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Roger Federer, Garbiñe Muguruza y (casi) todo lo que nos dejó Wimbledon 2017

garbiñe
Garbiñe Muguruza. Foto: Getty.

De todas las imágenes del torneo, mejor quedarse con la última: la familia Federer casi al completo en el palco. Los abuelos haciendo de abuelos, los cuatro niños haciendo de niños, Mirka haciendo de Mirka, la extenista sin la que el éxito de Roger habría sido imposible… y el propio Roger llorando en la silla al contemplarlos. Ese es el legado. Lo de dentro de la pista y lo de fuera. Después de una final fría, que duró lo que tardaron los nervios de Marin Cilic en desatarse, Federer pareció necesitar el cuadro completo para entender el alcance de lo hecho: el octavo Wimbledon, el decimonoveno título del Grand Slam, el quinto torneo ganado de los siete disputados este año.

El tenis masculino ha retrocedido diez años en el tiempo y el dominio de Federer y Nadal vuelve a ser absoluto. Ambos se han repartido los tres torneos del Grand Slam, cuatro de los cinco Masters 1000 y probablemente mantengan una lucha a brazo partido por el número uno del mundo salvo que el suizo decida tomarse otras vacaciones antes de disputar el US Open. Si eso es bueno o malo para el deporte, absurdo es juzgarlo. Baste como símbolo: el relevo de Djokovic y Murray lo han cogido los relevados. El resto, ni sabe ni contesta.

Algo parecido estuvo a punto de suceder en el cuadro femenino, donde Venus Williams se plantó a los treinta y siete años en su segunda final de Grand Slam de 2017, amenazando con suceder a su hermana Serena —treinta y cinco años— como gran dominadora del circuito. En su camino se cruzó una excelente Garbiñe Muguruza, demostrando que cuando todo funciona bien en su cabeza, cuando la regularidad no supone una amenaza, es probablemente la mejor tenista de su generación.

En fin, el torneo más antiguo del mundo acaba un verano más y nos deja varias historias comprimidas en dos semanas. Estas son algunas de ellas:

1. No sé si merece la pena detenerse en el recuento de los récords de Federer. A estas alturas los habrán leído en todos lados. Quedémonos con el presente, es decir, con esta temporada: treinta y dos partidos disputados y treinta victorias. Es más, en las dos derrotas tuvo punto de partido a favor. Ahora bien, su versión de 2017 en Wimbledon no fue mejor que la de 2014 o la de 2015, solo que esta vez no hubo un Djokovic al que medirse en la final. El suyo fue un camino plácido, tanto por méritos propios como por falta de nivel ajeno. Solo Tomas Berdych, que parecía al final de su carrera hace solo un par de meses, le puso en algunos apuros en semifinales. Aun así, él también cayó en tres mangas.

2. Como hemos dicho, la final dejó poca cosa. Después de seis juegos, el partido iba 3-3 y Marin Cilic había dispuesto de una bola de break sobre el servicio del suizo. Seis juegos después, Federer ganaba 6-3, 3-0 y el croata se echaba a llorar desesperado en su silla, sin que nadie supiera si lo suyo era un problema físico –llegaron a vendarle el pie al principio del tercer set-, mental —un ataque de ansiedad extraño en todo un ganador del US Open— o una mezcla de ambas cosas. Cilic jugó un gran torneo, culminando así una gran gira de hierba, pero algunos de sus fallos fueron groseros. De hecho, ya dio muestras de su irregularidad ante Gilles Müller y Sam Querrey, pero, claro, ante ellos podía permitírselas… ante Federer, no.

3. Marin Cilic, Sam Querrey, Gilles Müller, Tomas Berdych, Milos Raonic… para lo mucho que se ha hablado de lo mal que estaba la hierba de Wimbledon, lo cierto es que el torneo ha sido un paraíso para los pegadores. Al viejo «saque y volea» le ha sucedido el «saque y derecha a lo que salga». No ha sido el juego más vistoso del mundo; de hecho, diría que se vio mejor tenis en Queen´s o en Halle que en Wimbledon, pero así hay que aceptarlo. Después de todo, puede que el barro que abundaba en las pistas no hiciera que la bola fuera más lenta sino simplemente más incontrolable, con la cantidad de errores no forzados que eso conlleva.

