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¿Cuál es la pintura más sensual e insinuante?

Desde aquellas pinturas rupestres de hace decenas de miles de años con animales a los que cazar, el arte ha sido siempre un ámbito idóneo para dar rienda suelta al deseo y representar el mundo como nos gustaría que fuera. No es de extrañar por tanto que esté rebosante de cuerpos desnudos, partiendo de la misma Venus de Willendorf a la que los antropólogos pudorosamente llaman «símbolo de fertilidad» pero que nosotros incluiríamos más certeramente en la categoría chubby porn hasta la interminable lista de representaciones pictóricas de formas exuberantes y posturas provocadoras que se han sucedido con el paso de los siglos. Mostrarlas todas sería recorrer el arte occidental casi al completo, así que a continuación seleccionaremos solo aquellas que nos resultan particularmente sugerentes para que voten la que prefieran, invitándoles también a que añadan en los comentarios las que nosotros hemos descartado de manera imperdonable y ustedes consideren imprescindibles.

(La caja de voto se encuentra al final del artículo)

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El sueño, de Gustave Courbet

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Este pintor francés decimonónico de ideas revolucionarias sostenía que quería morir «como hombre libre, sin depender de ningún poder ni religión» y finalmente lo hizo debido a una cirrosis, que es una forma honorable de hacerlo que indica que se ha aprovechado bien el tiempo. Pero su obra es aún más digna de admiración si cabe, pues cultivó un estilo realista con el que retrató paisajes, bodegones, escenas de la vida cotidiana y especialmente mujeres desnudas, que eran su debilidad. Tenemos por ejemplo Mujer con medias blancas, La bacante, Mujer con un loro o la hermosa escena que vemos sobre estas líneas pintada por encargo del embajador turco en París, protagonizada por dos jóvenes yaciendo abrazadas con esa calma que suele llegar tras el frenesí sexual. La retratada de pelo castaño se llamaba Joanna Hifferman, fue amante del artista y parece ser que también hizo de modelo para otra obra suya que veremos más adelante.

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San Sebastián, de Rubens

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Sebastián fue un soldado romano que ante la disyuntiva que le planteó el emperador Maximiano de ser fiel al ejército o a su fe cristiana, escogió esta última. El martirio al que lo condenó, siendo atado a un árbol y asaeteado, se convirtió en un tema artístico recurrente con el paso del tiempo y en todo un icono gay. Su atractivo, semidesnudez y el simbolismo masoquista de las flechas ha inspirado a homosexuales como el escritor Yukio Mishima que se retrató en esa postura, como una forma de expresar el tormento que le suponía aceptarse y ser aceptado, mientras que Federico García Lorca por su parte sostenía que «una de las actitudes más hermosas del hombre es la actitud de san Sebastián». De todas las representaciones artísticas del santo nos quedamos con la de Rubens, que también pintó otro cuadro con los ángeles acudiendo a su rescate tras el castigo.

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Adán y Eva, de Tamara de Lempicka

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Entre Ingres y Picasso. Ahí es donde se encuentra el célebre Adán y Eva de Tamara de Lempicka, completado en 1932. Lempicka tuvo la idea de pintar esta estampa bíblica cuando vio como una de sus modelos habituales comía una manzana. Se dice que el varón es un policía que solía hacer su ronda cerca del estudio de la artista.

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Leda y el cisne, de Nikolai Kalmakov

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Han pasado muchos siglos desde que algún ancestral pastor solitario comenzó a ver con otros ojos a la incauta oveja que le daba la espalda mientras pastaba, iniciando así una variadísima y recurrente relación interespecies. Pero ningún acto zoófilo ha despertado nunca tanta atención como el que refleja este mito griego: Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Rubens, Corregio, Cezanne, Dalí y una miríada de artistas desconocidos quedaron fascinados por él y se vieron impelidos a representar el preciso instante en el que un Zeus de incógnito fecunda a la reina de Esparta, quien posteriormente pondría dos huevos, de uno de los cuales nacería Helena de Troya. Podríamos haber escogido cualquiera de esas pinturas, pero nos quedaremos con la de este artista ruso nacido a finales del siglo XIX, tanto por la belleza con que retrata a Leda como por mostrar un cisne negro, que es algo improbable pero como vemos puede suceder.

