Arte y Letras

Johnny, la gente está muy loca: un glosario WTF en diez historias y media

Boda roja
Juego de Tronos. Fotografía: CC

I’m sorry. Did I break your concentration? (Jules Winnfield en Pulp Fiction,1994)

(Spoilers a mansalva)

Órgano húmedo y productor de sentido, la lengua es a la vez anatomía y lenguaje. Ante la sorpresa, lo inesperado, lo inexplicable, la boca se abre, los labios se separan, se disponen en forma de óvalo y la lengua —arqueada, las papilas expuestas— se vuelve visible, momentáneamente inmóvil: glosa la situación y la experiencia, las explica en la percepción inmediata. Para los griegos antiguos era γλῶσσα/glossa, término que en latín indicará la palabra oscura, sujeto de la interpretación: de ahí nuestro glosario. Las entradas sitúan las coordenadas del mapa, para navegar en un texto o en una disciplina, y se definen por ser breves, inmediatas, reconocibles. ¿Y qué expresión hay más breve, más inmediata, más reconocible que WTF en nuestra lengua contemporánea? Confiesa: estos últimos dos meses lo has pensado y dicho, mucho. Acompáñame, pues, en este viaje en busca del conejo blanco. Concédeme diez ejercicios de imaginación en forma de títulos porque, en verdad, desde Homero ha sido viral el WTF.

Uno. La venganza

Durante la guerra de Troya, ideaste el engaño del caballo, tu fama de astuto te precede. Ahora solo quieres volver a Ítaca, tu hijo Telémaco y tu esposa Penélope te están esperando. Viajas y ves sirenas y cíclopes, y una hechicera te seduce y sigues navegando. Cuántas aventuras, para llenar un poema de veinticuatro cantos. Por fin llegas a casa, agotado. Atenea te sugiere que te disfraces de mendigo, algo ha pasado en tu reino. Efectivamente: decenas de pretendientes han invadido tu palacio, consumen tus bienes y quieres desposar a tu mujer. ¿No lo dirías, acaso? Sí: WTF. Oh, yeah, Ulises lo pensó y los mató a todos. Y Margaret Atwood le dio voz a la reina, en su Penélope y las doce criadas:

¿Acaso no había sido yo fiel? ¿No había esperado y seguido esperando pese a la tentación —casi la obligación— de hacer lo contrario? ¿Y en qué me convertí cuando ganó terreno la versión oficial? En una leyenda edificante. En un palo con el que pegar a otras mujeres. ¿Por qué no podían ser ellas tan consideradas, tan dignas de confianza, tan sacrificadas como yo?

WTF, sí, en serio (y como la expresión es omnívora, también tiene sus variaciones: aquí sería Who the F*ck).

Dos. El discípulo y el maestro

Eres poeta y viajero, sí, estás viajando por el Infierno (y lo contarás en un poema que fundará una lengua, una estética, los albores de la autoficción). Te acompaña Virgilio (quien ya hizo que otro, Eneas, bajara a Hades). Estáis en el séptimo círculo, en el recinto de los sodomitas, camináis por el borde, y de pronto: «En esa inquisidora comitiva, uno me conoció, me asió del borde del manto y me gritó: “¡Vaya sorpresa!”» (Infierno, XV, 22-24). Es tu maestro, Brunetto Latini. Su Tesoretto te animó a plasmar un lenguaje político, filosófico y poético a la vez. «¿Aquí estáis vos, micer Brunetto?», le dices. Sorprendido él, sorprendido tú.

«Lector, si eres reacio a darme crédito en lo que te diré, no me sorprende, pues yo lo vi y apenas me lo creo» (Infierno, XV, 49-51), escribes. Y tienes razón: el monstruo Cerbero desuella a los golosos del tercer círculo, mientras no para de insultarlos; los heréticos del sexto círculo arden en sus tumbas de fuego; los violentos del séptimo círculo están hundidos en un río de sangre o transformados en ramas secas; los adivinos del octavo círculo tienen el cuello completamente torcido y avanzan mientras miran hacia atrás; los traidores del noveno círculo están hundidos en el hielo. Porque todos en el Infierno están f*cked up.

Tres. El padre y el hijo

Ahora eres Julio César, Roma rendida a tus pies. Aún no lo sabes, pero hay senadores que están conspirando para matarte. Tu mujer, Calpurnia, tiene un sueño premonitorio, un adivino te advierte: cuidado con los idus de marzo. Tú vas al Senado igualmente. Y allí, nos cuenta Shakespeare:

Apuñalan a César, primero Casca, Bruto el último.

