Deportes

Más raro que un Mundial sin Italia

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Francesco Totti y Michael Ballack en el Mundial 2006. Foto: Cordon.

Hacía mucho tiempo que no nos tomábamos una cerveza. La última recuerdo que fue en Campo de’ Fiori, en Roma, delante de la estatua de Giordano Bruno. Él venía de Nápoles extasiado por la devoción de la ciudad partenopea hacia Diego Armando Maradona. Aquella noche romana, en las pantallas, televisaban el Alemania-Polonia del Grupo C de la pasada Eurocopa en Francia, que terminó 0-0 en Saint-Denis. Esta semana, con la excusa de que iba a pasar unos días en España, después de un tiempo sin quedar, coincidiríamos. Admiro mucho de mi amigo Juan Antonio Pineda cómo convirtió la pasión por el célebre esférico en un oficio vital. Estoy seguro de que para él, igual que para mí, la vida se divide en Mundiales. Una década después de conocernos, hoy trata el fútbol con la misma seriedad que ayer: «Si trabajas en algo que te gusta, no trabajarás ningún día de tu vida» es una de sus máximas. Hoy es periodista de Radio Marca en Sevilla.

«¡Que sean dos!», le dice él al camarero. Tras actualizarnos acerca de cómo nos van las cosas, pedimos las primeras tapas, que me sentarán tan bien como a él su última amatriciana. Inevitablemente, terminamos hablando del deporte rey. Y de nuestros primeros recuerdos futbolísticos. El suyo es de 1994. Era mediados de julio y se encontraba en la costa de Málaga, de vacaciones con su familia. Su padre, que seguía el Mundial de Estados Unidos, le contó a su hijo, en varias ocasiones, la importancia de la nueva final, que será esta vez entre Brasil e Italia. Según su padre, con razón, eran «las selecciones que más títulos habían ganado en la historia». Efectivamente, tres Copas del Mundo para Brasil (1958, 1962 y 1970) y tres para Italia (1934, 1938 y 1982). «Aunque tuviera solo cinco años, ese día intuí, en el salón junto a mi padre, que países como Brasil o Italia, de alguna u otra manera, siempre son importantes en los Mundiales», dice Pineda. Pero en esa jornada, sin embargo, el destino no estuvo a favor de Italia: tanda de penaltis y lanzamiento por encima del larguero para Roberto Baggio, ante la alegría de Taffarel. Eran las tres de la tarde, hora de Los Ángeles. Aquel 17 de julio, la Italia de Arrigo Sacchi abandonaba el sueño de establecer una continuidad con los azzurri de Dino Zoff del Mundial de España en 1982. Y tardará una década en recuperarse.

Tras otro par de cañas, hablamos del Mundial de Rusia. Como si le tocara de cerca, veinticuatro años después de aquella final en el Rose Bowl de Pasadena, California, Pineda me suelta: «¿Qué raro un Mundial sin Italia, no?». Ante mi indignación, como para animar, asegura: «Un Mundial sin Italia no es un Mundial». La noche que la azzurra fue apartada de esta Copa del Mundo, a mediados del pasado noviembre, jugaba contra Suecia. En ningún momento había seguido personalmente las clasificatorias para Rusia: en fin, la —mala— costumbre de participar siempre de las selecciones grandes. Así pues, cuando tuvo lugar ese partido decisivo, esa noche estaba en el cine. Al salir, el taquillero está mirando fijamente una pequeña televisión, sin pestañear. Veo que hay un partido y le pregunto: «¿Qué ha pasado?», dando por descontado de que se trataba de un club. «Italia está fuera del Mundial», me contesta. Creía que era una ironía, una alusión a un futuro lejano si nadie le ponía remedio. «¡Venga ya! Está de broma…». Que no, que no. El señor, indignado, señala a la pantalla: «Como le digo, Italia está fuera del Mundial». La primera imagen que veo es la de Buffon, el portero de los récords, llorando. Efectivamente, no podrá hacer historia participando en su sexto Mundial. Ninguna selección italiana, en los últimos sesenta años, ha protagonizado un Mundial desde el sofá.