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El origen del mundo, de Gustave Courbet

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Hablábamos al comienzo del chubby pero el hairy tiene también sus adeptos, a quienes seguro que encantará la que quizá es la obra más conocida de Courbet, en la que retrató las partes íntimas de la mencionada Joanna Hifferman. Durante más de un siglo fue un cuadro maldito que permaneció oculto pasando de mano en mano de una forma bastante rocambolesca. Incluso podría contarse la historia europea a través de este toto peludo, pues lo tuvieron los nazis, luego el Ejército Rojo y posteriormente el psicoanalista Lacan. Así que si se quedan absortos mirándolo no es para menos, en él puede escudriñarse el siglo XX, sus ideologías y, en definitiva, la respuesta a las grandes preguntas que su título indica.

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Muerte de Adonis, de Rubens

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Adonis era guapo a rabiar, así que cuando un jabalí enviado por la diosa Artemisa se lo llevó por delante, Venus, las tres Gracias y el pequeño Cupido se llevan un disgusto que mírenlos, no saben ni dónde meterse. La postura entregada y con robustas piernas de futbolista flexionadas solo logra encenderlas aún más, ahí anda una tirando distraídamente de la túnica que inoportunamente le tapa el báculo de la dominación, mientras que la de la derecha parece estar atragantándose del sofoco que le da.

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La maja desnuda, de Goya

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Goya es un artista de talento tan excepcional que ya le dedicamos recientemente una encuesta a él solo. De las dos majas que podemos ver en el Museo del Prado es naturalmente la que más atención despierta en los visitantes, y no es para menos. Siempre adelantando a su tiempo, quiso aquí representar en todo su esplendor a un tranny. Porque no nos engañemos, esos pechos tan separados y apuntando cada uno a un lado (claramente operados) son característicos. Hemos visto suficientes vídeos para saber distinguirlos. Mientras que la postura de las piernas apretando los muslos para esconder la sorpresa es claramente la de un retrato mangina, hoy moneda común en Instagram pero muy innovador en su tiempo. Genio inmortal.

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Línea gris con negro, azul y amarillo, de Georgia O’Keeffe

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Flores, pero no solo flores. Georgia O’Keeffe tuvo tiempo de tocar muchos palos, entre ellos el del expresionismo abstracto, pero allí donde se elevó a la categoría de verdadera maestra fue en pinturas como esta, su célebre Línea gris con negro, azul y amarillo de 1923. Entre el geometrismo, la abstracción y algunos ejercicios que la acercaban al surrealismo, O’Keeffe también pintó las que son, con toda seguridad, las flores más sensuales de toda la historia del arte, que Jesse Pinkman en un capítulo de Breaking Bad identificó, con bastante acierto, con vulvas.

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El jardín de las delicias, de El Bosco

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La tabla central del célebre tríptico del pintor flamenco tiene una finalidad moralista: retrata el vicio, la lujuria, como la vía más directa hacia la condenación en el infierno, que aparecerá en la tabla derecha. El problema es que captura de tal manera la atención que ya no puede uno fijarse en nada más que en esa multitud hippie realizando toda clase de acrobacias sexuales en un entorno lisérgico. Es que no hay uno que no se lo esté pasando en grande, bien por su cuenta, en parejas o en tríos, por uno u otro orificio. Si lo de al lado es el infierno esto no puede ser otra cosa que el paraíso y más que disuadir, lo que logra aquí El Bosco es dar ideas…

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El columpio, de Jean-Honoré Fragonard

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La lencería se fundamenta en la idea de que la desnudez no es siempre lo más erótico, y es que hay enaguas que te pueden hacer perder la cabeza. Ese zapato que lanza sobre la estatua de Cupido, dejando ver la forma de su pie a su amante así como lo que hay bajo sus faldas, mientras allá atrás su viejo marido proveedor la empuja en su columpio… Una escena cargada de connotaciones sexuales en uno de los cuadros más conocidos del rococó, que nos remite a esos juegos aristocráticos que veíamos en Las amistades peligrosas.

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Dante y Virgilio en el infierno, de Bouguereau

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Este pintor francés del siglo XIX inequívocamente clasicista tiene cuadros que parecen hoy día estampitas un tanto horteras a las que solo les falta brillantina. Pero otros bien merecerían ser utilizados como fondo de pantalla con la buena conciencia de que uno es que tiene mucha sensibilidad artística, oiga. El que vemos sobre estas líneas retrata con una notable carga erótica una escena de La divina comedia, ante la mirada escandalizada y un tanto curiosa de Dante y su guía.

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En la cama: el beso, de Toulouse-Lautrec

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Toulouse-Lautrec retrató como nadie el ambiente bohemio y libertino de París, engrandeciendo el mito de una ciudad que hoy en día poco tiene ya que ver con él. Aquí nos muestra a dos prostitutas besándose en la cama en un cuadro que él mismo definió como «el epítome del placer sensual».

