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De vino, pintura y presente

Sala de Arte en la bodega ENATE vino

Jot Down para bodega ENATE

Sucedió en tan solo veinticinco años. En ese lapso nuestra idea de entender el arte, y la de entender el vino, cambiaron radicalmente. Y aunque hubo otros muchos procesos de transformación social que coincidieron en el último tercio del siglo XX, pocos fueron tan rupturistas. Al menos para un país con las colecciones de pintura clásica más importantes del mundo —empezando por el Prado—, y con la mayor cantidad de hectáreas de viñedo. Pudo haber acabado en desastre, pero, lejos de eso, nos hizo reconectar con nuestro pasado de artistas y viticultores de una manera totalmente renovada. Convirtiendo los lugares que fueron escenario del cambio en el destino favorito de muchos viajeros. Hoy los museos de arte contemporáneo figuran entre los más visitados, y los templos del vino se conciben como lugar al que hay que ir al menos una vez en la vida.

Sin conocer los escenarios de ese cambio es difícil comprender y disfrutar el proceso. Las vanguardias artísticas, abstracción, informalismo y figurativismo, irrumpieron en el conocimiento del gran público desde el MACE de Ibiza, el Teatro-Museo Dalí en Figueres, o el MNCARS de Madrid. Al vino moderno le abrió el camino una nueva bodega, inaugurada el mismo año en que abría sus puertas el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. ENATE, en el Somontano, supuso un antes y un después, al desterrar la idea clásica de galerías subterráneas en penumbra, llenas de telarañas, para ofrecer un espacio visitable. Años más tarde su ejemplo sería seguido por arquitectos internacionales como Rafael Moneo, Santiago Calatrava, o Frank Ghery cuando vinieron a poner en marcha el mismo proceso en las bodegas clásicas. Para entonces ENATE ya se había convertido en lo que es hoy, una de las muestras de arte más importantes de España.

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Aquel doble cambio fue sobre todo un proceso empujado desde el interior. Picasso y Dalí habían dirigido la vanguardia mucho antes, pero en el extranjero, y su obra tardaría en llegar a nosotros. En cambio, autores como Antonio Saura, Eduardo Chillida, Rafael Canogar, o José Manuel Broto, impulsaron la definitiva modernización artística desde la península. Por primera vez un grupo de artistas se atrevió a decir que Velázquez y Goya no tenían por qué ser lo único reverenciado. Era el arte de los padres, y en oposición a él se estaban haciendo creaciones capaces de conectar con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Con el tiempo, todos ellos estarían en la colección ENATE.

La ruptura con el vino no fue diferente. Entre los años ochenta y los dos mil su consumo descendió en más de un cuarenta por ciento. Los jóvenes abandonaban el «vino de mesa» que había acompañado las comidas y cenas de sus padres, para trasladar su consumo a locales y restaurantes. Pidiendo mayor calidad, menor graduación, y la asociación entre botella y experiencia gastronómica. Las bodegas de siempre respondieron cuidando algo más las elaboraciones, etiquetando con cuidado, resaltando las denominaciones de origen. En los noventa ENATE vino a revolucionar por completo ese panorama dando un paso más.

La bodega puso la primera piedra de lo que vendría muchos años más tarde, un turismo enológico donde la arquitectura se equipara en importancia al viñedo, a los vinos que produce, y a cómo los elabora. Luz y grandes espacios, que invitan a conocer el proceso de elaboración de un vino moderno. Todo eso por sí mismo era una revolución casi inconcebible para el panorama vinícola español, aunque hoy se asuma como parte de sus valores naturales. Pero lo más singular, lo que no ha sido imitado, es que decidiera tener, como etiquetado de sus botellas, la obra de algunos de los pintores abstractos, figurativos, del informalismo o el grafismo, como Saura, que habían revolucionado el panorama del arte primero, y conquistado el gusto del público.

Hoy las obras de Saura, José Manuel Broto, Salvador Victoria o Erwin Bechtold, entre otros, siguen luciendo en las etiquetas de sus vinos. Sus nombres son referentes en los estilos de arte contemporáneo, como la abstracción o el informalismo. Pero es que además las creaciones que se exhiben en la bodega están centradas en la interpretación desde el presente de uno de los elementos omnipresentes en el arte, especialmente en el clásico: la viticultura. Vidrio transparente alzado en brindis deja ver tintos y blancos, además de botellas en el suelo, como en La merienda de Goya, o cráteras, jarras de cerámica y mitología, en el Triunfo de Baco, de Velázquez. Su reinterpretación moderna es absolutamente novedosa.

Lo es también que se haya promovido desde una bodega. Empleando además una botella de vino como escaparate expositivo nacional e internacional —más de un veinte por ciento de la producción de ENATE se exporta—. Una ruptura muy de vanguardia, completada por la decisión de asociar cada uno de sus vinos con la obra de un pintor nacional o internacional de reconocido prestigio. Nombres como los citados anteriormente, que han elaborado y elaboran aún sus creaciones específicamente para la bodega, creando la iconografía artística contemporánea del mundo del vino.

Es el rasgo propio de ENATE, y gracias a ese empeño ha convertido su sala de arte en un verdadero museo, con la doble vocación de enseñar al público el proceso de elaboración del vino moderno, y exponer más de cien obras originales —del total de cuatrocientas que albergan sus fondos—. Ejercicios de creación sobre el universo vinícola, ilustrativas de las vanguardias, y de la obra de reconocidos pintores. Lo que la convierte hoy en un destino obligado para los amantes del enoturismo, y para todos los demás, como lugar único que reúne el universo de la elaboración y crianza con el de la creación artística ligada a la viticultura.

