
Viene de «El saxofón en el cine y la TV: jazz, erotismo, negritud y bajos fondos (1)»
SEXOFÓN: Aparato que en lugar de hacer música hace cosquillas…
(Agustín Pallarés Padilla «Analfabetario»)
El solo de «sexofón»1: ¿el tropo sexual más manido de la historia?
El origen del tropo del «sexofón» en la cultura audiovisual de masas hunde sus raíces antes de la aparición del propio cine sonoro. Así, tal como señala Diego Cuevas en su satírico y estupendo artículo «La culpa fue del sexofón», publicado en esta misma revista, el origen del tópico erótico del saxofón aparece ya en los albores del jazz. Pero el fenómeno «sexofonístico» no sólo se debe a su fuerte vinculación con la cultura flapper, el jazz y la música de cabaret, ámbitos que, hasta no hace mucho tiempo, poseían cierto halo underground y decadente, propios de burdeles y de gente amoral, sino que hubo otro tópico cultural del saxofón, no tan obvio, que se fraguó antes de su fulgurante irrupción en el jazz, y que contribuyó al estigma de instrumento plebeyo y lascivo: su negritud.
La vinculación del saxofón con músicos negros —o blancos que se hacían pasar por ellos— fue anterior a la irrupción del jazz, remontándose a la tradición minstrel estadounidense.
Esta asociación a menudo fue utilizada para caricaturizar y menospreciar tanto al instrumento como a los afroamericanos, formando parte de una vergonzante cultura estereotipada, llena de prejuicios y racismo, que igualmente pasaría a estar presente en Europa, atribuyendo a los músicos negros todo tipo de características negativas, tal como señala Cottrell:
El historiador James Dormon señala que tales canciones promovían a los negros como «no solo ignorantes e indolentes, sino también carentes de honestidad u honor personal, dados a la embriaguez y el juego, completamente carentes de ambición, sensuales, libidinosos, incluso lascivos […]. Los negros no eran solo los bufones cómicos de mente simple de la tradición del minstrel; también eran potencialmente peligrosos». La asociación implícita del saxofón con tales estereotipos negativos contribuyó inevitablemente hacia esas construcciones negativas que comenzaron a rodear al instrumento mismo.

La confluencia del tópico racial y sexual hizo del saxofón un instrumento popular y controvertido a partes iguales, soliviantando a los sectores más reaccionarios de la sociedad. Un buen ejemplo de ello fue el polémico óleo del pintor escocés J. B. Souter: The Breakdown.
Cabe la posibilidad de que el fenómeno «erótico saxual», tan asentado en nuestra cultura, se deba también en gran parte al propio timbre del saxofón, con su capacidad de «gemir» y deslizarse sugestivamente entre nota y nota o, quizá su sinuosa forma y su colocación, de la cual su prominente campana emana desde la entrepierna del saxofonista, enfatizando una asociación fálica, como ocurriría después con la guitarra eléctrica, ¿quién sabe? Por otro lado, además de todos estos factores, lo que parece una tónica común de todos estos solos saxofonísticos «cachondos», es que se trata de melodías que suelen utilizar con ahínco el modo pentatónico menor o la escala de blues, con un fraseo que incide especialmente en las llamadas blue notes, convergiendo de nuevo y, ahora musicalmente, negritud y erotismo en la «topicalización» del instrumento.
Por todo ello, resulta sorprendente que, tras mi rastreo en busca de los primeros solos de «sexofón», este tropo tardara muchas décadas en irrumpir en la pantalla2. De hecho, podemos ver cómo en la filmografía de un icono sexual clásico como la anteriormente mencionada Betty Boop no hay ni rastro de solos de «sexofón». En los 50, por ejemplo fue con Marilyn Monroe cuando el «sexofón» empezó a asomar la patita en el cine, pero haciéndolo de manera camuflada, entre la correspondiente sección de vientos de una orquesta o big band, con un protagonismo discreto, adornando con sensuales pinceladas la parte vocal. Para ilustrar este cambio de paradigma, podemos poner dos ejemplos de dos secuencias muy parecidas. Una, perteneciente a los años 40, y otra a los 90, siendo esta última un claro homenaje a la primera:
- Red Hot Riding Hoog (1943) de Tex Avery: es un corto de animación en el que aparece una seductora cantante, acompañada por música de jazz (a partir del minuto 2:00), que encandila al lobo protagonista pero en la que el saxofón no interviene en ningún momento.
- La Máscara (1994) de Chuck Rusell: secuencia inspirada en el anterior corto en la que aparece Tina Carlyle (Cameron Díaz) cantando. A diferencia del anterior ejemplo, aquí podemos escuchar una introducción y los sensuales contracantos que el saxo tenor hace a la cantante (a partir del minuto 1:05).
