Editorial

Sin mujeres al mando en los medios de comunicación y todos tan tranquilos

ngels Barceló para Jot Down 3
Foto: Lupe de la Vallina

Hubo un tiempo en el que la presencia de mujeres en las direcciones de los grandes medios de comunicación en España se interpretó como una señal de madurez democrática. Aquellos nombramientos —aunque pocos, aunque frágiles— eran presentados como una conquista cultural, un ajuste necesario para reflejar una sociedad que, al menos en su retórica, defendía la igualdad de oportunidades. Sin embargo, el espejismo se ha disipado con la misma rapidez con la que se desinfla una consigna electoral. Hoy, el panorama mediático español vuelve a ser, casi por completo, una sucesión de nombres masculinos, de voces masculinas, de decisiones masculinas. La salida de Pepa Bueno como directora de El País y el anuncio de que a Àngels Barceló no se la renovará al frente de Hoy por Hoy no son anécdotas. Son síntomas.

La lista de los diez medios más leídos es reveladora. El Español: Pedro J. Ramírez. 20minutos: Jesús Morales. El Mundo: Joaquín Manso. El Confidencial: Nacho Cardero. La Vanguardia: Jordi Juan. ABC: Julián Quirós. Marca: Juan Ignacio Gallardo. El Diario: Ignacio Escolar. La Razón: Francisco Marhuenda. El País: Jan Martínez Ahrens. En las cinco radios más escuchadas el panorama no es mejor: las mañanas, tardes y noches de las grandes cadenas están ocupadas por Carlos Alsina, Carlos Herrera, Josep Cuní y Jordi Basté. Este fenómeno no se limita a la prensa ni a la radio. La televisión, ese termómetro inapelable de lo visible, ofrece un patrón similar. En Antena 3, la dirección de informativos recae en Santiago González Suárez, mientras que Vicente Vallés dirige y presenta la segunda edición de Noticias. En Telecinco, el rostro y la dirección de los informativos es Carlos Franganillo. En Cuatro, Juan Pedro Valentín. En laSexta, la responsabilidad editorial está en manos de César González Antón.

Esto no es una coincidencia. Tampoco una casualidad estadística. Es una restauración silenciosa y eficaz. Y lo más inquietante es que apenas ha provocado ruido. No hay columnas encendidas. No hay tribunas de opinión. No hay campañas, manifiestos ni protestas. Nada que se asemeje siquiera al tipo de reacción que provocan cuestiones mucho más tangenciales. La ausencia de mujeres en la dirección de los medios se ha naturalizado sin mayor sobresalto, como si el asunto no tuviera importancia. Como si fuera un hecho menor. Como si las mujeres no hubieran estado nunca ahí. Lo sorprendente no es sólo la limpieza con que se ha ejecutado esta retirada femenina del poder. Lo verdaderamente llamativo es el silencio que la acompaña. Nadie parece encontrar escandaloso que no quede ni una mujer al frente de las grandes cabeceras. Nadie se pregunta qué significa este retroceso. Nadie exige explicaciones. La opinión pública ha aceptado esta involución como se acepta un cambio meteorológico: con resignación, con desinterés, con cierta pereza cívica. Como si fuera inevitable.

Conviene decirlo con claridad: la desaparición de mujeres de los órganos de decisión de los medios no es un asunto de cuotas ni una demanda de representación simbólica. Es una cuestión estructural. Afecta a la pluralidad de enfoques, al tipo de preguntas que se hacen, al modo en que se priorizan los temas, al lenguaje que se utiliza. Los medios no sólo informan: construyen realidad. Y si todos los que la construyen son hombres, esa realidad será, inevitablemente, parcial. Tampoco es un fenómeno ideológico. El dominio masculino no es patrimonio exclusivo de un sector político. En El Diario, estandarte progresista, manda Ignacio Escolar. En El Español, abanderado conservador, lo hace Pedro J. Ramírez. Entre uno y otro se dibuja todo el espectro político, pero la foto final es la misma: una sucesión de hombres. Diferentes en retórica, iguales en el reparto del poder. La brecha no es entre izquierdas y derechas o en digitales e impresos, sino entre quienes deciden y quienes han dejado de estar en posición de decidir. Lo que une a las redacciones de uno y otro signo no es la ideología, sino la exclusión.

La pregunta, entonces, se impone: ¿por qué no se quejan las periodistas? ¿Por qué no hay una reacción equivalente a la magnitud del retroceso? ¿Por qué no hay mil columnas denunciando que la dirección de los medios vuelve a ser un coto privado masculino? ¿Por qué las energías de la opinión pública se dedican a Leire Díaz, a Aldama, a Elon Musk, a Donald Trump, y no a un hecho evidente que afecta al propio funcionamiento del periodismo? ¿Qué dice esta omisión sobre las prioridades del debate público? ¿Qué dice, incluso, sobre el grado de autocensura o de cansancio que domina a tantas periodistas que hoy prefieren no hablar? Es posible que haya miedo. Es posible que haya cansancio. Es posible que haya, también, un escepticismo creciente. Pero lo que hay, sobre todo, es una pedagogía implícita del poder: se ha enseñado que la paridad era una concesión estética, una cesión temporal sujeta a circunstancias. No una transformación estructural, ni mucho menos irreversible. Se ha interiorizado que las mujeres pueden estar, pero no necesariamente permanecer. Que su presencia no es imprescindible en los centros de decisión. Que el modelo tradicional, masculino, jerárquico, puede recuperar su lugar sin resistencia. Y la dirección de los medios, como lugar simbólico y operativo de ese modelo, ha vuelto a ocupar su forma más reconocible: la del varón que manda y que, además, resulta incuestionable.

