Uno de los centros pioneros en abordar el humanismo digital y su relación con la inteligencia artificial fue la Universidad Francisco de Vitoria, UFV, en una fecha tan temprana como 2018. Aquel fue un año clave en la adopción de la IA por las empresas, mucho antes de que herramientas como ChatGPT o DallE popularizaran su uso. La UFV adoptó, en consonancia, un enfoque académico singular, al integrar el grado de Humanidades en su Facultad de Comunicación, por entender que un experto en ese área tiene que tener las humanidades como núcleo de su formación. De este modo será capaz de dialogar con expertos en cualquier otra área, y trasladar la capacidad crítica y analítica del humanismo a cualquier disciplina, logrando la mejora de la sociedad. Lo que comenzó desde este planteamiento como un diploma complementario, el de Humanidades e Inteligencia Artificial, ha evolucionado en un grupo de investigación y docencia al que se ha incorporado recientemente Ana Pérez Escoda, un referente en la educación de los nativos digitales, doctora cum laude en Tecnologías de la Información y la Comunicación Aplicadas a la Educación y Nuevas Metodologías Docentes por la Universidad de Salamanca, y principal investigadora y coordinadora del proyecto de alfabetización digital europeo WISE-ME.
De licenciada en Periodismo a doctora en Educación. ¿Qué te llevó a orientar tu carrera de esta forma?
Mi abuelo despertó mi vocación diciéndome que un buen periodista tiene que ser un buen escritor, así que empecé Filología Clásica, para empaparme de lo que venía de la antigua Grecia y luego tomar el camino del buen comunicador. Después me metí en la educación porque creo que esa transferencia social que es educar es una motivación intrínseca a la investigación, que es un campo bastante árido.
Cuando comencé los estudios que me llevaron al doctorado aparecieron las redes sociales (2011), recuerdo muy vívidamente tener una sesión sobre ellas y decirme: es esto, es el cambio de paradigma. Inaugurando la época del prosumer que había definido Alvin Toffler en el siglo XX, esa figura que iba a ser capaz de consumir y generar contenido, ahora lo iba a hacer entrando en el entorno digital y en igualdad de condiciones. Pero también vi desde el principio que eso iba a imbuirnos en inercias absolutamente autómatas, el clic, el like, los filtros burbuja, alejándonos de pensar, de reflexionar, y es lo que me llevó a especializarme en alfabetización digital. Que lo engloba todo, humanidades, comunicación, y educación.
¿Qué es la alfabetización digital?
La capacidad de que el ciudadano, el usuario, el menor y el adulto, tengan un pensamiento crítico, y ahí es donde las humanidades toman más relevancia que nunca. El pensamiento crítico permite entender quién está legitimado para informar, quién para opinar, y quién simplemente para desbarrar. Nos da esa capacidad, pero tenemos que cultivarla pensando, con lecturas, con fuentes, con reflexiones. Algo que en esta nueva cultura se está denostando, es la cultura snack o del picoteo, de la que habla Carlos Alberto Scolari, tiene que ir todo muy rapidito y metido en indicadores, lo tenemos que hacer todo a golpe de clic, y eso es absolutamente contraproducente. Así es imposible desarrollar el pensamiento crítico. Y necesitamos la alfabetización digital para no aborregarnos con el me gusta, no me gusta, comparto lo que mi amigo o mi partido o el periódico cabecera de mis ideas comparte, y no salgo de ahí.
¿Es por falta de esta alfabetización que lo digital no ha producido la cuarta revolución intelectual después de la imprenta, que fue la tercera?
Las redes sociales introdujeron una revolución, pero no esa cuarta de la que se habla, no habíamos llegado al punto álgido hasta que ha emergido la inteligencia artificial generativa, y ahí hemos llegado a un punto de no retorno. Hasta ahora, cuando hablábamos de tecnología, éramos capaces de fijar la línea entre el desarrollo tecnológico y nuestra diferencia como humanos, la capacidad de producir conocimiento y reflexión. Desde luego, nada tiene que ver lo que genera la IA con la cultura occidental, la ciencia y la filosofía universal que se ha desarrollado desde miles de años atrás. Pero incluso así la inteligencia artificial generativa ha comenzado a echar un pulso al humano, y es lo que está despertando más que nunca el interés por las humanidades.
Entonces, según tú, el avance de la IA generativa vuelve a poner en valor a las humanidades.
No es que lo perciba yo. La Universidad de Harvard, que es una de las punteras en el mundo, ha dejado de tener este año académico, por primera vez, más alumnos de humanidades que de ciencias. Y eso les ha hecho saltar todas las alarmas, porque es una universidad con un arraigo muy fuerte en ciencias sociales y humanidades. Su punto diferencial ha sido la filosofía, cómo obligan a los alumnos a profundizar y a analizar, a exprimir las obras de Shakespeare. ¿Qué ocurre a partir de este año? Que los jóvenes encuentran en las ciencias, ya sean médicas, bioquímicas, ingenierías, el reclamo para poder colocarse antes que en lo humanístico, antes de lo que nos define como personas. Así que ahora en Harvard reflexionan sobre la necesidad de meter a toda costa aspectos humanísticos en las carreras de ciencias. Y no son los únicos, aquí en la Universidad Autónoma de Madrid hay un grado que es Ciencia, Tecnología y Humanidades.