Será a partir de los años 60, con los discos (y algunas de sus inefables portadas) de saxofonistas como Fausto Papetti, cuando empiece a darse el caldo de cultivo en el que florezca el solo de «sexofón» en el audiovisual de masas. En este sentido, quizá el primer compositor que anticipó esa sensualidad saxofonística fue Henri Mancini, en sus colaboraciones con Blake Edwards. Así, en Desayuno con diamantes (1961), la ya mencionada La pantera rosa (1963) y El guateque (1968) podemos escuchar esos jazzy solos de saxofón, entre ritmos de bossa-nova y los típicos coros del compositor italoamericano. Del mismo modo, en 1972 se estrenaría El último tango en París, un drama erótico en cuya música el saxofón compartiría protagonismo con otro «instrumento de burdel»: el bandoneón.
No obstante, habría que esperar hasta los años 80 para ver la formidable eclosión del «sexofón». Si algo caracteriza a los 80, ha sido la gran cantidad de modas que hoy, con el paso del tiempo, nos hacen debatirnos entre la nostalgia y el espanto. Entre esas modas, sin duda estuvo un uso del saxofón como tropo sexual tan desmedido, bizarro y enfermizo que algunos ejemplos podrían pasar a la historia como verdaderos crímenes de «lesa musicalidad». Por otro lado, hay que lamentar el uso marcadamente machista de este tropo, apareciendo casi siempre en escena solo con personajes femeninos. En algunos de los próximos ejemplos ochenteros he de advertir al lector que no le será difícil sufrir alguna punzada de sufrimiento estético. Ahí van unos cuantos:
- Blade Runner (1982): resulta realmente curioso y característico que en la genial e innovadora banda sonora de Vangelis, compuesta por sonidos generados por sintetizador, el encargado de preludiar la escena de amor de la película sea el saxo.
- ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988): nada más entrar en escena la exuberante Jessica Rabbit lo primero que detectan nuestros oídos es el típico solo de saxo sonando de fondo.
- Una disparatada bruja en la universidad (1989): tal como indica Diego Cuevas en su mencionado artículo, es posiblemente la joya de la corona en cuanto a la utilización del «sexofón», siendo la quinta esencia del asunto. Sobran más explicaciones…
- Anuncio del tabaco Fortuna: emitido en TV durante la «década prodigiosa» de los 80, cuando fumar era sexy.
- Tango y Cash (1990): en el minuto 3:04 sale el duro de Kurt Russell travestido de mujer, acompañado por un saxo tenor interpretando el tema Harlem Nocturne.
En línea con este último ejemplo, hay que decir que la «parodia sexofonística» no tardó en aparecer. Así, podríamos destacar diferentes escenas de películas como Agárralo como puedas 33 1/3 o Loca academia de policía o, en televisión, la más reciente del programa Saturday Night Live, con una verdadera «maravillosidad», donde emerge John Hamm (Mad Men) con un look de lo más hortera, interpretando a Sexy Man/Sax.
A pesar de toda esta multitud de ejemplos, hay que reconocer que el saxo no tiene la exclusiva del tropo sexual en la música de cine y TV. Así, podemos observar que en este sentido se ha utilizado frecuentemente la trompeta con sordina, el trombón o la guitarra de jazz y eléctrica. Sin embargo, y a pesar de que con el cambio de milenio aquella «fiebre sexofonística ochentera» fue enfriándose poco a poco, el tropo del «sexofón» y su estela ha seguido perdurado hasta nuestros días, quedando incrustada en nuestro acervo audiovisual como una especie de idea fija recurrente.
Noir y bajos fondos
En cierta manera, ya hemos apuntado la idea de que el jazz siempre ha estado presente en esa iconografía del ecosistema característico del Noir, encajando como un guante en los principales tópicos del género: la noche, secretos inconfesables, clubes nocturnos, drogas, crímenes pasionales, femme fatales, gánsteres, maleantes y detectives de dudosa moralidad. Como ya se ha comentado, en la primera etapa del cine sonoro y en la considerada época clásica del cine negro (años 40 y 50), las bandas sonoras de las principales películas del género también tendrán el sonido orquestal-sinfónico tan característico del Hollywood clásico. Así, para poder escuchar música con saxos en este género, esta tenía que ser forzosamente diegética, apareciendo dentro de la escena, a modo de banda que toca en el local donde transcurre la acción, o bien sonando en el transistor o tocadiscos que escucharan los personajes en un momento dado.
