Cine y TV

Quince momentos estelares de la televisión noventera española

Llegó 1990 y las pantallas españolas —que no eran tantas— se llenaron de cartas de ajustes como preparando una guerra o una invasión galáctica. Era el momento esperado desde años atrás, el de la televisión privada. No hacía tanto tiempo, los programas eran en blanco y negro, a la segunda cadena de TVE se le llamaba “el UHF” y por las mañanas no había nada, absolutamente nada, ni siquiera el tupé rebelde de Jesús Hermida, su tono monocorde y su multitud de jóvenes talentos que asolaron la siguiente década como una plaga de langostas.

Como aún no estábamos preparados para tantas emociones, la inmersión en el nuevo universo televisivo fue lento, muy lento, apenas dos canales en abierto y otro que no acababa de definirse entre las rayas horizontales y las chicas guapas de los 40. Con todo, la impresión fue tan fuerte que tuvieron que pasar otros 15 años antes de que aparecieran Cuatro o La Sexta y casi 20 para que se asentara una televisión digital terrestre con suficientes canales como para que uno pueda decidir dónde le adivinan el futuro sin imposiciones.

Al fin y al cabo, la libertad era esto, elegir entre Sandro Rey y Silvia Raposo.

Llegó 1990, decía, y todos nos volvimos más idiotas. No fue culpa de nadie, solo nuestra. Supongo que necesitábamos un punto de idiotez banal después de unos 80 tan intensos, tan estrictos moralmente, con Lolo Rico enseñándote Educación para la Ciudadanía ya a los diez años, cada sábado por la mañana, mientras desayunabas. Los noventa fue, en general, una década estúpida, y tenemos que vivir con ello porque para muchos fue nuestra década y marcó nuestra estética posterior.

Ya está bien de Uri Gellers y de Naranjitos. En serio. Demos un paso más hacia el borde del abismo sin necesidad de entrar en sus profundidades: no vamos a pararnos en la sucesión de Mamachichos y Chicas Chin Chin de Telecinco, ni en Jesús Gil y su jacuzzi ni en las toneladas de caspa que caían en cada programa de Antena 3 TV, con Luis Herrero presentando los telediarios y Alfredo Amestoy como paradigma del humor patrio. No es necesario ahondar tanto, sería vulgar, pero este artículo no es un intento de salvar una década sin salvación, condenada a vivir entre la burbuja ética de los 80 y la burbuja económica de los 2000. Una década triste, de ojos azules y escopetas en el pecho.

Una década y un país cuya televisión tuvo muchos más de quince momentos estelares, pero volver a Francisco Umbral y su libro sería de un aburrimiento enorme. Estos son mis quince impactos televisivos. Si no les gustan, como diría Groucho, tengo otros quince o treinta.

Las primeras 24 horas de la Guerra del Golfo

Alguien podría decir que aquí el mérito no es español sino de la CNN. Bueno, de acuerdo, uno hace memoria y cuesta acordarse de Ángela Rodicio y su voz aflautada retransmitiendo desde Bagdad o de Alfonso Rojo enviando crónicas junto a Peter Arnett, refugiados en los sótanos de un hotel. En cualquier caso, reconozcamos que la Guerra del Golfo fue la primera retransmitida por televisión y que el impacto en un niño de trece años como yo fue inmenso: las noches previas, la tensión, los plazos que se terminaban, “la madre de todas las batallas”. ¡Aquello parecía un Madrid-Barça, por lo menos!

La noche que la coalición encabezada por Estados Unidos atacó Bagdad con misiles y entró en territorio de Kuwait, Telemadrid conectó con la señal de la CNN y por ahí pasaron los Hilario Pino de turno a hacer horas, entre el cansancio de la madrugada y la excitación del momento histórico. El traductor simultáneo dando voz al corresponsal en Tel-Aviv que anunciaba la caída de misiles “scud” por toda la ciudad, la máscara anti-gas separando su boca del micrófono, como si le hubieran llevado a Verdún a comentar la Guerra del 14.

Estados Unidos atacaba a Irak e Irak atacaba a Israel. Esa era nuestra idea del apocalipsis, que, como ven, viene de lejos en el imaginario contemporáneo. Los gestos tensos y las manos rápidas, las conversaciones entre los presentadores, el nuevo tipo de informativo que pasaría a los platós españoles de una forma cutre y de barra de bar. Los Manolos. Por primera vez, en el patio de clase, no hablamos ni de Míchel ni de Butragueño sino del general Schwarzkopf. Quizá, ese día, dejamos de ser niños. O al contrario.

Emilio Aragón sustituye a José Luis Moreno

Emilio Aragón no existía. Existía Milikito, eso sí, pero Emilio Aragón era el recuerdo de un jovencillo acumulando gags y siguiendo una línea blanca programa tras programa en Ni en vivo ni en directo. Cuando, de repente, Valerio Lazarov decide que VIP, un concurso banal, entretenimiento antes de la comida, pase de las manos del encorsetado José Luis Moreno al “natural” Emilio Aragón, no sabe que está cambiando su cadena y creando un monstruo que aún sigue en lo más alto del mundo televisivo.

El concurso en sí era aburridísimo. Aragón se dio cuenta desde el principio, tanto que todas las distintas versiones —VIP Guay, VIP Noche, VIP Tarde…— tenían algo en común: el concursante era lo que menos importaba. Y menos aún que el concursante, el premio. Honestamente, no recuerdo qué demonios ganaba un concursante del VIP Noche y, si no lo recuerdo, me parece que buscarlo en los archivos sería hacer trampa. El nuevo presentador se apresuró a crear una estética en lugar de una competición: humoristas, de la casa o de fuera, es decir, Cruz y Raya, pero también Félix el Gato, Ceda el Paso, Gomaespuma, Las Virtudes… el público tenía que reírse por sí mismo y no porque le obligara el presentador imitando a un cuervo.

Por su parte, Aragón se puso un esmoquin con zapatillas blancas, por si alguien no se había enterado de su “rebeldía estética”, adoptó a Mané para los mejores números cómicos, lanzó a Belén Rueda al estrellato y admitió a las Cacao Maravillao como cuota necesaria de la vulgaridad del destape italiano. La fórmula fue un exitazo absoluto. Cuando se aburrió de Lazarov se fue con Asensio a seguir a una oca y cuando se aburrió de sí mismo decidió ser actor. Era espantoso. pero su serie, Médico de Familia, se pasó casi 10 años batiendo récords de audiencia sin que su protagonista fuera capaz de resultar creíble en un solo plano. Supongo que eso es talento industrial. Que pregunten en Globomedia.