Su condición de pioneros en el turismo enológico ha hecho de las experiencias que ofrecen una auténtica forma de vivir la conjugación entre arte y vino. Las han enriquecido además superponiéndolas con climatología, paisaje, arquitectura interior, y arquitectura exterior. Hasta lograr que el espacio en torno a los viñedos, lo mismo que su edificio, y el propio espacio del Somontano, convivan y se complementen.

Catas maridaje, degustaciones de monovarietales —la gama de vinos más premiada de ENATE, máxima expresión del Somontano—, de los tintos de colección UNO, y del menú degustación con que redondear la experiencia sensorial de aromas y sabores. De un modo muy aragonés, además, con alubias y ternasco, el delicioso cordero de esta tierra. Todo ello unido al recorrido por las instalaciones y la sala de arte. Si bien, y ese es otro de sus rasgos distintivos, las experiencias en ENATE no se limitan a sus espacios interiores.

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Arte y vino también están en el exterior. Vicente García Planas, artista integral de los objetos encontrados, elaboró la escultura El bosque de hierro, creada como doble espacio, de contemplación de la obra y de escenario para la degustación de vinos. Las tardes de paseo que alternan viñedo y pintura, en los meses de clima más benigno, son también un motivo para el viaje. Aunque pocas experiencias resultan más inmersivas que la barbacoa, con vistas al Somontano, donde vino, naturaleza, gastronomía y arte no pueden estar mejor maridados. La horizontalidad del proyecto arquitectónico de la bodega y sus espacios conectan al visitante de forma sutil con el paisaje del Somontano que la rodea. Cielo y tierra tocándose, separados apenas por el azul del horizonte o las faldas de los montes donde arrancan los Pirineos. Esta área del alto Aragón, centro de la denominación de origen que lleva su nombre, es un lugar natural privilegiado, de los más demandados por el turismo activo. Las rutas en bicicleta, escalada y barranquismo, unidas a las de senderismo, son frecuentadas por parejas, familias y amantes de la aventura. Los cañones del río Vero y la sierra de Guara han conservado pueblos románicos y medievales, como Aínsa o Barbastro. Y todo ello tiene además el mejor complemento, una alta gastronomía elaborada con productos de proximidad, y un turismo del vino referente en el ámbito nacional e internacional.

Sin olvidar, naturalmente, los tiempos que hemos vivido. La digitalización y vida conectada a que nos obligó el confinamiento han dado a luz en ENATE un nuevo tipo de visita. El tour en este caso es online, complementado por la variedad de vinos recibidos en casa, cuatro variedades embotelladas para degustación individual. Tú te tienes que encargar del servicio y la cristalería, y al otro lado el personal de enoturismo te va conduciendo por las instalaciones, la sala de arte, y las paradas en donde hacer las catas. Una bodega viva, que evoluciona y que continúa ayudando como aceleradora de arte en Aragón, sala de exposición contemporánea y escaparate de exhibición para nuestros grandes artistas. Incluso en el turismo a distancia.

Y es que el vino moderno nos enseñó que no es solo un líquido con determinado sabor y olor, de una añada o una variedad de uva, ni siquiera de una denominación de origen. Esas son tan solo definiciones aproximadas, válidas para el enólogo y la experiencia del paladar. Un vino es sobre todo, la experiencia íntima sentida por quien lo disfruta. Algo tan absolutamente personal como la emoción al contemplar una obra de arte. Y solo en este rincón del Somontano llamado ENATE son posibles ambas cosas.

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2 Comentarios

  1. E.Roberto

    Muy bueno, Don Martín. Los dos componentes de su artículo forman un círculo: el vino es un arte y el arte es como el buen vino, embriaga con dulzura. He visto botellas de vino (excelente, tengo que admitir) que llevan el nombre y el perfil del Duce. Supongo que en España las habrá del Caudillo, ¿o no? ¡Estas nostalgias que son duras para morir! Su frase “alzando en brindis” me trajo el recuerdo de un decidor y guitarrero de Mendoza, tierra generosa de vinos junto a San Juan, Salta y la Rioja. “Al Vino. Alzamos esperanzados nuestras copas y nos llevamos a la boca una diosa oscura que jamás estuvo lejos de esta tierra y mucho menos de los cielos, enclaustrada en vidrio, en barro, o en noble madera fermentaba de palabras que refluirán en quien la bebe y la hace suya, con su piel sutil de uva, una, cientos, miles desenvueltas en millones nos observaban desde el principio cuando aún ignorábamos la importancia de la magia de la fruta, Diosa oscura, tú ya sabías que cuando despertaríamos extrañados y felices por la vida a ti recurriríamos para festejar lo inevitable, goce o pena, así de simple, como tú, semilla y jugo que nos haces débiles y abiertos por tu culpa y no sabemos si estamos locos o profetas sin morada fija son los otros, mas que importa vieja Diosa, aun si tu nombre es masculino, penetrándonos sos mujer, reservada y taciturna como la otra cara de la luna.

    • Martín Sacristán

      Chinchín, Eduardo Roberto. Tercera acepción, para que no haya dudas. Por aquí botellas del Caudillo, de Aznar, del rey, y de elementos aún menos bonitos de poner en una etiqueta, con la coincidencia común de que el vino que contienen no sirve ni para cocinar.

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