4. El partido del campeonato fue sin duda el que enfrentó al citado Gilles Müller con Rafa Nadal. Imposible no sentir simpatía por Müller, un tipo que lleva toda su carrera afincado en la clase media del circuito y que a los treinta y cuatro años se encuentra por fin con un lugar entre los veinte mejores de la clasificación mundial. Su torneo fue sobresaliente, demostrando el daño que hacen sus golpes con efecto en pistas de hierba. Ante Nadal, se hizo con los dos primeros sets y aguantó en el quinto hasta que llegó su momento para hacerse con el parcial por un abultado 15-13. El cansancio le pasó factura en la siguiente ronda: también consiguió forzarle cinco sets a Cilic pero el quinto lo perdió, desfondado, por seis juegos a uno.

5. Nos paramos un momento en Rafa Nadal. Este ha sido su mejor Wimbledon desde que jugara su quinta final en 2011 y eso quizá debería haber despertado algún tipo de optimismo en el mallorquín. No fue así. Consciente del momento de parón absoluto que vive el circuito hasta que Alexander Zverev se decida a tomar las riendas, Rafa aspiraba a mucho más: a la final como mínimo. De ahí, quizá, su ansiedad y su exageración en las celebraciones del quinto set contra Müller. De ahí sus declaraciones en rueda de prensa, muy disgustado: «Esperaba sacar cosas mejores de aquí». En cualquier caso, es una gozada verle a los treinta y un años disfrutar de cada punto como si tuviera dieciocho otra vez: la misma intensidad, el mismo empeño, la misma ilusión…

6. Por cierto, Nadal sigue como número dos del mundo a la espera de lo que pase en la gira americana, donde Murray no defiende demasiados puntos. El problema para Andy es que Rafa solo defiende 270 y Federer no defiende ninguno de aquí a final de temporada. En otras palabras, el número uno del escocés es cuestión de tiempo y más viendo cómo acabó su partido de cuartos de final contra Querrey: completamente cojo y muerto de dolor por sus problemas en la cadera. Así, será complicado verle competir hasta el US Open, si es que llega.

7. Otro afectado por las lesiones después de varios años de hiperactividad es Novak Djokovic. Desde que consiguiera repetir la hazaña de Rod Laver al ganar los cuatro torneos del Grand Slam de manera consecutiva —aunque no fuera en un mismo año natural—, del serbio apenas ha habido noticias. Estaba llamado a reinar durante mil años y apenas trece meses después tendrá que luchar para no salir de los cinco primeros del ranking. La lesión en el codo no tiene ninguna buena pinta. Otro que igual ni se presenta a los torneos previos a Nueva York.

8. Los jóvenes brillaron, de nuevo, por su ausencia: los cuatro semifinalistas sumaban una media de 31,25 años. Si nos vamos a los cuartos de final, la cosa no mejora: de los ocho clasificados, solo Milos Raonic había nacido en la década de los noventa y por los pelos. Del canadiense se lleva esperando más durante demasiado tiempo. El servicio le sirvió para tirar adelante durante cuatro rondas pero a la quinta se fue a la calle sin oponer demasiada resistencia ante Federer, el mismo rival al que ganó el año pasado, en lo que parecía poner fin a la carrera del suizo en Wimbledon.

9. De hecho, Raonic debería haber perdido una ronda antes: en octavos contra Alexander Zverev. El alemán sigue mostrando la irregularidad propia de un veinteañero y los problemas de resistencia ligados a un físico de esa edad… pero continúa siendo la gran esperanza del circuito y esta semana aparecerá como número once del mundo empatado con Grigor Dimitrov por la décima posición. Cuesta ver más allá: Dominic Thiem puede tener su futuro en la tierra batida, incluso en algún torneo de pista dura, pero aún debe aprender a manejarse en hierba y eso le limita. De Nick Kyrgios y Bernard Tomic mejor ni hablamos. Al final, el mejor australiano de esa generación, aunque sea por constancia y por aprendizaje tras tanta lesión, va a acabar siendo Thanasi Kokkinakis. Aparte de Wimbledon y tomando como referencia el resto de la gira de hierba conviene apuntar el nombre del ruso Daniil Medvedev, quien, a sus veintiún años, ha mostrado una contundencia a tener en cuenta en el futuro.

