Desmontes y voladuras Opinión

José Antonio Montano: Noventayochismo y Twitter

Nos encontramos en el peor escenario posible: en pleno noventayochismo y con Twitter. No solo ahogados en una tremenda crisis, tanto económica como institucional, con todo resquebrajándose y desmoronándose, con todo pudriéndose, sino también con la compulsión de estar dando cuenta de ello a cada segundo. A veces, en Twitter, tengo la sensación de que somos los bichitos que dejan pelados los huesos. La realidad se ha descuartizado sola, pero nosotros cogemos los pedazos y los pasamos por la trituradora, para hacerla polvillo en paquetitos de 140 caracteres. La fórmula es sórdida: 98×140. Unamunos sin descanso: el sentimiento trágico del tuitear.

Hace años, y podría haber sido cualquier año desde, pongamos, principios de la década de 1990 hasta marzo de 2004 —en que, según Juan Pablo Fusi, terminó la Transición—, escribí esto en mi diario: “Impregnación de abulia al seguir con el tema de la generación del 98. Qué mediocridad hay en nuestros abatimientos actuales: ya todo este marasmo, esta zozobra de la voluntad la vivieron nuestros bisabuelos. Es cierto que la época ha podado en nosotros el ‘tema de España’ (¡y menuda poda!), pero en las cuestiones morales seguimos con lo mismo —si se quiere, de un modo más chic (aunque esto ya también lo hacían por entonces los modernistas). Si cansa la vida, más cansa esto de repetirse. Y cansados de cansancios, deberíamos evitar todo epigonismo barato, renovar nuestra escritura y nuestra mentalidad. La lejanía que hoy sentimos hacia los del 98 es la que debemos sentir hacia nosotros mismos. Mudarse, y mirar sin nostalgia el pellejo de la serpiente encogido en el suelo, ya seco y a punto de deshacerse en ceniza”. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: el noventayochismo parece hoy el único argumento de la obra.

Realmente, hemos perdido un imperio: el de la prosperidad, unida a una cierta impunidad. España ha resultado ser uno de esos pomposos edificios de Calatrava, de (falsa) modernidad que se agrieta y se desconcha. Podríamos decir que los arquitectos estrella —de todos los ámbitos— nos han estrellado. Con nuestra connivencia, porque nos estaba gustando, más o menos, lo que hacían; ignorando las condiciones técnicas de su sostenibilidad. En cierto sentido, cada uno ha sido el arquitecto estrella de sí mismo. Dentro y fuera, hemos montado chiringuitos que se cuarteaban. Mentalmente ha estado muy bien, la verdad, porque hemos descansado durante lustros del tostonazo de este “terrón maldito de España”, como decía otro noventayochista, Valle-Inclán. Pero el terrón era una planta carnívora, que no se aplacaba con solo no hacerle caso. Mi gran sorpresa biográfica ha sido verme enfangado en aquellas agonías de hace un siglo. La distancia (y la oxigenación) con que las estudiábamos y ahora esto.

Pero hay un hechizo, la famosa nostalgie de la boue, la nostalgia del fango, o del cieno. En Twitter nos sentimos sucios. Yo, al menos, me siento sucio. El ejercicio del sarcasmo (¡en el que soy campeón!) estraga. Siempre quiero quitarme: pero con “un arrepentimiento / que, por no ser antiguo” no invita “de verdad a arrepentirme / con algún resto de sinceridad”. El otro día, cuando salió lo de Bárcenas, cuando callaba Rajoy (luego habló, para seguir callando), alguien escribió este tuit: “En estos momentos el país es víctima de un fallo multiorgánico”. Twitter no es un refugio: es un envoltorio con pinchos.

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21 Comentarios

  1. Pingback: José Antonio Montano: Noventayochismo y Twitter

  2. ¿A qué viene Calatrava?

  3. conistorsis

    Por su pertinencia.

  4. Ahora que lo dice, quizá nos representaran *aún mejor* los Hermanos Calatrava :-) (Aunque el arquitecto Calatrava no deja de ser, en realidad, el tercer hermano Calatrava: el tapado de los Calatrava).

  5. No le veo la pertinencia a la mención de Twitter. Es como si un noventaichista del s. XX se quejara del sentimiento trágico de su generación y de las tertulias de los cafés, que sólo sirven para revolcarnos en la miseria (sin ninguna intención de comparar niveles intelectuales, que conste).

