardeó a los ejércitos alemanes. A finales de los cincuenta, el periódico más importante de Georgia (Atlanta Journal-Constitution) anunció el compromiso oficial de Burdell con Ramona Cartwright, otra entidad ficticia ideada por las estudiantes de la reputada universidad Agnes Scott. En el 2001, La revista Time realizó una encuesta pública para determinar a la «Persona del año» y Burdell encabezó las listas durante cierto tiempo hasta que algún señor muy serio y hosco se dio cuenta de la chanza y decidió que en el concurso no podían participar seres de ficción.

Burdell también figura como miembro de la cúpula directiva de la revista de humor Mad durante doce años, como barítono en el álbum oficial de Jesucristo Superstar, como integrante del coro en el disco There Is a Place, como delegado alternativo en la Convención Nacional Demócrata de Georgia, como dueño de un montón de tarjetas de crédito y cheques de dudoso origen, y como alias recurrente en infinidad de sitios. Su hijo, George P. Burdell Junior, optó por seguir los pasos del progenitor y también aparece listado como profesor en los registros del mismo Instituto Tecnológico de Georgia. En la actualidad, a los novatos y recién llegados a la Georgia Tech se les presenta la figura del George P. Burdell original como uno de los alumnos más excelsos que pisaron el centro. En 2015, Barack Obama dio una charla en las instalaciones del lugar y explicó con guasa que le habían prometido presentarle al eminente Burdell, pero que nadie fue capaz de localizarlo.

En 1969 el Instituto Tecnológico de Georgia decidió modernizar sus bases de datos al pasarse a los ordenadores, un movimiento con el que la propia organización de la universidad aspiraba a evitar las inscripciones falsas de los varios George P. Burdell que se alistaban cada año. Pero patinaron por completo con sus suposiciones, porque alguien hackeó el sistema y durante aquella temporada Burdell figuró como alumno de todas las asignaturas del semestre, sumando más de tres mil horas de clases.  

El talento de Josiah S. Carberry

El mítico Burdell no fue el único profesor inexistente que lograría pasar a la historia. En la Universidad Brown de Providence, durante el año 1929, John William Spaeth Jr. publicó en el tablón de anuncios del lugar un aviso que rezaba lo siguiente: «El jueves por la noche a las 8:15 en el Sayles Hall, J. S. Carberry ofrecerá la conferencia “Revestimientos arquitectónicos arcaicos griegos en conexión con la filología jónica”. Para solicitar entradas o más información diríjanse al profesor John Spaeth». Se trataba de un evento inesperado que ya le olía raro al resto del profesorado (otro de los docentes, Ben Clough, garabateó un «no» justo antes del «ofrecerá la conferencia» en la nota original). Y lo cierto es que no andaban nada desencaminados con tanta sospecha, porque Josiah Stinkney Carberry no era más que una broma y aquella charla nunca tuvo lugar. Al ser interrogado sobre el ponente ausente, Spaeth proporcionó numerosos detalles disparatados sobre la familia y los intereses académicos del misterioso Carberry.

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El supuesto Carberry con su equipaje camino de la universidad para petarlo. Imagen: dominio público.

Desde entonces Josiah S. Carberry se convirtió en un running joke universitario. Su biografía oficial dicta que se trata de un excelso profesor en «psicocerámica», o el estudio de los tarros agrietados. Y su familia está oficialmente compuesta por una mujer no gramatical llamada Laura, una hija poética llamada Patricia, otra niña llamada Lois y un chaval llamado Zedediah Josiah Carberry que sus propios padres conocieron cuando ya había crecido por completo porque «estaban muy ocupados con el trabajo que les daban las niñas como para darse cuenta de que también había un niño». Carberry viajaba acompañado siempre de un fiel ayudante, Truman Grayson, una persona muy propensa a los accidentes que tenía la desafortunada costumbre de ser mordida por cosas que comienzan con la letra A cuando visitaba tierras lejanas.

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Una de las escasas instantáneas donde se puede ver claramente a Carberry. Imagen: dominio público.

La Universidad Brown convirtió en tradición el programar nuevas ponencias de Carberry todos los viernes 13 y febrero 29. Eventos a los que curiosamente el ponente nunca llegaba a tiempo, y fechas que están marcadas en rojo en los ex libris universitarios oficiales junto a la leyenda «Dulce et decorum est desipere in loco» («Es agradable y apropiado ser tonto de vez en cuando»). Durante dichas jornadas numerosos tarros y ollas agrietadas aparecían de repente en los edificios del campus para que los estudiantes pusiesen depositar en ellas algo de calderilla destinada al «Fondo Josiah S. Carberry en memoria de su futura esposa fallecida», un dinero con el que se comprarían «libros que el propio Carberry podría aprobar o no».

