Arte y Letras Entrevistas Literatura

Marie Darrieussecq: «A las mujeres se les dice desde pequeñas que la calle es peligrosa, que no les pertenece»

Marie Darrieussecq para Jot Down

Es una tarde de finales de enero. La escritora Marie Darrieussecq ha preferido atendernos en su domicilio de un céntrico barrio parisino, tal vez el antiguo Montrouge. La luz del atardecer, la amplitud de las plazas y avenidas y las calles más estrechas envueltas en edificios clásicos rematados por mansardas bien conservadas. París fascina porque entrega momentos así, cargados de civismo y quietud, donde en otras capitales domina el ruido y la furia de conductores y peatones. Es un día laborable y la escritora acaba de regresar a su casa unos minutos antes. No hay demasiado tiempo libre en la vida de Marie Darrieussecq (Bayona, 1969). Nos recibe con amabilidad y delicadeza, dos rasgos que parecen distintivos de su carácter y que pese a su aspecto fatigado nunca faltan en la conversación. Al igual que su tenue sonrisa, que no desaparece ni siquiera al constatar que si la entrevista transcurre entre francés, inglés y su castellano oxidado, su cabeza va a estallar… 

Marie Darrieussecq ha escrito en torno a veinte novelas y una decena de libros sobre arte y fotografía. También frecuenta la traducción. Participa en varios libros colectivos. Al menos siete de sus obras han sido traducidas al castellano.

Marie Darrieussecq saltó a la fama y a la literatura en el año 1996, con la publicación de su primera novela, titulada Marranadas, que fue recibida con críticas muy positivas y fue finalista del Premio Goncourt. Se vendieron más de un millón de ejemplares y fue traducido a más de treinta idiomas. Marranadas, aparte del reconocimiento unánime y mundial, permitió a su autora dejar su plaza de profesora de Literatura Francesa en la Universidad Lille-3 y dedicarse a escribir a tiempo completo. Por aquellos años, Marie estaba muy interesada en ese género llamado autoficción, al que dedicó su tesis doctoral. En 1996, publicó uno de los artículos más interesantes al respecto: «La autoficción, un género poco serio» («L´autofiction, un genre pas sérieux») donde somete a una crítica rigurosa a la palabrería y la debilidad conceptual de los practicantes y detractores del género.

Ese artículo tuyo, tan prematuro, sobre la falta de rigor de la autoficción es muy importante. En España lo conocimos en el año 2012 porque apareció en una compilación de textos que hizo Ana Casas: La autoficción: reflexiones teóricas. No es de extrañar que el tema te interesara, ante la intensa relación que hay entre tu vida y tu obra literaria.

Estoy de acuerdo, sí, sí, claro…

En España se lee mucha autoficción y la mayoría creo que es francesa: son los casos de Annie Ernaux, Delphine de Vigan e incluso Emmanuel Carrère. Pero pocos autores piensan qué es lo que hacen cuando hablan de autoficción. O sea, que no hay apenas reflexión teórica sobre un tema tan importante pero que puede acabar siendo muy poco serio, como señalas.

Sí, tal vez se hace más autoficción aquí en Francia, tal vez más que en otros países. Pero no es algo exclusivo ni parece que se tome muy en serio. Ahora mismo, estoy leyendo de nuevo a Philip Roth en Operación Shylock con su alter ego, Nathan Zuckerman. Es autoficción. Hay muchos escritores que escriben autoficción en otros países y no se les etiqueta así, pero bueno. Cuando decía «un genre pas sérieux», era más bien para denunciar la falta de seriedad con la que la crítica en general se tomaba entonces este género, que merece respeto como cualquier otro, y tiene sus propias reglas, al menos en la literatura «seria»…

Creo que, como en Francia, el género no ha sido tan depurado. Parece importante aclarar qué es lo que habita entre la fiction y la faction. Por eso me alegró leer ese artículo tuyo. Es valiente. Y luego, al poco, me sorprendió tu primer libro. Eres originaria del País Vasco francés. ¿Sueles pasar muchos días en Bayona? 

Pues cerca de un tercio de nuestro tiempo lo pasamos por allí. Todo depende de las vacaciones escolares de mis hijos. Cuando eran pequeños, con tanta actividad, íbamos bastante más, ahora vamos un poco menos, pero en verano y, digamos, en las Navidades, las pasamos cerca de Bayona. Yo no hablo euskera, pero lo entiendo, mi madre era de Ciboure, me hablaba en vasco, mi abuela también lo hablaba. Y desde luego, el castellano se usaba en toda mi familia. Pero en París lo hablo menos y se está oxidando… 

Se entiende perfectamente. Bueno, ¿cómo fue la experiencia ante la gran atención que despertó Marranadas?

¿Hablas del éxito? 

Sí, porque aparte de los premios y las ventas, adelantaste en casi veinte años a un tema tan importante en nuestros días… 

Sí, sí, además hace poco ha salido una nueva traducción de Marranadas al castellano. Se publicó en muchos países, incluso en China. Se ha traducido a cerca de cuarenta idiomas. Me gusta eso. Aunque fue difícil de traducir para muchos profesionales.