    El revuelco sentimentaloide es un componente de la enfermedad. Hacerlo en Twitter, sólo un signo de los tiempos.

  6. Bartolo, el de la flauta

    Este nuevo noventayochismo que estamos padeciendo me parece cada vez más cansino. Si el apagón de ayer durante la Superbowl esa americana hubiera ocurrido en España, habríamos tenido que soportar miles de tuits y de comentarios en general sobre la forma española chapucera de hacer las cosas. Como ocurre en USA es solo una anécdota.

    Cada vez que ocurre alguna desgracia, caso de corrupción fallo del sistema inevitablemente surge el comentario del «así va España» o de «esto solo podía pasar en España». Lo que me hace pensar que la gente que lo dice está muy viajada y conoce muy bien lo que pasa y lo que no pasa en otros países. Que en realidad suelen sufrir problemas muy parecidos, salvo el paro, eso sí. Ahí tenemos cifras notablemente peores que nuestros vecinos.

    El caso es que a gente que sí ha vivido o vive en otros países no le suelo escuchar ese lloro, o no con la misma frecuencia, sobre lo malísimamente mal que va todo en España como hecho diferencial con el resto del mundo, que nadarían en la abundancia y la perfección.

    En conclusión, este nuevo noventayochismo es de catetos.

  7. Cierto: el equivalente exacto son las antiguas tertulias de café. Twitter sigue esa línea… aunque con un incremento de la compulsividad, y en realidad con la anulación del descanso. Vendría a ser como si un tertuliano del 98 pudiese llevarse la tertulia a casa, e incluso metérsela en el bolsillo para seguir participando en ella por la calle. Es un frenesí lo suficientemente intenso como para que resulte algo en verdad *nuevo*. El famoso salto cualitativo.

  8. Concuerdo también con Bartolo: «este nuevo noventayochismo es de catetos». Pero saber esto no hace más que incrementar el pesimismo noventayochista :-)

  9. schelling

    Jajaja, en efecto: en pleno noventayochismo y con Twitter!

    Saludos, amigo Montano.

  10. Fulgencio Barrado

    Estoy harto de esta cantinela de la «culpabilidad de todos», del «todos somos así», del «son nuestros genes», porque es una mentira de dimensiones bíblicas. España se sostiene precisamente porque no todos somos así, es más, la mayoría no somos así. El problema es que los que sí son así se han apoderado del timón y no hay manera de que lo suelten, pero los que repiten el mantra no ayudan en nada, es más, los ayudan a ellos (que muy probablemente sean el origen del mismo mantra).
    Helmut Kohl cayó en Alemania por corrupción (derribado por Angela Merkel). En Inglaterra hemos tenido tambien buenos ejemplos, y en Francia Miterrand no ha dejado buen recuerdo.
    No somos tan distintos a ellos. El problema es que nosotros parece ser que tenemos un sistema que nos dificulta enormemente deshacernos de estos «parásitos» que nos sangran como garrapatas.
    Pero no tenemos porque compartir el estigma. No somos corresponsables. Yo respondo de mi trabajo y Vds. del suyo, no dejen que les convenzan de que también tienen que responder del de «ellos».

  11. Un saludo, amigo Schelling! / Sr. Barrado: cada cual debe responder por sus culpas particulares, evidentemente. Y los que están en el poder tienen, cuantitativamente, mucha más culpa, o responsabilidad. Pero a mí me cansa también la cantinela de esa *división tajante* entre los de arriba y los de abajo, porque suele ser una mera división topológica, no esencial. En esencia, yo veo dominar por aquí abajo una mentalidad muy parecida a la que hay por ahí arriba. Y, por decirlo con el viejo lenguaje de los estructuralistas, es esa mentalidad la verdadera *culpable*, más allá de los individuos concretos en que se manifiesta. (Esa mentalidad no les exime de culpa: pero si son culpables son culpables, ante todo, de esa mentalidad; de la que tampoco son inocentes los de abajo).

