Cine y TV

Si te interesa la educación tienes que ver Rita

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Rita, (2012– ). Imagen: SF Studios / Netflix.

Las series de instituto casi nacieron con la propia televisión. Desde finales de los cincuenta, los canales americanos comenzaron emitir las llamadas series de high school, que a día de hoy ya son un género en sí mismo. Como las de médicos. Historias sentimentales entre los alumnos y entre los profesores que se entremezclan con las problemáticas propias de la adolescencia. Y a cada época lo suyo: si en los sesenta podía haber asuntos raciales después fueron apareciendo las drogas, el sexo, los embarazos no deseados, las enfermedades venéreas y así hasta llegar al bullyng, el ciberbullyng, la inmigración y, de nuevo, al sexo, con la introducción de nuevos matices como la homosexualidad o la transexualidad.

Sin embargo, este tipo de formato ha ido cambiando con las décadas y no siempre ha sido creado como un producto de conciencia social, lo que da a entender también la prioridad de la sociedad en cuanto a la educación. Si se echa un breve vistazo a los últimos treinta años, no son lo mismo los ochenta televisivos que los noventa o la era actual. De hecho, de la década en la que en España gobernaba el primer PSOE de Felipe González data Segunda enseñanza, la serie creada por Ana Diosdado que supuso un hito en televisión porque por primera vez aparecían en la pequeña pantalla los conflictos de los adolescentes de la España postransición con mucha influencia del cine de aquella época y con  temáticas que también estaban en la calle: el choque generacional con unos padres que venían del franquismo y los nuevos aires de rebeldía juvenil. También por entonces una serie canadiense emitida por Televisión Española, Colegio Degrassi, ponía sobre la mesa casi por primera vez asuntos que tenían más que ver con un documental social que con una serie de televisión: consumo de drogas, un embarazo inesperado y el miedo al sida, entonces una lacra que cercenaba vida tras otra. La mera emisión de este tipo de series daba cuenta de que la educación era algo importante y no solo válida para una comedia televisiva. No es de extrañar que en aquella década a González se le montaran varias huelgas por el sistema educativo y lo que sucedía en los colegios. Luego sí, ya llegaría la LOGSE y la edad del pavo de la democracia.

¿Algo que ver con los noventa? Prácticamente nada. Entonces puede que estuviéramos en los albores de la burbuja que estallaría veinte años después, pero todo en la televisión era casi de arcoíris. También lo que ocurría en los institutos televisivos. Recuerden: de Estados Unidos se exportaron Sensación de vivir, Salvados por la campana o The OC, por citar las más mediáticas. Sí, se convirtieron en mito, y sí, también trataron asuntos como el alcoholismo —aunque si se revisa el famoso capítulo en el que el personaje de Brandon tiene un accidente de coche por beber algunos margaritas dan ganas de llorar y reír al mismo tiempo—, el sexo —recuerden la virginidad casi perenne del personaje de Donna— o las drogas —David era un pastillero aunque sugería que era más cosas—. Y, sin embargo, lo más importante de estas series era lo guapos que eran los protagonistas, capaces de  protagonizar las portadas de todas las revistas para adolescentes de la época, y las pasiones hormonales que se desataban entre ellos. ¿Algo que decir sobre el sistema educativo de entonces? Poco o nada. Los profesores y los padres eran meros figurines que estaban ahí porque era una serie de instituto y no sobre pescadores.

En España el asunto tampoco daba para mucho más. Los chavales iban a la ESO y eran otros temas los que preocupaban a la sociedad, subida a la gran ola de las hipotecas, el ladrillo a mansalva y consumiendo Al salir de clase, de la que más que el instituto se recuerda el bar, a Elsa Pataky y a varios actores de aquella cantera como Pilar López de Ayala o Sergio Peris-Mencheta, que después si han hecho sus buenos pinitos en el cine y el teatro. Hasta Pataky se marchó a Hollywood. A finales de la década se estrenaría Compañeros, que sí pretendía poner el ojo en el drama adolescente —y por ahí hubo cabida también para drogas, sexo y alcohol—, aunque, una vez más, lo que más se recuerda es la relación intermitente e intempestiva entre Quimi (Antonio Hortelano) y Valle (Eva Santolaria), estereotipos por antonomasia del rebelde y la chica popular del insti que, querámoslo o no, funcionan para la audiencia. Que estuvieran en la ESO poco importaba. Es más, ni siquiera se sabía bien qué estudiaban o si lo hacían.

