Música

El saxofón en el cine y la TV: jazz, erotismo, negritud y bajos fondos (1)

Metropolis, de Otto Dix. Saxofón
Detalle de Metropolis, de Otto Dix.

Una saxofonista es símbolo de invitación. La conversación entre dos amantes debería llevarse a cabo con un saxofón, sin que la líbido sufra ninguna disminución. Por toda la eternidad, nacería una raza erótica y saludable que, habiendo sido criada con el saxofón, ciertamente carecería de pudor

(Erwin Schulhoff, «Zeitkunst: Saxophon und Jazzband»)

El saxofón triunfó y volvió de América hecho rey del jazz, habiendo destronado al violín. […] Pero ha sido necesario el rodeo por Norteamérica. El saxofón tuvo que oír antes a los negros. Mejor dicho, el negro y el saxofón se entrenaron y educaron mutuamente. El negro humillado infundió su alma al humillado saxofón, éste prestó al negro sus acentos, sus registros, y apoyados uno en otro ascendieron al quinto cielo de la Quinta Avenida.

(Fernando Vela, «El Futuro Imperfecto: 90 aniversario del saxofón»)

Antecedentes: de «Frankenstein metálico» a seductor barriobajero

El saxofón es un hijo de la Revolución Industrial, fruto de la genialidad de un joven inventor belga de instrumentos, llamado Adolphe Sax (1814-1894). Con la idea de crear un instrumento puente entre la familia de viento-madera y la de viento-metal, Sax inventó este híbrido instrumental. Algunos lo llamaron «monstruo metálico» o «engendro», y otros (muy pocos) destacaron sus cualidades sonoras. En este sentido, tenemos al insigne Héctor Berlioz, que dedicó a esta «máquina de sonidos» palabras verdaderamente elocuentes: «El saxofón respecto al clarinete, es el Niágara del sonido» o «su sonido es pleno, delicado, vibrante, de una fuerza enorme y susceptible de poder suavizarse». A pesar de estos elogiosos piropos, Berlioz nunca incluyó al saxofón en sus composiciones orquestales. Y es que desde su alumbramiento allá por 1841 y con el comienzo de su fabricación en serie en los años siguientes, en un taller de la Rue Saint-George de París, el nuevo instrumento de Adolphe Sax estuvo rodeado de polémica, enfrentándose a las envidias e insidias de otros fabricantes de instrumentos y al choque frontal del conservadurismo de la sociedad musical francesa de mediados del siglo XIX. 

Este rechazo que generó el saxofón en sus primeros pasos tuvo diferentes motivos y condicionantes, entre los que podemos destacar la consolidación previa y definitiva de la plantilla orquestal moderna en el momento de la invención del instrumento, además del nacionalismo rampante y las tensiones bélicas (por ejemplo, la Guerra Franco-Prusiana) en la Europa del siglo XIX, que hizo que el saxofón fuera visto como un «invento francés», dificultando su conocimiento y difusión por gran parte del continente.

Así, llegamos al cambio de siglo con un pintoresco instrumento que solo consigue abrirse camino en el mundo de las bandas de música militar y civil, pero que en muchos lugares se vendía al peso como chatarra y que estuvo a punto de caer en el olvido. No sería hasta el advenimiento de la música de cabaret, «las américas» y el jazz cuando el saxofón tendría una segunda oportunidad.

En los Estados Unidos el saxofón tuvo una aceptación progresiva en las mencionadas bandas militares y civiles a finales del siglo XIX, como por ejemplo en la del mítico John P. Sousa. De estas bandas fueron derivando pequeñas agrupaciones que tocaban temas populares y ragtimes. El hecho de que el saxofón fuera una novedad y fácil de aprender a tocar (a un nivel elemental de ejecución), influyó en su creciente aceptación popular en los albores del siglo XX, especialmente en orquestas de variedades y de music hall, que comenzaron a añadirlo para ampliar la sonoridad del conjunto.

