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Naranjito nos lo debía

Camacho mundial 82

Treinta años después, el tiempo de una dictadura o de media vida, el fútbol español confirma que ha transportado a una generación, la de los cuarenta, a su sitio soñado y negado, la gloria. Nos lo debía el balompié desde el infame Mundial de España en 1982, el del Naranjito, mascota ‘kitsch’ del evento y menos mal que no fue un torero. Toda una generación se ilusionó de tal manera con aquel torneo que luego fue psicoanalizada por protagonizar un importante ridículo. Sí, porque esta España que vuelve a ser un imperio por la vía deportiva organizó una fase final mundialista con el peor resultado jamás registrado por una selección local (duodécima de veinticuatro) hasta que se lo cuestionó el de Suráfrica en 2010 (vigésima de treinta y dos). Una eliminación en segunda fase contra Alemania Federal tras ni siquiera ganar el grupo del Luis Casanova de Valencia ante unas ‘marías’ como Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte.

La pobreza futbolística de la España que dirigía del hispano argentino José Emilio Santamaría ya era preocupante desde el primer instante de la concentración previa, en un paraje bello pero espartano y hasta franquista como La Barranca, en Navacerrada. Tampoco ayudó el feo detalle de tener un concentrado de más que debía ser cortado antes de la convocatoria oficial ante la FIFA. Aquello, que debería ser una anécdota o ni existir siquiera al impedir que pasara simplemente no llamando a uno de más, se convirtió ya en una olla exprés de presión contra el seleccionador, que mandó a casa a Quique Ramos, del Atlético de Madrid, capitalizando el sobra uno, absorbiendo energía positiva durante todo el proceso previo a debutar en Valencia contra los hondureños. Entonces, sin la invasión de información de la actualidad, Honduras era un total desconocido, pero libre de todo palmarés el triunfo ni se cuestionaba. España, entonces, barruntaba el primer triunfo del socialismo (en las posteriores elecciones de octubre de 1982) ante el hundimiento de la UCD de Leopoldo Calvo-Sotelo y aparecían los primeros signos de modernidad en el largo escapar del sombrío franquismo.  Un triunfo de la Selección, además, rentaba políticamente abiertas como estaban las venas del independentismo con la amnistía a los presos de ETA-pm y su escisión de la ETA exclusivamente terrorista. Un caldo de cultivo que la leyenda urbana de aquél momento trasladó, por supuesto, al fútbol con la polémica por las medias blancas de Arconada supuestamente así lucidas y no con la bandera española por las amenazas de la banda criminal, lo que siempre desmintió el portero a favor de que eran sus calcetines habituales.

Así que llegados al pitido inicial del Mundial para España apenas se hablaba de fútbol. Casi mejor. Se vería que, efectivamente, no había tantos mimbres para un cesto de éxito mirando el juego a la cara. Sin un líder real sobre el terreno de juego aunque varios aspirantes por bagaje, España era eso, un equipo con notable falta de personalidad, sin dibujo definido sino diluido (indefinición de Santamaría entre el abierto 4-3-3, el simple 4-4-2 o el confuso 4-5-1), que no supo ni sacar mayor partido de arbitrajes clamorosamente a favor, lo que, por otra parte, ha sido casi siempre tradición en las Copas del Mundo con las selecciones locales. Que tampoco se inventó nada. El caso es que Arconada no estuvo fino, la defensa no funcionó pese al recuerdo de sus válidos nombres (Camacho, Alesanco en esa época era todavía así, con ‘s’ y ‘c’ y no con ‘x’ y ‘k’, Tendillo y Gordillo), el medio del campo fue un desierto de responsabilidad con Perico Alonso (el padre de Xabi) y ‘Tente’ Sánchez como únicos fijos y la ambigua aportación desde la creación o la banda de Juanito, Saura y López Ufarte nos convirtió en previsibles, con muy poca pegada.