El circo de Alcasser

Decía Manuel Jabois hace poco que la historia de España es la historia del “quién empezó antes”. Pues bien, la historia de la telebasura española podría ser una cronología hacia atrás buscando el punto de inflexión y tarde o temprano acabaríamos en Alcasser. Probablemente hubo cosas parecidas anteriormente pero tan malolientes es complicado. Alcasser, es decir, la desaparición de las niñas Miriam, Toni y Desirée camino de una discoteca de fin de semana a bordo de un coche desconocido, se convirtió en el mayor estercolero televisivo que uno pueda imaginar.

Alcasser le sirvió a Paco Lobatón para consagrar su ¿Quién sabe dónde?, programa que, por cierto, iniciara Ernesto Sáenz de Buruaga en La 2 pocos meses antes. Alcasser sirvió a Nieves Herrero para montar un aquelarre vergonzoso en la mismísima plaza del pueblo y en directo cuando los cuerpos —por decir algo— de las niñas fueron descubiertos y Alcasser fue a la vez la gloria y el inicio del fin de Pepe Navarro en Esta noche cruzamos el Mississipi, con el padre de Miriam y aquel criminólogo con perilla empeñados en acabar con todo el sistema penal valenciano.

El éxito monumental de estos tres programas envalentonó a los directivos: efectivamente, como sospechaban, no había límites para el morbo y el odio. A partir de ahí, Tómbola, Qué me dices y la sucesión de programas que pretendían emular a El Caso justo cuando El Caso desaparecía de los quioscos.

El porno en el Plus

Canal Plus era la gran incógnita. Nos ponían el caramelo en la lengua y nos lo quitaban justo antes de que empezáramos a saborearlo. Aquellas previas de los partidos del Madrid, con Valdano de comentarista, las entrevistas, los reportajes, todo de maravilla hasta que los jugadores se colocaban en redondo junto al balón, alguien daba el primer puntapié… y, zas, ahí llegaban las líneas horizontales y ese pitido insoportable, como de juego del Amstrad que no termina de cargarse nunca.

El español empezó a leer entre líneas, y nunca mejor dicho. Si algunos biólogos muestran su asombro porque el hombre sea capaz de excitarse viendo la simulación de un acto sexual, aquello superaba lo patológico: nos excitábamos imaginando esa simulación a través de determinados movimientos en la pantalla o las variaciones del chirrido. Era un jueves para pajeros, aunque luego lo pasaran al viernes, supongo que para evitar ojeras en el trabajo. Telecinco contraatacó con Jaimito y su erotismo de feria, pero no era lo mismo. Entre Jaimito y el destape, el destape, que por lo menos salía Saza.

Cuando Canal Plus pasó a ser Canal Satélite Digital, el porno se multiplicó en infinitas taquillas: homosexual, hardcore… Porno y fútbol, ese era el negocio. Y en medio algún concierto de U2 para disimular o algún capítulo de Friends para despistados. Luego llegó Canal 7 y acabó con el misticismo de lo prohibido. El porno para todos los públicos tenía un punto aburrido. Como decían Chandler y Joey, el atractivo estaba en la novedad.

¿Quién asesinó a Laura Palmer?

Series habíamos visto muchas, demasiadas. En común tenían la risa y el misterio. Bill Cosby y Colombo. Eran series agradables, bien hechas, que también podían apuntar a la lágrima —Hombre rico, hombre pobre— o al culebrón petrolero —Dallas, Dinastía, Falcon Crest—. En esas estábamos cuando apareció David Lynch y su narración de la vida y asesinato de la joven Laura Palmer, más la consiguiente investigación: su cuerpo en una playa con los labios ya casi azules y el gesto inexpresivo.

Aquella serie, más que una diversión era un reto. ¡Había que entenderla! El asesinato de Laura Palmer se hizo casi tan famoso como la infidelidad del Rey de las Camas, con ese entusiasmo propio del que no comprende nada de lo que le están contando. En mi adolescencia, Twin Peaks era la representación de la falsa pedantería. Tenía un punto incluso agónico, toda esa gente intentando hablar de una serie que no veían o no les gustaba, pero, ¡cómo reconocer lo contrario!

Como siempre, Telecinco jugó sus bazas. A veces daba la sensación de que su parrilla la elegía un mono y a veces parecía que la eligiera un genio. Tuttifrutti y David Lynch, así estaban las cosas, con ese hombre tan oscuro dictando notas a su grabadora, la era pre-móvil, la era pre-Internet, y aquel pueblo enigmático que iba dejando pistas para que nosotros siguiéramos más perdidos que nunca.

Courtney Love y la carta de suicidio de Kurt Cobain

Una cosa es dejar una carta de suicidio y otra muy distinta es que tu viuda se dedique a leerla por los altavoces de tu casa. El colmo es que, encima, la MTV retransmita el evento y junto a la MTV el resto de cadenas del mundo, España incluida, aunque fuera por satélite. Esto es cuestión de opiniones, pero la carta de Kurt Cobain, solo la carta, es decir, el texto, ya es bastante definitorio de lo que fue la estética noventera: “Lo intento, pero no me entiende nadie y tampoco tengo ningún interés en entender a los demás”. Un montón de sensibles insensibles.

Courtney Love lloraba en directo, dispuesta a ser la gran viuda desde Yoko Ono. Una pena, porque era una excelente compositora y su talento musical prácticamente acabó allí. Las imágenes mostraban a miles de chavales con camisetas de su ídolo congregados en un parque con velas y flores y sobre ellos la voz de Love hablándoles como una zarza le hablaría a Moisés mientras sorbía mocos, insultaba a todo el mundo y parecía demasiado drogada para afrontar una responsabilidad así.

Por lo demás, ya digo, la carta era demoledora: “I´m too much of an erratic, moody person and I don´t have the passion anymore”. Kurt Cobain tuvo la gentileza de dejar no solo la carta sino la escopeta pegada al pecho, no fuera que algún forense dijera que se le había disparado limpiándola, como quien se bebe tres botellas de vodka por accidente o mezcla alcohol y antidepresivos para después meterse en la bañera.

Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados

No hay nada que le guste más a una generación de post-adolescentes que la adulación pública, esa adulación del emperador sin ropa, la del pelota que te quiere vender algo, en este caso, un coche. Renault lanzó una campaña agresiva a mediados de la década que pretendía corroborar lo que la mayoría de los jóvenes pensábamos sobre nosotros: que éramos la hostia, que nadie nos controlaba, que éramos almas libres, que no teníamos más referentes que nuestra propia inteligencia y que todo eso, al final, se reconocería, caería por su propio peso.

En realidad, lo que Renault quería decir es que, bueno, el coche parecía muy pequeño y probablemente lo fuera, pero tú también pareces muy macarra y en realidad todo el mundo debería contratarte. Nos lo creímos. Pese a las ETT´s y el 25% del paro. Nos lo tragamos como un sable, hasta el esófago. Y no sería la última vez. Mi generación, la de los nacidos en los 70, principios de los 80, hemos tenido una habilidad para dejarnos manipular realmente asombrosa. Echarle la culpa ahora a la publicidad sería muy injusto.

Hermosos pedantes en nuestros Clíos.

Es fácil decir que te prometieron algo que nadie te dio, pero es más duro reconocer que igual la idea que tenías de ti mismo tampoco era la adecuada. En la primera campaña, un chico corregía a su jefazo, que cometía el pecado de confundir a Kant con Séneca. En la segunda, Iván de la Peña le cantaba las 40 a Cruyff. ¡A Johan Cruyff! Por supuesto, Cruyff no salía. Cruyff estaba encerrado ya en su mundo, en pelea constante, preparando su próxima mañana de golf.

El baile de Carlton Banks

Queda ridículo hablar de estas cosas en los tiempos de The Wire, The Office, Game of Thrones y ese largo etcétera de maravillas de la ficción comprimidas en capítulos y temporadas, pero es bueno recordar que las cosas no siempre fueron así y que los adolescentes no se bajaban temporadas de Gossip Girl ni de las Chicas Gilmore sino que esperaban a las 2 para ver el doblete Los SimpsonEl príncipe de Bel Air , chocando las manos al saludarse mientras decían «Qué pasa, Jazzzz» como si realmente fueran raperos de Philadelphia.

Aunque vivieran en el Barrio de Salamanca.

Nadie podía sentirse realmente identificado con Will Smith porque nadie medía 1,90, vestía gorras al revés y era negro. Bueno, puede que alguien fuera así, pero digamos que no abundaba el prototipo. Sí podíamos sentir su arrogancia, su desprecio hacia el pringadete de su primo y la pija de su prima. Pringados y pijos, los enemigos naturales de todo adolescente grunge, aunque el grunge no fuera otra cosa que una mezcla de pringado y pijo con camisa de leñador. Carlton era un ricachón bajito y amanerado, sin suerte para las chicas y con poco talento para triunfar. Carlton, en realidad, era cualquiera de nosotros, o bailaba como cualquiera de nosotros: tan hortera que el propio Tom Jones —¡Tom Jones!— le tenía que acabar echando la bronca.

Por lo demás, Will Smith salió de la serie con un Grammy, una mujer, un montón de enemigos y una carrera por delante haciendo continuamente de sí mismo, hay que reconocer que con cierta gracia.

El debate Felipe González-José María Aznar

Era 1993. Aznar necesitaba un debate para convencer a toda España de que era una alternativa real, preparada y en absoluto peligrosa para rescatar al país de la enésima crisis económica… y Felipe necesitaba un debate para convencer a los votantes de que su proyecto seguía vivo, que tenía más carisma que el chiquito facha del bigote y que con un par de chascarrillos todo acabaría saliendo adelante.

Como las televisiones públicas ya estaban entonces bajo la permanente acusación de partidismo, el debate se dividió en dos: una primera parte en Antena 3, feudo más conservador, y una segunda parte en Telecinco, que empezaba a dar un giro a la izquierda dentro de las posibilidades de una cadena presidida por Silvio Berlusconi, tampoco nos volvamos locos.

El partido de ida lo ganó Aznar. Aquello sí que fue una sorpresa porque todos pensábamos que Felipe se lo iba a comer, el propio Felipe el primero. Tan convencido estaba que lo fió todo a su atractivo natural y se quedó sin respuesta media docena de veces ante los datos del preparado opositor. Todo se dejó para la vuelta. Creo que pocas veces se ha hablado tanto de política en este país, más que nada porque entonces, a pesar de los Juan Guerra, los Naseiros, los Filesas y los Amedos, aún creíamos en los políticos como líderes de una sociedad, herederos o creadores de la famosa transición.

Las audiencias se contaron en decenas de millones de espectadores. Telecinco fue el escenario de la recuperación socialista. Felipe decidió fajarse e ir al cuerpo a cuerpo, dejar de ningunear al adversario. Ya se sabe que los presidentes siempre ningunean a sus rivales: lo hizo González con Aznar, lo haría Aznar con Zapatero y si Zapatero no lo hizo con Rajoy es porque ya estaba suficientemente cansado de que todo el mundo le ninguneara a él mismo. El resultado fue unas elecciones ganadas por el PSOE in extremis con Garzón de número dos, la promesa de “el cambio sobre el cambio” y un temor a las cámaras que hizo que tuvieran que pasar 15 años antes de que una escena así se repitiera.

Las “Late Night Wars”

Mientras en Estados Unidos, Jay Leno, David Letterman y Conan O´Brien se sacaban los ojos, aquí todavía estábamos aprendiendo el concepto de “Prime Time” y lo más arriesgado que podíamos ver era Farmacia de Guardia. Todo eso lo cambió un kamikaze de la comunicación llamado Pepe Navarro. Navarro, un hombre conocido por su mal genio, su virulencia y su ambición sin límites ya había revolucionado las tardes en los 80 con una imagen de chico bueno con un punto de mala leche, y después había desaparecido: primero por voluntad propia, aprendiendo en América, y a su vuelta relegado por Antena 3 al horario de mañana.

