Empezar desde tres Opinión

Juanjo M. Jambrina: ¡Alegrémonos pues!

El psicólogo holandés Diederik Stapel, de 46 años de edad, ha sido acusado de fraude en varios trabajos de investigación sobre psicología social y cognitiva que publicó en las revistas científicas más prestigiosas del orbe como Science y Nature. La Academia Holandesa de Ciencias se dedica ahora a revisar el amplio currículo del psicólogo tramposo para dilucidar realmente cuántos de sus estudios fueron realizados de manera fraudulenta. Stapel llamó la atención porque sus alumnos se quejaban de forma reiterada de que nunca les dejaba participar en la recolección de datos para las investigaciones. Y así fue descubierto. Al parecer, a la comunidad universitaria holandesa no le resultaban llamativas las conclusiones de sus estudios que eran del tipo de “los comedores de carne son más egoístas y más violentos que los vegetarianos”. También extraía grandes sonrisas psicosociales cuando concluía que quienes crecen en ambientes desestructurados tratan peor a los extranjeros. Vamos, que allí donde hacía falta un apoyo ponía Stapel su talento para la investigación. Así tardaron 130 papers y 24 capítulos de libros en encontrarle.

Con el escándalo caliente, las hipocresías y plañideras habituales. Las revistas Science y Nature, templos del todo, han prometido reforzar sus controles y proclaman jubilosas que el escándalo las hará crecer (¿?). Stapel se ha arrodillado ante sus compañeros declarándose tan culpable como enfermo y solicita rápido tratamiento para esa adicción tan suya de querer ser el mejor en su trabajo. La actitud infantil y victimista de Stapel intentando eludir SU responsabilidad sobre SUS conductas es rabioso paradigma de esta posmodernidad nuestra como Pascal Bruckner explicó hace años.

Pero me sorprende que puestos a cortar cabezas nadie cuestione el funcionamiento de las universidades que cobijan a este tipo de lebreles sabiendo como sabemos que Stapel no estaba solo. Es un hecho recurrente y probado por casos similares a éste la desvergüenza por el trabajo científico que muestran muchos investigadores universitarios. La actividad universitaria, y no solo la española, camina por un peligroso filo de navaja: la lejanía de los intereses reales de la sociedad a la que pertenece. La Universidad no puede recluirse en el autismo ni favorecer individualismos. De lo contrario acabará convirtiéndose, si no lo es ya, en una cofradía de socorros mutuos para diletantes donde son posibles desatinos del calado del que hoy cuenta el profesor Arcadi Espada, despedido de su plaza “por no hacer vida universitaria”. El infantilismo no afecta solo al individuo, sino también y de forma más grave a las organizaciones.

El estallido del caso Stapel me pilló leyendo el Elogio de la imperfección, las maravillosas memorias de Rita Levi-Montalcini; una investigadora ya centenaria que fue premiada con el Nobel de Medicina en 1986 tras una vida cuajada de dificultades. Para Rita Levi, elegantísima en su senectud, que ha llegado a lo más alto como investigadora y como universitaria, “la inmortalidad está en cómo vivimos y en el mensaje que dejamos”. No va más, señorías, no va más. A rezarle a Santa Rita.

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