Fue una sorpresa muy, muy buena, como un sueño infantil. Y tan pronto como supe cómo iba a ser mi vida, es decir, que este libro se había vendido lo suficiente y que tenía suficientes editores por todo el mundo para poder dejar todo lo demás y dedicarme a escribir, me sentí tan feliz y aliviada. Yo tenía solo veintisiete años. Pero pronto Jean-Luc Godard compró los derechos para hacer una película, conocí a tantas personas increíbles. Fue como un cuento de hadas, pero también sabía que eso era mi vida, así que no me descolocó tanta alegría… Además, crecí en una familia austera… sabes cómo son los vascos. En mi familia no había artistas, ni escritores, eran gente con ocupaciones corrientes de la clase media. Mi madre era profesora de francés en una escuela secundaria, mi padre tuvo muchos trabajos y era técnico en una fundición. Tenía contactos con el otro lado de la frontera, como le llamábamos a Euskadi, el otro lado, porque había muchísimas empresas de fundición. Toda mi vida, desde mi infancia, escuché hablar del metal y mi mejor amigo del otro lado se llamaba Hasier, que significa primogénito, pero el sonido de esa palabra pronunciada suena a acero, acier en francés. Bueno, esto puede ser un poco lacaniano… Hay tantas cosas que podría decir sobre mi primera novela que no sabría por dónde empezar. 

Marie Darrieussecq para Jot Down

Queda claro que ese primer libro tuyo te sitúa como referente del pensamiento feminista, de un ideario que ha evolucionado mucho desde entonces la actualidad, que es muy distinta a la de entonces. 

Primero, a veces digo como una broma que Marranadas es mi libro más autobiográfico. Pero no es tanto una broma como algo cierto. Porque el libro realmente nació del acoso callejero. Pero en ese momento, en los años 90, no tenía nombre. El acoso sexual en la calle. Los hombres que quieren tocarte, y el peligro de ser mujer en el espacio público por la noche, y así sucesivamente. Marranadas es la historia de una mujer que se convierte en cerdo. No sé por qué, pero sí lo sé. Porque todos la ven como una cerda. Los hombres la ven como una cerda. Y la calle es un lugar que no es adecuado para ella. A las mujeres se les dice desde pequeñas que la calle es peligrosa, que no les pertenece…

Yo me crie en ese pequeño pueblo del País Vasco francés, que era realmente bonito, pero donde la cultura de la violación también estaba presente, sin nombre. Cuando llegué a París y empecé mi carrera aún no se hablaba de estudios de género, pero éramos más conscientes de muchas cosas. Como también lo eran Virginie Despentes y Preciado, que en ese momento se llamaba Beatriz, ahora se llama Paul. Preciado me dio muchos conceptos porque había estudiado con Derrida, había estudiado en el extranjero, en Estados Unidos. Judith Butler no estaba aún traducida al francés. Entonces empecé a leer estos libros en inglés y me di cuenta de que había una cultura de la violación sin nombre y en el País Vasco en el que crecí esa cultura de la violación estaba muy presente. Si tenías problemas durante las ferias de Bayona, era por tu culpa. Porque ibas vestida de tal manera, etc. Ya sabes de qué estoy hablando. Lo sabes. Ahora es un poco mejor. Puedes ver el cambio sobre el terreno, es lo que llamo el «efecto Bayona». Un laboratorio muy interesante, permite estudiar la situación de una mujer en una feria donde todo el mundo bebe. Ahora hay carteles, recordando lo que no puede hacerse, que eso no puede ser así, no es así, en euskera; los policías son mucho más educados y están mejor preparados para poder manejar esta denuncia, etc. Así que la evolución es realmente buena… El mundo va mal, pero creo que para las mujeres está yendo mejor. No ha mejorado en Afganistán, obviamente, pero en Europa, en muchas otras partes, en Sudamérica, obviamente, por ejemplo, en Chile que lo conozco, etc. 

¿Cómo era yo cuando publiqué Marranadas? Mis hijas, que tienen quince y veinte años y mi hijo de veintidós, encontraron en YouTube una entrevista mía, un vídeo en el que yo tengo veintisiete años y digo que no soy feminista porque en ese momento si decías en una televisión generalista que eras feminista, perdías a todos tus lectores, lo perdías todo y todo el mundo pensaba que eras… Por entonces vivíamos en una brecha del tiempo entre las pioneras, aunque realmente las pioneras del feminismo son Virginia Woolf y su grupo, vivíamos tras la segunda ola de pioneras, después de Simone de Beauvoir, Luce Irigaray, o Hélène Cixous. Marguerite Duras no se etiquetaba a sí misma como feminista. Lo era, por supuesto, pero no ponía esa etiqueta sobre ella. Así que yo formaría parte de la tercera, o digamos cuarta ola del feminismo. Pero en los 90, el feminismo se callaba. Así que la calle en París era dura, el metro era duro, los padres eran duros, los profesores, los profesores varones, vamos… Recuerdo a profesores varones haciendo chistes al respecto porque en Estados Unidos tenían que recibir a una estudiante con la puerta abierta, y pensaba para mis adentros: ojalá, ojalá eso se implante aquí, ya sabes… Yo hubiera preferido la puerta abierta, eso seguro. Yo nunca estuve en peligro con un profesor, salvo una vez… sí. Pero siempre había que lidiar con su capacidad de seducción porque tenías veinte años, eras agradable, y por supuesto que lo intentaban. Pero veo a mis hijas y veo que esto realmente ha mejorado. Ha mejorado en ciertos aspectos, bueno, podría hablar durante horas sobre esto. 