Navarro tomó la noche, la madrugada incluso, con Esta noche cruzamos el Mississipi. Su gran acierto fue rodearse de buenos colaboradores —Florentino Fernández, Carlos Iglesias, Santiago Urralde…— y subirse a la ola del morbo que inundaba España a mediados de década. Con el paso de los programas y el éxito de sus contenidos, Navarro dio una vuelta de tuerca al formato: incorporó a la Veneno, un travesti con problemas de drogas, se acostumbró a los juicios paralelos y basó buena parte de su humor en el saqueo de chistes de Chiquito de la Calzada, con demanda correspondiente. En 1997, cansado de Telecinco, volvió a Antena 3 para hacer La sonrisa del pelícano. En su puesto entró Javier Sardá.

A Sardá le conocíamos como el vecino de al lado —“the boy next door”—. Un tipo simpático, divertido, con una larga trayectoria haciendo entrevistas amables en la radio y repartiendo gallifantes. No se podía ser más encantador. Quiso hacer un programa conceptual ambientado en Marte y lo llamó como la colección de relatos de Bradbury. Se rodeó de un señor muy bajito que pretendía imponer orden, un humorista con muletas y un imitador sacado de la nada. Sardá había coqueteado con la telebasura en Moros y cristianos y pronto vio que la mejor manera de batir a Navarro era hacerlo en su terreno: incorporó a Boris Izaguirre, a Adriansens, a Pilar Rahola… y a partir de ahí la cosa no pudo ir a peor: los hermanos Matamoros, streapers, pilinguis de Gran Hermano

Sardá borró la sonrisa del pelícano en pocos meses —y a eso ayudó mucho la capacidad autodestructiva de Pepe Navarro— y fue ventilándose a todos los sparrings que Antena 3 le puso en el camino: Francis Lorenzo (¡Francis Lorenzo!), Jesús Vázquez, Máximo Pradera… hasta que la cadena de Planeta se rindió y se dedicó a otras cosas. Capítulos de Southpark, por ejemplo. Le fue mejor. Sardá fue acelerándose cada vez más hasta que la peonza se salió del estudio. Aún estamos esperando a que vuelva.

Los Sopranos

Bien, aquí puedo equivocarme. Me equivoco muy a menudo. Diría que la primera serie “de culto”, la primera de engancharse y comprar DVDs y reconocer algo parecido a una película y no simples artificios de media hora fue Los Soprano, y, por supuesto, la trajo Canal Plus, convertida en un “club” selecto, muy Grupo PRISA todo: el dinero, en el porno y el fútbol; el prestigio, en las series estadounidenses.

Canal Plus había traído Friends mucho antes y el éxito fue sensacional, pero no era lo mismo, claro. Apostar por Los Soprano cuando los demás estaban apostando por el padre Apeles tenía su mérito. A diferencia de Twin Peaks, la serie que abre la década, Los Soprano era muy fácil de entender porque seguía una línea de mafiosos con rostro humano que nos remitía a Coppola e incluso a las patochadas de Billy Cristal y Robert de Niro.

El mafioso y su psicoanalista, qué mejor representación de lo que era Nueva York (Nueva Jersey) en su postmodernidad. Alrededor, el negocio habitual: las muertes, el respeto, la familia, los pactos quebrados, la inmoralidad descontrolada con envoltorio de guante blanco. Tony Soprano no era Vito Corleone. Tony Soprano era Sonny, el impulsivo Santino. No hacía prisioneros entre ataque al corazón y depresión amatoria. Lo que no le mataba le hacía aún si cabe más fuerte. Un mafioso nietzscheano, ahí queda eso. Los expertos dirán que Los Soprano no marcó un antes y un después en la ficción mundial. Yo, que no soy un experto, digo que al menos cambió la percepción del espectador español y la posibilidad misma de hacer algo de calidad y no fracasar en el intento.

Las futbolecciones de Jorge Valdano

Todo había empezado mucho antes, en la SER, con su “cátedra”. Después se hizo un lugar entre los comentaristas del Mundial de Italia de 1990 y en las primeras retransmisiones de la liga en Canal Plus, co-presentando El Día Después con Nacho Lewin antes incluso de la llegada de Michael Robinson, que popularizaría el formato. El reino de Valdano no era de este mundo y eso le ayudaba muchísimo para calmar los instintos básicos del futbolero. Valdano hablaba lento, cuidado, matizando, utilizando conceptos y palabras que se escapaban de la “furia”.

Como Oliver y Benji, pero al revés, vaya.

Como entrenador llevó al Tenerife del descenso a la UEFA en dos temporadas y fue la bestia negra de “su” Real Madrid. El éxito de su dupla con Ángel Cappa, otro argentino con pose de filósofo, le llevó al club blanco en el verano de 1994, justo cuando la selección española lucía sus perillas por Estados Unidos. En los descansos de aquel campeonato del mundo aparecían Jorge y Ángel jugando con niños en Tenerife y explicándonos lo que era el fútbol de verdad, los conceptos de Cruyff y Menotti, el tiqui-taca de salón y pizarra.

Aprendimos cómo debía desmarcarse un delantero, la situación correcta del portero, escuchamos la palabra “toque” doscientas cincuenta veces en apenas tres semanas y nos pareció que aquel tipo tenía que tener razón sí o sí. Que acabara ganando la liga en su primera temporada en Madrid solo ayudó a confirmar nuestras certezas. Aquello parecía el principio y, caramba, no era sino el final.

Desesperado Club Social

Creo que Desesperado Club Social fue uno de los pocos intentos serios en muchos, muchos años de hacer un programa para niños y jóvenes divertido, original y diferente. Probablemente, el primero desde que Miriam Díaz-Aroca tomara el relevo de La Bola de Cristal entre aullidos y patines. No es casualidad que, años después, Cuatrosfera tuviera un innegable aire de familia.

Releyendo, de casualidad, viejos emails, encuentro esta nota de prensa, del 20 de junio de 2002:

«En el proceso de renovación de contenidos de Antena 3 iniciado con el nombramiento de Ernesto Sáenz de Buruaga, la privada ha tomado la decisión de eliminar de su programación Desesperado Club Social, el contenedor juvenil que ha ocupado las mañanas de los sábados y domingos desde septiembre de 1999, y que ha tenido, en los últimos meses, una edición diaria. Las razones profundas de la decisión están en la definición de una nueva línea editorial que no contempla el tono y los contenidos del programa que presentan Christian Gálvez Montero, Kira Miró, Eduardo Aldán y Mónica Hoyos”.