Los primeros 2000 no dieron tampoco para abundar demasiado en la educación. De Estados Unidos llegaban series que mezclaban el formato del instituto con lo fantástico y había hasta vampiros —Buffy— y detectives —Verónica Mars—. El mundo occidental seguía enrolado en su burbuja y en el año 2008 se estrenaba por aquí Física y Química, que ponía más carnaza que la que había en Compañeros, pero el sustrato esencial era elevar a los actores adolescentes —Úrsula Coberó, Angy Fernández, entre otros— a estrellas de aquella generación. Como sucedería poco después con El internado, donde lo importante eran actores como Martín Rivas o Ana de Armas. Además, en esta ocasión la serie tenía más de noir y de intriga que de asuntos propios de los institutos.

Después todo estalló. Se acabó el mundo de colores, Wall Street se vino abajo, hicieron su aparición las hipotecas basura, cayó el Gobierno de Zapatero, llegó la crisis, llegó Mariano Rajoy, llegaron los recortes y el mundo, así en general, empezó a preguntarse qué demonios ocurría realmente en los colegios e institutos. Qué pasaba con las leyes educativas, con los presupuestos destinados a la educación, con  los acosadores y acosados, con los alumnos hijos de inmigrantes y su integración. Y, como ha sucedido con otros asuntos, como el de la política —vean Borgen— ha tenido que llegar una serie danesa para poner el foco en estos problemas. La serie se titula Rita y hace unas semanas llegó a España a través de Netflix, que también ha producido su tercera y última temporada hasta la fecha.

Rita, creada por Christian Torpe y emitida por el canal público danés TV2, da un giro de 180 grados a lo que se ha visto sobre series de instituto en los últimos treinta años, a excepción quizá de la temporada que The Wire dedicó al sistema educativo, aunque en esta ocasión de una manera más natural y menos testosterónica. El planteamiento es sencillo: la historia de una profesora de Literatura en un centro público de secundaria, sus quehaceres diarios con los alumnos y cómo aborda su vida personal de mujer divorciada a sus cuarenta y dos años y con tres hijos, dos en la veintena y uno de dieciséis años que acaba de anunciar que es gay. Sin embargo, la serie es mucho más que todo eso. Rita, interpretada por Mille Dinesen, muy conocida en su país por un papel muy parecido al de Reneé Zellweger en Bridget Jones, es una mujer deslenguada y descarada, que fuma en la puerta del colegio (y la sala de profesores con la ventana abierta: ¿desde cuándo no se veía fumar a un profesor en una serie?), que folla con quien le place (y si tiene que ir a un bar a buscar a un hombre, va), que tiene además un rollo con el director del instituto, y que se enfrenta a la autoridad —el director y la orientadora del colegio— si cree que se está cometiendo una injusticia con algún alumno. Y, además de eso, cuida (como puede) de su hijo más pequeño, el único que vive en la casa con ella ya que los dos mayores se han independizado, un rasgo que demuestra que Dinamarca está a años luz de España en ciertas cuestiones.

Ella es el pivote en torno al que gira toda la serie, pero solo es el canalizador, pese a ser muy atractivo, de lo que realmente importa: los asuntos conflictivos de la escuela pública danesa. Y por ahí aparece un cúmulo de temas que bien podrían abordarse en España, como es el acoso que puede recibir un profesor por parte de los alumnos, la presión que hoy en día ejercen los padres sobre el profesorado, que parecen saber más que los propios maestros, el problema de algunos niños porque sus padres afrontan situaciones de alcoholismo, desahucio o pobreza (sí, en Dinamarca también pasa), la integración de los niños hijos de inmigrantes —hay varios alumnos paquistaníes, por ejemplo— cómo enseñar a los más pequeños lo que es la muerte de un ser querido, el concepto de la amistad, las drogas, la decisión de abortar ante un embarazo de una chica de catorce años, el ciberbuying en redes como Facebook o la crueldad con la que los propios chavales pueden tratar a sus compañeros. La serie, aunque adopta un tono de comedia en ocasiones, no da un respiro, y suele transitar por numerosas situaciones dramáticas, que están ahí pese a que queramos girar la cabeza para otro lado.