En España, en estos años hay un gran debate entre el feminismo digamos clásico y otros feminismos más ¿radicales?

También sucede aquí. Exactamente. 

Da la impresión de que hay una fractura en el movimiento feminista y tal vez venga porque en los colectivos más jóvenes se ha ido convirtiendo esas ideas en una parte fundamental de su identidad, lo que hace difícil cualquier debate al respecto. Y es que las crisis identitarias se llevan muy mal, son peligrosas…

El enemigo no está entre los «woke», el enemigo está en la extrema derecha. Y no debemos perder energía luchando entre nosotros mismos, ¿entiendes lo que quiero decir? Así que, por ejemplo, mis hijos ahora odian a J. K Rowling, aunque antes les encantaba Harry Potter, pero ahora odian a J. K. Rowling porque es una «tosca» [una TERF, N. de C.], como decimos en francés. Y creo que podemos tener muchas opiniones, pero no somos enemigos. No estoy de acuerdo con J. K. Rowling, pero no es mi enemiga. Mi enemiga es Marine Le Pen, claro. Así que veo a mis hijos y a muchos de sus amigos y estoy feliz de tener estos hijos e hijas adolescentes porque me enseñan muchas cosas, y veo a sus amigos y amigas, etc., y la mayor parte son chicos muy privilegiados. Son culturalmente privilegiados y también son bastante ricos. No extremadamente ricos, pero sí bastante ricos. Pero entre estos chicos privilegiados que viven en París o en los suburbios cercanos, en realidad, es incluso una moda ser feminista. Ser feminista es moderno. La mayoría de ellos son feministas. Es algo muy agradable. Es dulce.

¿Es algo extremo construir una identidad casi exclusivamente basada en ello?

Es donde duele, ya sabes. Sé mucho sobre la caricatura, la blasfemia, o la ofensa porque trabajé en Charlie Hebdo. Pero esta modernidad me gusta. Me gusta mucho. Me parece gracioso. Me doy cuenta de que no puedes reírte de todos y tal vez con ellos he aprendido a ser un poco más… delicada, consciente…

Tal vez porque me siento muy poderosa. Tengo mucha energía. Aprendí a ser más consciente de que otras personas son muy vulnerables y a respetar eso. Ahí es donde mis hijas y mi hijo lograron conmoverme. Sí, y toda la filosofía del cuidado, me interesa mucho. No sé si has leído la filosofía del cuidado en inglés. Muy a menudo es como agua tibia, ya sabes, no es buena, no es interesante. De vez en cuando hay una idea nueva: la vulnerabilidad, que es algo en lo que los años 80 y 90 me impidieron pensar, y me doy cuenta de que era un tema muy interesante. Así que me estoy volviendo un poco más sabia gracias a estos niños que llevan esto en su identidad, pero también es interesante. Me gustan mucho. 

¿Qué me dices sobre la situación de la salud mental entre los jóvenes franceses? En España hay un aumento importante, tal vez no tanto como ciertas fuentes dicen, de patologías psiquiátricas entre los jóvenes. Eso traduce algo…

Para mí, voy a decir un cliché, pero creo que es cierto, lo que más se traduce es la influencia de las redes sociales. Mi hijo de veintidós años y mi primera hija, de veinte años, son mayores y han sobrevivido bastante bien en las redes sociales. Pero la más joven, que tiene catorce años, lo ha pasado muy mal, sobre todo a raíz de los confinamientos de la crisis de la Covid-19. Habíamos visto a sus hermanos manejarse con el teléfono móvil más o menos bien, más o menos, pero bien; pero para ella, para su salud mental, este tiempo sin colegio, sin su club de gimnasia, sin amigos, con TikTok… Cayó en una depresión profunda, realmente mala, y no lo vi, ya sabes, cuando está justo bajo tu nariz a veces cuidas mejor de una persona ajena, pero no te fijas en tu propia hija. Tuvimos dos años terribles, así que soy muy consciente de los problemas de salud mental entre los jóvenes. Ahora está realmente mejor y gracias al buen sistema psiquiátrico que hay en París, porque fuera de París está bastante peor. También debo mencionar que en Bayona, mi ciudad natal, hemos encontrado un psiquiatra para adolescentes muy bueno en el hospital público. Y mi hija ya se ha recuperado también gracias a mucho cuidado, por eso he leído mucho sobre filosofía del cuidado.

Pasaba tanto tiempo cuidándola, algo que no tuve que hacer con mis dos hijos mayores, que tuve que pensar para entender lo que estaba haciendo. Y su padre también. Pero ella, ya sabes, es de esta generación tan especial… Y hablamos mucho con el psiquiatra y también, como sabrás, tengo una larga experiencia en psicoanálisis, no psiquiatría, pero hice muchas prácticas en hospitales psiquiátricos. Pero cuando se trata de tu propia hija es diferente. Me di cuenta de que esta generación de doce a catorce años se enfrenta a un peligro terrible y, como dicen en el Hospital Saint-Anne, el peligro en una casa con niños menores de los diez años no son los cuchillos, no son las ventanas, no es la electricidad, es el smartphone. Y estoy de acuerdo. Así que tuvimos que inventar una nueva forma de vida a su alrededor. Hay algo más íntimo, más profundo, más oculto: aceptar la vulnerabilidad. Yo diría que, aceptarla y acostumbrarse a ella. Mi hija es de esa generación que sabe que va a ser muy difícil mantener el agua, el aire, el calor. Así que tiene catorce años y es como una pequeña Greta Thunberg, ya sabes. Pero Greta Thunberg tiene muchos problemas psiquiátricos también y es un poco mayor 

Marie Darrieussecq para Jot Down

¿Crees que la educación juvenil en Francia sigue conservando una base sólida? 

