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Thomas Mann no apuñala tomates

Thomas Mann
Thomas Mann. Foto: Bundesarchiv Bild. (CC)

En la relectura de La montaña mágica, en la que ando maravillándome estos días, me he topado con una imagen de las que te echa el alto de inmediato, por su salvaje frescura y por su eficacia descriptiva. También me admiró su originalidad, que luego resultó no ser tal.

Los sitúo:

Capítulo V, subcapítulo Humaniora, (pg. 330 en la edición de Edhasa, 2005. Traducción de Isabel García Adánez.

Los lectores ya sabemos que Hans Castorp se ha enamorado trepidantemente de Clavdia Chauchat, una rusa que anuncia sus apariciones con estrepitosos portazos que irritan sobremanera a Hans (hasta que dejan de hacerlo, claro). Madame Chauchat, joven, pese a ser Madame, nos ha sido descrita fragmentariamente, a lo largo de muchas páginas, con una maestría narrativa sobresaliente, sobre todo por la estupenda gradación con la que nos van llegando esas noticias. Cuando se produce la escena de la que voy a ocuparme, de Clavdia Chauchat tenemos ya un largo rosario de datos y comentarios, que van entremezclando el retrato físico y el psicológico (o más pedantemente, la prosopografía y la etopeya. ¡Qué le vamos a hacer!). Sabemos, por ejemplo, que:

  • es maleducada;
  • de cabello rubio rojizo;
  • con manos no muy femeninas;
  • dedos cortos que no conocen la manicura;
  • modales horribles y se deja caer en la silla como un fardo.

Pero también hemos venido a saber que:

  • parece una gatita contoneándose hacia su plato de leche;
  • es una delicia contemplarla;
  • tiene un gracioso hoyuelo en la mejilla;
  • es lánguida, enferma y con ojos de tártara;
  • es de mediana estatura;
  • tiene andares de gata y ojos de tártara (sí, se insiste en felinos y tártaros al hablar de ella).

El lector con cierta experiencia no puede no advertir cómo las descripciones de la rusa se van deslizando, poco a poco, casi sibilinamente, de las negativas a las favorables, acompañando el paulatino pero fatal encantamiento que sufre Hans Castorp. Esa sutil evolución de sus sentimientos es otro alarde de la maestría novelística de Thomas Mann, que nos deja con la boca abierta.

Cuando se produce la escena en cuestión, Castorp ya está hechizado, es presa de un enamoramiento febril, pero no tenemos noticias de que sea correspondido por Clavdia. Sí sabemos, no obstante, que siente celos de una supuesta intimidad que ella podría estar teniendo con el Dr. Behrens, pues ha tenido noticia de que lo visita con cierta frecuencia en sus aposentos privados. El motivo de esas visitas parece ser el retrato que el médico, pintor aficionado, está haciendo de la dama. Naturalmente Hans no sabe si esa es la razón verdadera o un vil ocultamiento de otra verdad más dolorosa y lúbrica.

Movido por los celos y la necesidad de saber (¿qué amante celoso no necesita saber?), Hans consigue con astucia que Behrens lo invite a ver sus cuadros y nada más entrar ve, en efecto, colgado en una pared, un retrato de su amada. El retrato es malo, con poco o ningún parecido, apenas digno de un pintor aficionado en baja forma, pero la reconoce y se emociona: ¡ella está allí!

Hans dialoga con el médico —cuyos méritos pictóricos elogia sin comedimiento ni rubor, con el fin de sonsacarle cuanto pueda acerca de su relación con Madame Chauchat—, y en ese diálogo llegamos a una parte en la que hablan, precisamente, del supuesto parecido del retrato con la modelo y de las dificultades técnicas de captar ese parecido, y entonces leemos este sorprendente fragmento:

«Parece fácil captar su esencia, con esos pómulos tan marcados y esos ojos que parecen dos puñaladas en un tomate». (Trad. Isabel García Adánez).

¡Dos puñaladas en un tomate!

Como dije antes, esta comparación me hizo frenar en seco. ¿Puñaladas? ¿Tomates?

El insólito símil me produjo, instantáneamente, dos reacciones simultáneas y casi opuestas: por un lado, ya lo he dicho, me admiraron su frescura hortelana, su audacia y su brillo descriptivo. Antes de llegar a este punto se nos había hablado con cierta insistencia de los ojos «tártaros» de Clavdia, ojos, pues, asiáticos, esteparios de alguna manera, exóticos sin duda, diferentes de los ojos europeos, pero no se nos había dado ninguna descripción más o menos anatómica y precisa de ellos; solo nos cabía suponerlos rasgados y tal vez con los párpados poco visibles. 