10. Vamos por fin al torneo femenino: Garbiñe Muguruza no solo ganó sino que lo hizo jugando como los ángeles. No hay nadie con su contundencia ni su elegancia. Concentrada y confiada, Muguruza es imposible de derrotar cuando se pone a golpear la derecha o el revés a dos manos como un martillo. El partido clave del torneo fue el de octavos de final contra Angelique Kerber, cuando se vio por dos veces break abajo en el tercer set y aun así siguió luchando para acabar remontando. Contra la alemana no pudo tomar tanto la iniciativa como lo haría después contra Kuznetsova, Rybarikova o la propia Venus Williams en la final, pero se defendió con uñas y dientes en cada golpe, algo a lo que no nos tiene acostumbrados. Da la sensación de que ya entonces, en aquella tercera manga, era consciente de que lo que estaba en juego no era un partido de octavos sino un torneo de Grand Slam, el segundo de su carrera.

11. ¿Cuál es, entonces, el futuro de Garbiñe? Imposible saberlo. Llegó a la final de Wimbledon 2015, la perdió y entró en un bache que pareció circunstancial. Después de ganar Roland Garros 2016 y optar al número uno del mundo, empezó a pelearse con todo y con todos, a tirar partidos de la peor manera y a sufrir molestias constantes y algo inespecíficas que le obligaron a retirarse de varios torneos. Cuando ya estaba de nuevo fuera de las diez mejores de la clasificación, va y gana Wimbledon 2017 dando una exhibición. Me temo que en esa irregularidad está la propia esencia de Garbiñe y que no va a cambiar: Muguruza no es una maratoniana sino una sprinter. Puede llevarse el torneo que le dé la gana, pero no siempre le va a dar la gana, es así de sencillo. Habrá que quererla tal y como es y no como a los puristas les gustaría que fuera.

12. Pese a perder la final, la historia de Venus Williams es formidable. Eclipsada por su hermana mayor desde hace más de una década, Venus se quedó a un partido de ganar su sexto Wimbledon. Lo increíble es que el quinto llegó en 2008. De hecho, entre 2010 y 2016 no jugó ni una sola final de Grand Slam y este año, con treinta y siete cumplidos, ya lleva dos. Con su hermana embarazada y el resto de competidoras turnándose en su irregularidad —la nueva número uno será esta misma semana Karolina Pliskova, que no pasó de segunda ronda en Londres y que nunca ha ganado un grande— es posible que en Nueva York le llegue una tercera oportunidad.

13. La otra gran historia de Wimbledon ha sido la de Johanna Konta, la primera británica en plantarse en semifinales desde la legendaria Virginia Wade en 1978. Konta, nacida en Australia y de padres húngaros, no lo ha tenido fácil para ganarse al público británico pero este año ha dado un gran paso adelante en ese sentido. Algo parecido le pasó al «canadiense» Greg Rusedski en su momento, aunque él competía por el cariño de Wimbledon con un «inglés de pura cepa» como Tim Henman, con sus mofletes rojos y todo. Gracias a su empeño y su carisma, Rusedski acabó convertido en un héroe nacional. Veremos si Konta consigue algo parecido.

14. Para llegar a semifinales, Konta derrotó a Simona Halep en lo que fue uno de los partidos del torneo. Lo de Halep empieza a ser dramático: siempre a punto, siempre a punto… pero al final, nada. Aunque probablemente sea más regular, su historia empieza a recordar a las de Caroline Wozniacki, Jelena Jankovic o Dinara Safina, que llegaron en su momento al número uno del mundo sin ganar un solo grande en el camino. Su turno debió haber llegado en el pasado Roland Garros, pero Ostapenko le apartó de la gloria. No puede dejar pasar mucho más tiempo.

