Cine y TV

‘Las aventuras del joven Indiana Jones’: llámame junior

Las aventuras del joven Indiana Jones. Imagen ABC.
Las aventuras del joven Indiana Jones. Imagen: ABC.

Quizá quienes desprecian la televisión cambiarían de idea si abundasen los programas educativos: seis horas diarias de concursos como Saber y ganar, aulas abiertas, documentales de la BBC, campeonatos de ajedrez y cine de Cannes. El prime time para José Luis Balbín, José Luis Garci y Fernando Sánchez Dragó… parece un sueño, no podríamos despegarnos del sillón. Hay gente, sin embargo, que prefiere estrangular sus neuronas con programas de entretenimiento. Por eso y porque confieso haber visto más horas de televisión que de vida y haberme convertido en un coprófago exquisito, hago acto de contrición ofreciendo a todos los públicos esta serie de acción y aventuras, difícil de conseguir en castellano, pero que debería estar presente, como herramienta educativa, en todos los centros de enseñanza secundaria del país. 

Muchas artes o manifestaciones sociales y culturales tienen importancia en la historia; la tienen como objeto de estudio, como expresión de un momento histórico y como agente histórico, es decir, como elementos que influyen, condicionan o determinan la historia. El cine, la televisión y los videojuegos, por la fuerza de los mensajes audiovisuales, por su extensión geográfica, social y cultural, tienen una importancia capital. 

Las aventuras del joven Indiana Jones es una serie televisiva juvenil de aventuras histórica. Nació de un proyecto educativo para televisión que Georges Lucas iba a llamar Un recorrido a través de los comienzos del siglo XX con Indiana Jones. Al final, planeó la vida de Indiana desde 1905 hasta la época del arca perdida (inicialmente unos setenta episodios de los que solo se rodaron algo más de treinta que narraban algunos de los hechos más destacados del mundo entre 1908 y 1920). El alcance de esta superproducción fue impresionante, la mayor hasta ese momento, con rodajes en veintitrés países durante ciento cincuenta y dos semanas, con más de cincuenta mil extras, usando película de 16 mm. 

Uno de los principales atractivos de la serie era la aparición de famosos, tanto personajes históricos como actores. Hemingway, Picasso, Kafka, Dvořák, Pancho Villa, De Gaulle, Degas, Freud, Lenin o Eliot Ness se cruzaron con el joven Indiana. Estrellas como Catherine Zeta Jones, Elizabeth Hurley, Max von Sydow o Christopher Lee participaron en el proyecto. ¿A quién no le parece excitante la posibilidad de almorzar con Lawrence de Arabia, Gertrude Bell y Arnold Toynbee, coincidir luego por los pasillos de Versalles con el príncipe Faisal y que te pida ayuda un joven Hồ Chí Minh? La vida de Indiana Jones es la más excitante que uno pueda imaginar, sobre todo desde un punto de vista intelectual. La serie, quizá algo aburrida como serie de aventuras, resulta un destacable manual de historia. Emocionalmente, apela a nuestra ansia de conocimiento y a nuestra necesidad de dejar huella. 

Ninguna serie de televisión tiene tanto contenido histórico y ofrece tantos recursos docentes. Cada episodio de Las aventuras del joven Indiana Jones permite tratar varios temas y profundizar en ellos a través de algunos de los personajes clave que aparecen en la serie. Del nacionalismo al psicoanálisis; del imperialismo al cubismo; de la ecología al racismo; de la autodeterminación a la Paz de Versalles; de la Revolución rusa a la Ley Seca. 

Los historiadores no son dueños de la historia. Puede que exista una «verdad histórica», pero no existe una «historia verdadera». Alcanzar aquella es una quimera. Los historiadores debemos usar cualquier herramienta a nuestro alcance para intentar representar de la mejor manera posible unos hechos históricos. Una carta, una autobiografía o unas imágenes documentales no son más que partes de un puzle que siempre estará incompleto y cuyas piezas conforman imágenes distintas en función de cómo se coloquen. Además, dichas piezas pueden tener la misma (poca o mucha) verosimilitud. Los males que se achacan al cine o la televisión, como la manipulación o la subjetividad, no son exclusivos de este medio, también son tara cromosomática de la fotografía, la pintura, la literatura… o la propia historiografía. 

Los caminos hacia la verdad histórica son inescrutables. No se puede reconstruir la realidad histórica. El cine histórico reconstruye el pasado de una manera parcial, no es ajeno a ciertas interpretaciones del pasado, a la tradición literaria, al contexto político y social, a la prioridad del cine como espectáculo… Pero el cine, las series de televisión, están tan integradas en lo cotidiano que suelen ser las únicas explicaciones a los hechos históricos que la gente guarda como referente. El cine o la televisión ofrecen explicaciones simplistas pero claras frente a las noticias confusas y poco concluyentes de la prensa. 

La serie del joven Indiana Jones no es una serie convencional de los 90. Empleó a algunos de los talentos más distinguidos de la industria cinematográfi ca. Obtuvo once premios Emmy y veintiséis nominaciones durante sus dos años de carrera. Quince años después de su estreno, Paramount y Lucasfilm la editaron completa en DVD en una caja especial (solo en inglés) que incluyó además treinta y ocho documentales creados específicamente para dicha edición por George Lucas, y que contienen comentarios de Martin Scorsese, James Earl Jones, Colin Powell, Henry Kissinger o Gloria Steinem

Esta serie no trata de enmendar la plana a la trilogía original de largometrajes, sino que usa la historia para crear un nuevo personaje interpre tado por Sean Patrick Flanery, un joven que vive su propia novela de iniciación, que hace el ridículo y fracasa, que está aprendiendo y que debe enfrentarse en cada episodio a complejos dilemas morales que le hacen madurar. El joven Indiana profundiza en la historia, en el desarrollo y en las motivaciones del personaje que interpreta Harrison Ford. Por todo ello la serie mantiene aún una cierta frescura, un aspecto intemporal que es prueba de su calidad.

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