Pues bien, de nuevo habrá que esperar hasta los años en los que el jazz comenzó a tener el prestigio y reconocimiento merecido para poder ver cine negro con banda sonoras jazzísticas, con dos películas de Otto Preminger: Anatomía de un asesinato (1959) y El hombre del brazo de oro (1955), que fue la primera película con una banda sonora extradiegética íntegra de jazz, donde Frank Sinatra encarna a un baterista adicto a la heroína. Igualmente, a finales de la década de los 50, la televisión tendría una apertura hacia el jazz y otros géneros musicales. Así, tenemos de nuevo al genial e innovador Henry Mancini como precursor del empleo en el audiovisual norteamericano del jazz y otras músicas, que empezaban a triunfar entre el público general (rhythm and blues, rock and roll, latin-jazz o bossa-nova), en las cuales el saxofón tendría un notorio papel, con su colaboración con Orson Welles en Sed de mal (1958), o en la serie de TV Peter Gunn (1958), cuyo protagonista es un detective privado amante del cool jazz.
El éxito —sobre todo del premiado tema de la cabecera— de Peter Gunn nos traería al año siguiente a las pantallas otra serie detectivesca: Johnny Staccato (1959). En esta última tenemos ahora a un detective privado/pianista, interpretado por John Cassavetes, con la banda sonora firmada por Elmer Bernstein. Siguiendo esta estela detectivesca, en los 80 aparecería Mike Hammer, cuya música en los créditos del comienzo es el manido Harlem Nocturne, interpretado por un saxo tenor.
De esta manera, con estos antecedentes de finales de los 50 y llegando hasta nuestros días, podemos ver cómo el jazz, con sus timbres de saxofón (y trompetas con sordina), se convertiría en el paisaje sonoro habitual de este mundo sombrío, perturbador y fascinante del noir.
Pero no solo el saxofón ha sido exclusivamente protagonista de este apasionante mundo de jazz, cine negro y series detectivescas. El saxofón se mueve como pez en el agua en el «averno underground» de la cultura popular y en estilos musicales de origen afroamericano (funky, soul, rock, etc.), utilizados en géneros como el blackexploitation. En este sentido, la lista de ejemplos sería interminable, pero, como saxofonista que soy, si tuviera que destacar dos solos de saxo paradigmáticos a la hora de acompañar las «profundidades humanas» en el cine, serían estos dos:
- Taxi Driver. En la mítica cinta de Martin Scorsese vemos cómo, mientras Travis Bickle (De Niro) recorre en su taxi las decadentes calles del Nueva York nocturno, suena un saxo alto acompañado por una etérea orquesta de cuerdas y una batería (con escobillas). En esta partitura del maestro Bernard Herrmann escuchamos el característico fraseo jazzístico y las emisiones en glissando de Ronnie Lang, a la manera del mítico Johnny Hodges, saxofonista de la big band de Duke Ellington.
- Pulp Fiction. Cómo no iba a estar el saxofón en la que es quizá la escena más surrealista y sórdida de toda la filmografía de Quentin Tarantino, en la cual Butch (Bruce Willis) se debate entre huir del «sótano del medievo» o volver a vengarse de sus captores con una katana. En esta salvaje escena escuchamos de fondo una melodía pentatónica con frullato3 a cargo del saxo tenor, con una sonoridad distorsionada y áspera que hace de esta secuencia uno de los momentos más gloriosos de la filmografía del director de Knoxville. El tema es del grupo The Revels y se llama Comanche (1961).
Epílogo: el saxofón en la cultura popular (orgullo y prejuicio)
Si hoy mismo hiciéramos una encuesta preguntando entre la gente corriente «¿cuál es tu instrumento de viento favorito?», estoy seguro de que el saxofón, si no ocupa la primera posición, indudablemente estaría en el pódium, y todo ello a pesar de que, desde que el saxofón apareció en escena hace unos ciento ochenta años, no lo tuvo nada fácil. Pese al enorme tirón popular del instrumento, considerado por melómanos y aficionados de todo pelaje como un instrumento de lo más cool, la historia del saxofón fue, y actualmente sigue siéndolo en parte, una historia de incomprensión, prejuicios y tópicos muy arraigados.
Es cierto que los saxofonistas, tanto clásicos como de cualquier otro género o estilo, al jazz le debemos que nuestro instrumento no cayera en el olvido, gracias a lo cual el saxofón ha podido demostrar una gran versatilidad, adaptándose a cualquier género y estilo pasado y actual. Quizá el problema radica en que el saxofón no tiene ese pedigrí y la «nobleza clásica» que sí poseen otros instrumentos, muy presentes en el jazz, como la trompeta, el clarinete o el contrabajo. A diferencia del saxofón, estos instrumentos sí que tienen un notorio anclaje en la música clásica, bien con un papel permanente dentro de esa institución que es la orquesta sinfónica, o bien con un digno repertorio camerístico y concertístico de grandes compositores4.