15. El repaso al tenis español tiene que empezar por Alejandro Davidovich, campeón a los dieciocho años del torneo junior, algo que ningún compatriota conseguía desde Manuel Orantes en 1967. Davidovich, pese a su apellido y su pelo rubio brillante, es malagueño. De padre ruso y madre sueca, pero malagueño. Lo cierto es que el mestizaje está para quedarse en el tenis español: el éxito de Davidovich en Londres ha coincidido con el de Nicola Kuhn en Braunschweig. De Kuhn ya hemos hablado con anterioridad gracias a sus grandes actuaciones en París y Nueva York. Ambos están llamados a tomar el relevo de Nadal y Bautista, los únicos que llegaron a octavos en el cuadro masculino.

16. Sin duda, la gran decepción española del torneo fue Feliciano López. Después de ganar Queen´s jugando de maravilla, con esa elegancia suya de revés cortado y volea a bote pronto, Feli se impuso en el primer set de su partido contra el siempre irregular Adrian Mannarino. Ahí se acabó el toledano: unas molestias arrastradas desde hace tiempo le hicieron perder las dos siguientes mangas sin oponer resistencia para acabar retirándose. Un golpe muy duro teniendo en cuenta su estado de forma… y lo abierto del cuadro.

En resumen: a los diez de Rafa en París le siguieron los ocho de Roger en Wimbledon. Quién lo habría dicho hace tan solo doce meses, cuando el español estaba viendo el torneo por televisión y el suizo terminaba de hacerse añicos la rodilla en una caída cuando intentaba alcanzar su undécima final ante Milos Raonic. Ambos están llamados a luchar por el número uno en lo que queda de año. En principio, por historia y superficie, Federer debería tener una pequeña ventaja… pero su política de jugar pocos torneos para poder hacerlo al cien por cien se ha mostrado tremendamente eficaz y por eso es muy probable que se salte Canadá para intentar ganar Cincinnati por octava vez en su carrera.

En cualquier caso, el objetivo de los dos es el US Open. De nada le servirá a Nadal sumar más puntos al final del año si su rival se ha impuesto en tres de los cuatro grandes. Del mismo modo, por mucho que Roger acabe remontando la diferencia en los torneos bajo techo de final de temporada, la oportunidad de ganar en Nueva York por primera vez desde 2008 es difícil que se repita. En poco menos de dos meses saldremos de dudas.

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18 Comentarios

  1. Muy buen artículo, como siempre ( hablo del autor y del tenis en JD ).
    Y a mí que no me gusta la hierba… una superficie que, al segunto o tercer día de competición, ya tiene pelada la zona central del fondo de la pista ( aunque no parece que esto dé lugar a muchos malos botes ) algo que no creo agrade a los jugadores.
    Coincido en que la irregularidad de Muguruza es su gran debilidad, una lástima, porque juego tiene de sobra.

  2. Perdón, Venus eclipsada por su hermana MENOR, no mayor.

  3. No estoy para nada de acuerdo en tomar Wimbledon como una referencia válida. Puede ser el torneo más prestigioso por antigüedad y toda la parafernalia elitista con la que los británicos impregnan todo, pero considerarlo como un termómetro del estado de forma de los jugadores cuando el porcentaje de torneos en hierba es tan sumamente ridículo y desequilibrado respecto al resto de superficies es harina de otro costal. Decir que Zverev es la referencia joven supone preterir injustamente al mejor y más regular joven que hay, y que estoy seguro de que será número 1 cuando se vayan los 4 de arriba: Dominic Thiem. El palmarés de Thiem cuenta con 8 títulos en todas las superficies, incluyendo la hierba, y 2 semifinales en Grand Slam. Que me diga el autor un bagaje comparable entre los jugadores de su generación. La hierba no es la mejor superficie para un jugador con su chasis, pero vuelvo a retomar mi invectiva contra esta superficie recordando que en Wimbledon han ganado tenistas «mediocres», y entiéndaseme, como Krajicek, Cash, Philippoussis o Ivanisevic, siendo finalistas auténticos don nadie como Malivai Washington. Cilic, otra «medianía» finalista, y ganador circunstancial del US Open. ¿O es mejor que David Ferrer que no atesora ningún grande? No se recordaban unas semifinales tan descafeinadas en mucho tiempo, con Querrey, Cilic y Berdych, clase media estos dos últimos y baja el primero.
    No pretendo restar mérito a Federer, es el mejor de la historia, pero su victoria en Wimbledon 2017 ha sido más por deméritos del resto que mérito suyo: no es normal que con 36 años ganes este torneo sin ceder un solo set.