La prensa italiana e internacional dará noticia de lo ocurrido al día siguiente como un auténtico fenómeno histórico y social, más allá de lo deportivo. ¿Por qué? ¿Acaso no falta también Holanda en este Mundial? No es lo mismo. Una Copa del Mundo rompe con la tradición si faltan Alemania, Brasil, Italia o Argentina. Son las que más han ganado, suman quince Mundiales juntas. Son las que siempre dan miedo, aunque por supuesto no sean invencibles.

¿Tanto peso puede tener el pasado en el fútbol? Un equipo con los mismos once jugadores titulares en teoría es idéntico, aunque sea en dos partidos distintos. Sin embargo, en el fútbol, cada alineación y su comportamiento es diferente en cada encuentro. Como las células de un mismo cuerpo humano, que cambian dejándonos iguales. Por ello, el pasado en el fútbol cuenta y mucho. Las gestas heroicas corren por las piernas de cualquier sucesor: en un descampado o en el césped, entre amigos o ante una eufórica hinchada. Son el estímulo que une pasado y futuro en una misma esencia. De ahí la importancia del gol de Torres en 2008 y el de Iniesta en 2010. Son los precedentes necesarios para quienes vengan detrás, algo que España nunca tuvo. Como diría el gran maestro Arrigo Sacchi: «Es el indiscutible peso de la historia».

En el imaginario popular, la bestia negra de España, hasta hace bien poco, era Italia. Un símbolo de ello fueron aquellos cuartos de final de Estados Unidos 94, con el famoso codazo de Tassotti a Luis Enrique. Por cierto, los italianos no saben de qué estamos hablando. En serio. Salvo que se trate de forofos del balompié con memoria envidiable, la gran mayoría de los transalpinos apenas conoce que hubo una nariz que hizo correr ríos de sangre por el rostro de un centrocampista español. A menos que tengan un amigo español justamente resentido. El codazo de Tassotti será el emblema de que España, incluso físicamente, no merecía llegar nunca a una semifinal. Todo cambiará para la Roja a partir de 2008, con aquellos cuartos de final contra Italia en la Eurocopa de Austria y Suiza. Antes de los penaltis, el temor de «no pasar de cuartos» era real y fundado. Pero, tras el gol acertado de Fábregas, esa victoria sabía ya a media copa. En ese mismo instante, España abatió el muro de su propia historia. En comparación, la final con Alemania era pan comido —sic—. Luis Enrique, catorce años después, tuvo su revancha mirando la pantalla. Y su tabique nasal también.

Muchos equipos tienen su propia bestia negra, no solo España. La de Italia, por ejemplo, siempre fue Francia. Una aclaración: para Italia, Alemania fue, es y será siempre el eterno rival: respetado, apreciado, temido y a menudo vencido. Con el tiempo, el mérito ha repartido gloria a partes iguales entre Roma y Berlín. «Italia 4 – Alemania 3», de la semifinal de México 70 se ha convertido en un icono del fútbol del siglo XX, un sinónimo de clasicismo: Riva, Rivera y Mazzola frente a Beckenbauer y Müller. El célebre periodista deportivo italiano Gianni Brera (1919-1992) calificará el partido el día siguiente con estas palabras: «El fútbol jugado ha sido mediocre desde una óptica técnica y táctica. Pero desde el punto de vista competitivo, y por tanto también sentimental, ha sido una verdadera exquisitez». Hoy en día, en una placa conmemorativa en el Estadio Azteca de Ciudad de México se puede leer: «Homenaje a las selecciones de Italia (4) y Alemania (3), protagonistas en el Mundial de 1970 del Partido del Siglo». La final la ganará Brasil 4-1. Con Pelé.  