De esta manera, a pesar de que el saxofón viene demostrando su valía desde hace mucho tiempo y que goza de un considerable estatus entre los compositores vanguardistas, en el elitista y a la vez cerril mundo de la música clásica todavía se percibe un halo de sospecha sobre él. Así, a lo largo de mi carrera he visto actitudes de extrañeza y asombro entre compañeros de conservatorio, cuando he tocado o han tocado mis alumnos obras de Bach, Pergolesi o Schumann, con frases tipo: «¡Ah! ¿Pero se puede tocar eso con saxofón?» o «los saxofonistas no tenéis vergüenza, os atrevéis con todo». Por otro lado, también he sufrido el recelo de algunos programadores culturales y hasta del cura de una iglesia: cuando se percató de que el concierto lo daría un cuarteto de saxos, nos pidió encarecidamente que «¡¡¡no tocáramos música moderna!!!». El programa de concierto estaba formado por obras de Pachelbel, Bach y Mozart, y estoy seguro que si la agrupación hubiera sido un cuarteto de cuerda y no uno de saxofones, el entrañable párroco hubiera estado más tranquilo en cuanto al tipo de música que se iba a interpretar en su iglesia.
Anécdotas aparte, es complicado saber qué peso específico tuvieron las múltiples causas de ese prejuicio histórico con el saxofón. Quizá fue ese origen plebeyo, ligado al mundo de las bandas que tocaban en las calles, o quizá sea su aspecto industrial, de instrumento steampunk, sin el «pedigrí artesanal» del resto de instrumentos de la orquesta. Además de todo ello, ese vínculo tan fuerte con el jazz y la músicas populares es lo que ha hecho de él un instrumento que a día de hoy se perciba, en cierta manera, como un outsider en la música formal, lo cual ha condicionado a compositores, programadores culturales y aficionados, que han valorado al instrumento más como un icono de un determinado tipo de música (o músicas), y no por sus propias virtudes.
Saliendo de la burbuja «clásica» y volviendo a la cultura popular, para terminar este artículo echaré mano de la leyenda urbana que dice «todo está en Los Simpson», pues el mejor ejemplo que sintetiza lo que intento decir se encuentra en los títulos de créditos del inicio de la serie. Todos recordamos que en el momento en el que la banda del colegio de Springfield está tocando el maravilloso tema compuesto por Danny Elfman, Lisa Simpson se arranca con un pequeño solo de saxo barítono (diferente en cada temporada). La reacción del profesor/director de la banda es expulsarla de clase, al tiempo que sus compañeros dejan de tocar y la miran incrédulos e impresionados. Pero sin duda lo que más me gusta de esa escena y la enseñanza que extraigo de ella —e intento siempre transmitir a mis alumnos— es que Lisa se va de clase tocando el saxo con los ojos cerrados, concluyendo su solo sin importarle lo más mínimo lo que piensen los demás de ella y de su irreverente saxofón.
Notas
(1) Diego Cuevas. «La culpa fue del sexofón». Jot Down Cultural Magazine (07/2021). El autor utiliza el término «sexofón» tomándolo prestado de la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley.
(2) Seguramente la censura decretada por Código Hays en Hollywood durante años 30, 40, 50 y parte de los 60 tuviera algo que ver en esta ausencia de solos de «sexofón» en las bandas sonoras.
(3) El frullato (Flatterzunge en alemán) es una técnica de interpretación característica de los instrumentos de viento, que consiste en hacer vibrar la lengua a la vez que se sopla, produciendo un efecto de trémolo o sonido más rugoso: FrrrrFrrrr.
(4) Durante la segunda mitad del S. XIX y hasta los años 30 del S.XX, el saxofón dispuso de un repertorio escaso, de poca calidad y muy académico, con obras que en su mayoría eran piezas de concurso, de salón, fantasías operísticas y temas con variaciones. Todo este repertorio estuvo mayoritariamente dentro de la órbita francesa y, salvo alguna honrosa excepción (Debussy, Caplet), fue escrito por compositores de 2ª o 3ª fila.
Bibliografía
Asensio Segarra, Miguel. Historia del saxofón. Valencia. Rivera Editores, 2004.
Asensio Segarra, Miguel. Adolphe Sax y la fabricación del saxofón. Valencia. Impromptu Editores, 1999.
Berger, Isador. «The Saxophone: Siren of Satan», San Francisco Chronicle, magazine section (14-1-1917), p.1. Citado en vermazen, Bruce. That Moaning Saxophone: The Six Brown Brothers and the Dawning of a Musical Craze. New York, Oxford University Press, 2004.
James H. Dormon; Robert Rivers. The Afro-American experience: a cultural history through emancipation. New York, Wiley & Sons, 1974. Citado por cottrell Stephen. “The saxophone as symbol and icon”. The Saxophone. Londres, Yale University Press, 2012.
S. Cottrel. The Saxophone…
Otro temazo ochentero de saxofón es Local Hero de Mark Knopfler