Menudo ojo, Buruaga: diez años después, Kira Miró es una habitual de la televisión y el cine, Christian Gálvez pasó por CQC y ahora presenta Pasapalabra, Eduardo Aldán se ha hecho cómico profesional y triunfó durante años con su monólogo Espinete no existe y Mónica Hoyos… bueno, de acuerdo, Mónica Hoyos no ha dejado de ser la ex de Carlos Lozano y no pintaba mucho allí. También es cierto que por ese puesto pasaron otras candidatas anteriormente como Esther Bizcarrondo, de la que tampoco se ha vuelto a saber nada.

El baile de San Vito

Se daban hostias como panes, aquello era lo nunca visto. Desde lo alto de una escalera, con una silla en la mano, lanzando el peso de 120-130 kilos encima del cuerpo del rival, que se retorcía en el suelo, pedía ayuda a gritos, el sudor empapando los músculos y el dolor en la cara, los dientes apretados… Así hasta que, de repente, el sufridor, el doliente —por lo general, Hulk Hogan o El Último Guerrero— se levantaba, poseído, empezaba a negar con la cabeza y a bailar alrededor del ring mientras el miedo se apoderaba del otro luchador y aparecía vibrante la voz de Héctor del Mar, comentarista impenitente de los partidos del Madrid durante años y años, y de repente ídolo de niños y adolescentes.

Héctor del Mar, “el hombre del gol”, arrastraba las erres y las eses y parecía arrebatado, él también, en su estudio de Fuencarral, apelando a “El baile de San Vito”. Todos los luchadores de Pressing Catch padecían, según él, del mismo mal, un mal que les llevaba a encajar cada golpe impertérritos, dispuestos a la venganza, determinados en la victoria hasta que las nubes se diluían y el chaparrón de golpes cambiaba de dirección. El Enterrador, el Terremoto, el Hombre del Millón de Dólares… Héctor gritaba y el público americano gritaba y nosotros imitábamos sus golpes en el colegio mientras calculábamos quién ganaría el siguiente Wrestlemania.

Un infierno estúpido.

Luego descubrimos que todo era un tremendo tongo, un apaño, que fingían el dolor como fingían el entusiasmo. Ese no fue el problema, en cualquier caso. El problema fue que crecimos y pasamos a otra cosa, sin taparrabos ni danzas de la lluvia. El instituto, lo llamaban. A las chicas no les gustaba oír hablar de los sacamantecas.

Ross Geller y la chica de las fotocopias

Ya ha quedado claro que sit-coms ha habido toda la vida, desde Embrujada y la familia Brady. Antes incluso. Aquí podían estar Seinfeld y Kramer, o la pandilla de Compañeros o el increíble desfile de bellezas de Al Salir de Clase y 90210, pero la serie que hizo cambiar el modo de escribir no solo guiones, sino novelas, fue Friends: seis personajes, seis universos que se entremezclan, sentido del humor ácido y una estructura más propia del folletín que de la televisión. La cara amable de los tristes noventa, los 4 Non Blondes televisivos: la pija, la maniática, la esotérica, el guapo insustancial, el graciosete y el culto soseras.

¿Quién no podía jugar a ser alguno de esos personajes?

Los que no se enamoraron de Courtney Cox, nos enamoramos de Jennifer Aniston. Su historia de amor con Ross Geller era bonita porque Ross era un “loser” con todas las letras. Un paleontólogo, ni más ni menos. En el fondo, el argumento de Friends a lo largo de los años no fue más que variaciones sobre la relación entre Ross y Rachel, incluyendo amores y arrepentimientos y esa maravillosa “pausa” que se toman porque a Rachel le gusta un compañero de trabajo y Ross aprovecha para ligarse a la de los fotocopias, como si al cruzar los dedos uno se hiciera inmune a la moral, como si no hubiera un compromiso que en el fondo no pudiera ser roto con una buena excusa. Como si nos estuviera todo permitido, que era exactamente lo que pensábamos todos los adolescentes durante esa década maldita.

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56 Comentarios

  1. pole

    • Miquel Àngel

      No por favor, la mierda de las poles aquí no….ya me basta con el decodificador y las puñeteras y ridículas poles.

  2. Idontgiveafuck

    Yo he venido a reivindicar Plastic que echaban primero en Catalunya a finales de los 80 y principios de los 90 como el mejor y mas cafre pograma de jovenes y jovenas.
    Bueno y el Mikimoto Clip y el Peor Programa de la semana tambien.
    Y otra serie de la que nunca habla nadie la primera serie de la HBO que se emitio en Españistan «El Autoestopista»

    • Arsenal era mejor que Plàstic, lo que pasa es que fue en los 80.

    • gran reivindicación! me uno, el Mikimoto Clip y el Plastic valían mucho la pena en medio de aquel erial. Recuerdo al Mikimoto poniendo un video-clip de Negu Gorriak nada menos, supongo que ahora no parece algo relevante pero lo era.

      • Philc0re

        «Radio rahim», ni mas ni menos. Yo también recuerdo ver ese videoclip y fliparlo.

        Siempre he tenido en la memoria un programa que echaban por la 2, «Frecuendia pirata», creo que se llamaba, y me parece recordar que era bastante bizarro. Y tampoco dejaría de lado a «Clip clap video»: programa diario, repartiendo estilos musicales y descubriendo grupos bastante curiosos.

  3. Varias cosas:

    ‘Médico de familia’ duró cuatro temporadas, no diez años;
    Lo que hizo Nieves Herrero nunca se ha destacado como especialmente grotesco, ya que es lo mismo que ha hecho la prensa escrita toda la vida, pero en televisión. ¿Por qué tanta cosa hacia aquel programa?
    La Veneno es transexual, no travesti
    Si este artículo lo hubiese escrito una mujer, la parte de ‘The Sopranos’ habría sido reemplazada por los iconos de la revolución sexual de los 90: ‘Ally McBeal’ y ‘Sex and the city’.

    Muy documentado el artículo, aunque muy moralista y correcto a la hora de asumir como válido el concepto de «telebasura», sobre el cual se ha debatido mil veces y donde la mayoría de personas siguen vertiendo argumentos católicos y religiosos sobre lo políticamente correcto. Ha sido fantástico poder disfrutar de ‘Tómbola’, ‘¡Qué me dices!’ o ‘Crónicas marcianas’ a la vez que ‘Lo más Plus’ o ‘Mitomanía’ en La 2.