El símil con el que se atreve la traductora resulta, con esos antecedentes, eficacísimo, pues enseguida podemos «ver» el corte que el cuchillo hace en la piel fina, pero dura, del suculento fruto, y asociarlo con unos ojos rasgando un rostro terso. Eso, claro, siempre que el puñal (¡un puñal!) esté afilado y el tomate no demasiado maduro, pues entonces no habría un sutil corte, sino un brutal despanzurramiento. («Despanzurrar», por cierto, ¡un verbo con un par!). El símil, como se ve, no funciona incondicionalmente; deben cumplirse ciertas condiciones.

La otra reacción, en paralelo, fue la de dudar de que se tratase de un símil de Thomas Mann. No me parecía su tono, no me sonaba centroeuropeo. Esa puñalada y esos tomates me hacían pensar en algo más mediterráneo y también más teatral (My name is Iñigo Montoya. You killed my father. Prepare to die) de modo que no hubo más remedio que ir al original.

He aquí lo que dice Mann:

«Man denkt, sie muß leicht zu erwischen sein, mit ihren hyperboreischen Jochbeinen und den Augen, wie aufgesprungene Schnitte in Hefegebäck».

Sospecha confirmada: Mann no apuñala tomates. El símil original no pertenece al ámbito hortofrutícola, sino al de la panadería, a las masas y las levaduras, a las artesas y los hornos.

Hay, además, otra cosa significativa en la traducción de García Adánez: la eliminación de ese característico «hiperbóreos» con el que adjetiva los pómulos. De entre todas las traducciones que he cotejado, es la única que lo hace, y me parece una decisión desafortunada. No sé qué razones haya tenido la traductora para tomarla, aunque puede aventurarse que «hiperbóreos» le pareciera superfluo o poco claro para el lector hispanohablante, y haya preferido traducírnoslo a su vez con «pómulos marcados». Sin embargo, la elección de Mann fue esa adjetivación tan particular y característica y no creo que sea función del traductor convertirla en papilla para lectores supuestamente desdentados. Como lector habría preferido que no se me hurtase la decisión del escritor en este caso.

thomas mann
CC.

Volvamos a los ojos

El tuitero Fernando Ramos, al comentar este asunto, me hizo llegar la traducción de Mario Verdaguer (Plaza y Janés, 1962), que dice así:

«Uno cree fácil cogerla con sus pómulos hiperbóreos y con sus ojos que son hendiduras en un pastel».

La versión de Verdaguer (y prefiero no demorarme ahora en ese «cogerla») está más próxima al original, pero esto no es ningún mérito de por sí, y comparar los ojos con hendiduras en un pastel nos dice poco de ellos; no nos invita a imaginarnos esos ojos. ¿Qué pastel? ¿Grande, pequeño? ¿Qué hendiduras? Y más aún ¿Qué son exactamente  —y cómo— «hendiduras de pastel»? ¿De verdad que los pasteles tienen «hendiduras»? El esfuerzo de literalidad no rinde frutos literarios. No hay ni asomo de la repentina fulguración con que nos sorprenden y hechizan, en un luminoso instante, los tomates acuchillados de García Adánez.

El asunto de la originalidad

Azahara Palomeque, desde su lejanía americana, me avisa por Twitter de que esa comparación se la tenía oída de niña a su abuelo cordobés, para quien los ojos de Juanito Valderrama (gran patrón de los emigrantes de ayer, hoy y mañana) también eran puñalás en un tomate. Me añade que solo se la oyó a su abuelo y a nadie más, pero me pareció demasiada casualidad y me puso en guardia. El avezado lector y escritor José Antonio Montano, andaluz también, me dijo que la tenía muy oída y una busca en Google resolvió la duda: hay montones de ejemplos de puñaladas en tomates. Por eso podemos creer que la traductora ya conocía la plástica expresión: la recordó, le pareció estupenda —como me lo parece a mí— y la rescató para para su traducción. Volveremos a esta decisión, pero antes comparemos.

Traducciones a lenguas europeas

En francés he mirado dos traducciones. La de Maurice Betz es esta:

«On la croit facile à attraper avec ses pommettes hyperboréennes et avec ses yeux, qui sont des crevasses dans une pâtisserie».

Vemos que se respeta, comme il faut, el hyperboréennes, pero también vemos las hendiduras del pastel, y en realidad podemos sospechar que Verdaguer se remitió a la versión de Betz para este fragmento. Por su parte, la más reciente traducción de Claire de Oliveira nos propone:

«On se dit que cette femme doit être facile à saisir, avec ses pommettes hyperboréennes et ses yeux, qui sont comme des entailles dans de la pâte levée».

Esta segunda me parece más cumplida. El entaille nos lleva a un corte, algo que muchos lectores imaginarán como más fino y sutil que una hendidura. Aquí es mucho más fácil imaginarse esos famosos cortes que los reposteros le hacen a la masa fermentada por la levadura antes de meterla en el horno, en cruz, en diagonal o en formas caprichosas. Quien haya preparado masas para hornear entenderá cómo son esos sutiles cortes que luego se abren lentamente y por sí solos, un poco más. Mann transmite eso con precisión, mediante un aufgesprungene que muchos traductores dejan de lado.