No hay que ser ingenuos. El poder en los medios no es solo una cuestión de género. Pero el género delata el molde con el que se ha vuelto a fundir el poder. La desaparición de mujeres en los puestos de decisión no responde a un conflicto directo, ni a una rebelión que haya que sofocar. Es más bien la constatación de que el sistema ha dejado de considerarlas necesarias en el centro. Se ha vuelto a un reparto elemental, casi reflejo: los hombres deciden, las mujeres asisten —cuando lo hacen— desde espacios laterales. Y así, poco a poco, el sistema se autorregula. No necesita censura. Le basta con la inercia. No necesita castigos. Le basta con el olvido. Este no es un artículo nostálgico. No se trata de idealizar el pasado. Tampoco de defender nombramientos automáticos por razones de género. Se trata de señalar que el retroceso es evidente. Que no es neutro. Que tiene consecuencias. Que debería importar. Y que, si no lo hace, es porque hemos aceptado una idea peligrosa: que el poder es cosa de hombres y que las mujeres, en el mejor de los casos, pueden aspirar a acompañar.

Esa es, quizá, la derrota más profunda. No que las mujeres hayan sido apartadas. Sino que ya ni siquiera se note. Que la excepción haya vuelto a ser la norma. Que el debate haya desaparecido. Que la restauración se haya completado sin que nadie la nombrara. Como si nunca hubiera pasado lo contrario. Como si, al final, todo esto no fuera más que un ajuste natural. Un reequilibrio. Una vuelta al orden.

Un orden que, conviene recordarlo, nunca fue justo. Solo era estable. Como ahora.

Tabla de los medios más consumidos en España (2025) y sus directores

Tipo Medio/Canal Director/a Principal / Director/a de Informativos
Prensa El Español Pedro J. Ramírez
Prensa 20minutos Jesús Morales
Prensa El Mundo Joaquín Manso
Prensa El Confidencial Nacho Cardero
Prensa La Vanguardia Jordi Juan
Prensa El País Jan Martínez Ahrens
Prensa ABC Julián Quirós
Prensa Marca Juan Ignacio Gallardo
Prensa El Diario Ignacio Escolar
Prensa La Razón Francisco Marhuenda
Radio Cadena SER Por decidir
Radio COPE Carlos Herrera
Radio Onda Cero Carlos Alsina
Radio RAC1 Jordi Basté
Radio RNE Josep Cuní
TV Antena 3 Santiago González Suárez (Dir. Informativos)
TV Telecinco Carlos Franganillo (Dir. Informativos y presentador principal)
TV La 1 (TVE) Jon Ariztimuño (Dir. Informativos)
TV laSexta César González Antón (Dir. laSexta Noticias)
TV Cuatro Juan Pedro Valentín (Dir. Noticias Cuatro)

Actualización 11:45. Por error se ha indicado en la tabla que Almudena Ariza es la directora de los informativos de RTVE pero en realidad ese cargo lo ostenta Jon Ariztimuño.

Nota del editor: En Jot Down, no tenemos directora editorial desde que falleció Mar de Marchis nuestra fundadora. Y no lo tenemos por temas económicos que esperamos solucionar pronto. 

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15 Comentarios

  1. José Parras Canuto

    Tuve un compañero de trabajo. El medró, a mi me echaron. Me contaba que su abuela era una incomprendida porque pintaba cuadros. La mía no sabía leer y dormía debajo de un carro en la dehesa. Mujeres las dos. No te enteras ni te enterarás de que va el tema

  2. José Parras Canuto

    Siento haber sido tan estúpidamente críptico. Lo que quería decir es que mujer o no mujer, siempre será una mujer de arriba no de abajo. El problema es arriba y abajo, no genitales

    • gorigante

      Sí pero no solo. Una de las pocas juezas en el Supremo de los EEUU, fallecida hace unos años, dijo:

      «Cuando en ocasiones me preguntan cuándo habrá suficientes (mujeres magistradas en la Corte Suprema de Estados Unidos) y yo digo ‘cuando haya nueve’, las personas quedan impactadas. Pero ha habido nueve hombres y nunca nadie lo ha cuestionado»

      Hay “un poco más arriba” y “un poco más abajo” tanto en el arriba como en el abajo. O un poco más difícil o un poco menos difícil, si quieres.