    Por no hablar de que has tenido que pedir permiso a las series actuales (como ‘The wire’ y estas vainas) para hablar de ‘El príncipe de Bel Air’. ¿Por qué aún algunos os referís a la cultura de los 90 como algo de lo que haya que avergonzarse (que es lo que se deduce del artículo)? ¿En qué año exactamente se sentó cátedra sobre el objetivo de la televisión y se incluyeron valores morales en su misión? ¿A santo de qué? :-S Es un invento para entretener y, si enseña, mejor. Buenos ratos habré pasado viendo ‘La máquina de la verdad’ y aún reinvidico formatos así. Quien quiera contenidos inmaculados, ya tiene ‘Pueblo de Dios’.

    • Médico de familia duró cuatro AÑOS, no cuatro temporadas (en España, ambas palabras no son ni de lejos equivalentes).

      La Veneno ahora es transexual, pero cuando empezó en El Mississipi era travesti.

      Me resulta curioso que menciones Sex and the City, dado que en Canal+ se emitía justo antes de los Soprano, en su noche de series (los domingos, si no me falla la memoria). Aunque lo que dice el artículo acerca de «la primera serie “de culto”, la primera de engancharse y comprar DVDs y reconocer algo parecido a una película…» sí lo encuentro equivocado. Si no Twin Peaks (yo llegué a comprarla por fascículos en VHS, cuando los DVDs estaban en pañales), yo apostaría por darle esos calificativos más bien a Expediente X, cuya imagen ahora puede haber quedado deslucida, pero en aquellos años su forma de contar historias supuso toda una revolución.

  4. Me encantaba Desesperado Club Social, qué novedad! Pero había otro chico presentandolo que no me acuerdo cómo se llamaba ni lo he vuelto a ver. Era moreno, un poco relleno y creo que se llamaba Jorge pero no estoy segura. Alguien se acuerda?

    • Dan Defensor

      Borja interpretado por un tal Victor Serrano que efectivamente a posteriori parece no haber tenido demasiada suerte en el medio.

  5. Christian, creo que deberías ver algunos de los programas que se emitían en la televisión (Tve1 y La2) durante los años 80. Eran, sobre todo, programas culturales, adaptaciones teatrales o de libros. Programas cuyo fin era el de enseñar y llevar cultura a las casas de la mayoría de los españoles.

    El artículo pretende enseñar cómo cambió la televisión con las cadenas privadas y lo lejos que estaban ya en los años 90 de su objetivo en un principio (en los años de la democracia).

    Yo nací en el 86 pero he visto algunos de los programas emitidos entonces. Nada que ver con los 90 y claro que menos que ver con lo actual.

  6. Una pequeña corrección, Will Smith ganó su primer grammy un par de años antes de empezar la serie

  7. La aparición de Chiquito de la Calzada es uno de los grandes acontecimientos, televisivos y mucho más allá, de los noventa.

  8. Enorme articulo.

    El mismo caso de twin peaks pasa ahora con the wire, al que se le ocurra decir algo en contra no es guay, está muerto en el mundo snob, ése que no pasaría en un alto porcentaje un test sobre la serie que tanto idolatra; estas cosas nunca cambiarán en este país.

    En cuanto al comentario de Christian, sexo en ny llegó a españa en un horario muy residual por sus supuestos contenidos sexuales, no llegó a calar y no fue hasta la aparición de las cadenas por satélite y las tdt cuando se hizo más famosa, pero ya hablamos de otra década.

    Echo de menos una entrada sobre la quinta marcha, programa musical juvenil en tele cinco, sonre todo por lo que han llegado a ser dos de sus presentadores, Jesús Vázquez y… Penélope cruz!!

  9. No incluiría yo a Los Soprano como momentazo de la televisión noventera y mucho menos si hablamos de España.

    Por otra parte, a Friends se le puede dar sin problema alguno el mérito de ocupar un huequito en el corazón de una cantidad inmensa de nosotros, donde ese nosotros representa un rango generacional enorme, ya la siguiéramos al dedillo o nos conformáramos con capítulos ocasionales en abierto. Pero ya. Eso de que cambiara la forma de escribir guiones…

    Y por último, ¿La 2 emitía El principe de Bel-Air? Recuerdo las cenas familiares frente al televisor para ver el capítulo semanal de Los Simpsons, pero no recuerdo a Will Smith aparecer ni antes ni después.

    Por lo demás, gracias por el artículo. Cosas como la guerra del golfo, los crímenes de Alcasser o Emilio Aragón en zapatillas de deporte presentando VIP (cuánta razón tienes sobre el contenido, ni recordaba que era un concurso) son de esos recuerdos televisivos que a uno no lo le abandonan en la vida. Como ver la llegada del hombre a la luna, pero en cutre.

    Que viejos somos, coño.

  10. CARLOS, cuando yo crecía solo existían dos canales!!!!! y zapeando podías ver: LA CLAVE de balbín; LA BOLA de lolo; a JIMENEZ DEL OSO; a RODRIGUEZ DE LA FUENTE; el buen INFORME SEMANAL; SANCHEZ DRAGO con libros….. y tenías diez años!!!!! eso era la TV christian, no lo que hay ahora con mil canales. Nadie ha dicho jamás que la TV naciese para adormitar, nació para enseñar, eso se puede hacer de mil modos, de acuerdo que también con tele basura, pero desde luego hoy solo engaña.