El danés Ulrich Horst Petersen respeta lo hiperbóreo de los pómulos, el ámbito de las panaderías y el carácter de los cortes en la masa fermentada.

«Man tror, det må være let at få fat på med sine hyperboreiske kindben og med øjne som opsprungne snit i hævet brød».

La traducción al neerlandés de Hans Driessen tampoco nos depara sorpresas. Siguen lo hiperbóreo, los cortes, los panes y las levaduras:

«Je denkt dat je het makkelijk kun treffen, met die hyperboreïshce jukbeenderen en die ogen als opengesprongen sneden in een gistbrood».

En italiano, Ervino Porcar propone:

«Sembra facile coglierlo, con quegli zigomi iperborei e quegli occhi come spacchi in una pasta lievitata». 

La elección de spacchi me resulta poco precisa, porque puede ser «cortes», pero también «roturas», «rasgaduras», «abolladuras» e via dicendo. Adolece de la relativa imprecisión que le atribuyo a «hendiduras».

En portugués tengo la traducción de Herbert Caro:

«A gente imagina que deve ser fácil apanhá-la, com seus zigomas hiperbóreos e aqueles olhos rasgados como riscas na casca de um pâo».

Aquí el traductor sencillamente no se fía, ora de la eficacia (la credibilidad, casi) del símil, ora de la capacidad imaginativa de sus lectores, y opta por explicar el asunto, eliminando cualquier espacio para la duda, lo que consigue recordándonos de que los ojos eran, en efecto, rasgados.

Por último, la traducción inglesa de Helen Lowe Porter compara los ojos tártaros con las grietas o, más violentamente, rajas, en una barra de pan, solo que con loaf parece referirse al pan ya horneado y no a la masa fermentada en la que se realizan los cortes antes de meterla en el horno (igual que hace la traducción al portugués al hablar de casca):

«You might think she would be easy to capture, with those hyperborean cheek-bones, and eyes like cracks in a loaf of bread».

A modo de resumen, tenemos lo siguiente:

  • Todas las traducciones cotejadas respetan la caracterización de los ojos de Madame Chauchat como «hiperbóreos», excepto García Adánez, que prefiere masticárnoslo más con sus «pómulos marcados».
  • Todas se ciñen también al ámbito de la panadería para traducir el símil sobre los ojos, excepto —de nuevo— García Adánez.
  • Solo las traducciones a lenguas muy próximas al alemán (la holandesa y la danesa) han respetado la descripción de esos cortes o hendiduras o grietas en la masa fermentada como aufgesprungene, que ofrece también una variada gama de opciones (por ejemplo la idea de una erupción volcánica que abre un nuevo cráter para que salga la lava). Las demás traducciones, incluida la inglesa, han optado por suprimirla. 
  • La imagen elegida por García Adánez ye estaba «hecha» y forma parte del acervo popular de algunas regiones o comarcas.

Hace poco me ocupé en Lapsus calami de otra comparación de Mann, hecha con elefantes y grúas portuarias, donde explicaba algunas nociones teóricas sobre metáforas, que vuelvo a necesitar para explicar mi cauta predilección por la traducción de Isabel García Adánez. Aunque son conceptos que se aplican sobre todo a las metáforas, explican también el funcionamiento de los símiles.

Tenor, vehículo, fundamento y tensión

En el original de Thomas Mann, el término real (a veces los retóricos lo llaman el tenor) del símil son los ojos, mientras que el vehículo o término imaginario son los cortes en la masa del pan. Con qué naturalidad, fluidez y creatividad se llega al término real a bordo del vehículo, está en función del fundamento del símil (el grado de proximidad entre ambos términos) y de su tensión (que es lo contrario del fundamento, o sea, su lejanía).

Nótese que la diferencia entre un símil y una metáfora está en que en la última solo aparece el vehículo, el término imaginario, pero no el término real al que tenemos que llegar, mientras que en el símil están ambos términos a la vista del lector. Por eso la metáfora añade un grado de dificultad al símil, ya que el lector no solo debe entender por qué razones lo que leen es un vehículo para llegar a otra cosa que no leen, sino que antes deben darse cuenta de que las palabras que acaban de leer no valen por sí mismas, sino que se refieren a algo que no se ve. También se entiende ahora que los símiles soporten una tensión mayor que las metáforas entre sus dos términos: al estar presentes ambos, la mitad del trabajo interpretativo del lector ya está hecha.

En el caso que tratamos, García Adánez es la única que recurre a un vehículo distinto del original, y de los panes pasa a los tomates, así que está permitido preguntarse por qué.