    Respecto al resto de jóvenes (Dimitrov, Kyrgios, Raonic…) hace mucho que están y se les espera, pero nada de nada. Estos dos últimos además solo saben sacar, el búlgaro tiene tenis, pero no termina de explotar y se le está pasando el arroz.
    Un torneo donde baste ser un bigardo con un martillo en el servicio para llegar lejos no sirve para calibrar tenistas, aunque los ingleses lo vendan como la quintaesencia del deporte.

    Respecto a las chicas, pues sí, Garbiñe es la más completa junto a Halep, pero un tiro al aire. Creo que Conchita le ha ayudado mentalmente mucho más que Sumyk. Quizá tenga que ver que las mujeres entre sí se entienden mejor.

    Conclusión: Creo que Wimbledon es el torneo donde merece más la pena ver tenis femenino que masculino, justo al contrario que el resto, porque al menos puedes ver peloteos.

    • Kyrgios es mucho más que un buen sacador, su problema principal es la cabeza. Si tuviera la estabilidad mental de un Ferrer, estaría peleando por el número uno. Tampoco digo que ganaría de calle, pero se habría instalado en el top 5. Me parece más talentoso que Dimitrov, por poner un ejemplo. Comparto sin embargo todo lo bueno que dices de Thiem.

    • Muy de acuerdo con lo que dices, en especial las 5 primeras líneas.
      Para mí la hierba es una superficie «a extinguir», o en todo caso, dejarla para UK, y con su pan se lo coman. Por lo que yo sé, en casi todo el resto del mundo – corregidme si me equivoco – no existen o no abundan dichas pistas ( ahora mismo, en mi ciudad, Valencia, no conozco que haya ninguna ), con lo cual me parece tonto que alguien se prepare para jugar sobre ella, porque no es su superficie natural; al margen, claro está, de que ganar en W. esté muy bien pagado.
      Además, como digo en mi primer comentario, me parece absurdo jugar en un sitio que, en cuanto se juegen media docena de partidos, ya no está en sus mejores condiciones.
      Para mí la mejor base sobre la que jugar es, con diferencia, la tierra batida, creo que en ella es donde mejor se vé cuando alguien juega bien o no, donde los jugadores, merced al bote lento de la bola, pueden desplegar todo su potencial y demostrar su habilidad con la raqueta.
      En fin, que a los ingleses, en esto como en casi todo, hay que «darles de comer aparte»; por mí que se la pique un pollo.

      • Vaya, ha salido mal, mi comentario es respuesta al de Dani, 17/07 18:17

      • Hay otros tenis, o debería haberlo: El tenis del buen saque y el ataque. Que no es lo mismo que el bombazo y o ace o empujarla. El tenis de McEnroe, de Edberg, de Patrick Rafter, de Sampras o de mi querido Gilles Müller, el último mohicano. Puedo aceptar a Becker o a Krajicek pero en mi club no entran Kyrgios, Karlovic ni Ivanisevic, un tipo que no sabía volear nada que le fuera por debajo del hombro ¡Y ganó Wimbledon!

        • El exquisito juego que practicaban McEnroe, Edberg o Henman, por citar uno más reciente, no tiene nada que ver con el de los Ivanisevic, Raonic o Krajicek. Y dejo a propósito para dedicarle un merecido elogio al más elegante que he visto (al nivel de Federer) y que por culpa de las lesiones no tuvo una carrera prolongada, pero demostró ser un grande en todas las superficies: El nunca bien ponderado Patrick Rafter.

  4. Corrijo, Cash y Philippoussis fueron finalistas, no ganadores. Sigo predicando en el desierto al pedir algo tan evidente y práctico como la posibilidad de editar comentarios en Jot Down.

    • Y encima Pat Cash ganó Wimbledon en 1987 ;)

    • Pat Cash ganó en el 87, frente a Lendl

    • Añado; Roscoe Tanner (1979) que sacaba muy fuerte y ya está y Chris Lewis (1983), del que sólo se le conocieron seis partidos buenos. Y Pat Cash ganó -sé que es increíble, pero ganó- al Loco Ivan en 1987. Gracias Wiki.