La figura del profesor tampoco tardó demasiado en conquistar la zona: los periódicos locales difundieron numerosas cartas y telegramas firmados por los miembros de la familia Carberry, hasta que los currantes de redacción se dieron cuenta de que algunos graciosos se la estaban colando. El Classical Weekly publicó un artículo de Carberry titulado «Otro Catulo para otra Lesbia», The New York Times lo nombró con guasa como «El mejor viajero del mundo», la publicación Yankee le dedicó el reportaje «El profesor de cuerpo ausente», figuró como parte del reparto de la obra Deseo bajo los olmos  y asistió a la celebración del bicentenario de la universidad como delegado de Burleigh College. Entre los estudiantes de Brown se convirtió en una tradición respetable el intentar colar menciones al hombre o su obra en trabajos, revistas y medios muy serios y formales. Cuando la coña funcionaba bien pasaba a enmarcarse en la historia de la docencia: la revista American Scientist referenció el (inexistente) libro Psicocerámicas en el pie de página de un artículo, y en el prefacio de los cuatro tomos que escribió el reputado filósofo Joel Feinberg sobre los límites morales (The Moral Limits of the Criminal Law) se cita de manera totalmente seria al profesor Carberry como un astuto rival.

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Ex libris de la Universidad Brown.

En 1991, Josiah S. Carberry fue galardonado con una de las mayores distinciones que puede recibir un ser humano: un premio Ig nobel. Todo un honor, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de la primera edición de dichos premios.

Biografía de quienes nunca existieron

En el mundo del teatro George Spelvin es sin ninguna duda el actor más prolífico de la historia. Porque dicho nombre es el que tradicionalmente utilizan los intérpretes americanos cuando no quieren figurar en los créditos de una obra bajo su nombre real. Una decisión que puede ser tomada por diferentes motivos: para ocultar que una misma persona interpreta a dos personajes distintos en la historia, para bautizar a alguien importante para la trama pero que no llega a aparecer físicamente en la obra, o simplemente para que el nombre real del actor no figure en la producción porque al mismo no le sale de ahí. La variante femenina Georgina Spelvin también se utilizaba frecuentemente, hasta que una actriz porno decidió adoptarla como nombre artístico y rompió toda la magia. En el mundo del cine existe un equivalente al comodín Spelvin: el famoso seudónimo Alan Smithee, un nombre es muy recurrido por actores, directores y técnicos cuando se avergüenzan de haber participado en alguna producción.

En 1943 un par de escritores australianos llamados James McAuley y Harold Stewart estaban tan asqueados con la dirección que parecía estar tomando la poesía modernista como para trazar un plan para reventarla basado en moldear a un artista ficticio. McAuley y Stewart se inventaron una tarde al poeta Ern Malley, y en unas horas redactaron toda su supuesta obra juntando aleatoriamente palabras elegidas al azar de un diccionario e imitando los dejes de los poetas contemporáneos. Posteriormente remitieron aquellos escritos bajo la firma de Malley a la revista Angry Penguins para tomarle el pelo a su creador, Max Harris, un exitoso crítico que McAuley y Stewart consideraban como un cáncer para el mundo literario. Harris no solo se comió la broma al alabar los versos de Malley, sino que llegó a publicarlos en un número especial de Angry Penguins que incluía pinturas del excelso Sidney Nolan basadas en aquellos poemas. Al descubrirse el fake, Harris se quedó con el culo al aire y en la escena literaria australiana comenzaron tener mucho más cuidado con las moderneces literarias.

El pintor aborigen Eddie Burrup comenzó a despuntar durante los noventa en numerosas exhibiciones artísticas en honor a la cultura indígena. Y todo eran aplausos hacia su obra hasta que en el 97 la artista australiana Elizabeth Durack reveló que aquel talentoso anciano primitivo con apellido de regüeldo era en realidad su alter ego. Las instituciones culturales que habían avalado la obra de Burrup pasaron a solicitar la cabeza de Durack, pero ella decidió continuar pintando bajo aquel disfraz hasta su muerte.

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Christmas creek (1995) por (abre comillas) Eddie Burrupp (cierra comillas).