Como no tengo el gusto de conocerla ni he hablado con ella, solo puedo ponerme a imaginar cosas, y se me ocurren dos explicaciones. La primera es que le haya parecido que el vehículo de Mann —los cortes en la masa—, no guarda una relación suficientemente equilibrada con el término real, y que podría ser aceptable usar otro vehículo para que esa relación fuese más eficaz. 

Para entender mejor el asunto, hagamos el ejercicio de convertir en metáfora el símil de las dos traducciones españolas.

En la de Verdaguer esta operación daría algo como:

«Uno cree fácil cogerla con sus pómulos hiperbóreos y con esas hendiduras de pastel».

O incluso, para facilitarlo más:

«Uno cree fácil cogerla con sus pómulos hiperbóreos y con esas hendiduras de pastel en su rostro».

No sé a ustedes, pero me parece que esta metáfora, si la consideramos aisladamente, tiene una gran tensión, y el viaje desde hendiduras de pastel a ojos es harto caprichoso; las hendiduras de pastel podrían ser también, por ejemplo, unos supuestos hoyuelos en las mejillas, o unas indeseables arrugas. Esta explicación, no obstante, no pretende enmendarle la plana a Mann y ni siquiera a la traducción de Verdaguer, ya que a esta metáfora se llegaría en la novela tras varias alusiones al rostro y ojos de Madame Chauchat. Habiendo sido advertidos del carácter tártaro de sus ojos, esas hendiduras se harían más inteligibles: la tensión de la metáfora habría disminuido; su fundamento, aumentado.

Convirtamos ahora en metáfora el símil de García Adánez. Para hacerlo hay que retorcerlo algo, ya que sería muy raro hablar de «puñaladas en un tomate en su rostro», de modo que nos saldría algo como esto:

«Parece fácil captar su esencia, con esos pómulos tan marcados y esos dos tomates apuñalados en su rostro».

Convendrán conmigo en que si el símil «ojos que parecen dos puñaladas en un tomate» es atrevido y chocante, transformado así en metáfora los ojos ya no son los cortes en la piel del tomate, sino que son los tomates mismos: sencillamente chusco y rechazable sin mayor análisis. En este caso la tensión de la comparación expresada con una metáfora es excesiva y no funciona, pero expresada con un símil, sí.

Dejemos ahora de lado el asunto de las metáforas y vayamos al símil, que es lo que encontramos en el original de Mann.

Los cortes, cortes son, ya en una masa panadera, ya en un tomate. Por eso no creo que rebajar la tensión del símil haya sido la razón de la traductora para alejarse del obrador de Mann, de manera que, descartada esta hipótesis, me adhiero más a la segunda. A saber: enfrentada al símil original, le vino a la memoria la superferolítica imagen de los tomates acuchillados y no se resistió: la tentación fue muy fuerte.

En otras palabras, la decisión de Isabel García Adánez fue, sobre todo, de naturaleza estética y estilística. Fue también audaz, como ya he señalado, y la audacia tiene su precio. En este caso el precio es el de un cierto derrame —o desparrame— cultural (porque sería excesivo hablar de una operación de aculturación). En efecto, el símil de Mann está hecho de domesticidad, de hogar, de cocinas con aromas a harinas y levaduras y con el calor del horno listo para cocer. Hay una amabilidad casera, hogareña, en esa imagen, que desaparece ante la de alguien asestando una puñalada a un tomate, el frío y dramático acero violando el fruto rojo, como roja es la sangre; violencia en la cocina, que venga la policía. Hay una carga dramática, mediterránea, de tragedia griega, en ese apuñalamiento de un fruto tan propio de la Europa meridional. Comprendo que a muchos lectores le parezca excesivo y piensen que la traductora ha ido demasiado lejos.

Admito la acusación porque la entiendo, pero me inclino por la indulgencia en este caso; todo lo más me avendría a un cariñoso reproche. La traducción de García Adánez, con su carga dramática y pasional, es un chorro de originalidad y frescura que produce alegría literaria, estética, en cualquier lector que aprecie estos arranques de valentía y genio. No obstante, el tuitero Marcial Delgado, que admira la labor de esta traductora, de la que ha leído otros trabajos, añade una preocupación a su reproche: «Entiendo el símil buscado por la traductora, pero el salto al tomate me parece excesivo. Lo peor es no saber cuántos saltos más de este tipo estarán escondidos en la traducción y no advertiremos».

Esa sospecha, estimado Marcial, hay que tenerla siempre cuando se leen traducciones, ¿o es que cree que la bobadita italiana sobre los traductores carece de todo fundamento?

Así pues, a pesar del dolor que nos causa García Adánez arrancándonos tan violentamente de las coordenadas culturales centroeuropeas en el símil de Mann, aplaudo el desparpajo y la brillantez de sus puñaladas tomateras.