El jazz y la nueva música de baile que irrumpió tras la Primera Guerra Mundial propiciaron una gran revolución cultural y un soplo de aire fresco ante ciertas actitudes y convenciones muy arraigadas en la cultura musical occidental. En muy poco tiempo, el saxofón consiguió convertirse en el principal icono de este tipo de música. Ello produjo sentimientos encontrados en la sociedad del momento, con un doble rasero o bipolaridad respeto a nuestro procaz instrumento, oscilando su consideración entre «nuevo» instrumento de moda y una especie de «máquina maléfica» de producir sonidos, que atentaba contra la moral y las buenas costumbres. Sin embargo, esta eclosión saxofonística no tendría lugar en el jazz primigenio de Nueva Orleans. Fue a raíz del éxodo masivo de los jazzmen de Nueva Orleans a Nueva York y Chicago, y la irrupción del jazz en Europa —en los «felices años 20»— cuando el público enloquecería con nuestro protagonista, surgiendo una especie de saxomanía, similar a lo que ocurriría con la guitarra eléctrica en los años 60.  De esta manera, podemos ver en diferentes combos instrumentales como orquestinas de baile y cabaret europeas1 o las primeras big bands2 norteamericanas (ya en los años 30) el saxofón se convertiría, de ahora en adelante, en un instrumento fundamental en la historia del jazz.  

El saxofón como icono del jazz en el cine

El jazz y el cine nacieron a la vez. Desde sus comienzos, ambos tuvieron una tímida y tortuosa relación. Con el tiempo estas dos artes irían progresivamente hermanándose. Si bien el cine en poco tiempo pasaría a ser el gran invento del siglo, con un enorme éxito popular, al jazz tendría dificultades para abrirse camino dentro del séptimo arte, quedando relegada su difusión a la radio, las salas de baile y clubes nocturnos. No en vano, la primera película de la historia del sonoro fue El cantor de jazz (1927), lo cual no fue en absoluto premonitorio de lo que vendría poco después, pues el protagonismo de esta música no pasaría de ser anecdótico entre toda la inmensa producción cinematográfica inmediatamente posterior. Así, durante estos primeros compases del cine sonoro, el jazz que sonaba en las películas tenía más que ver con los estilos primigenios que con el estilo del momento, en los que el saxofón tenía un escaso protagonismo.  De esta manera, habrá un predominio de los ritmos de marcha, ragtime o dixieland, en lugar del incipiente swing que se estaba fraguando en la escena jazzística y causaba furor a través de la radio. No obstante, podríamos destacar algunos contraejemplos como el célebre corto de Betty Boop Minnie the Moocher (1932) en el que podemos ver al cantante Cab Calloway y su banda, con la sección habitual de saxos a finales de los años 20 y primeros 30, compuesta por dos saxos altos y un tenor3.

Durante los años 30, 40 y 50, el jazz y el saxofón tuvieron una creciente pujanza y visibilidad en la vida musical norteamericana, realizándose algunas películas en las que el instrumento generalmente formaría parte de una big band o de diversos combos. En este sentido, se pueden distinguir dos maneras de emplear el jazz dentro de las películas:

  • Diegética: la más habitual, con agrupaciones de jazz que forman parte de la escena, bien porque los protagonistas son músicos, o bien formando parte del atrezo del local donde transcurre la acción de comedias musicales o thrillers gansteriles: Hollywood Hotel (1937), New Orleans (1947) o Con las horas contadas (1949) podrían ser buenos ejemplos de este jazz en escena.
  • Extradiegética: muy infrecuente, con el jazz fuera de escena, sonando simplemente como banda sonora incidental que acompaña a la trama del film. Esta escasez de jazz incidental se dará durante las primeras décadas del sonoro, con alguna excepción como Stormy Weather (1943). En cambio, el cine de animación será casi el único nicho donde podamos encontrar jazz acompañando la acción desde fuera.