    • Fulgencio Barrado

      Pero es que esa mentalidad no es idiosincrática de lo español. Madoff no era español, las subprime no se originaron en España, Miterrand no era español, Kohl no era español, y así hasta el infinito. La diferencia es que aquí no tenemos medios para liberarnos de «ellos», es decir, en contra de lo que nos ocurre a los ciudadanos de «a pie», por ellos respondemos todos. Y cuando digo ellos me refiero no a los políticos en general, sino a los políticos en particular, los que se han apoderado de la cúpula y no la sueltan ni con agua hirviendo, y que se dedican única y exclusivamente a cambiar cromos entre ellos, dejando entrar en la partida única y exclusivamente a «los de su cuerda».
      Intente participar de la política honrada y honestamente, a ver cuanto le dura el ímpetu.
      Se tienen montado un tinglado de tal tamaño que es imposible declararles culpables o que asuman la más mínima responsabilidad, pues ya han creado entre ellos el marasmo legislativo ininteligible en el que los buenos buceadores nadan indemnes y con el cual pueden «atrapar» a quienes quieran.
      El problema no es la mentalidad, que es prácticamente la misma en casi todo el mundo, el problema es el ecosistema que se han montado, con su microclima particular.
      El Bárcenas este no es más que otra prueba, más. Demostrada su calaña en el Naseiro, la Gurtel…, y miembros permanente de la cúpula del partido. Ahí siguen todos, con su cínica sonrisa y su naturalidad impostada, dándonos por el c….
      No le conozco de nada Vd., pero estoy seguro que si tuviese que pagar por «sus culpas» no me llevaría a la ruina, y puede apostar recíprocamente.
      La ocasión hace al ladrón, y estos han aprendido a fabricársela.

  12. Ahí sí le doy la razón: en esta tendencia quizá exagerada a considerar que el «mal» es específicamente español. Eso lo reconozco, y creo que sería saludable librarse de ella… Aunque sin abandonarla *del todo*: el hecho de que, como usted indica, no tengamos aquí armas para defendernos pudiera ser, justamente, el reflejo de esa (cierta) especificidad.

    • Fulgencio Barrado

      Evidentemente Sr. Montano, si uno no quiere caer en la dejadez debe evitar primero hacerlo en la autocomplacencia. Pero esto es también universal. Hay que estar alerta. De hecho una de las cosas que ha hecho que salga todo a la luz creo que es precisamente la dejadez en el delito, ante el éxito repetido, fruto de la impunidad con la que llevan manejándose desde hace décadas. Han perdido un poco la capacidad de «hurdir». Claro que con tantos «pasteles» delante es fácil caer en la gula, y eso engorda, haciendo evidente el pecado.
      Lo cierto es que el ser humano siempre tiende a la comodidad, abandonando el estado de alerta, y eso nos hace descuidados.
      Para eso está la educación y la cultura, para evitar el «lerdismo».

  13. Exacto! Concuerdo!

    • Blackadder

      En la estupenda ‘El Golpe’ el personaje de Paul Newman rememora su época de estafador en un Chigago tan podrido que el timo se había convertido en un negocio más.
      Un asco -dice- para que hacerse uno estafador si no hay diferencia con un ciudadano?

      Es lo peor de todo esto -al menos para mí- la banalidad cotidiana de esta miseria, el chantaje blando, viscoso, de esta mafia sin sangre, sin valor.
      Convirtiendo la maquinaria de la convivencia y (el intento de) justicia que debería ser el Estado en una reunión chunga de amigotes y cuñaos que se quieren un huevo.

  14. Señor Montano después de leer atentamente su artículo y a pesar del interés del tema del que trata, a mí sólo se me ocurre una pregunta, dirá que es frívola, pero que se le va a hacer, me dibujaron así. Señor Montano al comienzo usted habla de «los bichitos que dejan pelados los huesos» y en la siguiente frase dice, hablando de la realidad, » pero nosotros cogemos los pedazos y los pasamos por la trituradora», y esos términos me recuerdan una serie de televisión y me pregunto si será usted un Bonhead (no se me ofenda, es el término cariñoso con que se conoce a los seguidores de la serie Bones). Gracias por compartir su opinión.

  15. No he visto esa serie y no sé lo que es un bonhead. Pero apostaría que sí, que lo soy! :-)

  16. Ipsissimus

    Lo que le falta a esta nueva ola de novecentistas son miembros brillantes, por desgracia.

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