Cine y TV

‘Transformers’: transformarse o morir

Transformers. Imagen: Sunbow Productions.
Transformers. Imagen: Sunbow Productions.

Es muy temprano. Es un día cualquiera de clase, tengo trece años y he madrugado para ver los dibujos animados. Estamos en 1990 y a alguna lumbrera se le ha ocurrido programar la que va a ser mi serie favorita en un programa infantil matinal. No sé qué orden ocupará entre las series que van a emitir durante el espacio de Rita Irasema, así que tengo que verlo entero. Y ahí estoy, contemplando cómo Rita desayuna sus churros —perdón, porras— y espero que la echen ya o llegaré tarde. Ah. Ahí está, por fin: los Transformers. El brillo ilusionado de mis ojos desintegra las legañas. 

La disfruto como un crío —nunca mejor dicho— pero también quedo un poco decepcionado, sensación que iría aumentando con los episodios subsiguientes. Al llegar al cole, comento los capítulos con mi mejor amigo: juntos seguíamos la serie de Cómics Fórum y había muchas cosas que no cuadraban. Sí, dábamos rabia. Éramos críos y ya nos gustaba más el libro que la película

El tema general era coherente con lo que habíamos visto en los tebeos. En el confín del espacio existe Cybertron, un planeta poblado por una raza de robots en guerra, los Autobots —los buenos— y los Decepticons —los malos—. Durante una escaramuza, una nave espacial tripulada por los dos bandos acaba por estrellarse en la Tierra, dejando a los robots en una especie de coma. Entonces, en el momento actual —esto es, a mediados de los ochenta— el ordenador de la nave se reactiva, enviando una sonda a explorar el planeta y entendiendo que este está poblado por formas de vida mecánicas, como Cybertron. Para que pasen desapercibidos, al reparar los robots el ordenador los dota de versiones transformables similares a lo que él entiende que domina el planeta, esto es, vehículos terrestres y aéreos, pero también utensilios tecnológicos que son lo más en el momento, como radiocasetes o magnetofones. Y una vez todos están reparados y conscientes, deciden seguir repartiéndose estopa, no hay otra. 

Aun con un arranque parecido y con los mismos personajes, echamos en falta muchas cosas de los cómics. Por ejemplo, no había una metatrama dramática. Casi todos los episodios consistían en que los Decepticons les robaban la energía a los humanos —causando catástrofes naturales en el proceso— y entonces llegaban los Autobots para chafarles los planes. Nada más. Las personalidades de los Transformers y sus motivaciones estaban mucho más trabajadas en los cómics. Añoramos esa gigantesca splash page del número uno en la que todos los Autobots iniciales —¡dieciocho!— se presentaban y comentaban sus habilidades especiales. Por otro lado, la serie también nos dejó unos cuantos recursos de guion absurdos. En un episodio, los Autobots volaban. ¿Para qué necesitas transformarte en un coche cuando puedes volar? En otro, Hound tenía que sumergirse en un río y una placa de cristal le cubría la cara para que no le entrara el agua. Fail. 

Otras cosas nos hacían más gracia, como el acento latino con el que nos llegaron los dibujos: el «Autobots, transfórmense y avansen» se convirtió en una consigna que gritar en el patio del cole. También el característico «tsche-chu-chu-che-tsche», que era como sonaba cuando los Transformers se transformaban. A pesar de que la serie dejó en la estacada a personajes como Ratchet o Blaster, sí que supo hacer grandes a Óptimus Prime y a Megatrón. También ilustró bien al sicario lameculos, Starscream, que cada vez que metía la pata se acababa llevando las collejas de Megatrón. La serie, poco a poco y testimonialmente, fue sacando a todos los personajes que ya conocíamos, con sus modificaciones extrañas y sus combinaciones para hacer robots colosales. De críos no lo podíamos saber, pero más tarde averiguamos que en el origen de todo estaban los juguetes japoneses de la marca Diaclone y Microman, que simplemente eran eso, juguetes sin trasfondo. Entonces los japoneses fueron a los americanos, a la Marvel, buscando una historia que explicara por qué un robot podría convertirse en un coche o en un avión. Y ahí entraron en juego Jim Shooter, Dennis O’Neill y Bob Budiansky, los creadores de la épica de los Transformers. La idea era sacar al mercado simultáneamente la nueva marca en tres frentes —juguetes, cómics y dibujos— una vez la legislación americana lo permitió. Sin embargo, la productora de la serie —con sus rifirrafes con los productores de los cómics— tomó su propio camino en múltiples ocasiones. Inevitablemente, la serie tenía mucha vocación de anuncio televisivo del juguete. Y claro, el resultado fue altamente benefi cioso para todos los implicados. 

Con todo, Transformers, la serie de animación, jamás dejó de «transformarse». No solamente tuvieron sus propias versiones en Japón, sino que desde su origen hasta ahora ha habido múltiples series de Transformers, partiendo de la idea original, pero adaptándose a los nuevos estilos de animación, desde el elegante y refinado que inauguró Bruce Timm con Batman: The Animated Series hasta el 3D. Así, no es solo que la cabecera de Transformers sea de las que más se ha modernizado con el paso del tiempo, sino que su historia es también la de los estilos de animación en series juveniles, desde mediados de los ochenta hasta la actualidad.

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2 Comentarios

  1. Eldelacarpeta

    Transformers en Antena 3 se emitió en horario vespertino, sobre la hora de la merienda.

    • Iván Galiano

      Transformers se empezó a emitir en Antena 3, en el programa «La guardería» conducido por Rita Irasema, en horario matutino, tal y como comento en el artículo. Dicho programa se empezó a emitir a principios de 1990 que es cuando suceden las experiencias autobiográficas que narro en el texto.

      https://es.wikipedia.org/wiki/La_guarder%C3%ADa

      El programa al que te refieres es «La merienda», también conducido por Irasema, además de con Miliki. Pero dicho programa es posterior, se inicia en octubre de 1990.

      https://es.wikipedia.org/wiki/La_merienda

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