En la mayoría de las producciones de los grandes estudios durante «La edad de oro de Hollywood» se optará por un sonido orquestal clásico, heredero del sinfonismo postromántico (Strauss, Rachmaninov), destacando compositores como Max Steiner o Franz Waxman. Así, cuando se recurría a músicas jazzísticas para la banda sonora, la mayoría de las veces se hizo buscando un sonido más sinfónico, introduciendo frecuentemente en la instrumentación las cuerdas o el arpa, produciéndose un edulcoramiento de la sonoridad, especialmente en películas provenientes de musicales de Broadway, que echaban mano del cancionero popular norteamericano de compositores como George Gershwin o Cole Porter

Habría que esperar hasta finales de los años 50 para que el jazz «de pata negra»4 alcance el reconocimiento y prestigio necesario dentro de la intelectualidad de la época, y por ende también en el mundo del cine, para así tener el papel dramático que merecía. El jazz pasaría de ser considerado una música divertida, subversiva, variopinta y de «color» (negro)5 , a convertirse en la música de las jóvenes élites intelectuales y del «gafapastismo» americano y europeo6, comenzando así su éxito imparable dentro de la música cinematográfica, hasta tal punto que hay realizadores cuya filmografía es inherente a esta música, siendo quizá Woody Allen el ejemplo más palmario. En Europa, esta renovación vendría de la mano de la Nouvelle Vague francesa. En EE. UU., tanto en Hollywood como en la recién estrenada televisión, aparecerá un elenco de jóvenes compositores provenientes del jazz norteamericano: Henry Mancini, Lalo Shifrin, Quincy Jones o Dave Grusin. A su vez, a partir de estos años en el ámbito de la animación, habrá una apuesta decidida por el jazz, no escatimando recursos en cuanto a la contratación de los mejores solistas y big bands. En este sentido, podemos destacar las producciones de los estudios Hanna Barbera Los Picapiedra (1960) y Don Gato (1961), o El libro de la selva (1967) y Los Aristogatos (1970) de Disney. 

De ahora en adelante el saxofón ahora sí tendría un papel preminente, apareciendo como solista constantemente tanto en la pequeña como gran pantalla, convirtiéndose posiblemente en el instrumento de viento más popular a nivel global, y entrando en escena bajo tres circunstancias diferentes:

  • Biopics: Quizá las dos mejores películas de la historia del cine que han tratado la vida de los músicos de jazz precisamente plasman la de dos saxofonistas míticos: Lester Young y Charlie Parker. Se tratan respectivamente de la maravillosa Alrededor de la medianoche (1986), de Bertrand Tavernier, y de Bird (1988), un apabullante e intenso drama humano dirigido por Clint Eastwood

(Continúa aquí)


Notas

(1) Otto Dix. Metropolis (en alemán : Großstadt) es un tríptico de este artista alemán, ejecutado entre 1927 y 1928. La pintura representa tres escenas nocturnas de la República de Weimar. El cuadro pertenece al Kunstmuseum de Stuttgart.

(2) La gran proliferación a lo largo y ancho de EE. UU. de big bands fue determinante para la popularidad del saxofón. Durante los años 30 y 40 fue la formación predominante en la escena jazzística. Su declive comenzaría tras la Segunda Guerra Mundial, dando paso al característico combo de la Era Bebop.

(3) La sección de tres saxos (alto, tenor y barítono) será la empleada por G. Gershwin en Rhapsody in blue, en su versión original, estrenada por la banda de Paul Whiteman (dedicatario de la partitura) en 1924. Progresivamente se irá ampliando la sección saxofonística en las big bands. Así, ya en la década de los 40 se impondrá la sección de saxos ampliada y definitiva, compuesta por cinco saxofones: dos altos, dos tenores y un barítono.

(4) Entre las primeras bandas sonoras originales compuestas por verdaderos jazzmen podemos destacar dos: Ascensor para el cadalso de Miles Davis (1957) y  Anatomía de un asesinato de Duke Ellington (1959).

(5) José Ramón Catalán. «T. W. Adorno y el jazz: un apagón intelectual». Revista Realidad, 141. El Salvador. Ed: Universidad «José Simeón Cañas», 2014. pp. 477-498. Artículo que reflexiona y refuta gran parte de los prejuicios y concepciones erróneas que tenía el musicólogo y filósofo alemán sobre el jazz. Pero no solo Adorno consideraba al jazz como una música estética y moralmente inferior. De entre los grandes «popes» que gustaban de pontificar sobre la música del siglo XX, y que menospreciaron al jazz sin piedad, podemos destacar a I. Stravinsky o P. Boulez.