[En nuestra visita al campus de la UFV, Clemente López, director del Grado en Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria, nos confirma que la empleabilidad disuade a los alumnos de cursar Humanidades. De hecho ellos tienen solo cuarenta alumnos en este grado, de los trece mil que actualmente cursan estudios allí. Alumnos, nos comenta el vicerrector, que han tenido que argumentar y luchar mucho con sus familias para convencerles de ser humanistas, precisamente por su posibilidad de emplearse, o de alcanzar una alta retribución en su campo profesional. Pero quizá, como nos apunta la entrevistada, eso podría ser un desfase entre el fenómeno que ya se está produciendo y la recepción de los humanistas, o del humanismo en todos los sectores empresariales, técnicos, industriales y científicos].
Entonces, según nos cuentas, la educación humanística ya ha comenzado a despertar de nuevo interés.
Así es, ha habido unas décadas en que el humanismo ha estado muy denostado, y ahora está habiendo un resurgir. En España han presentado un informe que habla de este nuevo interés de los estudiantes por el humanismo. El problema es que todavía no se ve en las tasas de empleabilidad, ¿y por qué? Porque hoy por hoy las empresas, y más las tecnológicas, demandan perfiles muy concretos. Obviamente los estudiantes de ingenierías, apenas han acabado la carrera, ya tienen un sueldo. Pero ya se habla de esta inercia de buscar humanistas, y al final es que no podemos dar nada por hecho, hay que pelearlo todo, porque la sociedad se mueve por trendings, no por modas. Desde la universidad tenemos la responsabilidad de transmitir el mensaje a los jóvenes de que necesitan esa formación humanística para pensar, y tenemos que hacerles ver por qué necesitan pensar.
No sabemos cómo va a ir el mundo, ahora estamos en el pico de inflexión de la inteligencia artificial generativa, pero no sabemos si mañana va a haber un apagón. La pandemia nos enseñó que no podemos dar nada por hecho, e influyó en esta tendencia de recuperar las humanidades, que nos definen como seres humanos y nos dan la capacidad de pensar. Ahora las inteligencias artificiales generativas se han creado copiando el cerebro humano, con las llamadas redes neuronales, capas que se van alimentando unas de otras, aprendiendo y generando. Hemos permitido que la tecnología llegue a lo más sagrado que teníamos, y por eso ahora necesitamos las humanidades. Para tener personas que nos impulsen a volver a las grandes cuestiones, a los porqués, por qué esto está bien o mal, porqué esto puede ser destructivo.
Según eso, ¿el humanista tiene que ser un opositor contra la tecnología?
No un opositor, sino una parte reflexiva en el proceso. Yo no soy una persona negacionista del progreso, no soy de vamos a prohibir, sino de vamos a educar, a pensar, a reflexionar. La ciencia está basada en el ensayo y el error, en que alguien osado dice voy para allá. Eso, obviamente, trae consecuencias positivas y negativas, y es donde veo al humanista como una persona clave necesaria para el progreso actual.
Viendo el mapa de la geopolítica estratégica, China, Rusia, Estados Unidos, Europa que está fatal, en medio, y las guerras que tenemos aquí al lado, está claro que necesitamos pensar, y necesitamos la capacidad de pensar. Ojo, sin extremismos. Hitler tenía los mejores pensadores del mundo a su disposición, si pensamos en lo radical no pensamos bien. Tenemos que ser capaces de sentarnos a la mesa, cada uno con su color, exponer las razones y ver, por encima de las creencias, lo que es mejor para todos. Es ahí donde el humanista debe englobar esa capacidad integradora, no una capacidad de yo pienso esto, y me vuelvo radical con ello. Necesitamos la capacidad de entendimiento mutuo e integrado, vamos a llamarlo humanismo en el sentido de poder captar todo el pensamiento. Porque los pensamientos unidireccionales en la historia ya sabemos como acaban.
[Uno de los aspectos interesantes de la conversación con la entrevistada son las razones para su salto reciente a la UFV, después de haber estado muchos años como docente e investigadora en la Universidad Antonio de Nebrija. Y lo es porque sus motivos conectan con todo este planteamiento filosófico del papel del humanismo del que nos habla, y del retorno de la persona a su papel protagonista en la sociedad. Cita el lema de la propia universidad «Formar para transformar», como ejemplo de una institución académica capaz de poner a la persona como centro. Este principio, dice, es algo de lo que muchos saben hablar, pero muy pocos llevan a la práctica de una manera efectiva. Menos aún, insiste, haciéndolo igual de atractivo para alumnos que vienen buscando una educación cristiana —la UFV forma parte de la red Regnum Christi International Universities— como a quienes eso le es más indiferente. Ambos perfilen coinciden en querer formarse para transformar el mundo y contribuir a hacerlo un lugar mejor].