  3. José Parras Canuto

    Además, cualquier director, directora o direct es weiss es nicht, no será más que un muñecajo en manos de los que andan detrás. Por lo tanto es irrelevante

    • Decidir la relevancia o irrelevancia de las reclamaciones de algún colectivo, o su posición en el orden de importancia comparada con otras; y hacerlo desde fuera de ese colectivo (es decir, no siendo parte afectada), es cuanto menos temerario.

      No es que no se pueda opinar sobre ellas desde fuera, pero no debería ser sin antes escuchar, y mucho, y desde luego, no impartiendo cátedra.

      Se reclama la igualdad de acceso a posiciones de poder y/o responsabilidad para las mujeres; no que la condición sine que non sea ejercer de forma beatífica y entonces, solo entonces, ya sí. Partiendo de la base de que las mujeres tienen igual capacidad y derecho de ejercer todo tipo de posiciones en la sociedad que los hombres (si no, ya estamos hablando de otra cosa); y que aún así, no se está produciendo un reparto equilibrado de forma natural y orgánica de esas posiciones en infinidad de ámbitos, especialmente en los de poder (como se muestra en el artículo, y en el ejemplo que puse en el otro comentario); colegimos que la causa es social y cultural.

      Si estamos de acuerdo en eso, pero el plan de acción es: hacer nada y que las cosas sigan como hasta ahora y a ver si la cosa se va corrigiendo sola, no suena muy convincente.

      La opción de esperar a la llegada del Reino de los Cielos y entonces ya todas las desigualdades serán abolidas automáticamente, tampoco resulta muy atractiva (salvo que la desigualdad concreta en cuestión no te afecte claro). Es sencillo darse cuenta si, en vez de hablar del machismo, lo sustituimos por el racismo y, por concretar más, con la situación de la población negra en EEUU. Creo que se ve muy claramente como el no hacer nada para corregir la desigualdad racial estructural en dicho país, o calificar a Martin Luther King y otros líderes y sus reivindicaciones como irrelevantes; porque hay que resolver primero la lucha de clases, y hasta entonces “es lo que hay”, no se sostiene. Menos aún, si fueras un negro en los EEUU. Las luchas por los derechos civiles intersectan con el arriba y el abajo, sí, pero van a colectivos y situaciones concretas más específicas e inmediatas.

      De igual forma, tampoco el hecho de que Obama llegase a presidente significa que la cuestión racial la han resuelto ya de una vez por todas.

      Lo que no debería ser relevante es los genitales o el color de la piel; pero el caso es que, absurdamente, lo son.

  4. Falta Libertad Digital/EsRadio/LDCultura, conglomerado de Federico Jiménez Losantos; con más seguidores en YouTube que la mayoría de la lista: rozando los 2 Millones de seguidores.
    En cuanto al tema «tan relevante» de los «bemoles de género», no será por escaso de estrógeno e hilado de género (feminista) en absolutamente todos los medios mayoristas de España.
    La ingeniería social ha hecho su empeño.
    Y si quiere, la autora de este artículo de opinión, hablamos del mundo editorial: donde el requisito de publicación más pedido es ser mujer y joven; muchos hombres ya utilizan seudónimos femeninos…

  5. Hombre, pero hasta hace 4 días la directora de El País era Pepa Bueno y no has nombrado que el programa más escuchado de la mañana lo presenta Àngels Barceló y que Onda Cero las tardes son de Julia Otero. En la televisión, en Antena 3 las mañanas de Susana Griso y las tardes de Sonsoles Ónega y en Telecinco, las tardes de Ana Rosa Quintana.

  6. Gallego Rey

    «Esto no es una coincidencia. Tampoco una casualidad estadística. Es una restauración silenciosa y eficaz. Y lo más inquietante es que apenas ha provocado ruido. No hay columnas encendidas. No hay tribunas de opinión. No hay campañas, manifiestos ni protestas».

    Lo que es esto es una pataleta.

    • gorigante

      No, es una realidad. No hay una razón política defendible (desde una perspectiva progresista, en el sentido amplio y positivo de la palabra) por la cual es absolutamente normal y aceptado que la mayoría, o todos, los directores de medios sean hombres; y que ocurriese al revés nos parecería raro, artificial. Buscar excepciones para hacer pasar la parte por el todo… es como decir que como Margareth Tatcher fue presidenta, ya hemos llegado (o Pepa Bueno directora de El País). La estadística no miente, asumidlo o argumentad porque no ha de ser así.

      Hay cosas que pasan, y cosas que no pasan. No está mal, y desde luego no es una pataleta, el reflexionar porqué. Y cambiarlo.

  7. Pero, ¿la salida de Pepa Bueno es porque es mujer, o porque el accionista principal ha decidido que ya vale de hacer el ridículo favoreciendo al gobierno sin pensar? Vamos, que si hubiera sido un tío, se lo hubieran cargado igual.

  8. María Antonieta Ugarte y Chocano

    Las mujeres deben ocupar cargos de jerarquía en cualquier lugar por: ser eficientes y haberlo demostrado; no por llenar un cupo. Se dice que las mujeres son menos dadas a la corrupción ¿tal vez será por eso?

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