Arte y Letras

Javier Bilbao: El libro y la película

mi hermano es hijo único

Si tal como sospecho el lector medio de Jot Down tiene la capacidad de mover cada ojo en direcciones distintas —lo que le confiere una letal eficacia a la hora de atrapar insectos con la lengua—, quiero proponerle una nueva manera de explotar ese talento. Se trataría de leer un libro de forma simultánea a la contemplación de una película: la experiencia cultural total. No obstante, aquellos que no se vean capaces que no caigan en la frustración, también pueden probar a leer primero el libro y luego ver la película, o a la inversa. 

De lo que se trataría al final es de probar una experiencia tan intelectualmente estimulante como es establecer conexiones. Me refiero a ese momento en el que se te aparecen en la mente nexos comunes entre ideas o historias aparentemente distantes, reconoces en una elementos de la otra y descubrimos ese base común bajo el agua de las islas de un archipiélago. Como cuando nos enteramos de que la mitad de las canciones contemporáneas tienen los mismos acordes del Canon de PachelbelO casi todas las películas de acción comparten la misma banda sonora.

Y bien, ¿cuál sería esa película y ese libro cuyo visionado/lectura se complementarían enriqueciéndose mutuamente y lograrían que nuestro cerebro creciera cinco centímetros? Comencemos por la película: Mi hermano es hijo único, dirigida en 2006 por Daniele Luchetti.

La historia comienza en Italia a principios de los sesenta, con el joven Accio ingresando en un seminario. Pronto da señales de tomarse muy en serio los valores que se le inculcan, pese a las fotos de chicas que le proporciona su hermano mayor, Manrico, que le hacen pecar un rato cada noche. Cuando no está ocupado en ello —o en arrepentirse después— se dedica a rezar con equivalente fervor arrodillado en la lluvia para que Kruschev y todos los demás comunistas del mundo encuentren a Dios. Finalmente en el seminario acaban hartándose de él y lo envían de nuevo a casa. Poco después descubre el fascismo, abrazándolo con la pasión que lo caracteriza y da comienzo el nudo argumental en torno al que gira la película: el enfrentamiento entre Accio y su hermano Manrico, un líder comunista local.

Esto que he contado son apenas los primeros minutos de una de las mejores películas que he visto en los últimos años, repleta de momentos muy divertidos, otros más dramáticos y una actriz protagonista, Diane Fleri, tan rematadamente guapa que no es de extrañar que haga tambalear las convicciones ideológicas del protagonista y de cualquiera. Aquí podemos verla en una secuencia magnífica que va desde el minuto 1:30 hasta el 6:00:

La escena comienza mostrando a Accio con Francesca, la exnovia de su hermano (la mencionada Diane), ante la mirada suspicaz de éste, todos ellos entre el público en un concierto de música clásica en el que se toca el Himno de la Alegría de Miguel Ríos (los extranjeros, siempre tan excéntricos, prefieren llamarlo por su pseudónimo: Beethoven) con una curiosa letra en la que se canta a Lenin, Stalin, Mao y otras estrellas de la revolución que culmina en un sindiós en el que el público canta puño en alto Bandiera Rossa, al tiempo que unos agitadores de extrema derecha comienzan a sabotear el evento. La confrontación sirve al protagonista para pegarse con sus antiguos camaradas y culminar así el acercamiento a la chica, que una vez le ha visto dar ese paso ya se deja besar.

Más adelante ocurren otras muchas cosas que no revelaré para no estropearle la película al lector que se anime a verla y que muestran los conflictos políticos y sociales de Italia, en muchos aspectos comunes a España y también al resto de Europa. Así que pasemos ahora al libro que le convendría leer mientras tanto con el otro ojo. Se trata de Postguerra, de Tony Judt.

Judt era un historiador inglés que se identificaba como judío pero era muy crítico con el Estado de Israel, socialdemócrata aunque feroz adversario de los regímenes comunistas de Europa del Este, a cuya oposición contribuyó a organizar con viajes y reuniones secretas, especialmente en Checoslovaquia. Se trataba por tanto de un historiador especializado en el siglo XX que participaba en la historia que contaba. Hace unos años comenzó a sufrir Esclerosis lateral amiotrófica (la enfermedad de Stephen Hawking) y en su agonía le dio tiempo a dictar dos libros muy recomendables antes de morir en 2010: Algo va mal (con cierto tono de libelo, aunque dirigiéndose al lector como a alguien con cerebro) y el autobiográfico El refugio de la memoria. Pero su gran obra, la que le dio merecida fama y esperemos que un largo recuerdo, es Postguerra.

Se trata de un ladrillo de 1.200 páginas que —vaya por delante— es una lectura muy amena, escrita con rigor en un estilo claro y con una ironía de fondo muy de agradecer. Así que no se hace largo. Comienza con el fin de la Segunda Guerra Mundial y nos muestra el milagro económico posterior, el auge del Estado del Bienestar, de la sociedad de consumo, el movimiento hippie, el terrorismo, la agitación estudiantil y obrera a ambos lados del Telón de Acero, los últimos coletazos de la descolonización, la construcción de la Unión Europea… En fin, muchos temas que al tratar en conjunto sería fácil amontonar descuidadamente o convertir en una fría enumeración enciclopédica de nombres y fechas.

Pero Judt es un hombre de excepcional inteligencia y gran capacidad de observación y sabe relacionar cosas: vincula por ejemplo de qué manera la música y las modas juveniles influyeron en ciertos movimientos políticos y sociales, cómo lo que ocurría internamente en un país acababa contagiando a otros, la influencia en un partido político de sus rivales… detecta, en definitiva, la infinidad de causalidades dentro del objeto de estudio —en este caso la Europa de la segunda mitad del siglo XX— como si fuera el alborotado choque de átomos en el interior de una olla a presión y las ordena en una narración coherente. Es en conclusión una lectura muy recomendable (en estos tiempos quizá más que nunca) a cuyos protagonistas en algunos casos podremos ponerles las caras de Accio, Francesca, Manrico…

 

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6 Comentarios

  1. Me gustó mucho «Posguerra», por estilo y contenido, pero me sorprendió que apenas hiciese referencia a ETA, cuando sí repasa el resto de movimientos terroristas que se dieron a lo largo de Europa entre 1945-89. Un saludo Javier, tus textos son una delicia.

    • Pues muchas gracias Jorge, muy amable. Sí, efectivamente es un tema que podría haber desarrollado más, pero lo que dice aunque no sea extenso, me pareció muy exacto y me sirvió como referencia de su rigor al describir la realidad.

      Porque todo lo que dice sobre Checoslovaquia o Polonia me lo creo, al no tener ni pajolera idea de la situación política y social de esos países. Pero sobre ETA y su entorno sí que tengo algo más de conocimiento, qué remedio, así que puedo comparar lo que dice Judt con mis referencias. Y sale airoso, como decía.

  2. Gracias, Javier, por esto, de nuevo. Me ha gustado mucho.

  3. Stephen Hawking no tiene esclerosis lateral amiotrófica…..

  4. Alberto A.

    ¿Postguerra o posguerra?
    Enhorabuena por la reseña. Me has convencido y lo he comprado

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