Me has hablado de la desconexión de los jóvenes, saben usar herramientas, pero lo hacen como analfabetos digitales. Tus alumnos, que vienen para ser comunicadores digitales, ¿llegan también con esta carencia, y con esa desconfianza absoluta de la generación Z en políticos y medios de comunicación?
Hemos hecho estudios al respecto entre los alumnos de Comunicación y los de Ciencias Sociales, para abrir más el ámbito, y aunque no son muestras representativas, la curva siempre sale igual: se informan a través de las redes sociales. La radio ni la conocen, la prensa ya tal, lo único que sobrevive es la tele, creo que por la inercia a que esté en el salón. Pero cuando les preguntas si confían en esas fuentes a través de las que se informan en las redes sociales, te dicen que no. Que se fían del periódico y de la radio.
Se informan a través de fuentes que no son fiables.
Es la mayor paradoja de esta generación. Eso, y el cansancio digital que noto los últimos años. He dado asignaturas de comunicación digital, necesarias para dominar todos los entornos y saber cómo tenemos que usar sus códigos a la hora de ser eficientes en la comunicación. Cada formato requiere unos códigos que el comunicador debe dominar, y yo les obligo a que los practiquen, y hay alumnos que me dicen que no. Así que debo pedirles que se creen un perfil para la asignatura en las redes sociales, y que luego se desconecten si quieren. Me dicen: no puedo con Twitter, no puedo con TikTok; pero sois futuros comunicadores, no os podéis permitir el lujo de no poder con eso, porque es ahí donde se están desarrollando los entornos comunicativos.
Y si no quieren hacer eso, ¿cómo imaginan su futuro?
No lo sé. Yo les hago una reflexión pragmática, diciéndoles que entiendo que ese cansancio es para su vida personal. No utilicéis estos medios para ella. Pero necesitáis usarlos para vuestra vida profesional. De hecho les insto muchísimo, y es lo primero que trabajamos, a que creen una identidad digital. Es una de las competencias digitales básicas, y diría que tiene que entenderlo todo el mundo, más aún un profesional de la comunicación. Y es esta, que tu identidad digital debe coincidir cien por cien con tu identidad analógica. No puedes por ahí creando perfiles con avatares para despotricar, para tonterías, porque la identidad digital va dejando una huella. Esa reflexión les despierta mucho, se quedan diciendo: pues no me lo había planteado. Tú hoy puedes hacer el tonto y poner unas fotos en Instagram del último botellón en el parque, y decir bueno, pero lo he borrado en seguida. Pero no sabes quién se lo ha podido descargar, quién está mirando. Hay que hacerles conscientes de que hoy en día los recursos humanos de las empresas miran todo esto antes de contratar.
¿Eso funciona? ¿Cambian su modo de actuar?
Acaban por entenderlo, trabajamos mucho el curriculum digital y el porfolio, y eso les acaba convenciendo de vaciar el Instagram de chorradas y empezar a poner cosas relevantes. Manteniéndolo personal, pero sin pasar los límites. Hay un concepto que estudiamos mucho en el ámbito de la comunicación cuando queremos educarlos para utilizar estos entornos en el aprendizaje profesional, el PLE, personal learning enviroment. Eso va de tomar conciencia y ser selectivos con las personas que siguen y que les siguen. Yo les digo, igual que no dejáis entrar a cualquiera en el salón de vuestra casa, no podéis dejar entrar a cualquiera en el timeline de vuestra red social, porque si no se os llena de basura.
[Además de todo lo anterior, Ana Pérez Escoda es coordinadora y principal investigadora del proyecto europeo WISE-ME, cuyo objetivo es formar a docentes para que enseñen a sus alumnos a usar las redes sociales para enfrentar la desinformación y los bulos con capacidad crítica. Nos cuenta que la idea surgió de su filosofía personal, basada en no prohibir la tecnología, sino educar en ella. Organizar ese caos que son las redes sociales, que está usando todo el mundo, y convertirlas para el alumno en una fuente positiva para emprender. Educando su parte crítica, sacando indicadores y aspectos que le hagan pensar, otorgando recursos a profesores de instituto y a alumnos. Aunque WISE-ME solo va a durar dos años, su soporte continuará indefinidamente a través de un chatbot de inteligencia artificial que servirá tanto al profesorado como al alumnado. Definitivamente, humanismo en la IA].
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DANA en Valencia. He oído muchos comentarios a si se avisó por mensaje a la población, qué cuando, etc.
Sin embargo nadie hablé de por qué no se avisó por TV. Curioso.