La diferencia entre un eterno rival y una bestia negra está en la forma en la que el mérito juega o no su propio papel, en detrimento de la suerte, para desafiar el destino. Frente a una bestia negra hay solo que esperar lo mejor y ya está. Y la bestia negra de Italia, en ese sentido, siempre fue Francia. Todo empezó en México 86, cuando la Francia de Platini elimina a Italia, entonces campeona del mundo, en octavos de final por 2 a 0. La siguiente tortura para los azzurri será en 1998, con Cesare Maldini como seleccionador —y entrenador de su propio hijo, Paolo, que merecería un reportaje aparte—, en el Mundial que vio a los galos anfitriones de la Copa del Mundo con Zidane, Blanc y Djorkaeff como embajadores. Así pues, cuartos de final en el Stade de France con un 0-0; y tanda de penaltis con un Di Biagio que, a diferencia de su predecesor cuatro años antes en Pasadena, esta vez fallaba dándole de lleno al larguero. Para la alegría del portero francés Barthez.

En la Eurocopa del año 2000, organizada por Bélgica y Holanda, Italia se enfrenta a ambos anfitriones. Primero fue un 2-0 con Bélgica en la fase de grupos y luego una apasionante semifinal con la Holanda de Cocu, Davis, Kluivert, Bergkamp y los hermanos De Boer. Para variar, el 0-0 llevará a los azzurri nuevamente al fatídico punto blanco colocado a once metros de la portería. No sin razón, los italianos hablan ya, desde hace años, de los maledetti rigori. Pero la suerte parece apoyar a los transalpinos, que se sienten cada vez más seguros. Icono de esa seguridad será por ejemplo Francesco Totti, quien ejecutará a la perfección un penalti a cucchiaio, es decir, a lo Panenka. El portero holandés Van der Sar no dará crédito. Italia, así pues, estará nuevamente en una final después de seis años… con Francia. Del Vecchio marcará en el minuto 55, pero el entrenador italiano, Dino Zoff, sigue impasible como de costumbre, por si las moscas. Llegados al minuto 90, se conceden otros cuatro de descuento. Y precisamente a unos pocos segundos del final del partido Wiltord dará otra posibilidad a Francia. Italia se derrumbará moralmente y en el minuto 13 de la prórroga Trezeguet sellará el gol de oro —muy parecido al de Zidane en la final de Champions contra el Bayer Leverkusen, dos años más tarde— que le permitirá a Francia ser la primera selección en ganar Mundial y Eurocopa seguidos. Por cierto, menos mal que quitaron los goles de oro. Eran demasiado crueles para los derrotados. Benditas prórrogas completas.

Estos hombres de leyenda necesitan una frase para ellos solos, aunque sea de solo dos palabras. Gianluigi Buffon. Fabio Cannavaro. Alessandro Nesta. Gennaro Gattuso. Andrea Pirlo. Luca Toni. Filippo Inzaghi. Alessandro Del Piero. Francesco Totti. Marcello Lippi. Así, sin unas comas que los conviertan en un mero listado. Todos ellos, juntos, dibujaron en 2006 una nueva Copa del Mundo para Italia. Su mejor partido será, cómo no, con su eterno rival, Alemania. Klose, Schweinsteiger, Metzelder, Ballack y Podolski serán los anfitriones para un Mundial ende Alemania. El Westfalenstadion de Dortmund será un escenario casi enteramente blanco, en una semifinal intensa que se mantendrá en el 0-0 incluso durante toda la prórroga. Falta un minuto para empezar la enésima tortura de los penaltis e Italia, por obvias razones, estaría sola. Sin embargo, en tan solo un minuto tendrá lugar todo aquello que hará de este partido el mejor encuentro de Italia en el siglo XXI. Buscadlo en Youtube, en serio. Solo cuatro nombres: Pirlo, Grosso, Gilardino y Del Piero. Dos goles en un minuto y pasaporte para la final en Berlín. Un partido único, digno sucesor del 4-3 de 1970. La semifinal de 2006, así pues, será más importante que la propia final, donde Italia ganará finalmente a Francia en los penaltis, para variar, neutralizándola como bestia negra. Atrás quedarán los maledetti rigori. Y de paso también el cabezazo de Zidane en el pecho de Materazzi.