César: ¿Et tu, Brute? ¡Caiga entonces, César!

Muere.

Really: WTF. Tu amigo, tu protegido, tu hijo, te apuñala. La traición en las venas. La muerte en el presente continuo de la acotación. Que sepas que Marco Antonio proclamará tu elogio fúnebre, una obra maestra de la retórica y la manipulación lingüística. Irónico, dirá que Bruto era honrado, que su intención era altruista, como siempre en la política.

Cuatro. La ascensión

No eres un ser de este mundo, te llamas Remedios y eres la Bella. Naciste en Macondo, territorio de espejos y hielo, de mariposas amarillas y pececitos de oro, de sueños y palabras nuevas. Tu olor embriaga, cuatro hombres han muerto, perdidos en el deseo de ti, dicen que tienes poderes de muerte. Vagas por el desierto de tu soledad, estás tendiendo las sábanas con tu cuñada Fernanda, hace viento, te pones pálida:

Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Has ascendido al cielo, en cuerpo y alma.

(Sal por un instante del ejercicio de imaginación: conviértete de nuevo en lectora y lector. La sorpresa es tuya, no de Úrsula. La expresión WTF es omnívora, decíamos antes. También está doblemente orientada: hacia el personaje y hacia la lectura.)

Cinco. El play

Volvamos a imaginar. Hay tres personajes, dos mujeres y un hombre (elige tú a quién quieres representar), enterrados hasta el cuello en urnas grises. Vuestras caras, privadas de cualquier rasgo personal, son máscaras visibles. Y un foco de luz, violento, inquisidor, os obliga a hablar. Las palabras salen como susurros, murmullos apenas perceptibles, rotas por hipos y por la luz. Contáis la historia de un triángulo amoroso. Sois un trío dirigido por un director invisible, solo encarnado en aquella luz (¿Godot?). El foco inicia la acción y la controla, la detiene, la acelera y la retarda. Nadie os escucha. Es la comedia de la vida, su juego perenne. Play (1962) condensa en su hermética estructura la ironía amarga de la condición humana, la ilusión de permanecer en vida cuando dentro y fuera todo es muerte. El título autorreferencial es también una provocación: hacia la (auto)representación, la actuación, la teatralidad en su esencia performática. Ladies and gentlemen, es ni más ni menos que Samuel Beckett.

Y gritas: «¿Me estás escuchando? ¿Hay alguien que me escucha? ¿Hay alguien que me mire? ¿Hay alguien que se preocupe por mí, al menos?».

(Además de omnívora y doblemente orientada, la expresión es también declinable, aquí como Whatever the F*ck.)

Seis. La expiación

Ya sabes qué es un spoiler. Bien, pues imagina que ahora mismo viene uno: «Cuando esta joven empezó a existir en la página, me di cuenta de que ella sería la autora del libro, de que tendría alrededor de ochenta años y que estaba recordando un momento de su vida, pero también volviéndolo ficción», dijo Ian McEwan, a propósito de Expiación, durante una conversación con Peter Florence en la edición de 2010 del Hay Festival de Cartagena. Lo descubres en las últimas páginas de la novela, la novela que has leído creyendo en su realidad narrativa. Has visto a Briony niña, a Cecilia y a Robbie. Los has acompañado en la separación, en la guerra, en el hospital, en el reencuentro. Pero, WTF, la vida después de la mentira era la verdad de la ficción y entonces tú también te preguntas: «¿Cómo puede una novelista alcanzar su expiación cuando, con su poder absoluto de decidir desenlaces, ella es también Dios?».

Siete. La sociedad

Boda roja 3
Hulu. Cortesía de Everett Collection. Cordon Press

Te llamabas June, ahora te llamas Defred. Eres de él, tu cuerpo es suyo, él y su mujer lo violan con ritualidad bíblica. No eres libre, ni tú, ni ninguna de las demás criadas. Te han quitado a tu hija, te han arrancado tus derechos, tu libertad. Así es el mundo en Gilead. WTF. Lo has pensado, ¿verdad?, a medida que ibas leyendo o mientras veías las escenas de la serie (HBO, 2017-2019). June también lo piensa, constantemente. ¿Y sabes qué es lo peor? Que no hace falta que imagines; te lo explica Margaret Atwood en el prólogo a El cuento de la criada: «Me impuse una condición: no incluiría nada que los seres humanos no hubieran hecho ya en algún lugar y en alguna época, ni nada para lo que no existiera ya una tecnología». Ahora sí: WTF.