También es una serie política. La última temporada se adentra en los recortes que sufre el colegio por parte del ayuntamiento. Exacto, en Dinamarca también se recorta por los mismos sitios que en todas partes. La serie muestra cómo el centro tiene que hacerse cargo de los chavales con menos recursos familiares cuando también se están quedando con un presupuesto ínfimo. Ahí las alternativas desde luego sí parecen muy danesas, como crear una sala aparte para que estos chicos —los que suelen etiquetarse como «conflictivos»— puedan sentirse confortables en las aulas y con sus compañeros. Y, por supuesto, está la lucha por que el consistorio reconsidere su actitud y ofrezca más subvenciones, lo que desencadenará toda la trama de esta tercera temporada.

Se echa en falta que en los canales españoles —la TV3 ha hecho un intento interesante con Merlí, que también ha emitido Antena 3— haya una serie parecida a Rita. Argumentos hay de sobra, cuando en los periódicos no se deja de hablar de los recortes, del informe PISA, de la LOMCE, del acoso escolar o la inmigración. Al menos, es de agradecer que los daneses lo hayan hecho. Allí hasta tienen un spin-off titulado Hjordis. Si les interesa la educación, vean Rita.

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8 Comentarios

  1. A pesar de no haber visto Rita (sin duda lo haré después de leer esta entrada), Merlí me parece un intento más que digno de abordar el tema de los institutos y la educación en España. Aunque tenga sus puntos flacos es una serie interesante de ver.

  2. Parece interesante, habrá que verla.
    Eso sí, en cuanto a la pregunta final sobre qué falta en España para que se haga algo equiparable en calidad (desconozco eso de Merlí), la respuesta es bien simple: guionistas de calidad. Ves las series danesas, islandesas o inglesas y tienes la impresión, seguro que equivocada, de que en esos sitios poco menos que das una patada a una piedra y te sale un guionista del carajo, porque ve uno esas series y te quedas pegado al asiento. Es obvio que en esos sitios también se harán series de chichinabo pero la calidad media de lo que están haciendo ahí a lo largo de la última década, puede que más, es de caerse de espaldas. Frente a eso, la calidad media de las series en España… en fin, mejor lo dejamos.
    Pero, claro, es que ser exigentes con la calidad, con el mérito, con el trabajo bien hecho tiene sus frutos, por mucho pedabobo que se empeñe en contarnos lo contrario. La igualdad no tiene nada que ver con el igualitarismo, el igualitarsimo sólo produce ramplonería y los resultados que vemos a nuestro alrededor son bien elocuentes.
    Y eso también tiene que ver con la educación.

    • Me interesa tu punto de vista, y estoy de acuerdo en que la calidad de los guiones en general debería ser mucho mejor, pero no entiendo qué tiene que ver la igualdad (o el igualitarismo) con la calidad del trabajo. ¿Estoy pasando por alto algo que es obvio?

  3. Parece claro que el autor no ha visto Merlí, por lo menos, no entera. Merecía algo más que una mención de pasada y un reconocimiento a regañadientes, sobre todo si se la compara con el resto de series españolas de instituto. Rita promete, a Merlí le ha faltado abordar inmigración y recortes. Pero el carácter independiente del personaje y el registro entre comedia y drama que describe la reseña me han hecho pensar, precisamente, en Merlí. Así que, si no la conocen, tampoco se la pierdan.

  4. Pingback: Si te interesa la educación tienes que ver Rita – Jot Down Cultural Magazine | METAMORFASE

  5. ni una mención a skam?

  6. Poncho21

    Se le pasó mencionar «la pecera de Eva» serie española que sí abordaba problemas sociales en el instituto.

  7. Parlache

    ¡Gracias!

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