Los últimos doce años de la selección italiana, marcados en esencia por la falta de grandes leyendas —a excepción de Pirlo—, han oscilado entre la calidad sin resultados y la mediocridad por la falta de espíritu. Italia estuvo muy cerca de una nueva copa en 2012, pero el 4-0 de la final de Kiev contra la Roja hará de España, definitivamente, la nueva bestia negra de Italia. Quién lo iba a decir. España, así pues, pasará a la historia por ser la primera en conseguir el trío Eurocopa-Mundial-Eurocopa. La última Eurocopa de 2016 dio nuevas esperanzas a la azzurra entrenada por Antonio Conte, consciente de la virginidad futbolística internacional de muchos de sus integrantes. El grupo por él creado será sólido y deseoso. Sin embargo, por cosas del destino, Italia cayó, cómo no, en los penaltis y de la mano de su eterno rival. Diez años después de la hazaña de Grosso y Del Piero en el Mundial germano, los alemanes tuvieron su justa y merecida revancha en los cuartos de final. Quitando los pésimos penaltis fallados por Pellè y Zaza, objeto de mofa nacional en su país, muchos italianos se preguntaron si ese equipo podría haber sido realmente una buena promesa.

Lo cierto es que es increíblemente raro asistir a un Mundial sin Italia, como bien dice mi amigo Pineda. Por supuesto no es el único que me ha transmitido su extrañeza por una Copa del Mundo sin la azzurra. Es como organizar una fiesta sin ese alguien que sabemos que nos gusta. Es curioso, porque es precisamente en Italia donde sus futboleros son los primeros que, en el relativismo extraordinario que los caracteriza, viven el Mundial con normalidad, teniendo claro que la vida sigue, faltaría más. Están demasiado acostumbrados a la mediocridad en política como para que el Calcio no sea algo serio. Si no se hacen bien los deberes, es mejor no estar. Al final va a ser verdad que este año Italia brillará por su ausencia.

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7 Comentarios

  1. Cuantos «struggenti» recuerdos de esta pasión italiana por «il calcio»! Y cuánto me gusta sentir mi viejo español mezclarse con el de Dante! Los «azzurri», los «maledetti rigori», los «tifosi», Dos «retti». Son términos intuitivos para los latinos, mejor que «futbol», «penalty». El calcio es dar patadas, los rigores son de rigor cuando se produce un «fallo» en el area. De los tifosi se sobre entiende porque es una enfermedad contagiosa, el tifo. Y es un deporte para todos, democrático a pesar de que cuando echaron a patadas a los Savoya se quedaron con lo único que los recordaba, el aráldico color azul, l’azzurro con el cual habían ganado creo que ya dos campeonatos. Pero esta vez faró il tifo per la celeste uruguaya, luego por la verde México y al final, por la roja. Gracias por la lectura.

  2. Gracias a Dios que existan todavia periodistas como el autor de este meravilloso articulo. Gracias per esta lectura.

  3. «Así pues, octavos de final en el Stade de France con un 0-0; y tanda de penaltis», Fue en cuartos cuando Francia (sin Zidane) elimina a Italia y no en octavos, donde los futuros campeones eliminan a la rudísima y rocosa Paraguay (en un puesto que hubiera correspondido a España) con gol de Blanc en el tiempo extra.

    Una minucia en un artículo realmente entretenido. Gracias

  4. Malverino Porfido

    Esto es un imno al amor por «il calcio». Quiero mas.

  5. A veces me pregunto de qué color hubiera sido la «maglia» de los italianos después de echar «a calci sul sedere» a los Savoya con el azzurro heráldico (eran parientes con los franceses que agregaban la flor de lis) con la cual fueron campeones años antes. Tal vez roja, verde o blanca, como la tricolor actual. Por eso me gusta la democracia liberal en donde conviven contradicciones.

  6. Reverendo

    Hay un fallo en su recuerdo. La final del 94 se disputó el 17 de julio a las 13 horas de Los Ángeles, las 20 h. en España. Así que no pudo verlo a las 5 y media de la tarde, a menos que la viera en diferido al día siguiente. Y la final de 2014 acabó 4-0, no 4-1.

    Es curioso que Francia pueda llegar lejos sin eliminar a Italia y que Alemania, una vez que no está Italia, caiga en primera fase. Será que faltó motivación…

  7. Soy más de pádel

    Antes de comenzar ya era un atípico Mundial sin la «bella Italia», pero con la despedida anticipada de otros grandes… se confirma la rareza de esta edición

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