Ocho. La sangre

Ya hemos superado el tabú del spoiler. Ya me has perdonado. Prepárate, viene otro: Juego de Tronos, temporada 3, episodio 9 (HBO, David Benioff y D. B. Weiss, 2013). Yes, baby: la Boda Roja. Nada que envidiar a las tragedias shakesperianas. Mueren la madre, el hijo, su esposa embarazada. Sorpresa, sangre y silencio.

Trece años después de la publicación de la novela correspondiente, las redes crepitan por las reacciones ante la escena: gritos, llanto, las manos a la cabeza, la boca abierta, el cuerpo rendido. Y tantos, muchos WTF.

Nueve. La ópera

Texas, 1858. El doctor King Schultz, cazarrecompensas y dentista alemán, te libera. Eras un esclavo, de color. Te llamas Django («the D is silent») y eres el protagonista de la octava película de Quentin Tarantino (Django Unchained, 2012). Es decir: de ti ya se espera osadía —argumental y visual—, diálogos brillantes que insinúan significados y abren subtextos e hipertextos, pericia en el uso de la ironía, guiños constantes a la tradición cinematográfica, musical y literaria, estructura calculada al milímetro, conciencia de la representación y sangre. Una opera de intenciones y pistolas. Quieres liberar a tu amada Broomhilda, esclava de monsieur Calvin J. Candie (por cierto, ¿por qué no le dieron el Óscar a DiCaprio?). Y lo consigues. ¿Cómo? «D’Artagnan, motherf*ckers!», ya tú sabes.

Diez. La semilla

Ahora sí necesito que me prestes atención: estás en un sueño, dentro de un sueño, dentro de otro sueño. En verdad, tu cuerpo está en un avión que vuela de Sídney a Los Ángeles, durante diez horas que se multiplican exponencialmente en la realidad onírica. Y tienes que plantar la semilla de una idea en la mente del soñador, para que arraigue y se expanda. Puedes hacerlo: cuando soñamos, estamos creando y percibiendo el mundo de forma simultánea, le explicas a Ariadne, la joven a la que estás formando para que construya el laberinto de la ficción. Tú eres Dom Cobb y extraes secretos accediendo al inconsciente, a través del sueño inducido, un sueño construido y manipulado. Como en Inception (Christopher Nolan, 2010), como esta realidad.

«Piensa, Ariadne. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Dónde estás ahora mismo?», le preguntas a tu alumna, futura arquitecta de sueños. Ella observa los edificios, el café que tiembla en la taza, la calle, las personas. Y lo entiende. Polvo y estallido incineran el espacio y ambos volvéis a vuestro taller, a vuestros cuerpos. Ha acabado la primera clase de sueño compartido. Ariadne lo piensa (WTF), sabe que su misión (y su maldición) es ayudarte a salir del laberinto. Porque el sueño es glosa, comentario a la vigilia.

Y medio: tu relectura

Abre los ojos. Has vuelto a Ítaca, has bajado al doble Infierno; del pecado y de la traición, has ascendido al cielo y perdido tu libertad, has muerto de nuevo y has matado, has transitado por el Limbo y te has despertado. Has soñado, mientras te leías y leías tu mundo, en su textualidad infinita. «Ese yo que se aproxima al texto es ya una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde)», escribe Roland Barthes en S/Z sobre la proliferación de sentidos del texto. Porque leer es releer, entre la sorpresa y el golpe, entre la revelación y la desviación de la lengua, húmeda y cambiante, plural como tú, como yo, como nuestras reacciones.

Sí, Johnny, la gente está muy loca. Viva la fiesta, viva la noche.


Las citas están extraídas de las siguientes ediciones:

Alighieri, Dante, Divina Comedia, traducción de José María Micó (Acantilado, Madrid, 2018).

Atwood, Margaret, El cuento de la criada, traducción de Elsa Mateo (Salamandra, Barcelona, 2017).

Atwood, Margaret, Penélope y las doce criadas, traducción de Gemma Rovira (Salamandra, Barcelona, 2005).

Barthes, Roland, S/Z, traducción de Nicolás Rosa (Siglo XXI, Buenos Aires, 1980).

McEwan, Ian, Expiación, traducción de Jaime Zulaika (Anagrama, Barcelona, 2002).

Shakespeare, William, Julio César, traducción de Alejandra Rojas, en Shakespeare, William, Tragedias (Debolsillo, Barcelona, 2012).

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3 Comentarios

  1. ¡Gracias!

  2. Ramón Catorcet

    What the fuck…?

  3. Eduardo Roberto

    ¡Vaya que viaje accidentado! Buena lectura. No sería para nada sorprendente el significado dado a esa parte del mensaje.

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