Sí, aunque está en declive. Sí, los profesores están muy mal pagados y con la inflación, por supuesto, está empeorando. Hay muchas protestas sociales por este motivo. Pero también me gusta eso. ¿Qué puedo decir? Mi madre era profesora, pero podía comprarse coches nuevos, por ejemplo. Ahora para un profesor comprar un auto nuevo es difícil. No es el mismo nivel de vida.

Tengo tres experiencias diferentes con mis hijos, que están en colegios diferentes. Creo que la educación ahora es más desigual que antes. El nuevo bachillerato es mucho más técnico. Porque preparo muchos exámenes con los niños. Y como mujer cultural privilegiada, los preparo para que sepan pensar. Soy una «colegiala», en cierto modo. Fui creada por el sistema que estás describiendo. Mis padres no tenían una educación relevante, pero yo me convertí en una intelectual. Soy una intelectual. Estoy muy feliz de serlo. Mis hijos son tan… Esto es muy fácil para ellos y veo que entre sus amigos en la zona hay personas de muchos orígenes, muchos niveles de vida y algunos de ellos ni siquiera tienen un smartphone adecuado para conectarse en el colegio. Porque ahora necesitas eso, incluso necesitas eso para saber cuál es la tarea. Dios mío, no sé qué decir….

Eres una gran viajera. Has viajado por muchos países y los cinco continentes. Pero hay un viaje que llama la atención en tu biografía. Tu viaje a la Patagonia, a los pocos años de comenzar tu carrera literaria…

Bueno, tengo familia en Buenos Aires. Una familia muy lejana. Mi tatarabuelo emigró a Argentina a finales del siglo XIX y tenía una pequeña fortuna, pero se la robaron, una historia muy americana. Se fue porque nuestra familia en el País Vasco era pobre, mucha gente emigraba. Y reunieron dinero entre ellos, toda la familia, para enviar al abuelo de mi madre a conseguir algo mejor en Buenos Aires y se fue en barco. Y tengo las cartas, tanto en euskera como en francés. Son muy bonitas esas cartas. Pero le robaron el dinero que iba ganando. Y lo perdieron todo. En fin, es una historia larga, es como una novela. Por eso quería conocer Buenos Aires, y entonces tenía un editor muy bueno allí, en la editorial Cuenca de Plata, Edgardo Russo, que ya murió. También tengo una traductora muy buena en Uruguay, en Montevideo, Lil Sclavo, pero no tengo mucho éxito en Sudamérica. He vuelto a Buenos Aires cuatro o cinco veces más. He tomado tantos aviones en mi vida que mi huella de carbono es excesiva… Había tenido mucho éxito con mi primer libro, fue muy emocionante y decidí comprar un billete de última hora con mi novio en ese momento para apartarme un poco de la gente, para ir al desierto. Vine al desierto para sumergirme en tu amor. Y la Patagonia fue maravillosa. 

Tienes buenos recuerdos y buena memoria…

Vimos ballenas, vimos tantos animales… La ecología y los animales son para mí tan importantes como el feminismo desde el principio. Es parte de mi vida y de mi escritura. También fuimos a Bariloche, caminamos hasta Chile, cruzamos la frontera, fue un viaje maravilloso y me liberó la mente. Fue como meditar en esos bosques tan antiguos. Y luego me fui a Buenos Aires, Montevideo, México… también en Buenos Aires hay muchos psicoanalistas. En la escuela a la que fui en París había muchos sudamericanos para formarse en Lacan. Les gusta más Lacan que a los franceses. 

Tus libros se traducen a muchos idiomas. Las traducciones de tus libros al castellano son buenas. ¿trabajas con los traductores?

Sí, son buenas y suelo apoyar a los traductores. Solo tuve una mala experiencia con la traducción argentina de mi segundo libro Nacimientos de los fantasmas» (1998), que era muy confusa desde la primera línea… La historia es muy simple: el marido de una mujer ha desaparecido y esta mujer que habla lo espera durante mucho tiempo. Pasan muchas cosas. Es un libro sobre la ausencia y la ansiedad. Y al final, ella está muy angustiada, ansiosa. También es un caso psiquiátrico. Tiene alucinaciones. Ella lo ve. ¿Es un fantasma? ¿Es…? ya sabes. Así que es un libro corto y abierto. Cuando fui a Buenos Aires para presentarlo en una gran librería, había muchos psicoanalistas y lectores habituales. La primera pregunta después de mi breve charla fue: «¿Es una novela política?». Yo dije: «¿Qué?». Sabía que Marranadas podía ser una novela política. Pero esta segunda novela era una novela psicológica, la segunda, y me dijeron: «Estás en un país donde treinta mil personas desaparecieron durante la dictadura». Y me di cuenta. Y fue la primera vez que me enseñaron que los libros se pueden leer de muchas maneras y eso está bien. Léanlo a su manera. Es excelente. Por favor. Realmente estaba un poco en shock, pero me gustó mucho. Tuve otra experiencia similar en China, por ejemplo, pero es diferente. Los fantasmas en China no son para nada iguales que en Europa y la forma en que leen sobre los fantasmas es diferente. Así que me encanta ser traducida, incluso si no está muy bien traducido.