(6) A dicho reconocimiento contribuiría de manera notoria la literatura de la época, con relatos como El perseguidor (1959), de Julio Cortázar, inspirado en la vida del legendario saxofonista Charlie Parker.

(7) Bernard Herrmann. I Still Can’t Sleep/The Cannot Touch Her. Este trabajo de Herrmann para el film de Scorsese fue la última partitura que compondría el compositor.

(8) John Williams. Scapades from Catch Me If You Can, para saxofón alto y orquesta. Esta suite, de tres movimientos, compuesta para la película de Spielberg ha pasado a formar parte del repertorio concertístico del saxofón.


Bibliografía

Asensio Segarra, Miguel. Historia del saxofón. Valencia. Rivera Editores, 2004. 

Asensio Segarra, Miguel. Adolphe Sax y la fabricación del saxofón. Valencia. Impromptu Editores, 1999

Berger, Isador. «The Saxophone: Siren of Satan», San Francisco Chronicle, magazine section (14-1-1917), p.1. Citado en vermazen, Bruce. That Moaning Saxophone: The Six Brown Brothers and the Dawning of a Musical Craze. New York, Oxford University Press, 2004.

James H. Dormon; Robert Rivers. The Afro-American experience: a cultural history through emancipation. New York, Wiley & Sons, 1974. Citado por cottrell Stephen. “The saxophone as symbol and icon”. The Saxophone. Londres, Yale University Press, 2012.

S. Cottrel. The Saxophone…

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12 Comentarios

  1. Maestro Ciruela

    «B. S. O.: Destacaremos solo algunas producciones en las que el saxofón es instrumento solista, con solos en los que despliega todo su potencial seductor y expresivo: La pantera rosa (1963), Alfie (1966), El último tango en París (1972), Taxi Driver (1977)7, Kansas City (1996), Atrápame si puedes (2002)8, o —continuando la comentada tradición jazzística del cine de animación— el anime Cowboy Bebop (1998) y Soul (2020) de Pixar.»
    Pero hombre… en este apartado final no podemos dejar fuera a Vangelis con su «Love theme» de Blade Runner. ¿Estamos de acuerdo?

    • Juanitosax

      Totalmente de acuerdo, Maestro Ciruela, pero esa va para la segunda parte, donde se habla de erotismo y saxofón. Un saludo!

  2. AGUSTIN MONTEJANO LAPEÑA

    Genial artículo! Gracias! Se nota perfectamente el gran conocimiento y la pasion del autor por la musica y el cine, que ademas sabe transmitir de manera clara y amena. Esperamos mas articulos similares!

  3. Fernando Castellano

    Estupenda primera entrega. Deseando leer la segunda parte del artículo para comentar y seguir disfrutando de este tema tan musicalmente icónico en la historia del cine.
    ¡Enhorabuena!

    • Juanitosax

      Muchas gracias, Fernando. En la segunda entrega dedicaré algunas líneas a Taxi Driver, que creo que te gusta especialmente 😉

  4. El saxofón alto (o saxofón a secas) es el instrumento cuyo timbre más se asemeja a la ventosidad humana.
    No es de extrañar que su feo timbre y registro lo haya relegado en la orquesta sinfónica salvo en honrosas y contadas excepciones, a bote pronto me viene a la cabeza Cuadros de una exposición por capricho de Ravel, la muerte del Teniente Kijé de Prokofiev o las Suites de Jazz de DSCH.
    Los pedos sonoros son poco elegantes.

  5. Miguenzal

    Esperando la 2a parte con ansias, de parte de un saxofonista que ha empezado hace poco en una Big Band. Buen ristra de referencias de BSOs y autores para escuchar.

  6. Pingback: El saxofón en el cine y la TV: jazz, erotismo, negritud y bajos fondos (y 2) - Jot Down Cultural Magazine

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