Jot Down para Aquarius
A los trece años, Ana ya dibujaba su primer cómic con lápices mordidos y folios reciclados. Convencida de que algún día esas viñetas hablarían más claro que ella. A los quince, montaba fanzines caseros que repartía en su instituto, grapados a mano y con las esquinas torcidas. A los diecisiete, colgaba sus historias en un blog que sólo leía su mejor amiga y una chica en Roma que firmaba como «Dolcevita». Nada importante, podría decir cualquiera. Pero era lo más importante del mundo. Porque Ana, como tantos otros, se tomaba en serio eso de crear. Sin más red que sus ganas y un par de latas de Aquarius.
La historia de Ana no es excepcional. Es, de hecho, demasiado común. Jóvenes —y no tan jóvenes— que se entregan a su vocación con una mezcla de fe ciega, entusiasmo sin cotización en bolsa y una resistencia que ya querrían algunos clubes de fútbol. No buscan fama inmediata. Ni siquiera buscan aplausos. Buscan espacio. Un lugar donde no se sientan intrusos. Un tiempo que no les exija productividad ni likes. Solo eso: un espacio donde puedan seguir intentándolo. Un refugio creativo donde el ensayo no sea considerado fracaso. El lugar como del que salieron los Ramones, Steve Jobs y tantas otras cosas que ahora llamamos inevitables.: un garaje
En esta época donde todo tiene que estar medido, validado y compartido, la creatividad parece necesitar visado. Las ideas tienen que justificarse antes de nacer. Y sin embargo, hay quienes siguen. Contra todo pronóstico. Contra el sentido común. Contra la lógica del algoritmo. Lo hacen porque no pueden dejar de hacerlo. Porque no saben vivir de otra manera. Es a ellos a quienes ha escuchado Aquarius. No con grandes discursos, sino con un gesto concreto. Tangible. Un lugar.
El Garaje Aquarius no es una metáfora. Existe y está situado en Espacio Larra de la calle Larra de Madrid. Entre el 19 de junio y el 4 de julio abre sus puertas como se abrían antes los bares de barrio, los campos de tierra o los estudios de grabación improvisados en un trastero. En ese espacio, cualquiera puede reservar su sala y dejar volar su creatividad. Tocar, grabar, pintar, rapear, montar una performance con guitarras eléctricas y papeles arrugados. Nadie te mira mal. Nadie te pone nota. Solo hay luz, herramientas, hidratación y, por encima de todo, respeto. El respeto que se le tiene a quien sigue haciendo algo con pasión en un mundo que ya no sabe lo que esa palabra significa.
La reserva se hace desde la app de Coca-Cola. Sencillo. Como todo lo que debería ser importante. Entras, eliges tu día, tu horario, tu sala, y lo demás lo pone Aquarius. Y cuando digo lo demás, hablo de todo lo que falta siempre: los medios, la hidratación, el empujón, el “sí” que rara vez llega. También hablo de inspiración. Porque el garaje no está vacío: hay invitados. Artistas, músicos, creadores… Que también grabaron sus primeros temas en una caja de zapatos o pintaron en las paredes del pasillo. Gente que entiende. Gente que no va a juzgarte. Va a invitarte a seguir adelante.
Hay una frase que no es de un filósofo ni de un premio Nobel. Es de un skater que se rompió las dos muñecas al intentar un truco imposible: «Hay que seguir». No decía más. Pero lo decía todo. Porque el talento no siempre aparece con estruendo. A veces llega tras muchos días malos. Muchos intentos fallidos. Muchas botellas vacías de Aquarius al lado de una libreta con tachones. Por eso, esta acción tiene sentido. No porque dé fama ni dinero, sino porque da margen. Espacio. Tiempo. Eso que se está acabando para casi todo.
Y por si fuera poco, Aquarius ha decidido convertir sus latas en llaves. Las ediciones limitadas de sus sabores se han transformado en entradas a otra dimensión: la del premio inesperado. Escanéalas desde la app de Coca-Cola y participa para poder ganar premios que te ayuden a seguir. A grabar otro tema. A diseñar otra camiseta. A escribir otro verso, que te hará sentir vivo. A veces basta con eso.
Podría parecer una campaña de marketing más. Pero no lo es. Porque hay una diferencia sutil, ofrecer un lugar. Y el Garaje Aquarius es eso: un lugar. Un sitio donde el verbo más importante es «seguir». Seguir haciendo, seguir intentando, seguir equivocándote.
El fútbol, lo decía Menotti, tiene que ver con la dignidad. El arte también. La música. La pintura. La creación en cualquiera de sus formas. Y la dignidad comienza cuando alguien cree en ti sin pedirte resultados. Eso es lo que hace Aquarius con esta iniciativa. Abre la puerta, te deja entrar y no te pregunta cuántos likes tienes. Te dice: «Haz lo tuyo. Nosotros ponemos la bebida refrescante».
Así que, si tienes algo que decir, aunque solo sea con acordes sucios o brochazos torpes, ve. Entra en la app. Reserva. Y sigue. Porque mientras haya un garaje donde alguien se atreva a intentarlo, este mundo no estará del todo perdido.