  5. El articulo me parece que hace un buen analisis y estå bien redactado.
    En relación a lo que afirma Dani, estoy de acuerdo en el enorme potencial de Thiem, me encanta su golpeo de pelota. Cierto es que tiene 3años más que zverev.

    En cuanto al desprestigio de wimblendon por las supuestas medianias que han llegado a la final, convendria repasar los ganadores de los últimos 40 años en los 4 grand slam y podrás comprobar que no es precisamente donde más medianias han llegado (sinir mas lejos rolland garros cuenta con finalistas tan «constantes»como berasategui, victor pecci, pernfors, soderling,verkerker, stich y ganadores como andres gomez, pannata, o costa)

    Estoy de acuerdo en q conchita parece buena consejera para ayudar a ganar wimblendom , aunque conviene recordad que no era precisamente su mayor virtud la fortaleza mental, más bien al contrario.

  6. Monchito

    Excelente resumen y análisis del torneo.
    Se agradece que alguien mencione las exageradas celebraciones de Nadal. Son continuas, no vienen a cuento y faltan al respeto pero el orgullo patrio tiende a ocultarlas.

  7. Cierto, Pat Cash ganó a Lendl, y no veas cómo me jodió. Vi esa final y ver a mi tenista favorito por entonces no conseguir completar el Grand Slam por un tenista medio fue frustrante.
    Respecto a la nómina de finalistas, es cierto que en Roland Garros ha habido jugadores similares, pero desde los años 80 nunca ha ganado un jugador medio salvo Andrés Gómez. Costa fue un gran jugador, inconstante, pero muy talentoso. En Wimbledon Krajicek, Cash e Ivanisevic. Stich no fue una medianía, llegó a las finales de todos los grandes salvo Australia (finalista), y ganó Master Series (Hamburgo) y la Copa Masters.

    Es cierto que la nómina de finalistas es parecida en todos los torneos, siempre se cuelan tapados pero si ampliamos a semifinales me atrevería a decir que en Wimbledon proliferan más las sorpresas. Evidentemente tiene que ver con que ahí basta con tener un buen saque para llegar lejos, algo que no sucede en el resto de torneos. Por eso digo que Wimbledon es «otro» deporte, una mí particularmente no me gusta como espectador, hasta el punto de que prefiero ver a las chicas, lo que no me sucede durante el resto de la temporada.

  8. Krajicek tiene un historial al menos comparable con Albert Costa (uno de mis tenistas favoritos) fuera de su superficie favorita, estamos hablando de un tipo que disputó finales a Muster en tierra. Ivanisevic 2001 era ya un tenista «mediocre», pero el de los 90 es probablemente superior a todos los ganadores de RG de finales de los 90, principios de los 2000 (Agassi aparte).

    Una cosa es que los grandes sacadores se volvieran unidimensionales en la hierba (que es verdad) y otra que solo tuvieran ese registro.

    • Equiparar a Ivanisevic con Kuerten, Bruguera, Kafelnikov o Muster (ganadores y coetáneos del croata en los 90) me parece cuando menos osado. Son mucho más completos aquellos. Gaudio sería equiparable en palmarés, pero el argentino pertenecía a esa estirpe de tenistas tan geniales como atormentados.

  9. Gran crónica del último GS, como siempre.
    No he podido ver demasiados partidos, pero del Nadal-Muller vi los últimos sets.
    Parece que ha vuelto el Nadal de 2015-16, y que lo de la temporada de tierra ha sido solo un oasis. Venía de estar en racha y de repente no le entraba la derecha y estuvo tremendamente irregular e ineficiente, y ya no resuelve en los momentos decisivos (Verdasco, Pouille, Fognini).
    Lo de Federer se veía venir. Salvo puntualmente en 2013-14, siempre ha estado a gran nivel de juego y físicamente, pero entonces mandaban Nadal y luego Djoko, pero ahora que éstos ya no están en su mejor versión ni se les espera, se le avecinan unos meses de dominio absolutamente merecidos.

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