Has dedicado tres novelas al mar, de forma expresa. El mar es un protagonista muy presente en tus libros…

Mi padre nació en Biarritz y mi madre nació cerca de San Juan de Luz, en Ciboure. Todos los miembros de sus familias eran pescadores y mis padres fueron los primeros en dejar de serlo. Todos tenían un bote, un bote pequeño para pescar. Mi abuela vendía pescado en el mercado, y remendaba redes. Así que es muy, muy, muy, muy presente. Es lo que más extraño en París. ¿Qué puedo decirte? El mar te acompaña cuando te sientes sola, cuando estás deprimida. El mar no te consuela, pero te acompaña. Es muy buena cura, caminar junto al mar. Mi sueño sería vivir en una casa desde donde solo se viese la playa y el mar. Es genial, es perfecto. Todo el año. Siempre está pasando algo. No me gustan mucho las montañas. Pero el mar, sí. Su color, su movimiento… Esa energía es muy buena.

Volviendo sobre el tema de la autoficción, me gustaría conocer tu opinión acerca del suceso que cuenta un colega tuyo, Emmanuel Carrère. Cuando explicó cómo había escrito su libro Yoga (2021) dijo algo sin precedentes, creo, en la historia de la literatura: que había firmado un contrato con su exesposa, Hélène Devynck, que le obligaba a no escribir sobre ciertos acontecimientos sucedidos cuando vivían juntos por lo cual advertía a sus lectores de que Yoga era una obra autobiográfica pero mutilada y sesgada por no poder dar cuenta de ciertos periodos de su vida. Esto causó mucha sorpresa entre sus lectores. Se le preguntó si alguna vez publicaría ese contrato, para saber cómo está redactado y las cláusulas que incluye, porque tal vez sus fieles lectores deberían conocerlo, pero él dijo que no, que no lo haría público. Es una historia un poco triste y que contradice al autor, ¿no crees? Sería un autor poco serio…

A Hélène la conocía muy bien, por supuesto, me caía bien y todavía me cae bien. Es una mujer feminista muy interesante y una muy buena periodista. Es un tema muy suyo y supongo que es muy difícil publicarlo, sí. Sabes que en Yoga faltan algunas partes, cierto. Pero también, si lees a Knausgård en Noruega, en Suecia, Knausgård me gusta mucho. Y tuvo un terrible juicio con su tío. ¿Puedes creerlo? Un tío tuyo que te demanda porque lo que dices sobre tu propio padre no es la verdad. Esto es una pesadilla para un escritor. Estoy escribiendo un libro sobre mi padre. Mi padre todavía está vivo. Está muy enfermo.

Mi padre era un mentiroso compulsivo. Lo quiero mucho, por supuesto, y tenemos una relación tierna, pero sigue mintiendo. Está casi muriéndose, pero sigue mintiendo. Fue un buen padre, pero un esposo terrible. Mi madre fue muy infeliz con él, aunque fue un buen padre. Y quiero contar esa historia de un buen padre que también es mentiroso. Y tengo que contar muchas cosas. No quiero tanto desmentir sus mentiras como dejarme llevar por su inmenso poder de ficción, su poder novelesco. No puedo publicarlo mientras esté vivo, no por moralidad, sino porque lo haría sentirse demasiado triste, y lo sentiría como una traición, no lo entendería. Así que lo dejaré ir en paz. Mi pregunta es si su hermano, mi tío, me dirá que no es verdad, que mi padre era un santo. Porque el tío de Knausgård decía «tu padre no bebía, eso no es verdad». La mayoría de las veces, e insisto, la mayoría de las veces, lo que escribo es ficción. Pero mis novelas, por supuesto, están hechas de lo que he vivido, pero la mitad es ficción. Muy a menudo escribo cuando estoy en una encrucijada en mi vida, y supongamos que elegí a ese hombre, ¿qué me hubiera pasado si hubiera elegido a ese hombre? Y escribo esa novela como si la estuviera leyendo. Es como cuando los niños dicen «jugaremos a ser médicos, jugaremos a…» Estoy jugando. Y es muy agradable porque también me cura, porque no tengo remordimientos. Y porque puedo llevar la fantasía muy lejos. ¿Qué habría pasado? ¿Qué habría sucedido, etcétera? Una vida sin hijos, por ejemplo, puedo escribirla. Pero otra parte de mis libros es estrictamente autobiográfica. El bebé (2005), por ejemplo, o mi libro sobre mi insomnio Pas dormir (2021) o este libro sobre mi padre, son estrictamente biográficos y autobiográficos. Así que sé dónde está el límite. Pero no sé qué responder sobre Carrère. Todo lo que sé es que tuvo que quitar algunas partes de su texto. Tal vez yo hubiese hecho ficción en esos momentos antes que retirarlos. Esa es mi posición. 