  11. Perspicuo

    Echo de menos Doctor en Alaska con esos horarios imposibles en la 2

  12. viejotrueno

    The Wire de hecho es un coñazo, y los Soprano tampoco fueron para tanto. En los 90 de hecho hubieron montones de series muy buenas tan buenas o mejores que esas dos. Los 90, de hecho, fueron una década magnífica para la ficción televisiva, tan buena como lo que llevamos de años 2000, sino mejor. No sólo fue Twin Peaks, también Quantum Leap, aquella que echaban en el plus, Dream On, Playa de China, Alf, Expediente X (no muy de mi gusto pero indudablemente un excelente producto), los Simpsons y Futurama, la ley de los ángeles, seinfeld, treinta y tantos, aquellos maravillosos años, south park, las tres series de star trek de esa década -excelentes todas-, cosas de marcianos, murphy brown, el enano rojo, la pareja basura -bottom, en inglés, aquella locura salida de las mismas taladradas mentes que perpetraron the young ones-, blossom, mr bean, roseanne y un largo etcétera. Lo que acaso suceda es que no fue tanto una época de drama, o de realismo -aunque algo de eso hubo-, lo tradicionalmente considerado como «serio». Lo cual no implica que fuera de eso todo lo demás fuese frívolo, que es lo que se da a entender. Como tampoco implica necesariamente que la televisión deba «educar», como se insinúa en algunos comentarios, porque, para eso, están los colegios y los padres, y cuando uno es mayor y se supone que concriterio, uno mismo. Lo único que deberíamos pedirle a la tele es que no sea precisamente eso de «tonta»; pero en cualquier caso cuando la caja es tonta es porque la gente que la ve también lo es. Y por supuesto, en los 90 no toda la tele fue tonta ni superficial. De hecho, me parece más superficial la tele actual, mucho más políticamente correcta, pedante y esnob

    • Garibaldi

      Tell me more…

    • eso mismo decía González-Pons…….. anda qué…

      • lo de Pons en su entrevista para Jot Down fue surrealista, vivo en un pais en el que a la gente le importa mas lo que dice un politico sobre sus series preferidas que sus ideas politicas en si.
        que lo mas comentado y criticado de esta entrevista fuese su desconicimiento sobre la serie esta de los cojones dice mucho de los seguidores de The wire,

  13. Respecto al grunge, recuerdo una pintadilla que había en los tigres del «As de copas», garito mítico de la L de Alcorcón, que ponía «Estoy harto de ver a tanto nuevo grunchi, que han sido toda la vida los pijos de mierda del Parque Lisboa». Épico!

  14. ¿Los Vigilantes de la Playa?

  15. Esa sensación cuando eras niño y Hulk Hogan empezaba a sufrir los primeros espasmos del Baile de San Vito y sabías que en unos segundos se iba a hacer JUSTICIA.

  16. Bueno, se diría Los Soprano, no? en lugar de Los Sopranos….
    Contado así parece que los noventa fueron mejores pero no.
    No es descartable que un día nos despertemos y estemos en los 90… Por lo visto ahora España está a niveles de 2003 y bajando.

  17. ¿y los que nos enamoramos de Phoebe qué?
    ¿y dónde está Chiquito, precisamente en su cumpleaños?

  18. raulrpolo

    Que De la Morena le pregunte a Valdano si algún día Raúl podrá tener la técnica de Maradona no tiene precio.

  19. Hermida y Compañía, dentro del que se puede denominar género de televisión seria y demagógica, fue un programa que tuvo una enorme influencia política. Puso en boca de muchos la crisis del felipismo, la corrupción, etc… Yo estudiaba periodismo y fui a ver el programa.
    Dentro de un estilo de televisión «culta» estarían «Qué grande es el cine» de Garci y «Versión española» de Cayetana. Hubo un tiempo en el que ellos estaban enrollaos y sus programas se emitían aunque no recuerdo cuando fue, puede que a finales de los 90. Versión española ha sido uno de los grandes programas de la televisión cultural española, los viernes por la noche.

  20. Añadir. Lo + plus. El bueno, El de Pradera, la Siñeriz y Schwartz. Divertido. Personajes interesantes. No olvidar: CQC. El buenísimo. El de Wyoming, Carbonell y cía. El que los políticos temían. El que no tenía «ruiditos» y «efectos especiales». El de ver su último programa y pensar: «efectivamente, el poder político tiene mucho poder». Y podría seguir: Búscate la vida, Seinfeld, Los Simpsons (los de la buena época), Frasier, Doctor en Alaska, etc…. Los 90 fueran bastante cutres en la televisión que se hacía en España pero viendo lo que hay ahora, siento menos vergüenza de los comienzos de la televisión privada.

    • El CQC de Wyoming (efectivamente, el buenísimo) también tenía ruiditos y efectos (recuerdo algún «¿eh?» distorsionado cuando el entrevistado decía algo sin el menor sentido), pero no tantos como para resultar molestos.

  21. Por cierto, el cádaver de Laura Palmer no apareció en una playa. Apareció a la orilla de un río.

  22. Una aclaración sobre la «Late NIght Wars». Durante el medio año que coincidieron Cronicas Marcianas con El Pelícano, el programa de Sardá era muchisimo mejor que el de Navarro, que seguía insistiendo en urgar en la herida de Alcasser o en airear cualquier polémica de puticlub que llegara a sus oidos.

    De hecho, las primeras temporadas de Crónicas Marcianas eran bastante decentes, ofrecian un entretenimiento ingenioso y se veía un buen guión detrás, nada que ver con lo que acabó convirtiendose. Fue a partir del año 2000, con la llegada de las tertulias sobre Gran Hermano, los frikis del «no cambie», Boris Izaguirre creyendose su propio personaje y demás sarta de casposos hablando sobre temas casposos, cuando Sardá entendió que para hacer televisión rentable no hace falta guión, basta con gente sentada alrededor de una mesa diciendo tonterias, gritando y creando polémicas huecas.

  23. La pena es que a Alfonso Rojo no le cayó un misil colateral de esos. La de bilis que nos hubiéramos ahorrado.

  24. Guille Ortiz

    Bueno, por fin encuentro tiempo para comentar mi propio artículo! Lo primero, gracias a todos por leerlo y tomaros la molestia de dar vuestra opinión. Creo que todos los momentos que citáis de la televisión noventera merecerían un sitio en cualquier artículo, pero aquí tenía que elegir 15 e irremediablemente me quedé con los que a mí me marcaron más en mi adolescencia-juventud, como se explica en la introducción al artículo. Por eso mismo, hay exageraciones, inexactitudes… que muy bien habéis matizado pero que preferí no comprobar por mantener la idea que me causó en la cabeza en su momento, igual que no quise ver qué premio había en el VIP Noche porque no me parecía relevante. En cualquier caso, gracias a vuestros comentarios creo que todo está bastante matizado ya, así que, nada, insistir en los agradecimientos y mandaros a todos un fuerte abrazo!

