Arte y Letras Cómics

El precio de la resurrección de Corto Maltés

Corto Maltés. La reina de Babilonia. Imagen Norma.
Corto Maltés. La reina de Babilonia. Imagen: Norma.

En el mundo de la ficción y de la fantasía, resucitar a alguien desaparecido es una tarea valiente, arriesgada y a veces hasta imposible —el genio de la lámpara es incapaz de hacerlo—, pero devolver la vida a cualquiera en un mundo completamente ajeno al suyo original puede resultar funesto. Solo hay que recordar la que lía Imhotep en la película La momia, de Stephen Sommers, o lo que supone para la débil y vulnerable mente de Fry su resurrección en Futurama. El rey Arturo ha tenido también varias ocasiones para regresar a la vida en el tiempo presente, de tal manera que se ha convertido casi en un cliché de redención fallida e incluso trágica.

Con su regreso, todos estos personajes se ven envueltos en problemas de identidad y pertenencia, además de que les resulta muy complicado hacer una interpretación histórica óptima del tiempo presente en el que regresan. El salto temporal provoca que se pierdan muchos de los pasos intermedios como para poder hacer un trazado lógico de los hechos acontecidos desde el punto original hasta el presente sin caer en una explicación mágica. Esto, en la narrativa, genera habitualmente el punto débil de los villanos y el aporte cómico de los héroes.

Se podría decir que, en cierta manera, Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero resucitaron en 2015 a otro de los héroes clásicos de las historias ficticias; uno del cómic: Corto Maltés. Sus hasta ahora cinco álbumes se dedican a recuperar al protagonista de La balada del mar salado de un modo continuista respecto a la época, a la línea argumental y a los trazos clásicos de Hugo Pratt. Pero la verdadera resurrección de este mítico personaje se produjo en el año 2021, cuando Martin Quenehen y Bastien Vivès se lanzaron a recuperarlo dando un enorme salto temporal.

Corto Maltés, el marino y pirata que originalmente nació en La Valeta en 1887, regresa a la vida, más joven aún de lo que se marchó, casi cien años después de su desaparición —que se supone en 1936— durante la guerra civil española. Del mundo de la incipiente Primera Guerra Mundial a la realidad previa a la caída de las Torres Gemelas: dos puntos de inflexión histórica con una complejidad ideal para contar historias de aventuras.

Hugo Pratt dejó claro antes de su muerte, en 1995, que «Corto Maltés se irá porque en un mundo en el que todo es electrónico, donde todo está calculado e industrializado, no hay lugar para un tipo como él». Lo dijo en la entrevista que le hizo Dominique Petitfaux y que posteriormente dio forma al libro L’autre côté de Corto (A la sombra de Corto, en castellano).

La decepción de la resurrección

—¿Cuándo va a regresar?
—Yo no le daría muchas vueltas a eso, Bedivere. La experiencia me dice que la gente no regresa. Y si lo hacen, ya no son los mismos.

Esto se lo dice Morgana a uno de los más famosos caballeros de la Mesa Redonda en la última novela de Lev Grossman, La espada fulgurante. No voy a destripar nada importante de este libro; simplemente diré que el rey Arturo ha desaparecido y algunos de sus caballeros lo están buscando desesperadamente, al igual que la lanza de Longinos.

Quizá Le Fay tenga razón y Hugo Pratt, acostumbrado a vagar por los océanos de los mitos celtas, sabía también eso. La sensación que tengo al leer Océano negro y, sobre todo, La reina de Babilonia —etapa Quenehen y Vivès— es que el Corto Maltés que ha vuelto no es el mismo. El joven Corto de la pareja francesa es un idealista romántico, desubicado e inadaptado, que no encaja en este mundo.

En cuanto a las cuestiones técnicas, Bastien Vivès es considerado uno de los artistas de cómic del momento, y no lo voy a discutir. El uso de las manchas negras, de esa imitación de la caligrafía china con la que Pratt dibujaba a Corto, está magníficamente representado. Hay viñetas espectaculares, con una ejecución maravillosa. Las páginas en las que recorre Tokio o la huida en lancha son muy evocadoras y representativas del virtuosismo del autor.

En cuanto al guion, son muchos los guiños y las situaciones calcadas a algunos álbumes de Pratt. Y no es algo negativo: a los que somos asiduos a las aventuras de Corto, creo que nos gusta ver estas cosas.