A mediados de los noventa, un artículo en la revista Esquire le pronosticó un futuro de éxito a la muy desconocida supermodelo Allegra Coleman. El texto revelaba que la chavala estaba a punto de saltar al cine con un papel en una película de Woody Allen, que era amiga íntima de Deepak Chopra y que mantenía una relación amorosa con David Schwimmer no demasiado sana y aderezada con robados de desnudos de ambos en la prensa rosa. Tras la publicación del artículo, todos los cazatalentos de la industria salieron a la búsqueda y captura de Coleman para acabar obligando a Esquire a confesar que en realidad el texto era una parodia, una coña ideada por la redactora Martha Sherrill y acompañada de fotos de la (por entonces desconocida) modelo Ali Larter interpretando el papel de Coleman. Gracias a la tontería, Larter inició una muy prolífica carrera como actriz, y Schwimmer se quedó con cara de Ross Geller.

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Portada de Esquire, noviembre de 1996.

En 1930, un par de estudiantes de la Universidad Cornell (Ithaca) llamados Edward T. Horn III y Lester Blumner decidieron que tomarle el pelo a un montón de políticos era la mejor manera de animar el banquete anual del periódico Cornell Daily Sun, un diario con ciento cuarenta años de historia, donde ambos colaboraban habitualmente. Para ello, Horn y Blummer se inventaron a un ficticio padre del Partido Republicano llamado Hugo N. Frye (un juego de palabras que se lee como «You go and frye», es decir «Ve y fríe»), y se dedicaron a enviar cartas a varios políticos republicanos convidándolos a una cena en honor a dicha personalidad ficticia. Ninguno aceptó la invitación pero la mayoría, entre quienes se encontraba el vicepresidente Charles Curtis, respondió con misivas donde alababan los logros del homenajeado inexistente. La gamberrada llegó hasta las páginas del The New York Times, la universidad tuvo que pedir disculpas públicamente y obligó a la pareja de estudiantes a prometer que no volverían a trabajar para el Cornell Daily Sun. Horn y Blummer continuaron publicando en el diario utilizando nombres ficticios.

En 2011, el grupo idol japonés AKB48 presentó oficialmente a su nueva integrante, una adolescente llamada Aimi Eguchi. Unos meses más tarde, y con los fans de la formación con un enjambre de moscas detrás de la oreja, sus productores admitieron que en realidad la zagala era un muñeco creado por ordenador a base de remiendos de CGI.

Esta persona no existe

En 2019 el ingeniero de software Phillip Wang presentó en sociedad la web This person does not exist, un proyecto tan curioso como aterrador basado en mostrar una única imagen del rostro de una persona a quien visite la página. La gracia del asunto radica en que dicha fotografía, de resolución generosa, no pertenece a una persona real sino que ha sido creada por ordenador, tirando de inteligencia artificial y haciendo uso de un algoritmo denominado GAN (generational adversarial network o red adversarial generativa). Cada vez que el usuario recarga dicha página, una nueva cara creada artificialmente y completamente única e irrepetible es fabricada en segundos. La tecnología GAN había sido diseñada por la compañía Nvidia a lo largo de dos años y publicada en línea a finales de 2018, y la idea de Wang era concienciar sobre el uso que se le podía dar. This person does not exist no es un artefacto perfecto, en algunas ocasiones las imágenes generadas presentan errores evidentes, pero la mayoría de las veces el resultado es tan bueno como para que el espectador se cuestione qué es real y que no en los tiempos de internet. Porque vivimos una época en la que se ha demostrado que la tecnología es capaz de construir un Obama digital para que diga lo que sus titiriteros deseen.

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Esta persona no existe. En serio.

La ocurrencia de Wang no tardó en hacerse viral y en tan solo diez días su web ya acumulaba más de cuatro millones de visitas. Tanta popularidad propició que el propio creador del asunto diseñase una web hermana, y mucho menos refinada, llamada This cat does not exit capaz de generar diferentes felinos. Y que la facilidad para juguetear con el algoritmo favoreciera que otros mañosos creasen sus propias fábricas de fakes: This rental does not exist es capaz de generar perfiles falsos de Airbnb y This waifu does not exist produce personajes y tramas de anime a base de remezclar datos.

El curioso caso de Benjaman Kyle

En la madrugada del 31 de agosto del 2004 un hombre apareció desnudo, inconsciente y tumbado en el parking de un Burger King de Richmond Hill (Georgia) detrás de uno de los contenedores del local. Su cuerpo presentaba magulladuras que apuntaban a que había sido víctima de una paliza, estaba repleto de picaduras de hormiga y tenía la piel quemada por el sol. Lo extraño del asunto no es que entre la basura de un restaurante de comida rápida aparezcan elementos inesperados, sino que la persona que había sido hallada allí sería alguien con pinta de no haber existido nunca.