Marie Darrieussecq para Jot Down

Más allá de este caso concreto está el verdadero conflicto: en una situación compartida por dos personas ¿una parte puede prohibirle a la otra que no cuente su experiencia de lo sucedido? Si soy parte de la secuencia, puedo contar mi experiencia de la situación. Otra cosa es que no pueda contar aspectos sobre de tu vida personal donde yo no intervengo. Pero estos tipos de situaciones que ocurren entre dos personas, en una relación, hay muchas situaciones compartidas. ¿Hasta qué punto se puede separar lo que está prohibido, lo que puedes publicar y lo que no?

Bueno, voy a darte algunos ejemplos. En el caso de mi padre, estoy «esperando» su muerte. La muerte de mi padre es mi solución. Los escritores somos un poco como vampiros. Estoy esperando que muera, de alguna manera. Desearía que muriera muy tarde. Pero también sé que una parte de mí se sentirá aliviada porque podré publicar el libro. El libro está listo, de hecho; de momento solo para mi marido o mis hijos. Mi esposo es un muy buen esposo de una escritora. Él lee mis libros. Le gustan, y me gusta su opinión. En realidad, su novela favorita es una de distopía que no tuvo mucho éxito: Nuestra vida en el bosque (2017). Entiendo por qué le gusta el libro. Sobre mis otras novelas, es muy sabio al no hacer preguntas. No desconoce la realidad, pero nunca hace preguntas sobre ese tema. Es una especie de trato. Por el momento, ha sido así. Han sido veintidós años. Espero que todo siga así.

Un tema muy importante en tu vida: el insomnio. Sí, el insomnio. Estoy impresionado por tu reciente libro Pas dormir. El libro y tu insomnio comienzan con el nacimiento de tu primer hijo. 

Sí. Fue un nacimiento muy complejo. Era prematuro. Yo soy, entre otras muchas actividades, la madrina de una asociación de víctimas del dietilestilbestrol, la droga que me causó este problema. Este fármaco se usaba para prevenir abortos espontáneos y para tratar algunas enfermedades. Se usó hasta 1971. Mi madre tuvo que tomarlo y uno de sus efectos secundarios es provocar alteraciones en el útero de la descendencia femenina. ¡Y ahora sabemos que no previene abortos espontáneos! El embarazo de mi primer hijo era una situación de riesgo. Y al nacer el niño, comenzó el insomnio porque es normal cuidar de los bebés y perder el sueño cuando tienes un bebé pequeño, pero cuanto más aprendían mis hijos a dormir, menos sabía yo cómo dormir. Y mi sueño nunca volvió. Lo comparo con un gato, ya sabes, porque a veces los gatos están celosos de los bebés. Mi sueño se fue como un gato y me dejó con los bebés. Es una especie de traidor. Creo que dormiré mejor cuando sean todos adultos. Pero por el momento, hice una prueba y soy hipervigilante.

Porque inconscientemente creo que, si me duermo demasiado profundamente, algo malo les pasará. Por ejemplo, duermo bien en un avión porque hay un piloto que se encarga de todo para que yo pueda dormir. Es gracioso. Pero es muy interesante a nivel psiquiátrico, creo. También es un poco de megalomanía, por supuesto, pensar que si duermo ocurrirá un desastre. Mis libros están muy coloreados con este pensamiento mágico. Me encantan las novelas fantásticas. Me encantan las historias de fantasmas, la magia. Mi madre es una mujer muy especial. Mis dos padres lo son; supongo que en los años 70 o 90 les llamarían «borderline» porque son muy peculiares. Pero son maravillosos, aunque muy, muy especiales. Mi madre está absolutamente convencida de que es una bruja, de que puede hablar con telepatía y que tiene sueños premonitorios, etc. Su propia madre hacía girar las mesas y la otra abuela «tomaba el fuego», como decimos por allí, ya sabes, así que yo heredé toda esa «magia». Me encanta. A mí me cuesta creerlo, pero no mienten. Mi madre no miente, pero es difícil creerla. Así que me encanta ese territorio. Es la zona de la ficción, pero también de la realidad. Y ahí también trabajan los psiquiatras. Me siento muy a gusto allí porque puedo escribirlo. Si no fuese escritora no sé qué decirte, hay muchos casos psiquiátricos graves en mi familia, muchos suicidios. Entre mi familia extensa, el índice de suicidios y personas con trastorno bipolar es muy alto. Quizás también haya algún caso de esquizofrenia. Así que estoy muy feliz de escribir porque sería muy vulnerable si no pudiera hacerlo.

Y contra ese insomnio ¿has probado muchos tratamientos? 

He probado de todo. Se ha vuelto casi un juego. Tengo tantos gadgets, tantas aplicaciones, tengo una caja con varios tipos de pastillas para dormir. Probé todas las legales. Probé la marihuana, pero me marea demasiado. Probé el CBD, pero no me funciona. Probé la hipnosis, la acupuntura, la osteopatía craneal… Intenté dormir, no dormir, siesta, no siesta, despertarme a tal hora… Lo intento todo desde hace veintidós años. Mi hijo tiene veintidós ahora. Pero por suerte soy escritora. No soy conductora de camiones ni llevo a niños en un autobús por la mañana. No doy clase, porque cuando enseñas, tienes que tener mucha energía. Yo tengo energía, pero no me concentro muy bien. Me irrito bastante rápido. Así que soy escritora. Es lo mejor que puedo hacer. No conduzco, así que por ahí no causo accidentes.