Pero, en lugar de querer saber cómo va a salir Corto de esa situación difícil en la que se ha metido, de cerrar los ojos y dar el salto de fe junto a él, casi me produce ternura; me apiado de él y paso la página con temor, con vergüenza o con lástima. Lo veo frágil. Lo veo vulnerable. Lo noto desubicado. Temo que vaya a dar un paso en falso, que termine rematadamente mal, de forma ridícula. Con esto no quiero decir que la historia en sí me parezca mal o que no debería existir un personaje de este tipo, con estas características. Simplemente, el Corto que espero y que recuerdo no es este.

Sí, es innegable. El rostro del Maltés está ahí, pero su mirada es tan inocente que no lo acabo de reconocer. Corto es idealista, soñador y quizá peca de iluso en ocasiones, pero su mirada lo hace consciente de la dureza del mundo. De hecho, él forma parte del lado más oscuro de este: pega, roba, engaña, asesina… Pero, aun así, siento que el código de nobleza de Corto no pertenece a este tiempo y la inocencia del marino rejuvenecido me saca de la historia.

La idealización del resucitado

Tengo la sensación de que hay algo más profundo en este cambio que percibo a la hora de revivir el mito. Una razón más prosaica y quizá polémica, pero es que Corto es un maltés dibujado por un italiano, mientras que el joven Corto también es maltés, pero plasmado en papel por una pareja de franceses.

Pratt dotó a sus historietas de una atmósfera y un tono poético, humanístico, melancólico y libertario, mientras que el nuevo Corto navega por las brumas de un existencialismo racional e intelectual, más romantizado. Me planteo cómo habría sido una Divina comedia escrita por Sartre o La náusea por el propio Dante.

Es posible que la tradición literaria y filosófica italiana se asemeje más a la española y por eso el Corto Maltés de Díaz Canales y Pellejero me haya resultado mucho más cercano que el de Quenehen y Vivès.

De todos modos, a la hora de valorar estas nuevas historias de Corto Maltés tengo que ser justo, pues no tengo ni la misma edad ni el mismo bagaje cultural ni vital que cuando me aproximé por primera vez al trabajo de Pratt. Desde la primera vez que leí Fábula de Venecia quedé absolutamente destellado por la figura del marino del pendiente. Ha pasado tiempo suficiente desde entonces como para que mis recuerdos, mis lecturas y experiencias hayan aupado al altar sacrosanto de la idealización a Corto Maltés.

Un lugar desde el que se magnifica lo bueno y se oculta lo malo de lo idealizado. El filósofo Pablo Mula Buitrago —colaborador, entre otras, de la revista Mercurio y de esta misma que estás leyendo— dice que esto se debe a «la necesidad de evitar la decepción ante la realidad, de sortear la incertidumbre y hasta de compensar la baja autoestima». Añade que «es injusto respecto al sujeto idealizado: significa la negación de tomarlo como debe ser tomado, en sí mismo. Y es injusto respecto al propio idealizador, si así valoramos el autoengaño».

Esto viene a decir que, quiera o no, lo vea o no, Corto Maltés también vive en el siglo XXI. Que es mi propia e injusta idealización del personaje la que no me deja reconocer en la joven y nueva mirada de Corto a mi fiel amigo Maltés, habitante del siglo anterior.

No me queda otra que aceptar el peaje de la idealización y confiar en que el joven Corto Maltés sabrá adaptarse al mundo calculado e industrializado que le ha tocado vivir, de nuevo.

En la ficción, ni el tiempo ni el espacio distan demasiado. En la realidad, los sueños soñados permanecen, mientras que los soñadores envejecen.

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2 Comentarios

  1. URBANO ORNAQUE ARNAIZ

    Corto Maltés mi héroe del cómic favorito junto a Luke Cage.

  2. E.Roberto

    Son otros tiempos, que pasa sin llevarnos. Nos quedamos clavados ahí por simple biología… lánguida diría como la figura de Corto. Lánguidas eran sus ciudades, sus calles, los bares y sus puertos, hasta los perros, gatos y papagallos eran lánguidos, y no hablemos de sus pibas, picardia y belleza lánguidas y huidizas; violencias lánguidas eran las terribles negras y blancas batallas, ¡lánguido era Él! ¡y flaco! Un Corto Maltés como el de la figura la entiendo pues el tiempo no me ha cargado y me niego a aceptar a un Corto musculoso con armas modernas y guantes, y tal vez un celular con su cuenta de Watups, con una heroína cuyos senos no son para nada lánguidos, todo lo contrario, toda una abundancia en donde mi Corto no nadaba. Gracias estimado, por hacerme recordar, muy a mi pesar de que el tiempo huye.

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