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37 Comentarios

  1. Eres correcto políticamente: tiras la piedra y escondes la mano. Existen dos personas que podrían hacer con exactitud un diagnóstico del problema de traducción que planteas en tu artículo (una en mayor grado que otra). Sin embargo, la primera de ellas, la que tiene mayor capacidad de estudio y resolución, lleva enterrada 66 años y no nos sirve de gran ayuda. La segunda es la propia traductora. Motivos para ‘masticarle’ (como tú —pedante, que eres un pedante y, no sólo eso, un cobarde— dices) los textos a los lectores hay muchos. Hay tantos que, en algunos casos, al final no se mastica nada de nada, sino que se ofrece un manjar distinto pero bellamente relacionado con el texto original. Nos resulta obvio a todos los lectores que «apuñalar tomates» en cada uno de nosotros no tendrá las mismas resonancias nunca, y que, si bien tu artículo posee un tono pomposo, lo que has escrito muestra cuán viva está la Literatura cuando se expande con la traducción a otros idiomas. A sugerirte yo me atrevo que la próxima vez no solamente no escondas la mano, sino que te andes con pies de plomo cuando leas una traducción que por cualquier motivo no te convenza mucho, porque, como la parte trasera del tapiz en El Quijote, a veces el azar alumbra elementos insospechados. Escucha lo que dice un experto, Umberto Eco, sobre la traducción al inglés de una de sus novelas, El péndulo de Foucault. «Siempre Linda Hutcheon encuentra, en «Eco’s Echoes: Ironizing the (Post)Modern», en la página 378 de la edición americana del Péndulo: «The Rule is simple. Suspect, only suspect» e identifica una referencia intertextual a «Connect, only connect» de E. M. Forster. Con su agudeza, tiene la prudencia de decir que este «ironic play» se da en inglés; en efecto, el texto italiano (y no tengo claro si al escribirlo lo tenía presente) no contiene esta remisión intertextual porque recita «sospettare, sospettare sempre». La referencia, ciertamente consciente, fue introducida por el traductor Bill Weaver. Nada que objetar. El texto en inglés contiene la referencia, lo que significa no sólo que la traducción puede alterar el juego […] sino que también puede enriquecerlo». Mantén quiescente tu artículo. Pregúntale a la traductora.

    • Sanz Irles

      Bueno, pero eso no es importante, lo importante es que usted se mejore.

      • Muchas gracias, Luis, por preocuparte por mi estado de salud. Gracias, de verdad, pero yo te superaría a ti tanto física como intelectualmente en cualquier faceta.

    • Viridiana

      No te enojes, kibu, muchacho, no le tengas en cuenta a Sanz Irles estos pequeños deslices. No son para tanto, hombre. Mira, el sr. Sanz se sabe un poco engolado, pero no pasa nada. Él comete fallos como tú y como yo (aunque tú pareces muy estirado). Nobody is perfect, ¿recuerdas? A mitad de su artículo él se equivoca y destroza todo un párrafo (no solo dos tomates). Debió escribir lo siguiente…, pero quizá se despistó y no revisó sus palabras con la misma fiereza que le pide a Adánez. Nótese que la diferencia entre un símil y una metáfora está en que en la última solo aparece el vehículo, el término imaginario, pero no el término real al que tenemos que llegar, mientras que en el símil están ambos términos a la vista del lector. Por eso la metáfora añade un grado de dificultad al símil, ya que el lector no solo debe entender por qué razones lo que LEE es un vehículo para llegar a otra cosa que no LEE, sino que antes DEBE darse cuenta de que las palabras que ACABA de leer no valen por sí mismas, sino que se refieren a algo que no se ve. También se entiende ahora que los símiles soporten una tensión mayor que las metáforas entre sus dos términos: al estar presentes ambos, AQUÍ SE NECESITA UN MATIZ ADVERSATIVO: AUNQUE la mitad del trabajo interpretativo del lector ya está HECHO. Relájate, chaval, no te tomes la vida tan en serio.

  2. Si busca «puñaladas en un tomate» en google, verá que es una expresión común en nuestro país.

  3. Julio Storero

    He oído y he usado el símil «puñaladas en un capó» que da la imagen perfecta para señalar ojos como hendiduras

  4. Me pregunto si el autor del artículo, que me ha encantado, es catalán. Tanta referencia (y reverencia) al pan y al tomate me ha recordado el momento en que el crítico culinario prueba la rataouille, en la pelicula del mismo nombre.
    Probablemente es una casualidad y no tiene nada que ver. En cualquier caso, muchas gracias por haberlo escrito

  5. A mí lo de «las puñalás en un tomate» me persiguió toda la infancia por mis ojos chicos.

    Grande Mann.

  6. Tiene una boca que parece una puñalada en un tomate. Más viejo que los caminos.

    • Luis Sanz Irles

      Sí, eso veo. Yo no tenía oída esa expresión, pero hubo quien me puso sobre la pista.

      • Juan Luis Cano (el de Gomaespuma) la usado sobre sí mismo miles de veces en la radio. Y no hay más que verle para comprobarlo.