Con estadios sobredimensionados de cemento (que pregunten al Celta, Málaga, Elche o Hércules) y que pagaríamos todos los españoles con nuestros impuestos en posteriores planes de saneamiento del fútbol, España era el centro del mundo otra vez. Y de eso  se trataba tras las décadas previas de aislamiento casi norcoreano. El Mundial lo consiguió en 1976 Pablo Porta, presidente de la Federación Española de Fútbol, por sus contactos en la FIFA y por ese paternalismo de creer que el fútbol, como antaño la iglesia, era como si portara la palabra de Dios para evangelizar a pueblos salvajes. Pero siempre dio la sensación de que llegaba a un país que aún no estaba preparado, que aún no sabía disfrutar plenamente de la democracia, lo que sí sucedió justo diez años después con los Juegos Olímpicos de Barcelona que conmovieron, ahora sí, al mundo entero por su talento. No hubo, pues, fiebre por el fútbol en el 82 (recintos medio vacíos, entradas a casi 18 euros, 3.000 pesetas de la época) y sólo españolismo desmedido en Valencia, elegida con polémica pues parecía evidente que la casa del fútbol patrio entonces podría ser Sevilla o directamente Madrid.

Huyendo del tipismo, España la realidad es que se encontró con un terreno de juego pequeño y con mucha presión por la cercanía del público. Esa multitud terminó por descomponer a España en el Grupo E y no a los rivales. Desde el trágico 1-1 ante Honduras (golpe helado que nadie esperaba, sino una goleada y punto como merecía un oponente sin tradición alguna en este deporte) al 2-1 pírrico ante Yugoslavia, otra vez con decisivo empujoncito arbitral del danés Sorensen, rematado con la derrota por 0-1 contra Irlanda del Norte con diez que nos arrebató el liderato del grupo y nos envió al paredón de medirnos contra la Alemania Federal e Inglaterra en la siguiente fase ya en el Santiago Bernabéu de Madrid. Resumiendo: muertos antes de llegar.  Y así fue y de primeras. El cambio brusco de terreno pequeño a bien largo, el del templo madridista cuando estaba previsto el Vicente Calderón si se hubiera mantenido el liderato del grupo, lo acusó España, derrotada por 1-2 contra los implacables alemanes de Uli Stielike, toda una personalidad que faltaba en La Roja. Derrota y eliminación que convirtió en todo un trago el siguiente 0-0 intrascendente frente a Inglaterra. Mientras que de la selección española sólo se emanaba negativismo, el consuelo llegaba en forma de fiesta del fútbol con partidos míticos como el Italia-Brasil (3-2) de Sarriá o el Alemania Federal-Francia (3-3) del Sánchez Pizjuán. Fueron la contrapartida a un disgusto generacional que ha costado décadas superar. Ahora, con dos Eurocopas y un Mundial ‘in a row’, de una tacada, parece fácil ser de La Roja. Todo es fiesta. Pero hubo un tiempo, no hace mucho, en el que La Roja te ponía rojo como un tomate. Por el ridículo.  

España, en su Mundial:

FASE FINAL, PRIMERA RONDA: ESPAÑA 1 – 1 HONDURAS 16 de Junio de 1982

Estadio: Luis Casanova, Valencia (España).

Árbitro: Arturo Andrés Ithurralde (Argentina).

Seleccionador: José Emilio Santamaría.

Alineación España: Arconada (Cap.); Camacho, Alesanco, Tendillo, Gordillo; Joaquín, Perico Alonso, Zamora; Juanito, Satrústegui, López Ufarte.

Alineación Honduras: Arzu, Gutiérrez, Costly, Villegas, Búnez, Zelaya, Maradariaga, Gilberto, Figueroa, Tenacourt, Norales.

Goles: 0-1 Zelaya (7′), 1-1 López Ufarte (p. 66′)

FASE FINAL, PRIMERA RONDA: ESPAÑA 2 – 1 YUGOSLAVIA 20 de Junio de 1982

Estadio: Luis Casanova, Valencia (España).

