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Retrón: querer es poder (a veces)

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Imagen: Next Door Publisher.

El primer día que asistí a un concierto del barítono alemán Thomas Quasthoff tardé un cuarto de hora en poder oírle. Como la mosca en la telaraña, mis ojos habían quedado atrapados en su cuerpo, de tal forma que quedó anulada mi capacidad auditiva. Víctima de aquella maldita talidomida, Quasthoff no medía más de un metro veinte, carecía de brazos y unas pequeñas manos colgaban cerca de sus hombros. Sentado en un taburete y acompañado por un pianista, comenzó a cantar.

Todos los asistentes sabíamos de sobra lo que nos íbamos a encontrar. Así y todo, era evidente que la sala miraba sin oír. También era evidente que él no lo ignoraba.

Poco a poco, de la mano de la música, fueron apareciendo el ser humano y el artista. Su personalidad había asaltado nuestra mente y nuestro corazón. El orden había sido restablecido. Su discapacidad era un dato de la comunicación, no el dato. Una voz de terciopelo, redonda y cálida, nos sacó de una hipnosis y nos llevó a otra, la de su arte.

Algo parecido me ha ocurrido con Raúl Gay. La lectura de su libro me ha marcado dos tiempos. El primero ocupa toda la superficie del relato. Es la aventura vital, casi una epopeya, con sus vicisitudes, emociones y contratiempos. Una navegación a contracorriente en las aguas más bravas. Una historia que Raúl nos cuenta sin misericordia, ni para nosotros ni para él, que repasa su vía crucis médico, con sus brutalidades incluidas, y que no ahorra las rachas negras de llanto, miedo, desesperación y pánico. Pero, en paralelo, nos ofrece un proceso luminoso: su combate por conquistar su espacio en la vida y en la sociedad, hasta alcanzar el trabajo profesional, la emancipación, el amor y el matrimonio.

Sin impudicias ni falsos pudores, Raúl nos revela secretos, grandezas y miserias de una cotidianeidad singular que sabe nos llena de curiosidad. Y lo hace, a mil kilómetros de distancia del morbo, para que podamos comprenderle y, así, comprender.

Porque lo que mueve a Raúl no es el narcisismo, sino la voluntad de transmitir experiencias que puedan contribuir a alumbrar la nueva normalidad, esa que se alcanzará cuando el mundo acepte de una vez por todas que la fauna humana es heterogénea, integrada por seres limitados —todos lo somos en un grado u otro— que han de vivir sumando sus capacidades limitadas.

Por eso, el segundo tiempo de la lectura al que me refería, es al que llegué cuando casi se me había olvidado la focomelia, las órtesis, el síndrome de Roberts; cuando Raúl había pasado a otro plano, donde seguía siendo retrón, pero era sobre todo un hombre inteligente, periodista, casado con Elena, lector, aficionado a la música, que compartía con nosotros experiencias y reflexiones de gran valor social. Porque un joven al que le horroriza la exageración y que no admite la menor autocomplacencia, enriquecido con la sabiduría que dan el dolor y la lucha, debe ser oído cuando aconseja. Nos dice que hay que intentarlo todo y pelear por conseguirlo, pero reconocer lo que no se puede, porque «querer no es poder»; identificar el gigantesco abismo de la desigualdad, pues «hay más diferencia entre un rico y un pobre que entre quien camina y quien va en silla de ruedas»; meditar sobre la responsabilidad de nuestras decisiones en la vida de los demás (el profesor que sentencia: «por mis cojones que Raúl no entra en mi colegio», frente al «por mis ovarios que sí entrará», de una mujer decisiva), y, sobre todo, atreverse a acercarse a los distintos, porque «tememos a lo que no conocemos».

Este libro-confidencia es como un iceberg. Debajo del octavo visible podemos imaginar los siete octavos de invisible verdad maciza, de titánicos esfuerzos, desfallecimientos y grandes minúsculas victorias.

Y entre lo invisible, se me ha alzado como un monumento la sombra gigante que acompaña esta historia: los padres de Raúl. Una presencia colosal, a pesar de la intencionada discreción con que se les aleja del foco. Una emoción, un calambre, de los muchos que atraviesan el relato.

Retrón. Querer es poder (a veces) está disponible en nuestra store.

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Un comentario

  1. Iñaki, ¿qué fue de tu agria polémica con Raúl Gay?

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