  7. Maestro Ciruela

    Me he pasado toda la vida creyendo que esta expresión se la había inventado mi abuela murciana (cartagenera y muy, muy graciosa) porque desde que se la oí con 14 0 15 años en los sesenta, no la había leído ni escuchado antes de nadie ni tampoco después hasta el día de hoy, así que calculen mi grado de emoción, estoy como un flan o casi. Hace como diez años, la introduje en uno de mis comentarios en TCM y una amable contertulia contestó entusiasmada porque el símil le había parecido una genialidad, con lo que me puse como un pavo, estando convencido de que mi ingeniosa abuela me había transmitido una exclusiva y original frase; pero es que además… ¡también nombró a Juanito Valderrama! ¡Como aquí! Estoy a punto de tirarme por el balcón porque es muy duro caer del guindo para darse cuenta de que esta expresión se debe de usar mucho por el sur y yo sin enterarme, porque repito: jamás de los jamases la he visto escrita en ningún sitio ni se la había oído a nadie hasta hoy.
    Me pasa algo parecido con la expresión “Veo o ves menos que un muerto boca abajo” que se la oí a un amigo madrileño muy ocurrente en la década de los setenta y que a lo largo de los años nunca la volví a escuchar en boca de nadie ni la vi reflejada en ningún escrito. Por supuesto la incluí en mi repertorio y sin abusar demasiado, la dejaba ir como el que no quiere la cosa cuando creía que la ocasión lo requería, como aquella vez que se la solté a una chica preciosa que casi se dobló en el suelo de la risa. Hasta que estando mi padre ingresado en el hospital hará cosa de 15 años, resultó que su compañero de habitación con el que llevábamos días pegando la hebra, va y se le ocurre enunciarla así, sin avisar; a punto estuve de darle un abrazo al tiempo que le explicaba el motivo de mi ida de olla mientras mi padre me miraba como a un bulto sospechoso.
    Buenas noches,

  8. Me permito añadir la versiòn en catalán, en la traducción de Carme Gala, de 1992:
    «Et penses que ha de ser fàcil d’atrapar, amb aquests pòmuls hiperboris i uns ulls com osques en un pa».

    Osca es un corte, una incisión, en el filo de un cuchillo, o en la corteza de un árbol; por analogia, las marcas en el pan.

  9. MacNaughton

    Me parece una pedantería de articulo, espero no molestar con la franqueza… usted se queda como el listillo de turno, lo siento…

    Si usted hace una lectura de cualquier libro original y su traducción, encontrara´cosas discutibles y hasta erroneas en ciertos casos. Cualquiera traducción las tiene. No tiene nada de extraño. Los traductores tienen que hacer miles de decisiones en muy poco tiempo (y por muy poco dinero en España).

    Si los traductores nos pusieramos a analizar la calidad literaria de lo que traducimos o leemos por ahí, también podríamos quedarnos a gusto con el trabajo de lo demás, ¿o no?

    En todo caso, lo más importante: si se quiere valorar una traducción, lo suyo es considerarla en su totalidad. No se puede coger una frase y condenar a una traducción asi… la traducción supone ciertas renuncias / pérdidas y ciertas recompensas / re-equilibrios… y tal vez tiene una frase mal traducida o mejorable, y el resto es un trabajo óptimo, ¿no? No es justo obrar asi con una sola frase, hombre.

    Y lo que no se puede decir lo suficiente: sin los traductores, el mundo se para mañana,, se producen malentendidos, se estallan guerras…y eso que solo se comenta su trabajo para criticarlo, para alabarlo, nunca, jamás o eso parece.

    En cuanto all mundo literario, estamos presos de una ley de copyright que nos condena a ula condición de escalvtud. No se puede traducir nada en copyright sin el permiso del autor. Hay que esperar 70 años (80 en España) para traducir y publicar algo. Un poema de Borges por ejemplo…

    El contraste con la música, en la que se pueder hacer un cover sin permiso del autor es notable. Cualquier idiota puede hacer un cover de The Beatles mañana, sin permiso de nadie. Pero un poema de Borges, no. La traducción es una especie de interpretación, como la música… es la comparación más cercana creo yo…

    El siempre interesante Lawrence Venuti llama la atención sobre el tema del copyright, entre tantos otros temas, en su imprescindible «The Translator’s Invisibility» si tiene usted interés en el tema…

    Un saludo

    • Luis Sanz Irles

      Gracias. Me permito hacer notar que en ningún momento he condenado la traducción que comento. (De hecho, más bien lo contrario). He manifestado, como lector, mi desacuerdo con la omisión de una palabra. Eso es todo. El resto era un comentario a las interesantes decisiones con las que todo traductor debe lidiar a cada paso, usando un ejemplo curioso. Creo que su respuesta es un poco (sólo un poco) matar moscas a cañonazos :) Un saludo.