Árbitro: Henning Lund-Sørensen (Dinamarca).  

Seleccionador: José Emilio Santamaría.

Alineación España: Arconada (Cap.); Camacho, Alesanco, Tendillo, Gordillo; Sanchez, Perico Alonso, Zamora; Juanito, Satrústegui, López Ufarte.

Alineación Yugoslavia: Pantelić, Krmpotić, Jovanović, Halilhodžić, Zajec, Stojković, Petrović, Šljivo, Gudelj, Šurjak, Z. Vujović, Sušić.

Goles: 0-1 Gudelj (10′), 1-1 Juanito (p. 12′), 2-1 Saura (66′)

FASE FINAL, PRIMERA RONDA: ESPAÑA 0 – 1 IRLANDA DEL NORTE 25 de Junio de 1982

Estadio: Luis Casanova, Valencia (España).

Árbitro: Héctor Froilán Ortiz (Paraguay).

Seleccionador: José Emilio Santamaría.

Alineación España: Arconada (Cap.); Camacho, Alesanco, Tendillo, Gordillo; Saura, Perico Alonso, Sánchez; Juanito, Satrústegui, López Ufarte.

Alineación Irlanda Del Norte: Jennings, J. Nicholl, C. Nicholl, McClelland, Donaghy, O´Neill, Mcllroy, Cassidy , McCreery, Armstrong, Hamilton, Whiteside, Nelson.

Goles: 0-1 Armstrong (47′). Expulsión de Donaghy (52’)

FASE FINAL, SEGUNDA RONDA: ESPAÑA 1 – 2 ALEMANIA FEDERAL 02 de Julio de 1982

Estadio: Santiago Bernabéu, Madrid (España).

Árbitro: Paolo Casarin (Italia).

Seleccionador: José Emilio Santamaría.

Alineación España: Arconada (Cap.), Urquiaga, Alesanco, Tendillo, Gordillo, Camacho, Perico Alonso, Zamora, Juanito, Santillana, Quini.

Alineación Alemania Federal: Schumacher, Kaltz, Stielike, K. Förster, B. Förster, Briegel, Breitner, Dremmler, Littbarski, Fischer, Rummeniegge, Reinders.

Goles: 0-1 Littbarski (49′), 0-2 Fischer (75′), 1-2 Zamora (82′)

FASE FINAL, SEGUNDA RONDA: ESPAÑA 0 – 0 INGLATERRA 05 de Julio de 1982

Estadio: Santiago Bernabéu, Madrid (España).

Árbitro: Alexis Ponnet (Bélgica).

Seleccionador: José Emilio Santamaría.

Alineación España: Arconada (Cap.); Urquiaga, Alesanco, Tendillo, Gordillo; Perico Alonso, Zamora, Camacho, Saura; Santillana, Satrústegui.

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Un comentario

  1. En su caso, el apelativo de «La Roja» sí que está lleno de componente político progre. Vaya tela con el artículo. Lo mejor ha sido lo del «aislamiento casi norcoreano». Que la realidad del crecimiento económico sesentero impulsado por el turismo y los planes de estabilización gestados por los tecnócratas no le estropee sus prejuicios innegociables.

    Los artículos deportivos de Jot Down son tan interesantes (a veces tb brillantes, incluyendo cuando tienen la extensión adecuada, y no se convierten en epístolas…) como tendenciosos políticamente.

    Este, en cambio, no es ni interesante, y para más inri dice el autor que el seleccionador José Emilio Santamaría es hispano argentino, cuando es hispano uruguayo, y mi diálisis con la selección charrúa en Suiza 1954.

    Por cierto, La Roja es la selección de Chile. Por mucho que aquí, en ridícula idea de Luis Aragonés qepd, les hayamos copiado el sobrenombre.

    Igual ni me publican el comentario.

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