
Estaba firmando libros. Un gesto sencillo, casi rutinario: un nombre, una dedicatoria, una sonrisa rápida antes de pasar al siguiente lector. Entonces se acercó una mujer. Nadie imaginó nada extraño. Nadie pensó que aquel instante cotidiano quedaría suspendido para siempre en mi memoria. Sacó una navaja y la hundió en mi pecho.
Más tarde, en el hospital, los médicos me dijeron algo que no he podido olvidar jamás: la punta del arma se había quedado a un milímetro de la aorta. Un milímetro. Me dijeron que, si en aquel momento hubiera estornudado, si hubiera tosido, si mi cuerpo hubiera reaccionado con un gesto tan humano y tan trivial como un estornudo, habría muerto en el acto.
Desde entonces, cada vez que pienso en la vida, vuelvo a esa frase: si hubiera estornudado.
El 3 de abril de 1968 Martin Luther King daba su último discurso, justo un día antes de ser asesinado. En él contaba esta historia que parafraseo y apelaba a la metáfora «si hubiera estornudado» para exaltar los grandes logros de la sociedad afroamericana de la década de los sesenta. «Si hubiera estornudado, no hubiera estado por aquí en 1963, cuando el pueblo negro de Birmingham, Alabama, elevó la conciencia de esta nación y le dio existencia al proyecto Ley de los Derechos Humanos (…).»
Y hoy, dispuestos a despedir el año, recurro a esta misma metáfora cuando la crítica parece ocupar casi todo el espacio público. Y lo hago para detenerme precisamente ahí: en lo que sí ha merecido la pena. En lo que nos ha hecho un poco más humanos.
Y pienso que, si el premio Nobel de la Paz de 1968 hubiera seguido vivo, en los últimos veinte años podría seguir contándonos que: si hubiera estornudado, no habría podido contemplar los avances extraordinarios en la lucha contra el cáncer o conocido la inmunoterapia; no habría sido testigo de cómo el VIH dejó de ser una condena inevitable para convertirse en una enfermedad crónica con la que millones de personas pueden vivir con dignidad; no habría podido ver cómo el matrimonio entre personas del mismo sexo dejaba de ser un sueño imposible para convertirse en un derecho reconocido en muchos países. No habría presenciado escenas sencillas y profundamente revolucionarias: dos hombres o dos mujeres dándose la mano sin miedo, formando una familia, educando a sus hijos con la misma ternura y responsabilidad que cualquier otra. Una victoria moral de la dignidad humana frente al prejuicio.
Si hubiera estornudado, no habría visto cómo un joven de un pueblo remoto puede hoy aprender, investigar o trabajar gracias a la conexión a internet. No habría podido contemplar los avances en el reconocimiento de las personas con discapacidad, en la accesibilidad, en la inclusión educativa y laboral. No habría visto cómo, poco a poco, dejamos de hablar de «limitaciones» para hablar de derechos, de apoyos, de oportunidades reales.
Si hubiera estornudado, no hubiera escuchado hace unos días a María Corina Machado recibir el premio Nobel de la Paz, escondida de la mano acechante y furibunda del tirano. Su desgarradora lucha por la libertad del pueblo venezolano, su compromiso de «traer a nuestros hijos de regreso a casa» es la victoria del coraje frente a la opresión. Es, sin lugar a duda, una gesta cívica fruto del amor por la familia y por la patria.
Y si de amor y valentía se trata, de haber estornudado no hubiera mirado al frente y rendido honores a los héroes con bata blanca, en primera línea de combate contra el SARS-CoV-2. Víctimas de la incertidumbre y desprovistos de los suficientes equipos de protección y diagnóstico, mostraron un sentido del deber inquebrantable sin precedentes. La Organización Mundial de la Salud estima que 115000 trabajadores sanitarios murieron a causa de la COVID-19 entre enero de 2020 y mayo de 2021. Mártires de su juramento, salvaron la vida de los otros frente a la suya propia.
Y si hubiera estornudado, no habría podido henchir su pecho de orgullo al contemplar cómo los jóvenes, los primeros en quedarse en casa en tiempos de pandemia, también serían los primeros en partir rumbo a Valencia. La DANA se cobró más de doscientas almas y nos recordó cuán insignificantes somos ante las invictas fuerzas de la naturaleza. Y allí, miles de jóvenes se arremangaron, pala en mano, para hundir sus botas en el fango. Cientos de arquitectos se inscribieron en una bolsa de colaboración para ofrecer inspecciones gratuitas de edificios afectados. Más de quinientas psicólogos de toda España, con formación en emergencias y trauma, respondieron a la llamada para ofrecer acompañamiento voluntario… Miles de donantes y voluntarios gritaron con voz firme: «¡España es Valencia! ¡Valencia somos todos!», y se levantaron como la marea más poderosa: la solidaridad espontánea, el orgullo de la humanidad.