      • MacNaughton

        Me parece muy bien, Luis Sanz Irles, pero el caso es que «La Montaña Mágica» tendrá no sé si 300,000 palabras (la traductora lo sabrá seguro) y usted se queda con una frase que no le gusta…

        Una critica de una traducción puede ser interesante, pero mejor que sea global, mirando un poco todo, no solo lo que no está bien, ¿no? Entonces si puede ser util y incluso muy util señalar algo que podría ser mejor.

        En cuanto al copyright, deja a la gran mayoria de los traductores como funcionario más o menos. Lo que es la afinidad que puede haber entre un traductor y una obra, no puede verse realizado porque más veces que no el traductor no elige lo que traduce.

        No puede tener autonomía propia, al no ser que sea también escritor y con cierto nombre, si no, tiene que pasar por el control de editoriales / agencias literarias / herederos… que es un infierno, sobre todo los herederos… ¿quien se atreve a traducir Borges hoy en día por ejemplo con los casos recientes frescos aun en la memoria?

        Cuando Thomas Shelton tradujo «El Quijote» al inglés poco despues de su salida en España, principios del siglo XVII, todos los ingresos del libro en inglés fueron para él o bien el editorial de su traduccion. Y asi durante siglos, el traductor era medio hombre de negocio, medio pirata, medio literato.

        Y cuando crearon el copyright, creo que finales del siglo 19 para proteger (con cierta razon) el autor original, se pasarón tres pueblos y dejaron a los traductores en una situación de dependencia total a terceros en la traducción de obras no solo contemporaneas, sino de hoy a hace 70 años e su muerte…

        Y ahora, encima, se dice que el autor se ha muerto, y el sujeto es fragmentado, y la originalidad no existe sino todo es derivativo… vamos, los preceptos del postmodernismo…

        —-todo muy bien y de acuerdo, pero los leyes de copyright siguen las ideas de autoría del Romanticismo, del genio individual, etc etc… No están actualizados y no sirven para hoy en día, para nada…

        • Luis Sanz Irles

          Creo que insiste en lo que no es. No me “quedo” con una frase, la comento en passant , mostrando mi desacuerdo (puedo, ¿no?) y después paso al tema del artículo, que era fijarme en un símil, del que elogio indisimuladamente la arriesgada traducción. De ningún modo uso ese desacuerdo para criticar la traducción de 1000 pgs. Si no lo ve, amigo MacMaughton, será porque no quiere.
          Gracias, en todo caso , por su atención.

          • MacNaughton

            ¿En passant? ¿Cómo, cómo, como? Asi es como termina su articulo, Luis Sanz Irles:

            «Esa sospecha, estimado Marcial, hay que tenerla siempre cuando se leen traducciones, ¿o es que cree que la bobadita italiana sobre los traductores carece de todo fundamento?

            Así pues, a pesar del dolor que nos causa García Adánez arrancándonos tan violentamente de las coordenadas culturales centroeuropeas en el símil de Mann, aplaudo el desparpajo y la brillantez de sus puñaladas tomateras.»

            Creo que queda bastante claro el animus del articulo…

            • MacNaughton

              En fin, que los traductores no somos de fiar, es la conclusión que llega usted. Y es verdad hasta cierto punto. Pero no solo los traductores, sino los seres humanos no somos de fiar, somos falibles todos en todos los trabajos que hay.

              Hasta Messi manda algun pase fuera del campo, o a la grada de vez en cuando, pero juzgamos su contribución a lo largo de todo un partido, o temporada, no ya solo un pase que falla.

              Los directores de cine no se meten con otros directores de cine, ni los escritores con otros escritores, ni los actores con otros actores… en público me refiero, en privado es otra cosa. ¿Por qué los traductores vamos a hacerlo? Es un error.

              Los traductores somos unos panolis hoy en día, hemos pasado de ser gente buscavidas y bucanera, gente divertida que se lo juagaba en un pais extranjero en busca de algo para llevarse a casa, para convertirnos en unos tristes figuras que pasamos el día delante del ordenador en pijama esperando que nos llamen… Nos han castrado, nos han desactivado…

              Yo creo que el mundo de la música es con diferencia el mundo más democratico de los artes… allí se comparte todo, alli, la intepretación es un valor en si, allí no te acusan de «traidor» por tocar la trompeta de manera distinta a la versión original de Miles Davis, no hay herederos ni agentes ni editoriales – burócratas en una palabra – que hacen las veces de guardia de seguridad o puertas…

              El mundo de letras es un mundo muy clasista, muy solemne, muy serio… atrae a gente muy ensob…

              Tener que pedir permiso para traducir y publicar un poema de Borges me parece un disparate y una barbaridad en el año 2021… Pero no tiene visos de cambiarse y nadie protesta ni levanta la voz apenas al respecto… En fin…

    • Luis Sanz Irles

      Ah, y en cuanto a sus quejas por las trabas legales puestas a las traducciones, estoy totalmente de acuerdo.