Tras ser trasladado al hospital, los médicos no fueron capaces de identificarlo al no llevar encima el hombre ningún tipo de documento que revelase su identidad. Y a la hora de ingresarlo optaron por hacerlo bajo el seudónimo de «Burger King Doe», porque aquello era mucho más gracioso que el recurrido «John Doe» con el que suele bautizar a los desconocidos, a la espera de que el hombre recuperase la consciencia. Cuando el misterioso desconocido despertó semanas más tarde, la identificación oficial se complicó todavía más porque ni siquiera él parecía incapaz de recordar quién era más allá de suponer que su nombre era «Benjaman». Los únicos recuerdos que su cabeza conservaba registrados eran de hechos recientes y algunos vagos detalles de situaciones ocurridas veinte años atrás, y entre medias su memoria lucía un agujero enorme y brumoso que le impedía rememorar cualquier detalle de su pasado o su identidad. Benjaman adoptó el apellido «Kyle» por iniciativa propia porque ya se había acostumbrado a ver «BK» (por «Burger King») en las fichas de registro de los centros hospitalarios. Y no recuperó la vista por completo hasta nueve meses después de despertar de su letargo, cuando fue operado de cataratas gracias al dinero donado por una institución caritativa. Al verse por primera vez en el espejo el hombre se llevó un chasco tremendo cuando descubrió que tenía veinte años más de los que creía. Benjaman Kyle fue diagnosticado con amnesia disociativa, supuestamente provocada por algún evento acontecido durante aquel 31 de agosto en el que fue hallado, y se pasó los meses posteriores siendo examinado en diversos hospitales y centros de salud mental.

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Nadie sabía quién era realmente Benjaman Kyle, aunque tenía toda la pinta de ser Ryan Gosling en versión abuelo. Imagen: CC.

Lo borroso de la memoria de Kyle y las dificultades para identificarle complicaron bastante su existencia. Al no disponer de documento de identidad le era imposible trabajar de manera legal y debía de conformarse aceptando empleos pagados en negro. De su pasado tan solo existían esquejes borrosos: el recuerdo de la biblioteca de la Universidad de Colorado en Boulder, un restaurante y un teatro cercanos a dicho campus, las calles de Indianápolis y ciertos acontecimientos sucedidos en Denver en los años ochenta. Poco a poco descubrió que era capaz de realizar ciertas tareas rutinarias, como conducir o manipular aparatos eléctricos de la cocina, conocimientos que estaban alojados en su cabeza sin ser consciente de ello. Durante años se sucedieron numerosas investigaciones para tratar de recomponer el pasado del desconocido sin éxito, el FBI cotejó sus huellas dactilares, el departamento de tráfico de Indiana utilizó tecnología de reconocimiento facial para comparar la jeta de Kyle con la de todos aquellos que se habían sacado el carnet desde 1998, se publicaron artículos en diarios como Denver Post o el Boulder Daily Camera, realizó apariciones en televisión, se crearon hilos en redes sociales, consultas en las bases de datos de personas desaparecidas, e incluso se tantearon las sesiones de hipnosis en el programa televisivo Dr. Phil. De estas últimas se pudieron extraer algunos pequeños datos como parte del número de la seguridad social, que tenía hermanos y que había pasado su infancia en Indianápolis. El hombre también fue capaz de concretar su fecha de nacimiento gracias a un dato trivial que recordó de repente: había nacido el mismo día que Michael Jackson, pero diez años antes. En 2011, un chico llamado John Wikstrom filmó un pequeño documental de diez minutos sobre el caso de Kyle titulado Finding Benjaman. Una película que comenzaba con su protagonista presentándose del siguiente modo: «Hola, me llamo Benjaman Kyle. No sabes quién soy y, francamente, yo tampoco».

En 2015 Kylle anunció que tirando de una muestra de ADN y metiéndole muchas horas a lo de comparar tubitos de sangre, la televisiva genealogista genética CeCe Moore había concretado su verdadera identidad. La persona que parecía no haber existido, alguien a quien nadie echaba de menos y que heredó un nombre a partir de un par de iniciales de un restaurante de comida rápida, se llamaba William Burgess Powell y por fin iba a tener un documento de identidad como Dios manda.

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