Creo que has escrito un libro muy interesante porque hay mucha gente que sufre insomnio… 

La mitad del mundo padece insomnio. Y el planeta es insomne, solo duerme la mitad del tiempo. Creo que el insomnio siempre es un poco diferente según quien lo sufre. Pero la gente que lo tiene durante una semana se vuelve como loca… Dormir solo treinta o cuarenta minutos cada noche… Ahora no alcanzo ese nivel de insomnio, pero hubo momentos en mi vida así. Siempre tengo una caja de pastillas para dormir por si acaso. Es una historia de que va con mi vida. 

Hay otro tema en tu obra que tratas de forma muy interesante: el tema del plagio. Lo haces en tu libro Rapport de pólice (2010), que aún no ha sido traducido al castellano. Tú has tenido dos encontronazos duros con estas acusaciones: en 1998, tras publicar Nacimiento de los fantasmas. Y en 2007, cuando Camille Laurens tachó a tu libro Tom ha muerto de «plagio psíquico» de un libro suyo. Haces una lectura muy interesante de la psicología de los acusadores de plagio. Y en paralelo, de la dureza del acto creativo en literatura.

Ah! el plagio. Pero… Es una historia muy vieja y muy, muy dolorosa. Muy, muy dolorosa. Intentaron matarme como escritora. En Francia hay buenos especialistas de este tema, pero en las universidades. Es un tema que me interesa mucho y contacté con esos especialistas, especialmente Hélène Maurel-Indart. Y recordé a grandes escritores que fueron acusados de plagio: Zola, Daphne du Maurier, Mandelstam, Celan… Fue otra historia interminable, porque cuanto más profundizaba en el tema, más casos encontraba no de plagio, sino de personas acusadas de plagio. Y bueno, escribí este libro. Fue difícil escribirlo. No tenía ganas de escribirlo, no quería escribirlo, pero tenía que hacerlo. Pero es muy importante, ¿no?

Me atrae tu obra porque te enfrentas a temas interesantes y difíciles ¿no? No debe ser fácil reaccionar ante ellos. Por ejemplo, sorprende que te acusen de plagio en tu libro Tom ha muerto, por ejemplo, que es un libro que me gusta mucho y que me parece tan personal en tu caso…

Mis padres fueron muy discretos sobre esta pérdida. Mi padre guardó un gran silencio. Antes de que yo naciera mis padres tuvieron un hijo que falleció a los dos días de nacer. Mi madre habló un poco de ello conmigo, pero en un nivel de sufrimiento y de desorden muy alto. Esta es la historia que contaré algún día, después de que mi padre haya muerto. Pero aquel bebé no tiene tumba. Se hizo cargo del cuerpo el hospital. La forclusión. Es un caso típico de forclusión. Mis padres no pudieron llorarlo, es terrible. Y sobre esa ausencia y el dolor de mi madre escribí Tom ha muerto. Una recreación imaginaria de lo sucedido, porque la historia real no podía contarla. No era capaz, porque yo era parte de la forclusión, yo era una víctima colateral: cuando creces después de un niño muerto, un niño que no fue llorado, que no fue enterrado… Así que escribí Tom ha muerto como una metáfora. Y cuando surgió la acusación de esa mujer yo estaba absolutamente furiosa. Me sorprendió mucho ser acusada de plagio por alguien que no sabía nada de mi vida. Sé que hay muchos colegas en España, escritores muy famosos, con los que tengo una relación y me dicen algo, y hablo con sus abogados, que los defienden. Recuerdo el caso de Lucía Etxebarría, ¿verdad? Pero bueno, hay otros que son más discretos, pero más serios. Y más pertinentes.

Recuerdo un día que iba a leer en un teatro. Es muy, muy aterrador. Una mujer me esperaba para acusarme de poner un micrófono bajo su almohada. Gritó a la multitud que esperaba para entrar en el teatro. Así que tuve a los bomberos protegiéndome y tuve que salir del teatro porque ella estaba como delirando. Me espiaba ella, ¡dios mío! Así que realmente eso sucede, no es broma. Pero más peligroso es quien va a la policía y denuncia y lleva el caso a la justicia. Tienes que tener un juicio. Es terrible. Y es muy peligroso porque con un buen abogado, por supuesto, puedes encontrar cosas que parezcan iguales. Incluso jugué en mi libro Rapport de police a comparar obras de autores distintos que eran muy parecidas: en Las uvas de la ira de John Steinbeck y Un día de campo de Maupassant hay páginas que son muy similares. Son autores que no comparten periodo ni siquiera el idioma. No se conocían, claro. Y puedes encontrar partes que se parecen. Entonces, puedes intentar probar cualquier cosa. Es un asunto muy delicado.

Está claro, pero hay muy pocos escritores que hayan tocado el tema en un libro de forma monográfica como tú lo has hecho. ¿Qué libros tuyos son los más autobiográficos? 

El bebé (2002). Y el libro sobre Paula Modersohn-Becker, Estar aquí es estupendo (2021). Es una biografía, pero también habla sobre mi relación con su pintura.