  10. Tomates Rafgados

    La palabra «apuñalada» me hace evocar algo de carácter maligno, mientras que «corte» hace que me incline hacia algo seco, tajante. «Hendidura» me hace pensar (siempre referido a unos ojos que miran) en un mirar profundo, sabio.
    Desconozco el carácter del personaje femenino de la novela y es por eso que no me inclino sobre la elección de ninguna de las palabras aludidas.
    Creo que la elección debe ser una mezcla entre fidelidad con el texto original, adaptación al entorno cultural del lector y psicología del personaje.
    Teniendo esto en cuenta, la traduccion de García Adánez me parece «correctamente imaginativa» siempre y cuando el personaje tenga cierta inquina (cosa que desconozco).
    Gracias por el artículo.

  11. A mí me pareció un jugoso ( y entretenido) juego literario en el que hasta la pedantería me pareció impostada. Pero parece que no, la cosa iba para grave.

  12. Iker Yelz

    Qué artículo tan interesante, aunque no sea perfecto. Si recuerdo bien, John Fante compara en símil la boca de una mujer atractiva y fatal con una herida en la cara. También ahí el dolor del amor humillado contamina los rasgos del ser amado. Las puñaladas quizá expresan aún mejor la tortura y la sombra de un deseo de venganza.
    Lo de Fante tiene que ser en Espera a la Primavera, Bandini, porque no me he leído otro.
    (Eh… qué emocionante leer los comentarios y asistir al nacimiento de otro colectivo ofendidito…)

    • MacNaughton

      De ofenderse nada, el tema es que Luis Sanz Irles hace un error de principiante y de novato al criticar el trabajo de una compañera de gremio para darse a conocer a sus expensas, y subir la cucaña un poco más, que con su traduccón del carca y hiper reaccionario esnob T.S Eliot (del todo desacreditado como intelectual hace tiempo, si no ya como poeta), ya apuntaba maneras…

      Dale tiempo y estará tomando vermuts con el ex-Franquista Luis Ansón, y el ex-Batasunista ahora Voxeño Fernando Savater, o bien el islamfobo´confeso de Arturo Perez Reverte o el homófobo confeso de Mario Vargas Llosa… …y otros miembors de la clelrigalla de 78 y sus sermones semanales en la prensa…

      Es que resulta que el mundo de las letras de Madrid es uno de los focus de la ultra derecha en Europa hoy en día…

      Es tan deseprante que yo pienso renunciar la cultura en cuanto pueda, y ir a vivir en la España vacía para cultivar lechugas y tomates y patatas, y con un poco de suerte, aprender algo util como la carpintería…

      90-95% de la oferta cultura no es más que una enorme cortina de humo para esconder u ofuscar la realidad de las relaciones de poder en el mundo…

      • MacNaughton

        Ah, y eso que se me olvida de aquel mitomano, Javier Cercas, y su cuenta de hadas sobre Sanchez Matas en «Soldados de Salamina»…

        …. que es trola….¡Claro que es trola!..

        Si llevas el carnet Nº1 del Falange y has pasado toda la guerra en la carcel y vuelves a encontrarte con tus ex compañeros o bien victoriosos o bien mutilados o muertos, ALGO has de contarles, ALGO que desvía un poco la atención…como mínimo es una exageración… pero a mi me huele a TROLA. directamente (de Sanchez Matas, no ya de Cercas)..

        Y no, no es verdad que Carrillo y Suarez demostraban un nervio de acero el 23-F en el Congreso de Diputados como nos cuenta en su libro, sino que simplemente el Golpe no les pilló por sorpresa…ambos lo estaban esperando, estaban al tanto que podía darse en cualquier momento…. No era ninguna sorpresa aquello…

        Igual que cuando los catalanes vuelvan a organizarse y vuelvan a la carga con un 55% o 60% a favor de la independencia y se declare un estado de emergencia y se suspendan derechos fundamentales y se prohiban partidos politicos con el aplauso de los literatos de Madrid, a mi no me va a sorprender para nada tampoco… para nada…

        Para entonces, pienso estar con mis tomates y mis lechugas… pasando de todo y bien lejos del tremendo follón que va a haber de aqui a unos años en España…

    • Luis Sanz Irles

      Gracias. Intentaré ver lo de Fante.

  13. Guillermo

    Maaaadre mía cómo están los ánimos. Y todo por un tomate.
    Desde mi ignorancia y tal vez exceso de inocencia por no haber percibido el furibundo ataque al gremio de los traductores, gracias por el artículo.
    La montaña mágica me encantó cuando lo leí.

  14. Eduardo MC

    Por Cádiz decimos que “se le han puesto los ojos como dos puñalaitas en un cartón” después de haberse fumado un porro. Mucho más descriptivo que el tomate (prueben si no). El artículo está bueno; y se agradece lo de los vehículos y las tensiones.

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