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Jupiter e Io, de Correggio

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El dios supremo del Olimpo podía adoptar cualquier forma que quisiera y usaba ese poder no para hacer justicia, proteger a la humanidad, luchar contra el mal y demás zarandajas, sino para arrimarse a cualquier mujer u hombre que le gustase. Correggio, además del episodio de Leda antes mencionado, también retrató este otro, en el que Zeus/Júpiter se abalanza en forma de niebla sobre Ío para arrebatarle su virginidad.

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La Venus del espejo, de Velázquez

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La diosa Venus/Afrodita, con unas formas como solo una diosa alcanza a tener, se mira en el espejo que sostiene su hijo Eros/Cupido. Velázquez se inspiró en la escultura de la Hermafrodita Durmiente para dotarla de esa perfección.

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Olympia, de Édouard Manet

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Además de la anterior de Velázquez, hay otras representaciones de Venus que alcanzaron reconocimiento, como esta de Tiziano. En ella se inspiró Manet para este retrato de una meretriz parisina joven y menuda, pero que posa confiada. Sus rasgos pertenecían a la modelo Victorine Meurent.

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Hilas y las ninfas, de John William Waterhouse

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Imagínense la situación: Hércules se encuentra cierto día al rey Tiodamante arando el campo y como tenía hambre le pide uno de los bueyes —en otras versiones directamente lo sacrifica y se lo come—, este se niega y Hércules lo mata. Entonces ve a su hijo, que le pareció muy guapo, y lo rapta para tenerlo como esclavo en la expedición de los argonautas. Pasa el tiempo y en cierta ocasión en que habían recalado en Misia, Hilas, que así se llamaba el joven, acude a una fuente a por agua. Allí se le aparecen unas deslumbrantes ninfas que le ponen esos ojitos que vemos en el cuadro y ¿qué hace él? Grita pidiendo socorro. Ser el esclavo sexual del caprichoso asesino de tu padre es al parecer mejor plan que retozar con estas siete mozas que además le conceden la inmortalidad. Hércules, alertado, salió a buscarlo con infructuoso resultado y ya nadie volvió a saber de él, se ve que se lo pensó mejor. Moraleja: desconfiemos siempre de la primera reacción.

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Mujer reclinada, de Zinaida Serebriakova

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Esta pintura de 1935 es solo uno ejemplo de los muchos que sirvió la rusa ucraniana, ciertamente inclinada al desnudo femenino. Aunque Serebriakova ya era una artista dotada cuando estalló la revolución de octubre, no se sumó a la corriente futurista ni al estilo soviético de pintura, permaneciendo fiel a sus influencias francesas.

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Los amantes, de René Magritte

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Ante una tradición que se ha recreado en la desnudez, qué mejor manera de representar a dos amantes que no solo vestidos, sino con sus cabezas totalmente cubiertas por sendos velos. Esto es lo que pensó el pintor belga Magritte y desde luego no se le puede negar originalidad. La imagen desconcierta y provoca extrañeza, en cierta manera termina resultando más provocadora que otras más sexualmente explícitas y deja la puerta abierta a múltiples interpretaciones.

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21 Comentarios

  1. Prostitutas a la orilla del Sena, también de Courbet!

  2. Aquí falta algo de Lucian Freud.

  3. Una versión demasiado orientada al público masculino, deleitadnos a las mujeres también un poco, hombre.

  4. Y sin duda falta El sueño húmedo de la mujer del pescador, de Hokusai.

  5. El Jardín Tenebroso, de Courbet.

  6. Echo en falta algo de Schiele…

  7. Faltan tantos cuadros..¡esto es un escándalo!

  8. No le veo el erotismo a El origen del mundo. Atrevido para la epoca, si, pero sensual? Porfa!

  9. Echo en falta alguno de Klimt…

  10. Me salgo de la propuesta para votar por una escultura: el éxtasis de santa Teresa, de Bernini. Excelso. Y estoy de acuerdo con i6: el origen del mundo, se me ocurren muchas cosas pero erotismo, precisamente … pues no.

  11. José Antonio

    ¿Y la portada del disco Abraxas, de Santana, obra de Mati Klarwein?

  12. Balthus

  13. Pensaba que en JotDown eráis muy modernos y no cosificabais el cuerpo de la mujer…no pueden ser eróticos los hombres, por lo que veo. Machismo puro y duro.

  14. Cualquiera de Jack Vettriano

  15. Pingback: ¿Qué pintura nos impresiona más por su realismo y detalle? - Jot Down Cultural Magazine

  16. La Venus del espejo de Velázquez porque es una obra de insinuación más que de hacer evidente lo evidente. Apela más a lo imaginativo que a lo real.

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