Marie Darrieussecq para Jot Down

He dejado para el final uno de los temas más importantes en tu obra literaria: las relaciones con los hombres. En el año 2013 recibiste el Premio Médicis con Il faut beaucoup aimer les hommes»novela aún no traducida al castellano, pero sí al inglés como Men. Afirmabas entonces que «como mujer muy implicada en las luchas feministas, pensabas que la mayoría de las mujeres teníais una Bella Durmiente dentro», parafraseando un texto de Marguerite Duras…

Por supuesto, los hombres son muy importantes porque enamorarse suele ser muy novelesco. Se puede hacer una buena novela de unas relaciones amorosas. Han sido muy importantes para mí. También lo son mi padre y el hermano que no está, el hermano que falta. Era como una fantasía en mi infancia, como un hermano invisible. Y he tenido muchos hombres en mi vida. Me enseñaron mucho. Como feminista bromeo cuando digo que la heterosexualidad es un milagro, pero para mí es importante intentar hacer algo juntos y amar. Supe desde muy pronto que necesitaba estar casada para ser lo suficientemente estable. Estoy muy bien sola durante el día, pero necesito volver a alguien. Es muy importante para mí volver con él. Mi primer esposo era matemático. Fui con él a la Patagonia, Olivier. Pero no era la persona adecuada para convivir con él como escritora, por muchas razones. Con Jean estoy bien. Es investigador, es astrofísico. Así que ambos hacemos nuestras cosas de forma muy independiente. Él también viaja mucho. 

Transmites una imagen cariñosa y afectiva de la figura del hombre. 

Siempre hay hombres buenos y hombres malos. Pero siento mucha ternura por los hombres. No es fácil ser hombre. No tengo una relación de exclusión o negación con ellos. He conocido a muchos grandes hombres y evitado a los otros tanto como pude. Lo que esta nueva generación me enseña a mí y a nosotros es la fluidez entre géneros. Creo que son muy inventivos. Y mi hijo está, por ejemplo, tratando de inventar una nueva forma de ser masculino. Como él dice, hay una masculinidad no tóxica, con sus palabras, en esta generación. Pero es muy interesante la forma en que intenta ser un nuevo tipo de hombre. Así que admiro eso mucho. La fluidez de género es un excelente antídoto contra el patriarcado. Cuando ya no podemos determinar quién es un hombre y quién es una mujer, cuando rompemos con esta binaridad, los patriarcas entran en pánico. ¡Como Putin o Trump!

¿No crees que vamos cambiando a lo largo de la historia, que todo esto quizás sea una cuestión evolutiva? Porque cuando escribiste Marranadas, tus personajes no tenían nada que ver con las mujeres y los hombres de la época de Víctor Hugo.

Es cierto que hay párrafos de Víctor Hugo que son terribles. Pero Hugo es mucho más interesante que lo que se refleja en Los miserables, un libro de tanto éxito que ha ocultado lo que fue su vida y otra parte tal vez más interesante de su obra. Su relación con las mujeres de su vida fue más respetuosa. 

Marie Darrieussecq para Jot Down

SUSCRIPCIÓN MENSUAL

5mes
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL

35año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL + FILMIN

85año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
1 AÑO DE FILMIN
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 

7 Comentarios

  1. Donde «las calles no pertenecen a las mujeres» es precisamente en los países de procedencia de la inmigración masiva hacia España, que fomentan los partidos de izquierda indefinida, que mayoritariamente votan ésas mismas mujeres.
    A disfrutar lo votado.
    P.D: para ir acostumbrándose a este nuevo espíritu de época, no viene mal la lectura del famoso libro «Sumisión» (Michel Houellebecq, 2015); ya tiene 10 años y la tesis princial sigue ganando fuerza…

  2. g. w. bennet

    «A disfrutar lo votado»
    Qué expresión más fea, qué expresión más repugnante.
    Se cree mejor que sus vecinos.
    Ningún demócrata verdadero jamás pronunciará semejante frase.

    • Usted es un «fundamentalista democrático».
      Y con fundamentalistas el diálogo es nulo.
      Un saludo.

      • g. w. bennet

        A ver si leemos a Gustavo Bueno con más esfuerzo de comprensión lectora.

        No, señor mío. No soy un fundamentalista democrático. La democracia tiene límites, la democracia no es aplicable a todo ámbito, la democracia tiene excesos y degeneraciones.
        Soy demócrata, no obstante, y eso implica aceptar a los adversarios políticos y su eventual triunfo (siempre provisional).
        Dicho esto:
        Usted dice payasadas.
        Y con gente que dice payasadas el diálogo es nulo.
        Un saludo.

        • Más Gustavo Bueno y menos democracia, solucionado.
          El que dice payasadas debe ser Houellebecq, entonces…
          En fin, podría haberse ahorrado su descalificación pueril (no llega a payasada): «Qué expresión más fea, qué expresión más repugnante».
          Ni si quiera a usted mismo le importa su opinión, excepto cuando se pone la capa de votOnto e introduce un papelito en una urna cada x años…
          Un saludo.

          • g. w. bennet

            No voto desde 2016.
            Hasta tiene nombre, «abstención activa». Cosa que no desdice ser demócrata (que iba a ser su siguiente réplica).
            Disfrute usted de su Dunning-Kruger y buen fin de semana.

            • He aquí un ejemplo de diálogo pueril, en el que no se avanza ni medio ápice, pero se critica ante todo. Y así nos va.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.