  25. Pingback: Diario de Salamanca | Radar de la semana

  26. Uma de las mejores series de los noventa fue traducido su título cmo Cancion triste de Hill street, (Hill street blues) ya que Los Soprano, fue mas de los 2000.
    Esta serie fue la precursora de cierto realismo en las series policiales y creadora de un estilo, que se sigió desarllando posteriormente, en el cual los buenos no son tan buenos ni los manos tan malos.
    La banda sonora era excelente, y las ciertas tramas no terminaban en cada capítulo y se desarrollaban a lo largo de toda la temporada.

    • Quizás me petine un poco la memoria, pero Canción triste de Hill Street («tened cuidado ahí fuera», y a continuación su mítica melodía…) la recuerdo como de los 80.

  27. Y la serie del Fary qué? Mítica, me compraría esos DVD antes que los de The Wire

  28. LuisCabezos

    Pues qué quieres que te diga.. pero si no sale (por visionario casposo para la plaga de programas que vendrían después imitándolo con el Ramón García de turno) el mítico JUEGOS SIN FRONTERAS.. no es una lista seria..

  29. Pol Potter

    ¿De verdad os importa si los Simpsons son los Simpson, o si se emitían (o emitía) en la 2 o en Antena3, o si Emilio Aragón llevaba deportivas en lugar de zapatillas? Si sóis igual de exigentes con vuestras novias, debéis estar saliendo con la plantilla de Victoria´s secret.

  30. Cada vez que Jotdown escribe sobre tele, a excepción del gran Jose A. Pérez, que es un auténtico placer, me echo a temblar. Además de las gambadas ya comentadas por Cristian (Médico de familia fueron cuatro años, no 10; La veneno es transexual, no travesti, etc) es una lástima leer un artículo basado en recuerdos imborrables para quién escribe (sí, vale, esto es subjetivo), dejándose bastantes otros que, o bien complementan, o incluso superan la calificación de «hit» de la década. Así es imposible tomarse en serio vuestros artículos sobre tele, chicos.

    Hablar de los 90 y no hablar de Isabel Gemio es incompleto, y ahí están «Lo que necesitas es amor» y «Sorpresa, sorpresa» para avalarlo.

    Recordar esa década sin pasar por «¿Quién sabe donde?», un formato que revolucionó la tele, pues tanto de lo mismo.

    Pensar en los 90 sin acordarse del universo de Jesús Hermida, es de no tener ni puta idea de televisión (ale, ya me mosqueo).

    Mencionar aberraciones televisivas y no destacar «La máquina de la verdad» es de nuevo una metedura de pata.

    Si hay un programa que es imposible que ningún español no recuerde es «Genio y figura», de donde salió Chiquito de la calzada y Paz padilla.

    No destacar que fue en 1991 o 1992 (no recuerdo con exactitud) cuando por primera vez Martes y Trece no hicieron el especial nochevieja, sino Cruz y Raya, se me hace raro para alguien que sepa de televisión.

    Sobre la ficción nacional, no se puede mencionar a Médico de Familia y no recordar Farmacia de Guardia o Los ladrones van a la oficina, sobre todo porque la primera superó en temporadas y audiencias a Médico de Familia.

    Los 90 fueron la década en la que apareció Arguiñano, un clásico de nuestra tele, y que me parece imprescindible destacar.

    ¿Qué apostamos?, El precio justo, El programa de sexo de Elena Ochoa, Hola Raffaela!, Al filo de lo imposible, Cifras y letras… y por supuesto, el boom de las autonómicas, que merecen al menos una mención, caballeros, porque también tuvieron algunos programas gloriosos (La noche se mueve de Wyoming, Tómbola, Poble Nou en TV3 (la primera telenovela catalana y un exitazo, y que abrió la puerta a un género en este país).

    Menudo artículo… madre mía.

  31. Perdón, perdón, perdón, «¿quién sabe donde?» si se ha citado. Mis disculpas.

    Resto, no perdono XD

  32. Y luego están los saltos de fechas. Según el autor tras las niñas de Alcasser en ¿Quién sabe dónde? nacieron programas como el de Tómbola.

    El especial de las niñas de Alcasser de QSD es de 1993, y Tómbola no apareció hasta 1997. En medio pasaron muchas cosas, que bien documentadas podrían llevar de X a Y pero pasando por Calatayud.

  33. Sobre Farmacia de guardia (comprobando ahora con calma los datos): Empezó a emitirse el 20 de enero de 1990 y su último capítulo, emitido el 28 de diciembre de 1995, tuvo 11,5 millones de espectadores, un 62,8% de share, un récord que no ha conseguido ninguna otra serie emitida en nuestro país por las privadas.

    ¿Es o no es un momento estelar en la tele de los 90 sacar un 62,8% de share?

    Sin embargo, la cita es Médico de Familia. Ok.

  34. Otra que determinó un estilo de hacer las comedias (o sitcoms a la española):

    7 vidas fue la primera (en realidad no es la primera, pero sí la primera de éxito, la primera fue «Fernández y familia») sitcom «a la española» en cuanto a que se grababa con público, con plan de trabajo a lo yanki (lunes mesa italiana, martes y miércoles ensayo, jueves ensayo con cámaras, viernes grabación con público y casi del tirón) , en multicámara (planos medios), 3-4 decorados, etc, con la excepcionalidad de la obligatoriedad a irnos a 45 minutos, cuando en una sitcom son 25. Esta variación, «los 45 en vez de 25», sigue siendo el quebradero de cabeza de los guionistas hoy día y una de las razones por las que en el fondo no es sitcom pura (this is Spain!), y un tema super candente siempre en el sector (a nadie nos mola).

    7 vidas estuvo tropecientas temporadas, y cuando acabó, fue sustituida por Aida, todavía en antena. Es por tanto, un referente.

  35. cottonette

    Qué desfachatez la del tal Guillermo. Cómo se le ocurre escoger los quince momentos televisivos que más lo impactaron sin consultar con Teresa.

  36. Perdón por el calentón, pero me pone un poco negra el tono despectivo de algunos artículos de tele, y si encima conllevan errores me enciendo.

    Mis disculpas, soy muy vehemente.

    Pero la próxima vez, al menos consulta con San Google

  37. y qué hay de V y el coche «fanático»

  38. Y que me decís de «Humor amarillo» era lo mejor del sábado y domingo a la mañana!

  39. Alfonso Rojo en su puta vida escribió desde un sótano de Bagdad.

    Escribía las crónicas en Madrid.

    Es un fraude.

  40. Pingback: Quince momentos estelares de la televisión noventera española. | Desculturíza-T

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