No escribo esto para obviar los problemas. Sería una irresponsabilidad hacerlo. Las guerras y las injusticias nos siguen golpeando. Pero escribir solo desde la queja no debe hipnotizarnos ante lo que sí funciona, ante lo que sí avanza y ante lo que verdaderamente nos debe representar.
Por eso hoy, al recordar aquella frase —si hubiera estornudado—, lo hago desde la gratitud. Gratitud por haber comprobado cómo, pese a todo, la humanidad es capaz de aprender, de rectificar y de amar mejor. Que este nuevo año pongamos empeño no solo en reivindicaciones y críticas, sino también en dar las gracias. «De bien nacido es ser bien agradecido», decimos en esta tierra, así que, queridos lectores, dispónganse a cuidar lo conquistado y a creer, con humildad y esperanza, que lo mejor del ser humano aún está por llegar.











Madre mía, es desconsolador, cada vez es peor. Iremos todos, o mejor dicho nos llevarán al infierno de los pozos vacios que deja el petróleo y las riquezas que genera para pocos, pero siempre consolándonos por los bienes que esta sociedad occidental consiguió, los cuales no se discuten ni se pueden olvidar, especialmente si tenés un celular que te permite visibilidad en los plataformas en donde el odio le gana de lejos al amor, por más de “una cabeza”, una sociedad que en quehaceres científicos fue la primera, pero en Humanidades, especialmente aquella que se materializa en la social democracia, por estos pagos todavia sigue siendo un invitado de piedra por no ser europeos. Jamás podría dar gracias pues, aunque usted no lo crea, hay muchos “mal nacidos”, pero a la fuerza. Si no hubiese sido por esa autóctona “mano acechante y furibunda que se habría opuesto a la desgarradora lucha por la ¿Paz? y libertad de esa señora bien nacida, en mi país yo habría sido un pobre muerto más, sin estadísticas por falta de asistencia pública institucionalizada que antes no exitia, o mi viejo no habría conocido el Estatuto del peon de campo que ese tirano innominable de Perón (¿Por qué no lo nombra al suyo; no lo deshumanice pues es tan humano como usted por más que esté en la vereda de enfrente) materializó, decía, para evitar los abusos de la patronal terrateniente junto al voto femenino, al aguinaldo, a horarios de trabajo sensatos, etc. etc. Si en su país se dice que “es de bien nacidos dar gracias”, en el mío hay otro que se me quedó grabado para siempre, y bien cortito, como “viraje e’laucha”. Si algo es antiquísimo decimos que “es más viejo que la injusticia”. Hágase una idea. “ ¿Donde andarán los ricos cuando ya no haya mas planeta?; ¿Nos mirarán desde el espacio orbitando en naves ascépticas “estirando largo el cogote para ver como patean” los que quedaron allá abajo? Por supuesto que se llevarán consigo a esos “pobres de espíritu” que jamás faltaron, Y no los culpo pues “por malnacidos” nos obligaron y acostumbraron a nacer y existir en la pobreza”
Hipnotizante.. cada palabra, cada expresión, la manera de transmitir y el mensaje final… Qué belleza.
Precioso artículo escrito por Patrocinio Lorente. «De bien nacido es ser agradecido». La gratitud debe acompañarnos en nuestro camino y no se nos debe olvidar.
El ritmo del texto, trepidante, no te deja dejar de leer las cosas buenas en las que no nos paramos a reflexionar; en las pequeñas grandes bellezas de la Humanidad.
Por suerte. Agradecido.
Querida autora.. al leer el texto me ha sido inevitable relacionar todo lo que he sentido con las fechas en las que estamos.. porque en estas fechas de Navidad, el texto cobra aún más sentido, puesto que nos invita a parar y reflexionar sobre la vida y lo que realmente importa. Nos recuerda lo frágiles que somos y lo fácil que es dar por sentado estar aquí, justo cuando estas fechas nos animan a agradecer y compartir. En medio del ruido y el consumismo, este mensaje invita a valorar los pequeños momentos y los avances logrados como sociedad. Al final, la Navidad también va de eso ¿no? de tomar conciencia, cuidar y mirar el futuro con un poco más de esperanza.
Un artículo magnífico. Un ritmo literario que engancha y emociona.
Excelente artículo de Patrocinio Lorente que nos hace pensar.
Rezuma humanidad
Excelente artículo de Patrocinio Lorente
Un texto sólido y bien estructurado que nos reconcilia con el ser humano.
Una lectura que nos invita a reflexionar y a recordar ,con profunda gratitud ,a nuestros héroes anónimos.
Excelente artículo de Patricio Lorente
Un texto sólido y bien estructurado que nos reconcilia con el ser humano
Una lectura que nos invita a reflexionar y a recordar, con profunda gratitud, a nuestro héroes anónimos